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sábado, 25 de enero de 2020

Pin Parental: Educar en Libertad y para la Libertad

Educar en Libertad y para la Libertad 
A vueltas con el Pin Parental
José Fernando Calderero
24/1/2020

Estoy absolutamente de acuerdo con la irrenunciable necesidad de “Educar en libertad y para la libertad”. Tanto me gusta esta idea que, como comentaré más abajo, la utilicé en el subtítulo de uno de mis libros.

Ahora bien, en la “cruda realidad”, esa libertad declarada parece que se ve conculcada, al menos en sus manifestaciones externas, debido el tono belicista que adoptan los diferentes partidos a la hora de teóricamente defenderla. Los principales protagonistas de la educación, alumnos, padres, profesores, ciudadanos, asistimos ¿perplejos? a las batallas ideológicas en las que los políticos “cargados de razones” pierden la razón, precisamente por el modo nada conciliador de plantear las cuestiones de fondo.

Muchos millones de personas creemos merecer políticos serios, con visión de Estado que sepan elevarse por encima de sus visiones partidistas y trabajen juntos por algo tan necesario como el manoseado y nunca logrado Pacto Escolar. ¿Dónde quedan las altisonantes palabras que lo propugnaban? En realidad se reclamaba y ofrecía un pacto “educativo”, pero me parece importante no cometer el error de reducir el muy relevante concepto de Educación a solo la actividad de las instituciones escolares, por importante que sea, que lo es.

El título de este artículo coincide con el de la carta abierta de nueve relevantes políticos autonómicos que, bajo palabras atractivas, aunque suponemos que siguiendo las consignas de su partido, “defienden la libertad” negando el derecho de las familias a la objeción de conciencia en temas tan delicados como la educación de sus hijos. ¿En virtud de qué principio se puede invocar la obligatoriedad a aceptar, sí o sí, unas determinadas ideas, imponiendo a la fuerza unos supuestos “valores”? ¿Se puede defender la libertad negándosela a otros?

Por otro lado, puede estar dando la impresión de que los partidos de la oposición están defendiendo solo los derechos de “sus” votantes; espero que no sea así, aunque dado el carácter de pugilato que vuelve lamentablemente a tomar la vida política española, uno no sabe bien a qué carta quedarse. Por ejemplo: si es cierto que las actividades en “litigio” sobre las que se quiere hacer objeción de conciencia son tan buenas como dice el Gobierno, ¿por qué la oposición y sus votantes las rechazan?; también cabría preguntarse en sentido contrario, si la oposición y sus votantes las consideran una amenaza, ¿por qué el Gobierno y sus votantes no se sienten amenazados? No están muy lejos en el tiempo ni en el espacio las terribles desgracias que millones y millones de personas han sufrido por las muchas dictaduras de izquierdas y de derechas que en el mundo ha habido. ¿Cómo podemos seguir pensando que hay una única verdad política, social, y que justamente es “la mía”? ¿Cómo personas que dicen defender, y promover las libertades, desenfundan todas las armas a su alcance para imponer su visión antropológica concreta ignorando el más elemental de los derechos, después de la vida: pensar por uno mismo?

Dejación de deberes fundamentales
Convendría también reflexionar con calma sobre el origen de esas “imposiciones” que el Gobierno pretende ejercer sobre los niños. Como no puede ser de otra forma en un Estado de Derecho, el Gobierno debe respetar la ley y todas sus actuaciones han de realizarse dentro de la legislación vigente. No es cierto que sea este Gobierno el que ha incorporado en la legislación de enseñanza los enfoques y prácticas que la oposición pretende rechazar; la ley educativa en vigor en España la aprobó la mayoría absoluta del PP en 2013, sin pactarla con ningún otro partido. Fue el entonces ministro José Ignacio Wert quien introdujo unilateralmente esa reforma.

Pensar por un mismo no significa aferrarse a las propias ideas dándoles un valor que quizá no tengan, bien porque hayan sido elaboradas acríticamente, bien por carecer de otros datos que pueden otorgarles otros sentidos o significados. Más bien el objetivo debería ser coincidente con la declaración que hace el actual decano de la Facultad de Educación de la UNED, Prof. Dr. Arturo Galán González, en su presentación en la web, y que no puedo menos que aplaudir:

Mi concepción del trabajo como universitario descansa en la búsqueda de la verdad y en realizar dicha búsqueda acompañado por todos los que compartan este ideal en la enseñanza y la investigación: colegas y alumnos formando una universitas, una comunidad de profesores y estudiantes usando la razón para descubrir el significado de la realidad.

Merece también la pena considerar las palabras de S. Juan Pablo II cuando dijo “la concordia no es fruto ni de la ausencia de opiniones diversas ni de la ausencia de conflictos”[i] en las que pone de manifiesto que opinar distinto no debe ser un obstáculo para la concordia, la sana convivencia, que debería ser el objetivo de una sociedad avanzada”.

«Mendigar» derechos
Por contraste, da la impresión de que estamos alejándonos de estos nobles ideales; basta con echar una ojeada a las RRSS, Twitter, Facebook, para ver la pobreza de argumentos, el abusivo recurso a los argumentos “ad hominem”, los insultos (a veces graves), con los que “unos” y “otros”, ¿cuándo lograremos salirnos de esa mazmorra intelectual?, “defienden la libertad”.

En mi opinión estamos llegando esta desagradable y contraproducente situación por la dejadez y pasividad de millones de familias que han delegado, casi completamente en instituciones, públicas o privadas, su primera y principal tarea, la educación de sus hijos haciendo dejación de deberes fundamentales. Creo que ya he publicado en alguna otra ocasión que “si las familias cumplieran con su deber no tendrían que mendigar derechos”; digo “mendigar”, porque no creo que, en muchos casos, haya un compromiso tan grande con la educación, que es lo principal de la familia, como para “exigir” derechos, o cumplir con sus indelegables responsabilidades.

Una de esas indelegables tareas es la defensa a ultranza de la libertad, de las libertades, único fundamento real en que se puede apoyar una sociedad civilizada; todo sometimiento, aunque sea sutil, como ocurre en las modernas esclavitudes, acaba pasando factura, a veces de proporciones dantescas. Mi compromiso con la libertad quedó bien patente cuando mi libro “Educar no es domesticar” lo subtitulé “Educando desde la libertad, en libertad y para la libertad”. Al hilo de la necesidad de concordia arriba citada, viene a cuento citar la frase final de en una[ii] de las reseñas que se han hecho de este libro:

La educación personalizada atiende a lo que las personas tienen en común, y lo que tienen de propio; aúna las exigencia de la individualización y socialización educativas, y constituye el tipo de educación más acorde con las profundas necesidades humanas y las condiciones del hombre en la sociedad tecnificada en que vivimos; estimula a cada sujeto para que vaya perfeccionando libre y responsablemente la capacidad de dirigir su propia vida; proporciona una formación integral, capaz de poner unidad en todos los aspectos de la vida de cada ser humano; propugna la participación de profesores, alumnos y padres en todo lo que es y supone la vida de la institución educativa; se ajusta a la existencia de valores universales y objetivos, acordes con el bien, la verdad, la belleza; se ocupa de formar en alumnos, profesores y padres el espíritu crítico frente a toda la información que reciben, para que sepan discernir la verdad del error, única forma de evitar la manipulación de las ideas.

Creo sinceramente que, en muchos, muchos, casos, esta noble participación entre alumnos, profesores y padres en la organización y el desarrollo de la vida educativa brilla por su ausencia; la verdad es que en esa deseable participación deberíamos incluir a los políticos, que, aunque solo deberían tener un papel subsidiario, no pueden, no deben quedar al margen.

Con mi deseo de que trabajemos todos juntos en pro de una sociedad mejor, huyendo “Como alma que lleva el diablo” del terrible cáncer de fragmentación social, termino recomendando un par de artículos que, por su lucidez e interés, considero útil leer y difundir:
José Fernando Calderero
Dr. en Filosofía y CC de la Educación
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