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jueves, 5 de marzo de 2020

FRANCO: Los espléndidos años 40, por Pío Moa

Los espléndidos años 40
Varela Ortega (3) 
3/3/2020

Como habrá podido comprobar el señor Varela Ortega, su visión de los años 40 en España necesita correcciones de fondo, por haberse fiado de los “datos” de una historiografía propagandística en la que coinciden curiosamente la rama lisenkiana y la anglómana. Bastarian estos dos hechos: el aumento, moderado pero real, de la estatura media y el muy considerable de la esperanza de vida al nacer, para hacerle reconsiderar su enfoque de la cuestión. Y aun debiera hacerle reflexionar más el hecho de que tales avances –que resumen muchos otros– se produjeron en una década de extraordinarios obstáculos y dificultades para España, primero por la guerra mundial y luego por el aislamiento internacional combinado con una guerrilla comunista. Vistas las cosas en su contexto, la reconstrucción del país en aquellos años resulta una auténtica proeza histórica.

Suele decirse que, debido a la supuestamente caótica economía autárquica falangista, España no recuperó el nivel de renta de la república hasta 1952, incluso hasta 1956 y más tarde. Los índice vistos indican otra cosa, pero lógicamente hay muchos más. Como en Los mitos del franquismo he reseñado los datos, extraídos de Carreras y Tafunell y otras fuentes, lo citaré aquí con alguna extensión.

Ante todo es preciso entender las enorme dificultades con que chocaba la reconstrucción, nada que ver con las absurdas comparaciones con otros países neutrales, tan “reveladoras” a juicio de Varela: Debido a la guerra y el caos –este sí—creado por el revolucionario Frente Popular, España había perdido 250.000 casas, casi la mitad del parque automovilístico y ferroviario, cientos de fábricas, puentes, un cuarto de millón de toneladas de barcos hundidos o retenidos en puertos soviéticos u hostiles, etc. La mitad del país ocupado por el Frente Popular había perdido extensos cultivos por abandono, la mayor parte de su ganadería, sacrificada sin control, y amplias áreas de bosque consumido para leña o menesteres bélicos. 

La fuerza humana había descendido por las bajas bélicas, en su mayoría jóvenes, más unos 50.000 mutilados, 270.000 prisioneros a la espera de ser depurados, más medio millón de exiliados de primer momento (aunque más de dos tercios de ellos retornaron el mismo año 1939). El ejército alistaba a un millón largo de hombres, y aunque se desmovilizaron tres cuartas partes, la guerra europea obligaría a mantener un numero excesivo sobre las armas. Fue preciso asumir las deudas del Frente Popular, además de las contraídas con Italia y Alemania, con lo cual Francia ascendía a primer acreedor de España. Todo ello con mínimas reservas financieras.

Dificultades aumentadas muy pronto, no debe olvidarse, por las restricciones comerciales impuestas por Inglaterra. Pese a los cual… Veamos algunos datos económicos significativos de aquella década “perdida” según la propaganda: el número de teléfonos se había duplicado en comparación con 1935; el tráfico aéreo en compañías españolas había pasado de 1,2 millones de kilómetros volados, a 8 millones. Los turistas habían saltado de 171.000 a 457.000. Y así otros índices. Más significativo como conjunto, el consumo bruto de energía en toneladas equivalentes de petróleo pasaba de 8,37 millones en 1935 a casi 10 millones en 1943, llegando a 12, 40 en 1950. 

Dentro de ese índice, la producción hidroeléctrica subió de 3.645 millones de kWh anuales en 1935 a 6.916 en 1950; y la de hulla y antracita subió de 6.9 millones de toneladas en 1935 a 8,8 millones ya en 1940 y a 11, 1 millones en 1950. La de hierro dulce y acero pasó 595.000 toneladas en 1935 a 695.000 ya en 1940, y a 780.000 en 1950. La producción de maquinaria y material de transporte, sobre una base 100 en 1913, era de 162 en 1935, con una bajada en los primeros años 40 para subir a 178 en 1948 y a 208 en 1950. La producción de cemento pasó de 1, 1 millones de toneladas en 1935 a 2,065 en 1950, superándose en prácticamente todos los años la producción de preguerra, debido a que la construcción de viviendas fue otra prioridad del régimen expuesta por Franco en su discurso de fin de año de 1939. La de fibras artificiales y sintéticas dio un salto extraordinario, de 3. 400 toneladas en 1935 a 24.500 en 1950. La de algodón, aunque con fuertes oscilaciones, fue de 1.933 toneladas en 1935 y llegó a 6.503 en 1949. Naturalmente las exigencias de petróleo aumentaban con rapidez y a pesar de las fuertes restricciones anglosajonas durante la guerra, también su importación y consumo creció, de modo que en 1950 triplicaba ampliamente los de preguerra.

Estos datos bastan para percibir que la industria española no solo superó netamente a la de 1935, sino que en algunos aspectos dio un gran salto. Más dificultades hubo con la agricultura, al coincidir las devastaciones de la zona roja con las restricciones a la importación de fertilizantes y largas sequías. Sin embargo ello no motivó el hambre mortífera que suele decirse, como vimos en la entrada anterior, sino más bien escasez e insuficiencia alimentaria, mejor o peor paliadas por el racionamiento y las mejoras sanitarias e higiénicas, que redujeron la mortalidad general. Cabe decir que la pesca (el pescado, como los huevos y otros productos, no estaba racionado) creció constantemente sobre la de 1935, desde el mismo año 1940.

El conjunto de estos datos demuestra que la renta per capita española no solo no pudo bajar, sino que creció muy consistentemente en aquella década, superando muy pronto, probablemente desde 1943, la de la república, como ha señalado el economista G. Fernández de la Mora y Varela. Los economistas han estimado de forma muy diversa los índices de crecimiento del PIB en aquella década: desde el 1,1 por ciento anual (Prados de la Escosura) al 1,7 (Carreras), a2.0 (Alcaide Inchausti) y 3,8 (Naredo) Vistos los índices señalados, la tercera cifra parece la más ajustada a la realidad. Una vez más, parece que la “economía autárquica falangista” distó mucho de ser tan caótica y contraria a la libertad de mercado o al comercio como pretende el señor Valera y tantos otros de la corriente anglómana. En la próxima entrega expondremos sus líneas generales.

Para concluir, aquellos fueron años felices para un país que logró mantenerse al margen de las devastaciones y crímenes de la guerra europea y reconstruirse con sus propias fuerzas en ímprobas condiciones. Yo diría que hay razones para estar orgullosos de aquella valerosa y esforzada generación, en lugar de denigrarla combinando la falsedad de los datos con jeremiadas y una conmiseración no menos falsa.

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