El proyecto político global impuesto
con el Covid-19 como coartada
25/8/20
TM.- En cuestión de semanas hemos visto Estados supuestamente democráticos suspender las libertades fundamentales, prohibiendo a la gente salir de sus casas, participar en mítines o hacer manifestaciones, bajo la amenaza de multas o de ir a la cárcel. La escolarización obligatoria establecida por ley para los menores de 16 años ha sido abolida temporalmente. Millones de trabajadores han sido privados de empleo y enviados al paro de manera autoritaria y cientos de miles de empresas también han sido obligadas a cerrar sus puertas, que no podrán reabrir.
Sin ningún tipo de preparación previa, los gobiernos han empujado las empresas a establecer el teletrabajo… y todas las comunicaciones a través de internet son grabadas por el sistema Echelon. Eso significa que los «Cinco Ojos» (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos) ya tienen en sus archivos lo necesario para descubrir los secretos de casi todos los industriales europeos. En ese aspecto, ya es demasiado tarde.
Esas transformaciones de orden social carecen de justificación médica. Ningún tratado de epidemiología en el mundo había planteado, y menos aún aconsejado, un «confinamiento general obligatorio» para luchar contra una epidemia.
Los dirigentes políticos de los Estados miembros de la Unión Europea se quedaron paralizados ante las proyecciones matemáticas delirantes que les predecían verdaderas hecatombes en sus respectivos países. Corrieron entonces a buscar la «salvación» en las soluciones prefabricadas de un poderoso grupo de presión con cuyos miembros se habían reunido en el Foro Económico de Davos y durante las conferencias de seguridad que se realizan anualmente en Munich.
Si no nos despertamos, se impondrá de forma duradera una aplicación de rastreo en los teléfonos móviles para vigilar los contactos individuales de todos y arruinará las economías de ciertos países para transferir la fuerza de trabajo hacia la industria del armamento.
Si no nos despertamos, la enseñanza será reemplazada por un sistema de adquisición de saber a domicilio, nuestros niños se convertirán en cotorras desprovistas de espíritu crítico, sabiendo de todo pero sin conocer nada.
En el mundo que se prepara para los ciudadanos de la Unión Europea, los grandes medios de comunicación ya no serán financiados por la industria del petróleo sino por lo que ha dado en llamarse «Big Pharma». Nos convencerán de que todas las medidas adoptadas eran las más adecuadas y en internet los motores de búsqueda impondrán a las fuentes no conformes las peores calificaciones en términos de credibilidad, en función de lo que piensan los autores de sus artículos pero sin importar la calidad de sus razonamientos.
Todavía estamos a tiempo de reaccionar.