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viernes, 28 de agosto de 2015

La Cruzada Americana, el Magisterio Pontificio y la Leyenda Negra de Protestantes y Masones contra ESPAÑA (1936)

Vittorio Messori: Leyenda Negra-Mentiras de la Historia de la Iglesia y de España: «Arma cínica de una guerra psicológica» de las potencias protestantes iniciada por Inglaterra Anglicana y continuada por el Iluminismo Masónico USA. Leer libro completo...aquí.
InfoCatólica-Luis F. Pérez Bustamante (28/8/2015): Estados Unidos ha sido siempre un país de luces y sombras. Los que son considerados como padres fundadores, los peregrinos del Mayflower, tuvieron el “privilegio” de usar por primera vez en la historia un arma biológica. La cosa consintió en regalar a los nativos mantas infectadas de viruela. Leer más...aquí.
Isabel la Católica ordenó Evangelizar las Indias
Cruzada Americana de España
InfoCatólica-Javier Olivera Ravasi (22.08.15): Estimados amigos del blog. La entrada anterior en Infocatolica ha traído cola: en dos días, más de 20.000 visitas y casi 100 comentarios.
Honestamente, he quedado perplejo; perplejo por la cantidad y también por la calidad de los aportes: los hubo de todo tipo; desde los respetuosos con altura hasta los bajos y decalificadores “ad hominem". En fin; si he querido dejar unos y otros es sólo para que el lector pudiera sacar sus propias conclusiones con libertad.
Evidentemente, las aguas no están serenas aún; todo lo contrario: una enorme marea de leyenda negra antiespañola sigue dando pululando en las aguas cristianas. 
No todo fue un lecho de rosas en América, pero tampoco fue el cuento que nos quieren vender.
En esta instancia, traigo aquí una colección de textos pontificios que uno los lectores me hiciera llegar sobre la conquista y evangelización de América.
Espero que les sea de utilidad para "Que no te la cuenten…".
Enseñanzas del Magisterio
I – El reconocimiento de la cátedra de Pedro a la epopeya de la evangelización de América
Que el nombre de Nuestro Salvador sea dado a conocer en aquellas regiones
Entre todas las obras agradables a la majestad divina y deseadas por nuestro corazón, ciertamente las que sobresalen por encima de todo son la exaltación de la fe católica y de la religión cristiana, mayormente en nuestros días, y su ampliación y dilatación en todo el orbe, la búsqueda de la salvación de las almas y la humillación y la reducción a la fe católica de las naciones bárbaras […] sean conducidas a la verdadera fe.
Nos pues recomendamos muchísimo al Señor este vuestro santo y laudable propósito, deseando que él alcance el debido fin y que el nombre de Nuestro Salvador sea dado a conocer en aquellas regiones, os exhortamos muy en el Señor y os pedimos empeñadamente por la recepción del sagrado bautismo en virtud del cual estáis obligados a los mandatos divinos, y por las entrañas misericordiosísimas de Nuestro Señor Jesucristo, una vez que os proponéis de buena mente y con el celo de la fe ortodoxa a realizar y llevar a cabo adelante tal expedición, querráis y os sintáis obligados a llevar los pueblos que viven en aquellas islas a la aceptación de la confesión cristiana, sin que los peligros y los trabajos os aparten en tiempo alguno de la inarredable esperanza y de la firme confianza con que os armasteis, pues Dios todopoderoso secundará felizmente vuestros esfuerzos. Con la firme esperanza y con la confianza de que Dios Omnipotente acompañará felizmente vuestros esfuerzos.
Además os mandamos en virtud de la santa obediencia que haciendo todas las debidas diligencias del caso, destinéis a dichas tierras e islas varones probos y temerosos de Dios, peritos y expertos en instruir en la fe católica e imbuir en las buenas costumbres a sus pobladores y habitantes. […] con la autoridad de Dios todopoderoso concedida a Nos en el bienaventurado Pedro y con la autoridad de nuestra condición vicaria de Jesucristo que ejercemos en la tierra, con todos sus dominios […] os donamos, concedemos y asignamos para siempre, a vosotros y vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León,todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas (Alejandro VI. Bula Inter Caetera, 4 de mayo de 1493).
Ordenamos que emprendan los referidos viajes y obras
Nos hiciste manifestar vuestro ardiente deseo de engrandecer la Religión Cristiana y de promover la conversión de los infieles, principalmente de aquellos que, teniendo a Cristo como guía, están sujetos a vuestro poder en las regiones de las Indias. Y para que en obra tan santa no esté ausente el mérito de la obediencia, ordenamos a todos los que hubieren sido nombrados que emprendan, a ejemplo de los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo, los referidos viajes y obras, en esto esperamos firmemente que el mismo modo que los imitaren en los trabajos, así también ellos se asocien en las recompensas. Y a los referidos frailes les concedemos de todo corazón nuestra bendición apostólica (Adriano VI. Exponi nobis facisti, 1522).
Millones de hombres han sido llamados de la muerte a la vida sempiterna
Del seno del inexplorado océano, gracias a él [Cristóbal Colón], surgió un nuevo mundo;millones de hombres, que se hallaban en el olvido y en las tinieblas, se han reintegrado a la sociedad, y han vuelto de la barbarie a la mansedumbre y la humanidad;y, lo que es más, han sido llamados de la muerte a la vida sempiterna por la comunicación de los bienes que Jesucristo engendró.
En efecto, es indiscutible que lo que primariamente le indujo a realizar esta gesta fue la propagación del Evangelio por nuevas tierras y nuevos mares (León XIII. Encíclica Quarto Abeunte Saeculo, 16 de junio de 1892).
Colón transportó en sus carabelas las primicias de la religión cristiana
[Colón] Guiado constantemente por este propósito, lo primero que hacía al arribar a nuevas tierras, era plantar en las playas una imagen de la Cruz sacrosanta. Por lo cual, así como Noé, navegando sobre las olas desbordantes, transportaba con los restos del género humano la raza de Israel, así también las carabelas de Colón, lanzadas al océano, transportaban a las playas ultramarinas el principio de las grandes naciones y las primicias de la religión cristiana (León XIII. Encíclica Longinqua Oceani. A los Obispos de los Estados Unidos de América. 6 de enero de 1895).
De idólatras a devotos hijos de la Iglesia
El orgullo de esta fe exalta vuestro nombre y hace sagradas muchas páginas de vuestra historia; esta fe elevó sobre los vestigios de la civilización precolombina, y sobre las salvajes soledades, y hasta más allá de las vertiginosas cimas de vuestros montes el espíritu misionero que, regenerándolos romanamente, transformó aquellos pueblos idólatras en devotos hijos de la Esposa de Cristo (Pío XII. Radiomensaje al II Congreso Eucarístico Nacional de Perú, 27 de enero de 1940).
Valoración globalmente positiva sobre los primeros evangelizadores
Quiero, sin embargo, reiterar la valoración globalmente positiva sobre la actuación de los primeros evangelizadores que eran en gran parte miembros de órdenes religiosas. […]
Así, entre luces y sombras —más luces que sombras, si pensamos en los frutos duraderos de fe y de vida cristiana en el Continente— la primera siembra de la palabra de vida, nacida de tantas fatigas y sacrificios, evoca los sentimientos del Apóstol, que fueron lema de tantos misioneros: “Habríamos deseado daros no sólo el evangelio de Dios, sino incluso nuestra misma vida” (1 Tes 2, 8). […]
Los frutos de la primera evangelización se han ido afianzando con el correr de los siglos yson característicos del catolicismo del pueblo latinoamericano, que brilla también por su profundo sentido comunitario, su anhelo de justicia social, su fidelidad a la fe de la Iglesia, su profunda piedad mariana y su amor al Sucesor de Pedro.
Esta rápida mirada histórica sobre la vida eclesial de América Latina suscita en mí un sentimiento de viva gratitud al Señor por la labor de tantos religiosos y religiosas que han sembrado la semilla del Evangelio de Cristo (Juan Pablo II. Carta Apostólica a los religiosos y religiosas de América Latina en el V centenario de la evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990).
Alargando los brazos de su misericordia Cristo abarca en la totalidad el Nuevo Mundo
Me llena de gozo encontrarme nuevamente en esta tierra generosa, que en los designios de Dios fue predestinada para recibir, hace ahora cinco siglos, la Cruz de Cristo, quealargando sus brazos de misericordia y amor, llegaría a abarcar la totalidad de aquel mundo nuevo que un 12 de octubre de 1492 apareció radiante a los ojos atónitos de Cristóbal Colón y sus compañeros. (Juan Pablo II. Discurso en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Santo Domingo, 10 de octubre de 1992)
Todos los habitantes de estas tierras fueron llamados a formar parte de la Iglesia
Éste es el sentido de la exhortación de San Pedro contenida en la primera lectura: “Vosotros, como piedras vivas, entrad en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” (1 P 2, 5).
Estas palabras, dirigidas a los cristianos de la Iglesia naciente, vinieron a ser una realidad para los habitantes de estas tierras, cuando hace cinco siglos el mensaje de salvación fue anunciado por primera vez. Todos ellos fueron llamados a formar parte del edificio espiritual que es la Iglesia, cuya piedra angular es Cristo Jesús. (Juan Pablo II. Homilía, santa misa para los sacerdotes, religiosos y religiosas, Santo Domingo, 10 de octubre de1992).
La fe es constitutiva del ser e identidad de América
Hasta este Continente llegó el Evangelio de las bienaventuranzas, el anuncio de Cristo Crucificado y Resucitado, de su dolor solidario y liberador, camino hacia un nuevo cielo y una nueva tierra donde no habrá más lágrimas, ni muerte (cf. Ap 21, 1.4). “La bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” (Tt 3, 4) han sido proclamados en estas tierras. En los surcos abiertos de su historia, la semilla del Evangelio, regada por la sangre de los mártires, fructificó en un pueblo creyente que acogió al Señor de la Vida, y “la fe pasó a ser constitutiva de su ser y de su identidad” (Puebla, 412), como lo demuestran cinco siglos de vida cristiana (Juan Pablo II, Homilía, santa misa para los sacerdotes, religiosos y religiosas, Santo Domingo. 10 de octubre de1992).
¡América, abre de par en par las puertas a Cristo!
Con la fuerza del Espíritu Santo la obra redentora de Cristo se hacía presente por medio de aquella multitud de misioneros que, urgidos por el mandato del Señor de “predicar la Buena Nueva a toda criatura” (Mc 16, 15), cruzaron el océano para anunciar a sus hermanos el mensaje de salvación. […]
Hoy, junto con toda la Iglesia, elevamos nuestra acción de gracias por los cinco siglos de evangelización. En verdad se cumplen las palabras del profeta Isaías, que hemos escuchado: “Se estremecerá y se ensanchará tu corazón porque vendrán a ti los tesoros del mar” (Is 60, 5). Son las riquezas de la fe, de la esperanza, del amor. Son “las riquezas de las naciones” (Ibíd.): sus valores, sus conocimientos, su cultura. La Iglesia, que a lo largo de su historia ha conocido pruebas y divisiones, se siente enriquecida por Aquel que es el Señor de la historia.
América, ¡abre de par en par las puertas a Cristo! Deja que la semilla plantada hace cinco siglos fecunde todos los ámbitos de tu vida: los individuos y las familias, la cultura y el trabajo, la economía y la política, el presente y el futuro (Juan Pablo II. Homilía en el V Centenario de la Evangelización de América, 11 de octubre de1992).
En las aguas bautismales naciste a una nueva vida, injertándote en el Cuerpo Místico de Cristo, casa común de cuantos invocan a Dios como Padre
¡América Latina! como Sucesor de Pedro y Obispo de Roma yo te saludo en el V Centenario de tu evangelización, recordando aquel año 1492 en que las naves de España, guiadas por Colón, llevaron a esas tierras fecundas la semilla del Evangelio, haciendo también realidad el encuentro de dos mundos.
Doy gracias, sobre todo, por tus 500 años de fe cristiana. En las aguas bautismales naciste a una nueva vida, injertándote en el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, arca de salvación y casa común de cuantos invocan a Dios como Padre.
Tu apertura a la gracia y tu acogida a la Palabra de vida te hicieron pasar de las tinieblas a aquella luz admirable que, en tus santos y santas, es faro radiante que, desde la Iglesia, ilumina al mundo.
¡América del tercer milenio cristiano sé siempre fiel a Jesucristo! Sé digna de aquellos abnegados misioneros que en ti plantaron la simiente de la fe. Ábrete más y más con humildad y amor, a la Buena Nueva que libera y salva. Resiste firmemente a los embates del mal y a la tentación de la violencia (Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre a los pueblos de América, 12 de octubre 1992).
¡Cómo no dar gracias por la semilla plantada por intrépidos misioneros!
Esta Conferencia se reúne para celebrar a Jesucristo, para dar gracias a Dios por su presencia en estas tierras de América, donde hace ahora 500 años comenzó a difundirse el mensaje de la salvación; se reúne para celebrar la implantación de la Iglesia, que durante estos cinco siglos tan abundantes frutos de santidad y amor ha dado en el Nuevo Mundo. […]
La evangelización propiamente dicha, sin embargo, comenzó con el segundo viaje de los descubridores, a quienes acompañaban los primeros misioneros. Se iniciaba así la siembra del don precioso de la fe. Y ¿cómo no dar gracias a Dios por ello, junto con vosotros, queridos Hermanos Obispos, que hoy hacéis presentes en Santo Domingo a todas las Iglesias particulares de Latinoamérica? ¡Cómo no dar gracias por los abundantes frutos de la semilla plantada a lo largo de estos cinco siglos por tantos y tan intrépidos misioneros! (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
Mediante la fe en Cristo, Dios ha renovado su alianza con América Latina
Con la llegada del Evangelio a América se ensancha la historia de la salvación, crece la familia de Dios, se multiplica “para gloria de Dios el número de los que dan gracias”. Los pueblos del Nuevo Mundo eran “pueblos nuevos… totalmente desconocidos para el Viejo Mundo hasta el año 1492”, pero “conocidos por Dios desde toda la eternidad y por El siempre abrazados con la paternidad que el Hijo ha revelado en la plenitud de los tiempos’.En los pueblos de América, Dios se ha escogido un nuevo pueblo, lo ha incorporado a su designio redentor, lo ha hecho partícipe de su Espíritu. Mediante la evangelización y la fe en Cristo, Dios ha renovado su alianza con América Latina (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano, Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
La esperanza de Latinoamérica está en su fe, no en una ideología política
Este es el rico tesoro del continente latinoamericano; este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios Amor, que reveló su rostro en Jesucristo. Vosotros creéis en el Dios Amor: esta es vuestra fuerza, que vence al mundo, la alegría que nada ni nadie os podrá arrebatar, la paz que Cristo conquistó para vosotros con su cruz. Esta es la fe que hizo de Latinoamérica el “continente de la esperanza”. No es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico; es la fe en Dios Amor, encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo, el auténtico fundamento de esta esperanza que produjo frutos tan magníficos desde la primera evangelización hasta hoy (Benedicto XVI. Homilía en la Misa inaugural de la V Conferencia del Episcopado latinoamericana en Aparecida, 13 de mayo de 2007).
Es gloria de la Iglesia haber emprendido la obra de evangelización y civilización del “indio”
Gloria de la Iglesia es haber emprendido la obra de su civilización [de América] y de su evangelización; gloria suya haberla defendido contra los que quisieron abusar de ella en otros tiempos; gloria suya haberle infundido ese profundo sentimiento religioso que solamente espera una labor perseverante para que el “indio” se incorpore con honor en el seno de la verdadera civilización.
La obra de las misiones entre los infieles llena las páginas más bellas de la historia de la Iglesia en América. Que esta obra continúe gloriosa, gracias al espíritu apostólico que, hoy como antaño, tan poderosamente anima a nuestros misioneros (I Conferencia General del CELAM. Declaración de los cardenales, obispos y demás prelados representantes de la jerarquía de América Latina reunidos en la Conferencia Episcopal de Rio de Janeiro, p. 6, 4 de agosto de 1955).
La fe en Dios y la tradición católica son la mayor riqueza de América
Lo más decisivo en la Iglesia es siempre la acción santa de su Señor. Por eso, ante todo, damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido regalado. Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y fecundidad de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas, familias, pueblos y culturas del Continente. Sobre todo, nos ha sido dado Jesucristo, la plenitud de la Revelación de Dios, un tesoro incalculable, la “perla preciosa” (cf. Mt 13, 45-46), el Verbo de Dios hecho carne, Camino, Verdad y Vida de los hombres y mujeres, a quienes abre un destino de plena justicia y felicidad. […]
La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular (V Conferencia General del CELAM. Documento Conclusivo, 13-31 de mayo de 2007).
En el siglo XVIII florecieron en América centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia
Y eso en un mundo como el vuestro iberoamericano, en el que la Iglesia, plenamente consciente de la misión cultural que acompaña a su mensaje religioso, desplegó con Fray Juan de Zumárraga, Fray Alonso de la Vera Cruz y el gran obispo Vasco de Quiroga en México; con Fray Jerónimo de Loaísa, José de Acosta y el excelso metropolitano limeño Santo Toribio de Mogrovejo en el Perú; y con los jesuitas Torres Bollo, Manuel de Nóbrega y San Pedro Claver en el antiguo Paraguay, en el Brasil y en la Nueva Granada, un esfuerzo educativo y escolar que, dada la escasez de medios de aquella centuria y las dificultades que a él se oponían, Nos complacemos en llamar grandioso y profundamente duradero. Basta recordar el intento, en gran parte logrado, de aquellos grandes misioneros, secundados por el espíritu universal y católico de la legislación de sus monarcas, de fundir en un solo pueblo, mediante la catequesis, la escuela y los colegios de Letras Humanas, el elemento indígena con las clases cultas venidas de Europa o nacidas ya en tierra americana. Ni ese esfuerzo se limitó a la enseñanza elemental y humanística. Porque es gloria imperecedera de Hispanoamérica, que en el siglo XVIII florecieran en 19 de sus ciudades otros tantos o más centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia (Pío XII. Radiomensaje al V Congreso Interamericano de Educación Católica, 12 de enero de 1954).

II – Elogio de los Papas a los reinos de España y Portugal por la evangelización de América
España fundaba su grandeza en la propagación de la fe cristiana
Siempre España ha mostrado una especial predilección por esta Silla apostólica y procurado llevar la civilización cristiana todas las naciones del globo. La bandera española ha flotado en los mares de América, India y otras regiones, para manifestar que ella era el símbolo de la fe de Jesucristo, a diferencia de la bandera tricolor [de la Revolución Francesa] que representa y produce todo lo que todos sabemos. Por eso, España fue grande en pasados tiempos, porque fundaba su grandeza en propagar la religión cristiana, servirla y defenderla, y hacer para conseguirlo toda clase de sacrificios (Pío IX. Respuesta al homenaje de los peregrinos de España por ocasión del XXV aniversario de su pontificado, 20 de junio 1870).
Nación fiel a la Religión católica, a su fe y tradiciones
Me congratulo con vosotros y con todos los Obispos de la América Española, porque vuestras naciones […] han permanecido fieles a su fe y a sus tradiciones. Con este acto de fidelidad, que hoy manifestáis a España, estáis probando que reconocéis la deuda de gratitud que le debéis y que ensalzáis; porque al revés de otros pueblos que siendo favorecidos por Dios, no obstante han vuelto sus espaldas al Vicario de Cristo, mostrándose en extremo ingratos, España, a pesar de todas las contrariedades, se ha mantenido siempre fiel a la Religión católica, apostólica y romana, y, cierto que así seguirá manteniéndose en el futuro (Pío X. Alocución, 22 de noviembre de 1908).
Portugal, instrumento precioso en las manos de la Providencia
Aconteció, entonces —cuando una serie de hechos funestos arrancaba gran parte de Europa del seno de la Iglesia, que con sabiduría y amor materno la había plasmado— quePortugal, juntamente con España, su nación hermana, abrió a la Mística Esposa de Cristo inmensas regiones desconocidas llevándolas a su seno materno, compensando lo que había perdido con innumerables hijos de África, Asia y América. […]
¿Cómo ha sido posible que vosotros, siendo pocos, hicierais tanto en la santa cristiandad? ¿Donde encontró Portugal fuerzas para acoger bajo su dominio tantos territorios en África y en Asia y para expandirlo hasta las más distantes tierras americanas?¿Dónde, sino en aquella fe del pueblo portugués, cantada por su mayor poeta, y en la sabiduría cristiana de sus gobernantes, que hicieron de Portugal un dócil y precioso instrumento en las manos de la Providencia, para la realización de obras tan grandiosas y benéficas? (Pío XII. Encíclica Saeculo exeunte octavo, n. 8-10, 13 de junho de 1940).
Amando vuestro pasado y purificándolo, seréis fieles a vosotros mismos
Con mi viaje he querido despertar en vosotros el recuerdo de vuestro pasado cristianoy de los grandes momentos de vuestra historia religiosa. Esa historia por la que, a pesar de las inevitables lagunas humanas, la Iglesia os debía un testimonio de gratitud. Sin que ello significase invitaros a vivir de nostalgias o con los ojos sólo en el pasado, deseaba dinamizar vuestra virtualidad cristiana. Para que sepáis iluminar desde la fe vuestro futuro, y construir sobre un humanismo cristiano las bases de vuestra actual convivencia. Porque amando vuestro pasado y purificándolo, seréis fieles a vosotros mismos y capaces de abriros con originalidad al porvenir (Juan Pablo II. Discurso Ceremonia de despedida en el Aeropuerto de Labacolla, Santiago de Compostela, 9 de noviembre de 1982).
¡Gracias España por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo!
Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras que renovaron esa Iglesia, fortalecieron su fe, la defendieron en momentos difíciles y le dieron nuevos hijos en enteros continentes. En efecto, gracias sobre todo a esa impar actividad evangelizadora, la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo habla hoy y reza a Dios en español. Tras mis viajes apostólicos, sobre todo por tierras de Hispanoamérica y Filipinas, quiero decir en este momento singular: ¡Gracias, España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Esposa de Cristo! (Juan Pablo II. Discurso en el Aeropuerto de Barajas, 30 de octubre de 1982).

III – El objetivo de la evangelización de América: llevar la vida divina a los paganos y tratarlos como a hijos de Dios
Que veléis por reconducir este pueblo a costumbres pacíficas y modos de vida civilizados
Deseamos también que veléis, cuanto en Vos está, por reconducir este pueblo, y sobre todo aquellos con que la ayuda del Señor fueron recibidos en la fe cristiana, de los hábitos de vida salvaje para costumbres más pacíficas y modos de vida civilizados, como aún persuadirlos a que abandonando aquella torpe desnudez del cuerpo, a la cual se dice estar acostumbrados, asuman vestidos convenientes al pudor cristiano y a las costumbres civilizadas (Pío V. Carta Etsi fraternitas tuam al obispo de San Salvador de Bahía).
Por la propagación de la religión, su reino también será consolidado y aumentado
Porque el motivo por el cual aquella parte del mundo fue concedida desde el inicio a vuestros mayores, fue para que los que aún no recibieron la fe de Cristo, en virtud del gobierno loable de aquellos que deben dirigirlos como también por los buenos ejemplos de los que deben llevarles la doctrina cristiana, sintiendo ser suave y ligero el yugo de Cristo y no siendo oprimidos por aquellos que deben cuidar de ellos y nutrirlos como si fuesen tiernas plantas en la viña del Señor, y aún encender y aumentar en ellos el amor por la Religión cristiana.
Vuestra Majestad esté cierto de que, por la propagación de la religión, su reino también en aquellas regiones, por la bondad y favor divinos, será consolidado y aumentado, y preparará para sí, por los méritos obtenidos junto a aquellos pueblos y ante la religión, un premio no sólo en esta vida como también en la otra (Pío V. Carta Cum oporteat nos al rey Felipe II, 17 de agosto de 1568).
Hombres en los que latía la preocupación por el indefenso indígena
Desde los primeros momentos del descubrimiento, la preocupación de la Iglesia se pone de manifiesto, para hacer presente el reino de Dios en el corazón de los nuevos pueblos, razas y culturas, y en primer lugar entre vuestros antepasados.
Si queremos tributar un merecido agradecimiento a quienes transplantaron las semillas de la fe, ese homenaje hay que rendirlo en primer lugar a las órdenes religiosas, que se destacaron […]
No se trata, por otra parte, de una difusión de la fe, desencarnada de la vida de sus destinatarios, aunque siempre debe mantener su esencial referencia a Dios. Por ello la Iglesia en esta isla fue la primera en reivindicar la justicia y en promover la defensa de los derechos humanos en las tierras que se abrían a la evangelización.
Son lecciones de humanismo, de espiritualidad y de afán por dignificar al hombre, las que nos enseñan Antonio Montesinos, Córdoba, Bartolomé de las Casas, a quienes harán eco también en otras partes Juan de Zumárraga, Motolinia, Vasco de Quiroga, José de Anchieta, Toribio de Mogrovejo, Nóbrega y tantos otros. Son hombres en los que late la preocupación por el débil, por el indefenso, por el indígena, sujetos dignos de todo respeto como personas y como portadores de la imagen de Dios, destinados a una vocación transcendente. De ahí nacerá el primer Derecho Internacional con Francisco de Vitoria.
Y es que no pueden disociarse —es la gran lección, válida hoy también— anuncio del Evangelio y promoción humana; pero para la Iglesia, aquél no puede confundirse ni agotarse —como algunos pretenden— en ésta última. Sería cerrar al hombre espacios infinitos que Dios le ha abierto. Y sería falsear el significado profundo y completo de la evangelización, que es ante todo anuncio de la Buena Nueva del Cristo Salvador (Juan Pablo II. Homilía en Plaza de la Independencia de Santo Domingo, 25 de enero de 1979).
Apóstoles como el P. José de Anchieta se colocaron al lado de los indígenas
Habéis querido que la Misa del Papa en su paso por esta ciudad sea una rememoración de otra Misa, de la que fue la primera celebrada en la tierra recién descubierta. ¿Qué deciros, entonces?
La primera observación que hay que hacer es que, mientras la mayoría de los pueblos llegaron a conocer a Cristo y al Evangelio después de varios siglos de su historia, las naciones del continente latinoamericano y, entre ellas de modo especial Brasil, nacieron cristianas. Las carabelas que el día 3 de abril de 1500 llegaban a la bahía de Porto Seguro, traían también los primeros misioneros y evangelizadores, los hijos de San Francisco. Desembarcados Pedro Álvarez Cabral y los primeros colonizadores, fue alzada una cruz y rezada la primera Misa, en la que ya estuvieron presentes, admirados, algunos indígenas. Se dio a las nuevas tierras el nombre de tierra de Santa Cruz. Esos hechos, en la aurora de Brasil, habrían de marcar, profundamente, la historia, ya ahora cinco veces secular, de la nueva nación que nacía para el Occidente.[…] Lo cierto es que apóstoles, como el padre José de Anchieta, […] se colocaron decididamente al lado de las poblaciones indígenas, aprendiendo de ellos la lengua, asimilando sus gustos, adaptándose a su mentalidad, defendiéndoles la vida y, simultáneamente, anunciándoles la verdad salvífica de Jesucristo, convirtiéndolos para el Evangelio, bautizándolos e integrándolos en la Iglesia.
Surge así el catolicismo brasileño, resultado, como el propio Brasil, de una de las fusiones más importantes de la historia humana. Aquí se mezclaron, durante tres siglos, el indio, el europeo y el africano y, a partir del siglo pasado, a ellos vinieron a sumarse la sangre y las culturas de los árabes, como los cristianos maronitas, y de los emigrantes japoneses asiáticos, constituyendo hoy una gran comunidad, predominantemente católica. En este sentido, Brasil ofrece un testimonio altamente positivo. Aquí se ha ido construyendo con inspiración cristiana una comunidad humana multirracial. Un verdadero tapiz de razas, como afirman los sociólogos, amalgamadas todas por el vínculo de la misma lengua y de la misma fe. […]
Esas son otras tantas pruebas de la gran religiosidad de los brasileños, católicos en la mayoría absoluta de sus hijos e hijas.
La fe cristiana respeta las expresiones culturales de cualquier pueblo, siempre que sean verdaderos y auténticos valores. Pero dejar de transmitir a todos los hombres el íntegro depósito de la fe sería una infidelidad a la propia misión de la Iglesia. Sería no reconocer a los hombres un fundamental derecho suyo: el derecho a la verdad.
El verdadero apóstol del Evangelio es el que va humanizando y evangelizando al mismo tiempo, en la certeza de que quien evangeliza, también civiliza (Juan Pablo II. Homilía en Salvador de Bahía, 7 de julio 1980).

IV – Los Papas no callaron delante las injusticias. Condenación bajo pena de excomunión a los que esclavizaron los pueblos conquistados en América
Prohibición, bajo pena de excomunión, de esclavizar y robar los indígenas
Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica,determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor, [asimismo declaramos] que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena, no obstando nada en contrario (Pablo III. Carta apostólica Veritas ipsa, 27 de mayo de 1537).
Defensa de los indios
Recomendamos y mandamos a cada uno de vosotros amparando en los mismos con la protección de una eficaz defensa a los referidos indios tanto en las provincias del Paraguay, del Brasil y del Río llamado de la Plata cuanto en cualquier otro lugar de las Indias Occidentales y Meridionales, prohíba enérgicamente a todas y cada una de las personas […] que en lo sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre (Urbano VIII. Carta al colector general de Portugal, 22 de abril de 1639).
Profundo dolor por los que no siguen los consejos de no esclavizar a los indios
Por todo ello hemos llegado a saber, con profundo dolor de nuestro espíritu paternal que, después de tantos consejos de apostólica providencia dictados por nuestros mismos predecesores, después de tantas constituciones disponiendo que de la mejor manera posible se prestara a los infieles ayuda y protección, y prohibiendo, bajo las más graves penas y censuras eclesiásticas, que se los injuriara, se los azotara, se los encarcelara, se los esclavizara o se les causara muerte, que todavía, y sobre todo en esas regiones del Brasil, hay hombres pertenecientes a la fe ortodoxa los cuales, como olvidados por completo del sentido de la caridad infusa en nuestras almas por el Espíritu Santo, o someten a esclavitud, o venden a otros cual si fueran mercancía, o privan de sus bienes a los míseros indios, no sólo los carentes de la luz de la fe, sino incluso a regenerados por el bautismo, que viven en las montañas y en las ásperas regiones tanto occidentales como meridionales del Brasil y demás regiones desiertas, y se atreven a comportarse con éstos con una inhumanidad tal, que más bien los apartan de abrazar la fe de Cristo y se la hacen profundamente odiosa (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre del año 1741).
Prohibición de comportarse con los indios de una manera no cristiana
Intentando salir del paso, con todo el poder que Dios nos ha dado, a estos males, hemos procurado interesar primeramente la eximia piedad y el increíble celo en la propagación de la religión católica de nuestro carísimo hijo en Cristo Juan de Portugal e ilustre rey de los Algarbes, el cual, dada su filial devoción a Nos y a esta Santa Sede,prometió que daría inmediatamente órdenes a todos y cada uno de los oficiales y ministros de sus dominios para que se castigara con las más graves penas, conforme a los edictos reales, a quienquiera de sus súbditos que se sorprendiera comportándose para con estos indios de una manera distinta de la exige la mansedumbre de la caridad cristiana.
Rogamos después a vosotros, hermanos, y os exhortamos en el Señor al objeto de que no sólo no consintáis que falte, con desdoro de vuestro nombre y dignidad, la vigilancia, la solicitud y el esfuerzo debido en ésto a vuestro ministerio, sino que más bien, uniendo vuestro celo a los oficios de los ministros del rey, demostréis a todos con cuánto mayor ardor de sacerdotal caridad que los ministros laicos se esfuerzan los sacerdotes, pastores de almas, en amparar a estos indios y en llevarlos a la fe católica (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre de 1741)
Excomunión latæ sententiæ a los que esclavicen los indios
Nos, además, con autoridad apostólica, y por el tenor de las presentes, renovamos yconfirmamos las cartas apostólicas en forma de breve dirigidas por el Papa Paulo III, predecesor nuestro, al entonces cardenal de la Iglesia Romana por nombre Juan de Tavera, arzobispo de Toledo, con fecha 28 de mayo de 1537, y a las escritas por el Papa Urbano VIII, igualmente predecesor nuestro, al entonces recaudador general de derechos y presas debidos a la Cámara Apostólica en los reinos de Portugal y de los Algarbes con fecha 22 de abril del año 1639; así como también , siguiendo las huellas de esos mismos predecesores nuestros, Paulo y Urbano, y deseando reprimir la insolencia de esos impíos hombres que aterran con actos inhumano a los referidos indios, para atraer a los cuales a recibir la fe de Cristo hay que agotar todos los recursos de la caridad cristiana,recomendamos y mandamos a cada uno de vosotros y a vuestros sucesores que cada cual por sí mismo o por otro u otros, dictados edictos y propuestos y fijados en público,amparando en los mismos con la protección de una eficaz defensa a los referidos indios tanto en las provincias del Paraguay, del Brasil y del Río llamado de la Plata cuanto en cualquier otro lugar de las Indias Occidentales y Meridionales, prohíba enérgicamente a todas y cada una de las personas, así seglares, incluidas las eclesiástica, de cualquier estado, sexo, grado, condición y cargo, aún la de especial nota y con título de dignidad, como de cualquier orden, congregación, sociedad – incluso la Compañía de Jesús–, religión e institutos de mendicantes y no mendicantes, monacales, regulares, sin excluir ninguna de las militares, ni siquiera los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, bajo pena de excomunión latae sententiae, en que incurrirán por el sólo hecho de contravenir a lo que se dispone, y de la cual no podrán ser absueltos, salvo in articulo mortis y previa satisfacción, a no ser por Nos o por el Romano Pontífice a la sazón imperante, que en lo sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, los despojen de sus cosas y bienes, los lleven de un lugar a otro o los trasladen, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre; igualmente que osen o presuman prestar consejo, auxilio, ayuda o colaboración a los que tal hicieren, bajo ningún pretexto ni cariz, o propalen y enseñen que hacer tal es lícito o a ello cooperen de cualquier modo; declarando que, quienesquiera que sean los contraventores y los rebeldes, así como los que no obedecieren en lo antedicho a cualquiera de vosotros, han incurrido en la pena de la indicada excomunión, y reprimiendo igualmente con otras censuras y penas eclesiásticas y otros oportunos remedios de derecho y de hecho, pospuesta toda apelación y observados los procedimientos legales que fuere de rigor, agravando las censuras y las mismas penas en los casos de reincidencia e incluso invocando para esto, si fuere necesario, el auxilio del brazo secular, Nos, con superior autoridad, concedemos y otorgamos a cada uno de vosotros y a vuestros sucesores plena, amplia y libre facultad (Benedicto XIV. Carta Immensa Pastorum, 20 de diciembre de 1741).
La Iglesia, defensora infatigable de los indios y protectora de los valores que había en sus culturas
Damos, pues, gracias a Dios por la pléyade de evangelizadores que dejaron su patria y dieron su vida para sembrar en el Nuevo Mundo la vida nueva de la fe, la esperanza y el amor. No los movía la leyenda de “El Dorado”, o intereses personales, sino el urgente llamado a evangelizar unos hermanos que aún no conocían a Jesucristo. Ellos anunciaron “la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” a unas gentes que ofrecían a sus dioses incluso sacrificios humanos.
Ellos testimoniaron, con su vida y con su palabra, la humanidad que brota del encuentro con Cristo. Por su testimonio y su predicación, el número de hombres y mujeres que se abrían a la gracia de Cristo se multiplicaron “como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar”
Desde los primeros pasos de la evangelización, la Iglesia católica, movida por la fidelidad al Espíritu de Cristo, fue defensora infatigable de los indios, protectora de los valores que había en sus culturas, promotora de humanidad frente a los abusos de colonizadores a veces sin escrúpulos. La denuncia de las injusticias y atropellos por obra de Montesinos, Las Casas, Córdoba, fray Juan del Valle y tantos otros, fue como un clamor que propició una legislación inspirada en el reconocimiento del valor sagrado de la persona. La conciencia cristiana afloraba con valentía profética en esa cátedra de dignidad y de libertad que fue, en la Universidad de Salamanca, la Escuela de Vitoria, y en tantos eximios defensores de los nativos, en España y en América Latina. Nombres que son bien conocidos y que con ocasión del V Centenario han sido recordados con admiración y gratitud. Por mi parte, y para precisar los perfiles de la verdad histórica poniendo de relieve las raíces cristianas y la identidad católica del Continente, sugerí que se celebrara un Simposio Internacional sobre la Historia de la Evangelización de América, organizado por la Pontificia Comisión para América Latina. Los datos históricos muestran que se llevó a cabo una válida, fecunda y admirable obra evangelizadora y que, mediante ella, se abrió camino de tal modo en América la verdad sobre Dios y sobre el hombre que, de hecho, la evangelización misma constituye una especie de tribunal de acusación para los responsables de aquellos abusos (Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo, 12 de octubre de 1992).
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