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jueves, 18 de julio de 2019

18-Julio-1936: ¿Rebelión, Alzamiento o Cruzada? Liberación de Marxismo y Masonería. Carta de un español leal a Felipe VI sobre la Memoria de Francisco Franco

Bandera Monárquica de España, escoltada por:
Blanca, Carlista con la Cruz de San Andrés (Imperial)
Roja y Negra, Falangista con Flechas (Reyes católicos)
El 18 de Julio se produjo el Alzamiento Nacional protagonizado por tan sólo una parte de las Fuerzas Armadas y de Orden Público, no contra la República sino contra el Frente Popular revolucionario dominado por masones y socialistas. La sublevación fue seguida por más de media España porque no se resignaba a morir, como advirtió Gil Robles en las Cortes. 
Otras Cortes, con mayoría absoluta de Aznar (PP), han condenado el Alzamiento cívico-militar, en defensa de los valores tradicionales de España, como “golpe militar fascista” (*Fascismo es el Marxismo nacionalista del ateo Mussolini contrario al Marxismo internacionalista de la URSS), lo que es un falseamiento de la historia (Ricardo de la Cierva, Pío Moa, etc), una combinación de ignorancia, cobardía, consignas masónicas y mentiras, principalmente porque: 
-La República del 14 de abril de 1931 fue ilegal en su origen. Las elecciones municipales fueron ganadas abrumadoramente por las derechas.
-La Constitución de 1931 fue una empanada masónica al servicio de poderes extranjeros. 
-El PSOE y los catalanistas organizaron la Revolución de octubre de 1934 para implantar la Dictadura del Proletariado en una España dividida. La república fue ilegal de ejercicio por antiespañola y antidemocrática. 
-Las elecciones de febrero de 1936  fueron fraudulentas. 
-El gobierno del Frente Popular, dirigido por el PSOE, nunca fue democrático, no sólo no quiso mantener el orden y las libertades sino que participó en asesinatos políticos (José Calvo Sotelo, etc). 
-El Alzamiento cívico-militar fue, mayoritariamente, un Movimiento popular (Cruzada de Liberación) en defensa de la Iglesia católica  y de la Patria unitaria de los Reyes Católicos, como demuestra la “Carta Colectiva del Episcopado Español” (1 de julio de 1937), con adhesiones de obispos de todo el mundo: Francia, Bélgica, Canadá, China, Cuba, Chile, Inglaterra, USA, México, Colombia, Argentina, Portugal, Irlanda, Alemania, Suiza, Austria, Polonia, Rumanía, Grecia, India, Abisinia, Filipinas, etc. 
En la tarde del 17 de julio de 1936, el teniente coronel Galarza, agente de Mola y Sanjurjo en el Ministerio de la Guerra, transmitió a Pamplona la noticia de la sublevación del ejército de África en Melilla. 
El general Mola, que había pedido 1.500 voluntarios a los carlistas navarros, declaró el estado de guerra a las 6 de la mañana del día 18 y se encontró con 6.000 hombres a media mañana del día 19 en la plaza del Castillo de Pamplona. La primera columna al mando del coronel García Escámez salió esa misma tarde para afianzar el Alzamiento de Logroño y Soria y marchar a Somosierra, camino de Madrid. 
Pronto, se organizaron las famosas Brigadas de Navarra que aseguraron la provincia, socorrieron a las tres capitales de Aragón e iniciaron la liberación de las Vascongadas, culminada el 19 de junio de 1937 con la entrada en Bilbao. 
(16 de abril de 1939) 
Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que…
(1/4/2014): 
Consideramos la fecha del 18 de Julio como representativa del Alzamiento Nacional que en 1936 puso fin al estado de anarquía y de vulneración de la ley que llevaron…
(18/7/2013)
1.- Consideramos la fecha del 18 de Julio como representativa del Alzamiento Nacional que en 1936 puso fin al estado de anarquía y de vulneración de la ley que llevaron a España a una situación revolucionaria.
Durante la Segunda República no se hicieron las transformaciones que eran, a todas luces, necesarias y se desarticularon las las posibilidades de una convivencia en paz. Por eso apreciamos el Movimiento Nacional, ante todo, por su contenido positivo que buscaba una radical superación de la desastrosa situación a que nos había conducido un siglo de liberalismo y de la falsa alternativa propuesta por las organizaciones políticas y sindicales que configuraron la zona roja.
2.- El Alzamiento de 1936 y la Guerra Civil, no fueron una simple conmoción, una sacudida superficial para devolver después las cosas al estado en que se encontraban sino que neutralizaron unas ideas equivocadas y sus nefastas consecuencias al tiempo que se alumbraron otras y se abrieron nuevos cauces que inspiraron y condicionaron la vida española durante muchos años.
El actual Jefe del Estado, habló con toda propiedad en 1969 de “la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios, para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino“. 
La falta de fidelidad al legado no impide reconocer lo acertado de la expresión y nos permite hacer profesión de fe en unos principios atropellados, nunca legítimamente derogados ni, menos áun, superados. Hacemos nuestra la formulación de estos principios expresada en la respectiva Ley Fundamental de 1958 y el ideario ético subyacente al orden político proyectado en ella. En especial, cuando se formula que “La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación“. 
La penosa situación a que los sucesivos gobiernos “democráticos” han conducido a España contrasta con la exaltación del ideal cristiano de la justicia social que se hace en esta Ley mediante la proclamación de los derechos y deberes que lleva implícitos. El Estado nacido del 18 de Julio y configurado posteriormente en las Leyes Fundamentales fue agente activo de un cambio sustancial, sin duda con deficiencias y desequilibrios, pero en el que una legislación laboral avanzada sirvió de fundamento para la pacificación social.
Aunque las incoherencias, tibiezas e infidelidades se gestaron en los años anteriores, la verdadera traición al 18 de Julio se produjo cuando elementos procedentes de la legalidad hasta entonces vigente pactaron con la izquierda y los nacionalistas la Constitución de 1978, un texto al que se pueden hacer serias objeciones de orden moral y político y que es, en buena medida, responsable de la situación actual en la que está en peligro la propia supervivencia de España como algo más que una entidad jurídica, es decir con una personalidad propia forjada a lo largo de su historia.
3.- Visto desde la perspectiva actual, el 18 de Julio pertenece a la Historia de España. La sociedad no se sostiene sobre la mera coexistencia ni puede ser indiscriminadamente abierta. La comunidad política descansa sobre un entramado de virtudes y valores comunitariamente aceptados y cordialmente vividos que es lo que Wilhelmsen y Kendall han llamado la ortodoxia pública y que supone la consideración de ciertas verdades como valores absolutos. 
Sobre estos principios deben fundamentarse los llamados “usos públicos de la Historia”, y nunca desde la ignorancia o la falsificación de este pasado, promovida por los voceros de una “recuperación de la memoria histórica” sostenida por todas las organizaciones políticas del arco parlamentario (desde la extrema izquierda al Partido Popular).
Hasta que esta fundamentación en la ortodoxia pública resulte posible, en Tradición Digital proponemos que no sea el Estado en sus diversas versiones (socialista, liberal o separatista) sino los historiadores quienes expliquen el verdadero significado de esta fecha, al tiempo que asumimos el legado que se desprende de aquellos episodios y del ejemplo de nuestros mayores.

Carta de un español leal a Felipe VI
(Memoria de Francisco Franco)
Ahora te corresponderá a ti lavar las manchas acumuladas por la familia en trescientos años. Dios, al que has olvidado en la coronación, te ayude. De lo contrario la historia de España dirá: Felipe V y Felipe VI: el alfa y el omega”.
Un viaje familiar me ha impedido seguir en los medios de comunicación social los fastos de la coronación. La verdad sea dicha, ello no me ha producido ninguna contrariedad. Y digo esto porque mi curiosidad -que era y sigue siendo metafísica- no podía ser satisfecha por los medios que cubrían el acto para que pudiera ser visto por los españoles.
Mi gran duda es si S.M. Felipe VI, al jurar Constitución, cruzaría los dedos como debió hacerlo su augusto padre al jurar las Leyes Fundamentales del Reino. Al no ser posible saberlo, somos muchos los españoles que para salir de la incertidumbre deberemos esperar a la fecha en que está prevista la consulta soberanista en Cataluña.
Yo le deseo a S. M. Felipe VI, por el bien de España, mucho éxito en su reinado. Que indudablemente lo va a tener difícil, pues por expreso deseo de su padre su figura es meramente decorativa, que en definitiva eso y no otra cosa significa es el “papel moderador de la Corona” asignado por la Constitución, cuando a los españoles en liza no les dé la “real gana” de que alguien los modere.
Felipe VI lo tiene realmente difícil. Deberá “desfacer” los entuertos heredados. Y en primer lugar habrá de conseguir que se derogue, o se modifique sustancialmente, la infame Ley 52/2007.
Al hilo de su cita del Quijote “Ningún hombre es más que otro si no hace más” bien podría meditar sobre otras muchas sabias sentencias, empezando por aquella de: “Siempre oí decir, amigo Sancho, que hacer bien a villanos es como echar agua al mar”
Y no debe olvidar que en España se encuentran hidalgos entre las capas más desfavorecidas de la población, como también villanos entre los más encumbrados estamentos sociales. El nuevo rey, por ganarse a los villanos, que no vuelva la espalda a los hidalgos. El querer ser “rey de todos los españoles” está muy bien, pero que no siga la senda de su padre, pretendiendo serlo principalmente de todos los antiespañoles. Porque es la forma más segura de dejar de serlo, de unos y otros.
La cuestión es de estricta justicia. También de supervivencia para la Corona. Tenga en cuenta S. M. el viejo refrán: “De ser bien nacidos es el ser agradecidos”.
Que el nuevo Rey no deje que le cuenten la reciente historia de España ni los cortesanos, ni sus enemigos, ni los de España. Que la estudie y la medite él.
Pueden servirle para ello estas consideraciones
En 1936, no hace tantos años, la nave del estado estaba en situación dramática. En plena rompiente y a la deriva. Sin gobierno, pues el comandante (Alfonso XIII) la había abandonado a su suerte poniéndose a salvo, él y su familia. En tan caótica situación uno de los oficiales (Francisco Franco), por propio honor y espíritu, pero también por amor a la nave y a la dotación que estaban en trance de perderse, asume el mando. Primero debe dominar un motín a bordo, que como suele suceder es suscitado cuando ante el peligro inminente de zozobrar el comandante abandona la nave y esta queda al garete.
El nuevo comandante toma el mando en una situación de vida o muerte. Domina el motín y luego, tras penalidades sin cuento, restablece la situación auxiliado al principio por la parte de la dotación que le ha sido fiel. Luego por todos, al comprender que gracias a él la nave ha recuperado su rumbo, alejándose primero del peligro y sorteando después con su pericia otros muchos que acecharon en las nuevas singladuras. En definitiva, que consiguió tras reparar los destrozos del temporal, navegar en bonanza.
Cumplida su misión, con mano firme y experta pilota la nave del estado en demanda del magno puerto que le corresponde por su gloriosa historia. Y cuando por ley de vida rinde viaje en 1975, entrega el mando al nieto (Juan Carlos I) de aquel comandante que abandonó el barco, cuando el motín a bordo lo dejó sin gobierno y lo conducía irremediablemente a estrellarse en los acantilados.
No le ofrece el mando al hijo (Juan de Borbón), pues desembarcado también con el padre en aquella dramática situación, cuando la nave vuelve a estar en peligro durante su difícil travesía histórica, pretende que aquellos amotinados que fueron obligados a desembarcar tras ser dominado el motín, quiten el mando al comandante salvador de la nave y se lo entreguen a él. 
Y cuando el nuevo comandante (Juan Carlos I)) asume el mando, por obra y gracia del Salvador -no el de los cielos, el de la patria- jura sobre los Santos Evangelios cumplir las normas de navegación y demás disposiciones que salvaron a la nave del peligro y que son la garantía de que nuevamente no se halle en trance de perderse. 
Pero ufano del alto puesto alcanzado (y sin sentir agradecimiento, porque lo considera derecho por ley de herencia) comienza a escuchar los cantos de sirena. Y a seguirlos. Y entre esos cantos de sirena se encuentran los de de su augusto padre. Transcurren los años, singladura tras singladura. Y el nuevo comandante, en lugar de amarrarse al palo mayor del juramento empeñado, para no sucumbir al encanto de las sirenas -como hiciera Ulises- se deja adormecer por ellas y sigue el rumbo de la perdición que estas le marcan por boca de sus cortesanos y de sus enemigos. Desoye el sabio consejo con que concluye la fábula del perro y el cocodrilo “Oh que docto perro viejo, yo venero su sentir en eso de no seguir, del enemigo el consejo”.
Y como era obligado, al seguir el mismo rumbo que condujo a su abuelo a los escollos, pronto se ve ante ellos. Consciente del peligro pretende corregir el rumbo con un “golpe de timón” (23-F-1981) pero naturalmente es una maniobra difícil y la nave acusa la virada. Crujen las cuadernas y la escora asusta al comandante, por lo que antes de que concluya la virada ordena al oficial de derrota que desista de la maniobra y lleven a la sentina al inocente timonel (Antonio Tejero), al que precisamente habían seleccionado para accionar la rueda del gobernalle durante la audaz maniobra.
El desenlace al abortar el golpe de timón no podía ser otro que persistir en el rumbo que conducía al desastre. Y aunque el susto que produjo la violenta virada y la escora a estribor, mantuvo un tiempo en sosiego a los que ya amenazaban de nuevo con amotinarse, pronto volvieron en sus demandas. Y el caso se agravó cuando, merced al desgobierno propiciado por la nueva ordenanza implantada en la nave, según la cual al comandante solo le correspondía pasear por cubierta moderando la navegación, y las decisiones y el mando eran responsabilidad del segundo, llegó este puesto de importancia vital a manos de un grumete (ZP). Bobo solemne, para mayor desgracia.
Como ya se ha dicho, pasado el susto y con el bobo solemne en el puente dirigiendo la navegación, la chusma, so amenaza de amotinarse, exigió la que era la más vil de todas sus demandas y la que más saciaba su rencor. Pidió la profanación del cadáver y de la memoria de aquel providencial comandante que había sofocado el motín y que tras salvar la nave le había entregado el mando a quien ahora lo ostentaba “moderando” la navegación. Y como en el caso que nos ocupa la nave no era una de las que surcan los mares, sino la de un Estado que surca la historia, el cuerpo del difunto comandante no había sido echado a la mar con los honores que le correspondían, sino que permanecía en tierra bajo una gran cruz (Basílica benedictina del Valle de los Caídos); grandioso monumento a la reconciliación de los españoles en el mutuo perdón, como auténticos hermanos hijos del mismo Padre. 
Pero los enemigos de España -y también de la Corona- siguieron pidiendo a gritos su cuerpo para profanarlo, como antaño se pidiera el de Jesucristo para la crucifixión. En Jerusalén la autoridad de Roma entregó al Justo, aun sabiendo que lo era, por cobardía. Por contentar a sus enemigos, que también lo eran de Roma. Y ya es sabido que la historia se repite.
Y el comandante de la nave que acaba de resignar el mando en su hijo, obedeciendo las exigencias de los cuervos -que no obstante siguen esperando el momento de sacarle los ojos- sancionó con la firma “de su real mano”, que quien salvó la nave del naufragio y tras engrandecerla se la entregó, fuera fondeado en lo más negro de la historia. Y así se hizo. Pero además, queriendo sepultarlo en el abismo del olvido, ni tan siquiera se le dieron los honores de ordenanza. No; tiene que hacerse con escarnio. Y en lugar de con las salvas de honor que bien merece, se le despide con los salivazos de una chusma que espera el momento de la revancha. En lugar de una bala de cañón amarrada al cuerpo amortajado, se lastra su cuerpo con el peso de un odio y un rencor inextinguible, al que se cuelga con una infamante cuerda de esparto un cartel (que al igual que sucede con el INRI perpetuará la infamia a través de la historia) con un texto abyecto: 
Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura.Todas estas cosas debe meditar muy sosegadamente Su Majestad el Rey Felipe VI. Ya se ha dicho que lo tiene muy difícil, Pero es imprescindible que reivindique la memoria del Caudillo y de su ingente obra. ¿Se atreverá? ¿O seguirá la senda fácil y el consejo de sus enemigos?
Yo pienso que si es tan inteligente como pregonan, con la cautela que requiere el caso, sin prisas pero sin pausa, iniciará la imprescindible tarea de retirar de la figura histórica de Franco las toneladas de estiércol con que han querido sepultarla. “Es justo y necesario”
Es más, muy posiblemente, al hablarle su padre de estos vitales asuntos, le habrá dicho: “Lo siento hijo, me he equivocado, que no te vuelva a suceder” Añadiendo a continuación: No cometas mis errores, no pagues con mis ingratitudes, no incumplas tus juramentos: no sigas el consejo de nuestros enemigos... no borbonees a los auténticos españoles. De lo contrario, más pronto que tarde te verás como tu bisabuelo. Y tal vez no tengas como él tuvo la suerte de coger a tiempo un bote salvavidas en Cartagena. Pero en cualquier caso no debes olvidar que un comandante, si en lugar de salvar el barco o hundirse con él, es el primero en abandonarlo, mancha el apellido. Al igual que lo mancha quien falta a un solemne juramento. 
Ahora te corresponderá a ti lavar ambas manchas, y otras muchas, acumuladas por la familia en trescientos años. Dios, al que has olvidado en la coronación, te ayude. De lo contrario la historia de España dirá: Felipe V, Felipe VI: el alfa y el omega”