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domingo, 7 de julio de 2019

Querella de Abascal contra Zapatero y ETA por sus acuerdos

La querella de Abascal 
y la historia que no pasa
30-junio-2019
-Usted analiza las cuestiones y evoluciones políticas en España de un modo que nadie hace. Sin embargo nadie le hace caso. Y no por eso el país va a la ruina, sino que se mantiene, con problemas, claro, pero como todos los países. ¿Qué sentido tiene que usted persista?
–Todo eso es cierto. Pero no de modo tan absoluto como usted lo expone. Ahora Abascal ha presentado una querella contra Zapatero por cuestiones relacionadas con las actas de sus chanchullos con la ETA. Esto es muy importante. Yo vengo diciendo desde el principio — y es verdad que en solitario– que las “negociaciones” y “diálogos” eran chanchullos entre mafiosos que compartían el 80% de ideas y tendencias, eran colaboración con banda armada y destruían el estado de derecho al reconocer el asesinato como un modo de hacer política aceptado y premiado con relegalización, dinero público, etc., para convertir en potencia política a la ETA, que estaba prácticamente derrotada por Aznar. Estos son evidencias evidentísimas, lo dije y escribí cien veces. Sin el menor éxito, lo que revela una vez más la clase de democracia que tenemos. Bueno, si después de catorce años se empieza a hacer algo, es un avance. En rigor, no hacían falta las actas, pero estas dan un asidero más a la querella. Claro está, después de Zapatero tendría que venir Rajoy, cuya función entonces consistió en anular las protestas por aquellos chanchullos, para luego seguir en los mismos. Sospecho que todo quedará en agua de borrajas, porque meter en la cárcel a dos expresidentes de gobierno es algo que no van a tragar los partidos actuales y me temo que no hay jueces con suficiente pundonor para ir hasta el fondo. En todo caso ya no es lo mismo hacer algo, protestar, que aceptar ovejunamente cualquier desmán del poder. Otra cosa: se habla de “las víctimas del terrorismo”. Pero nadie habla de la víctima principal, que no toca solo a los directamente afectados sino a toda la sociedad, pues esa víctima es la democracia y el estado de derecho. Víctima de la complicidad entre los gobiernos PSOE y PP con la ETA. ¿Por qué nadie lo dice? El país vive en estado de farsa y patraña sin fin. Gobernado por delincuentes. Pero también aumenta la protesta. VOX ha llevado a los tribunales a los separatistas con quienes Rajoy y ahora el Doctor pretendían y pretenden seguir “dialogando”. Ya no es como antes, aunque falte mucho recorrido.

– Pero siendo como usted dice, usted mismo podría haber planteado en su tiempo la querella que presenta ahora Abascal
– Antes que nada, dice usted que el país no se ha hundido. No, porque la economía ha ido más o menos bien, pero estamos ya en el vaciamiento de las libertades y el golpe de estado permanente. En cuanto a lo de la querella, hablé con abogados, que me desanimaron. No entiendo por qué si pasas mil euros a la ETA te pueden procesar por colaboración con banda armada, pero si legalizas sus terminales y les pasas millones de euros de dinero público, es legal. Y de todas maneras yo tenía otras cosas que hacer. Mi parte consistía y consiste en analizar y denunciar los hechos y su alcance político. Otros, los que están directamente en la política, son los que deben actuar política y judicialmente. Yo tengo que escribir libros, tratar de aclarar la historia, analizar la evolución política actual… No pretendo tener la verdad absoluta, pero tendría que haber debate. El pánico al debate es otro rasgo de la miseria intelectual que sufre hoy España, empezando por la universidad.

–¿La historia no pasa? ¿No debe pasar?
-Lo explicaré con otro caso típico: todo el juicio historiográfico predominante sobre la guerra civil y el franquismo, toda la ley de memoria histórica, gira en torno a la supuesta ilegitimidad de aquel régimen al haber atacado a un gobierno democrático salido de unas urnas democráticas. He expuesto que no había un solo partido democrático en el Frente Popular y que aquellas urnas fueron un fraude, en un ambiente de violencia, falsificación y despotismo. La campaña exaltaba la insurrección socialista-separatista de octubre del 34 y tuvo una virulencia que ya excluía cualquier convivencia en paz y en libertad; en aquel clima violento, el recuento de votos se hizo sin ninguna garantía en muchos lugares y los votos reales no se publicaron; el proceso continuó con una ilegal segunda vuelta ya bajo poder del Frente Popular, continuó con una ilegal desposesión de actas de la derecha y culminó con la también ilegal deposición de Alcalá-Zamora (por otra parte el mayor responsable de la guerra). Este conjunto de hechos marca unas elecciones fraudulentas que fueron un auténtico golpe de estado. Es también la evidencia misma, o debiera serlo para cualquier persona que se tenga por demócrata. Hace poco dos pobres hombres demostraron el fraude concreto en un número de actas, y digo pobres hombres porque a continuación decían que no querían sembrar polémicas, y porque su servilismo hacia la versión oficial se convertía en burla ante mis “pretensiones” de haber señalado antes la ilegitimidad de aquellas elecciones y del régimen salido de ellas. Pues bien con la clarificación del carácter de aquellas elecciones caen por tierra todas las afirmaciones de legitimidad de origen del Frente Popular. Digo de legitimidad de origen, porque su “legitimidad de ejercicio” consistió en crear un caos tiránico en todo el país hasta provocar la reanudación de la guerra en julio del 36. Y su repercusión política plenamente actual se ve, entre otras cosas, en la ley de memoria histórica, muy acorde con el carácter tiránico de aquellas elecciones y el régimen frentepopulista que se impuso. Es decir, no solo tiene máxima importancia histórica sino también actual. Que para atacar al franquismo sea preciso atacar la democracia hoy mismo ya lo dice todo. Otra cosa es que muchos que se dicen franquistas y que nunca entendieron aquel régimen cedan gustosos la bandera de la democracia a stalinistas, golpistas, racistas separatistas y similares. Es un caso de simple tontería. Así que la historia no acaba de pasar, en efecto, no acaba de ser asimilada y está envenenando la convivencia.

Al revés que el resto de Europa occidental, después de la guerra España se reconstruyó con sus propias fuerzas, en medio de hostilidades exteriores, guerrillas comunistas y un aislamiento directamente criminal. Y dadas las circunstancias, se reconstruyó con auténtica brillantez en los años 40 y 50. No hubo un verdadero corte entre los años 40 y 50, “perdidos” según los demagogos, y el “milagro español” de los siguientes hasta la muerte de Franco. El milagro no habría sido posible sin la base económica construida en los años anteriores:
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Este manifiesto se dirige a millones de españoles, por lo que invitamos a nuestros lectores y oyentes a difundirlo por todos los medios. Se trata de crear una plataforma que ponga en primer plano un problema que es de primer plano, pues afecta íntimamente a la política exterior e interior de España. Un problema ocultado o desvirtuado sistemáticamente por todos los partidos, con la excepción parcial de VOX. Se trata de si ha de continuar el actual proceso de satelización política y cultural a intereses ajenos, acompañado del desguace del propio país, o de reaccionar contra esas políticas nefastas de una vez y con máxima energía

España soporta la única colonia en Europa, una invasión en el mismo centro neurálgico de su eje defensivo Baleares-Gibraltar-Canarias. El hecho exige una reflexión en profundidad porque los gobiernos españoles, sean del PP o del PSOE, se declaran amigos y aliados de la potencia invasora, caso único en el mundo, lo que automáticamente convierte a España en un país satélite y sin intereses internacionales propios.

Esta posición, que hoy no toleran países del llamado Tercer Mundo, se manifiesta igualmente en intervenciones militares sucesivas bajo mando ajeno, en idioma ajeno y por intereses ajenos. Recordemos las acciones en Yugoslavia o Kosovo contra un país en proceso de disgregación por fuerzas internas y externas, cuando la propia España sufre hoy, precisamente, fuertes tensiones disgregadoras. O las costosas intervenciones sin salida en Afganistán, un país absolutamente lejano a nuestros intereses. O en Libia que dejó al país sumido en una guerra civil y un caos que continúa, con cientos de miles de víctimas y de huidos que han agravado las crisis inmigratorias en Europa y en la misma España. Etc. O la presencia de aviones y tanques españoles amenazando y provocando por cuenta ajena a Rusia, un país con el que no tenemos ningún conflicto como sí lo tenemos, en cambio con el que invade nuestro territorio y que es la segunda potencia de la OTAN, en estrecha vinculación con la primera.

Debe recordarse que en los años 60, España obtuvo en la ONU una gran victoria política sobre Inglaterra, al reconocerse la obligatoriedad de devolver Gibraltar a España. Dada la arrogante negativa de los invasores a cumplir la resolución, el gobierno español cerró la frontera con la colonia, aislándola y convirtiéndola en una ruina económica, con coste político y moral añadido y creciente para los ocupantes. Esta política, que habría dado fruto con el tiempo, fue radicalmente invertida por la casta política actual, que anuló aquella victoria, abrió la verja, multiplicó las facilidades a los invasores y convirtió la colonia en un gigantesco emporio de empresas opacas y contrabando masivo, con cuyas ganancias ejerce una auténtica colonización sobre el entorno –al que ha hundido económicamente– y una corrupción sistemática sobre políticos, periodistas, abogados y jueces no solo en su entorno andaluz sino en toda España. Gibraltar ha albergado reuniones de grupos separatistas españoles y no hay duda sobre la intención de Londres y la colonia de jugar con los problemas internos de España para mantener a toda costa su ilegal, humillante y parasitaria presencia en el peñón y su entorno.

El caso de unas clases políticas que no solo admiten la invasión de su territorio sino que multiplican los gestos de sumisión y zalamerías hacia el ocupante, es quizá único en el mundo. Y no se entiende sin otros rasgos, también únicos, de esos partidos y gobiernos. Pues ninguna otra nación tolera gobiernos que en lugar de hacer frente a los separatismos disgregadores, los ha alimentado, financiado y promovido durante décadas hasta volverlos extremadamente peligrosos vaciando de estado a dos regiones y creando una situación de golpe de estado permanente desde una de ellas, cuyas autoridades se declaran en abierta rebeldía contra el resto del país. Esos gobiernos, sean de derecha o de izquierda, han incumplido mil veces los puntos más elementales de la Constitución que garantiza la unidad nacional, y de la democracia, amparando toda clase de ilegalidades, acosos y propagandas contra quienes les resisten. Gobiernos que, declarándose demócratas, han propiciado leyes totalitarias de estilo comunista como la de memoria histórica u ofensivas contra la igualdad de derechos de las personas como las leyes de género. Gobiernos que vienen entregando ilegalmente la soberanía española a una burocracia no representativa con sede en Bruselas.

No estamos, pues, ante un asunto menor, pues se conecta estrechamente con todos los demás problemas de fondo creados por la actual casta política y que no cesan de agravarse. El problema de Gibraltar no tiene solución militar, pero tampoco la necesita. Es indudable que España tiene todas las bazas, sean económicas, políticas, morales o internacionales. Esas bazas las han utilizado los gobiernos de PP y PSOE contra los intereses españoles y a favor de los ocupantes; procurando al mismo tiempo que la intolerable y escandalosa situación quede en la ignorancia para la mayoría de la gente o sea considerado por ella como un asunto de poca enjundia. Gibraltar ilustra la abyección y miseria moral, intelectual y política de una casta política de la que el país debe deshacerse necesariamente y cuanto antes. Y denunciar la cuestión en sus verdaderos alcances y proyecciones, combatir el oscurantismo deliberado hacia la misma, su ocultación a los españoles, es el primer paso al respecto.
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