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lunes, 8 de julio de 2019

Guerra de Independencia en México. Lo que nunca se ha dicho y los historiadores callan, ignoran u omiten

Guerra de Independencia en México 
Lo que nunca se ha dicho 
y los historiadores callan, ignoran u omiten 
16/09/2014 
Mucho se ha escrito sobre la guerra de independencia de México respecto a España, pero hay aún muchas preguntas y lagunas que los historiadores no han querido o podido responder, ya que esto cambiaría el sentido y significado de muchos de los hechos que la historia masonizada nos ha enseñado en la escuela. Se ha manejado de parte de la versión oficial masónica de la historia nacional, la idea de que la Iglesia Católica en México se opuso a la guerra de independencia por defender sus privilegios y no reconocer la igualdad del pueblo nativo mestizo con el español. La realidad es que la Iglesia -en ese momento con 1800 años de experiencia- era la institución más sólida, firme y experimentada del mundo en descubrir, denunciar y combatir toda clase de intentos, ideas y filosofías contrarias a la religión cristiana y lo que ésta había aportado a la civilización europea y occidental, es decir, la idea de justicia, amor, servicio, caridad, sacrificio, solidaridad, igualdad, dignidad, etc. Lo cual ningún pensamiento o corriente filosófica antes de Cristo había logrado aportar de forma tan unificadora, completa y clara.

No era poca cosa, por tanto, dejar pasar cualquier idea que erosionara y atentara contra estos conceptos fundantes de la civilización occidental de esos 1800 años de antigüedad. Ya la Iglesia tenía la experiencia necesaria para adelantarse a los acontecimientos históricos con solo conocer las “ideas revolucionarias” disolventes y quienes se involucraban en su difusión y ejecución. La Iglesia lo sabía claramente, detrás de todas las ideas de revueltas sociales siempre había una mano judía metida en toda clase de operaciones contra el cristianismo. Desde que el Sanedrín pidió la cruz para Jesús y se auto-maldijo al desear que su sangre cayera sobre ellos y sobre sus hijos, a partir de ese momento la incipiente Iglesia se convirtió en el enemigo más obsesivamente odiado del Sanedrín y de sus herederos a lo largo de la historia. Y no fue la excepción en el último cuarto del siglo XVIII con las ideas de la ilustración que proponían un estado ateo y sobre todo anticristiano.

Desde el surgimiento de estas ideas quedó documentado su origen e inspiración judía, aunque hayan sido ejecutadas por las logias masónicas, ya que éstas, como hemos documentado en este Boletín, son un instrumento de los intereses judíos. Razón por la cual las ideas de la supuesta ilustración que en realidad fue una sombra que cubrió de bruma el pensamiento humanista-cristiano europeo y principalmente el francés, se enfocaron en socavar la religión cristiana y en destruir a la Iglesia Católica. En América en esa misma época habían llegado estas ideas a través de los protestantes anglosajones.

Estos representaban otro peligro para el verdadero cristianismo que defendía la Iglesia Católica por ser este “cristianismo” protestante calvinista y luterano, muy proclive al bienestar material en sustitución del espiritual y al tener como punto en común con la masonería y el judaísmo, el odio hacia la Iglesia Católica, por lo que la Iglesia en Europa y en América se cuidaba de ambos peligros revolucionarios. En nada se equivocó la preocupación de la Iglesia Católica respecto a las bases sobre las que se levantó la nueva nación norteamericana, ya que desde su origen fue el pensamiento masónico el que le dio forma y sustento a sus leyes y aspiraciones con lo cual nunca estuvo en sus planes el desarrollar y compartir los avances científicos y tecnológicos, el bienestar material o espiritual de y con sus vecinos sino todo lo contrario.

Ellos usaron estos avances en perjuicio nuestro ya que el “cristianismo” calvinista, luterano, protestante, cuáquero o cualquiera que sea su denominación, implica una diferenciación entre los que tienen, con los que no, tomando, según su religión -y esto copiado del talmud judío- que el bienestar y abundancia material es la manifestación de la bendición de Dios, sea esta abundancia fruto de la usura o de cualquier otra fuente aunque no sea lícita. Y por el contrario la carencia de bienes y satisfactores materiales es la prueba de la maldición de Dios, por lo que según este pensamiento judeo-protestante “es inaceptable y contrario a los planes de Dios sacar de la pobreza y de la miseria a quien la padece porque eso sería contradecir la voluntad de Dios”.

Esta ideología que se ha ido pervirtiendo aún más con el paso del tiempo, conforme echaban raíces -sobre el calvinismo y el luteranismo- las ideas masónicas y por encima de éstas, llegando a su base más profunda el pensamiento judío, convirtió a los Estados Unidos en el monstruo devora naciones que conocemos, que esparce sus errores por todo el mundo, llenando de mal e injusticia todo donde se involucra. Esto precisamente es lo que muy a tiempo y atinadamente -con la dilatada experiencia de conocer a fondo el pensamiento judío y los monstruos anticristianos que engendraba – pudo prever la Iglesia Católica, razón por lo cual veía con gran preocupación la influencia que pudiera tener sobre la América católica la llegada de estas ideas.

Por su parte en España, estas mismas ideas liberales provenientes de la ilustración francesa, tuvieron eco en la población judía aparentemente conversa que vivía en la península y que fue la encargada de promoverla y difundirla. Lo hicieron ya que esto también debilitaría y golpearía la influencia de la Iglesia Católica en la población española. Estas ideas de supuesta libertad y claridad de pensamiento llegaron a Nueva España a través de la masonería que se había infiltrado en las filas del ejército español, así como a través de intelectuales cuyas obras llegaban a Nueva España. El padre Miguel Hidalgo que era un intelectual muy al día de todas las novedades ideológicas en Francia y Europa, vio con bueno ojos en un principio estas ideas por representar este anhelo de independencia que urgía la población mestiza en México, que en muchos casos había sufrido el abuso y maltrato de los peninsulares, cuyo proceder contradecía la labor evangelizadora y civilizatoria que trajeron a estas tierras los frailes y sacerdotes que, dejando todo en España, cruzaron el Atlántico para traer el mensaje de Cristo. Muchos de estos conquistadores, militares y administradores de la corona española en tierras mexicanas, tuvieron en los propios sacerdotes y frailes españoles a sus peores enemigos por ser éstos defensores de la población nativa y mestiza.

Los ideales de Hidalgo de libertad, igualdad, justicia, etc., estaban inspiradas en el Evangelio y no en el pensamiento de la ilustración francesa. Lo que él tomó de ésta fue, en un primer lugar, la posibilidad real de llevar a cabo la independencia, es decir, al ver el ejemplo de Estados Unidos que pudo quitarse el coloniaje británico y en el caso de Francia de liberarse de la Corona. Sin embargo cuando las guerras napoleónicas llegaron a España y ésta fue derrotada y posteriormente pactó con Francia para dar entrada a su territorio al ejército francés y representando Napoleón un enemigo de la Iglesia y de la religión por ser masón, Hidalgo vio en ello un verdadero peligro de que ese pensamiento anticristiano llegara a Nueva España cuya corona había sido dada a José Bonaparte, razón por la cual, Hidalgo en vista de la debilidad española que sería incapaz de defender a sus colonias y ante el peligro de la conquista francesa del territorio mexicano, lanzó su llamado al levantamiento armado.

Irónicamente la Iglesia tenía exactamente los mismos temores y preveía los mismos riesgos que el sagaz Hidalgo adivinó. Aunque la Iglesia veía a Hidalgo con desconfianza ya que tenía el antecedente de haber bebido los libros de la ilustración y por su vida licenciosa, se le veía con justificada razón como un peligro para la integridad e identidad de la Nueva España. Hidalgo por su parte tenía de enemigos al ejército realista, cuyas cabezas eran masones empezando con el mismo virrey, lo cual la Iglesia lo sabía y lo veía con temor aunque representaba la autoridad del rey. Hidalgo y la Iglesia tenían tres enemigos en común aunque tal vez no tuvieron tiempo de verlo y por ello no unieron fuerzas.
Sus enemigos eran: 
  • La masonería francesa que se había hecho con el poder y la corona española. 
  • La masonería norteamericana que había tomado el control de su país. 
  • La masonería española de los representantes de la Corona y del ejército. 
La Iglesia reaccionó como debía reaccionar con los elementos que tenía en la mesa, es decir, dar por un hecho que Hidalgo era un hereje que atentaba contra el bienestar nacional, la estabilidad, el orden, y la religión. Y teniendo como antecedentes el terror desatado en Francia a raíz del triunfo de la revolución, la Iglesia tenía razones sobradas para creer que en México pasaría lo mismo y de hecho se confirmaron sus temores con las carnicerías que se dieron en Guanajuato y otros lugares donde los insurgentes saquearon y mataron españoles como lo hicieron en Guadalajara.

La Iglesia reaccionó igual ante las leyes de reforma que el programa masónico impuso sobre México, desatando igual el caos, el saqueo, la violencia y la división, dando entrada con ello a la intervención francesa que enfrentó a dos masones de ritos distintos: Maximiliano contra Benito Juárez. No hubo tal cosa como un enfrentamiento entre conservadores y liberales, había masones del rito escocés representados por Maximiliano y Napoleón III, contra masones del rito yorkino y nacional representados por Juárez y Lincoln. En ambos bandos hubo nacionalistas comprometidos con el bienestar nacional y también entre los que estaban contra los masones de ambos grupos pero a favor de la Nación había gente de mucha valía y patriotismo.

Cien años después en la década de los sesenta y setenta del siglo XX la Iglesia respondió igual que en el caso de Hidalgo y Juárez, ante la amenaza de la teología de la liberación que no era sino la infiltración de la operación judeo-masónica del comunismo en la Iglesia. Esto nos da como muestra que la Iglesia no cambia sus criterios, ya que dos mil años de experiencia combatiendo y resistiendo toda clase de ataques y persecución le han dotado de agudeza y previsión para adelantarse y actuar a tiempo ante los males o problemas que la mayoría no ve en su momento o a veces nunca.

Hidalgo, jugó un papel fundamental en la historia nacional al levantar, más que el pueblo en armas, el estandarte de la Virgen de Guadalupe, ya que ella sí era el factor de unidad y confianza a la que seguiría el pueblo, más que a Hidalgo. La Iglesia no logró interpretar a tiempo este hecho ya que los elementos con los que contaba apuntaban en otra dirección, pero sin duda, de haber tenido la oportunidad de hablar con Hidalgo, como la tuvo en diversas ocasiones el Obispo Abad y Queipo, no hubieran condenado su levantamiento y como pasó con cientos de sacerdotes que encabezaron la lucha de la independencia, seguramente la Iglesia, su jerarquía la hubiera apoyado o hubiera mediado para lograr la independencia sin un baño de sangre.

El hecho histórico de que el obispo Abad y Queipo lanzara una excomunión contra Hidalgo no fue por la idea de la independencia ni contra el levantamiento en sí, el cual no condenó, sino contra el asesinato de religiosos a manos de los insurgentes lo cual ante el derecho canónico era pena de excomunión. Sin embargo como muy atinadamente señala el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez en su libro biográfico CREDO, esta excomunión fue inválida ya que cuando la lanzó Abad y Queipo, tenía el nombramiento de obispo pero aun no había sido consagrado por lo que dicha excomunión no tenía validez, además Hidalgo murió -como también señala el Cardenal Sandoval en dicho libro- en comunión con la Iglesia recibiendo los sacramentos y sepultado su cuerpo degollado en un templo lo cual no se podría hacer con un excomulgado.

Ahora a más de doscientos años de distancia, vemos los mismo males ensañarse sobre nuestra patria: las ideas “liberales” que nos presentan la independencia de los “atavismos del pasado” de las “cadenas que nos impone la religión” para aceptar el aborto, la homosexualidad, la entrega de los recursos naturales de nuestra patria, son las mismas ideas que nos tratan de vender como progreso pero que en realidad nos garantizan la extinción.

Ahora la Iglesia y la población no podemos dar esta batalla por separado ya que como en el caso de Hidalgo y la guerra de independencia, tenemos enemigos en común, los mismos que quiso enfrentar él y Morelos y que no lograron vencer: la masonería y sus amos sionistas, que le abrieron las puertas del país al sionismo masónico de Estados Unidos para que nos arrancara más de la mitad del territorio, la misma que ha impedido el progreso por tratar de acabar con la religión cristiana que es la única garante de progreso de los pueblos, como ha quedado demostrado en la historia de Europa de los últimos dos milenios y como se documenta en el siguiente artículo.

Nosotros ahora de cara a los héroes que dieron su vida por liberarnos de estas verdaderas cadenas de la esclavitud de las que aun somos cautivos, tenemos la obligación y compromiso con ellos y con nuestros herederos de no permitir que su vida haya sido entregada en vano, si queremos hacer válida esta aspiración a la independencia, tenemos que combatir a los enemigos que ellos enfrentaron y que no pudieron derrotar. No tenemos Hidalgos ni Morelos actualmente, pero todos podemos ser como ese Pípila que no encabezó ejércitos, que no lideró batallones pero que en el momento decisivo hizo lo que tenía que hacer, lo que nadie había hecho y con cuya pequeña y casi insignificante aportación les dio la victoria a los insurgentes. Seguramente este hombre se enteró del levantamiento armado hasta que lo vio en las calles de su ciudad, tal vez viendo el combate tomó partido y entendió lo que ningún comandante insurgente vio, que la batalla la ganaría quien tuviera control de la Alhóndiga y para entrar había que echar abajo la puerta y eso mismo hizo.

Para ser el Pípila ahora, tenemos como él, que echarnos a cuestas una pesada piedra y con la antorcha de la verdad, la conciencia y la razón quemar el portón de la mentira masónica sionista que nos impide avanzar.
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