El Confidencial-Héctor G. Barnés (29/5/2013): James Martin se sentía desgraciado y estresado en su exigente puesto de trabajo en la capital del mundo, Nueva York. Tanto, que en muchas ocasiones sentía náuseas, dolor de estómago y migrañas, así como la sensación de que no sabía hacia dónde se encaminaba su vida. Era finales de los años ochenta en el Nueva York que Oliver Stone inmortalizó en Wall Street o Martin Amis en Dinero, y las noches de James Martin se sucedían entre citas en los grandes clubs de la ciudad y altas dosis de alcohol, gracias a su empleo como contable y encargado de recursos humanos.
Martin relata con disgusto las historias de su paso por Nueva York. En una de ellas afirma que después de pedirle a uno de sus superiores que mostrase un poco de compasión por el empleado que iba a despedir y que acababa de recibir el título de “empleado del mes”, recibió como respuesta “que le jodan a la compasión”. Sus dolores de estómago comenzaron el día que pilló a uno de sus compañeros realizando comentarios sexistas sobre una trabajadora. Después de estudiar en la Escuela de Negocios de Wharton en la Universidad de Pensilvania, Martin pasó seis años viviendo la noche neoyorquina, hasta que fue destinado a Stanford (Connecticut), donde bajó un poco el pistón.
La luz al final del túnel
Fue allí donde tuvo la revelación que cambiaría para siempre su vida. Una noche que se había quedado en casa, puso la televisión y asistió a la emisión de Merton: A Film Biography en la cadena pública americana. Se trataba de la historia de la vida de Thomas Merton, un monje trapense que siguió un camino semejante al de Martin, cuando tras vivir en Nueva York había decidido seguir la vocación religiosa en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní en Kentucky. Era el año 1941, y durante los siguientes 27 años, Merton se convertiría en uno de los grandes escritores religiosos de los Estados Unidos del siglo XX. A él se deben obras como Las aguas de Siloé (1949), La vida silenciosa (1957) o su autobiografía, La montaña de los siete círculos (1948).
Fue su psicólogo quien le preguntó por qué no se unía al sacerdocio: Martin ha recordado la profunda impresión que le causó la visión de la película en aquellos momentos, como relata en su propio libro de memorias, My Life with the Saints (Loyola Press, 2007). “Aún recuerdo su expresión, mucho más feliz que la que veía en el espejo cada mañana. Su vida, esa vida monástica, parecía exótica, misteriosa, romántica”. Al día siguiente, Martin acudió a una librería y pidió La montaña de los siete círculos, “un libro muy bello” en palabras del propio religioso. “Cuando lo terminé de leer una noche, a altas horas, y lo deposité en la mesilla, sabía con seguridad a qué quería dedicarme. Para mí, esa fue ‘mi llamada’”.
Sin embargo, Martin aún no estaba seguro de si debía unirse a un grupo religioso, ya que por aquel entonces, pensaba que “unirse al sacerdocio sería como convertirse en un cantante de ópera o unirse al circo”. Así que, en su lugar, acudió a un psicólogo. Un año después de comenzar su terapia, este le preguntó qué haría con su vida si pudiese. “Sería sacerdote”, le respondió Martin, que se educó en una familia católica aunque no muy practicante. “¿Y por qué no lo haces?”, le respondió este. Y al día siguiente, James Martin levantó el teléfono y marcó el número de los jesuitas. Su vida nunca volvería a ser la misma. Martin lleva 25 años perteneciendo a la orden de los jesuitas y 14 ordenado como sacerdote, y es el editor de la revista America, la revista católica más importante de Estados Unidos.