Panteón de los Reyes de León
Historias de León
Santiago Clavijo
10/6/20
Linaje Castro Leonés
Coronación de Inés de Castro (1357)
Coronación de Inés de Castro (1357)
1. Inés de Castro, reina de Portugal
(1320-1355).
Hija natural de Pedro Fernández de Castro y de la dama portuguesa Aldonza Soares de Valladares. Por la prematura muerte de su madre y su lejano parentesco con la Familia real fué llevada a Peñafiel (Valladolid), donde permaneció en la Corte de Juan Manuel, el infante-poeta. En 1341 viajó hasta la Corte portuguesa en calidad de dama de compañía de Constanza, prometida del príncipe Pedro (1320-1367), del que, poco después se convirtió en amante. La relación se consolidó a la muerte de Constanza (1345).
La creciente influencia de la dama leonesa sobre el príncipe heredero alarmó a Alfonso IV de Portugal (1290-1357), especialmente porque tras ella se encontraban sus hermanos, adalides del partido castellano de los Castro, lo que podía propiciar la implicación de Portugal en las luchas dinásticas por la Corona de Castilla. Por otra parte, de la unión de Pedro e Inés, por entonces retirados a Coimbra, habían nacido tres hijos: Beatriz, Juan (Primer conde de Valencia de don Juan) y Dionís, quienes, de regularizarse la unión podían ser firmes candidatos al Trono en detrimento del futuro Fernando I (1345-1383), hijo de Constanza.
De ahí que, con el respaldo de la Corte, el monarca portugués decretara la ejecución de Inés. La sentencia la llevaron a cabo tres caballeros de la Corte, Alvaro Gonçalves, Pero Coello y Diogo Lopes Pacheco, el 7 de enero de 1355 en la llamada Quinta das Làgrimas de Coímbra Tras la muerte de Inés, el príncipe Pedro se levantó en armas contra su padre y acaudilló un levantamiento popular que, durante dos largos años, sumió a Portugal en la guerra civil. A poco de firmarse la paz, la muerte de Alfonso IV le llevó al trono (1357).
Una vez coronado, Pedro I ajustició a los asesinos de Inés, a excepción de Pacheco que huyó y pudo refugiarse en la Corte papal de Aviñón, proclamó su matrimonio contraído en secreto en 1354 y, al ser reconocido éste por las Cortes de Cantahede, coronó a Inés como reina de Portugal.
La leyenda asegura que Pedro I de Portugal mandó desenterrar el cadáver de su esposa y obligó a la Corte a rendirle pleitesía. Posiblemente, tal situación no es más que la idealización del traslado de sus restos hasta el mausoleo construido para ella en el monasterio de Santa María de Alcobaça (1360). El Rey supervisó personalmente la obra, por lo que la estatua yacente de Inés de Castro se tiene por el más fiel retrato de la Reina.
El relato de los hechos aparece por primera vez en la Crónica de Alfonso IV (siglo XIV); luego la literatura y el arte no fueron indiferentes ante la historia y, tras ser tratada en diversos poemas, como los de García de Resende (Trovas à morte de dona Inès de Castro, 1516) o Mota (Visão de Inès de Castro, c. 1520), fue mencionada por Luis de Camões en Os Luisiadas (1572) e inspiró a Antonio Ferreira la primera obra dramática del teatro portugués, Tragedia de dona Inés de Castro (1558). De Portugal, el tema pasó a la literatura castellana, y Jerónimo de Bermúdez escribió Nise lastimosa (1571) y Nise laureada (1577), y Suárez de Alarcón el extenso poema La infanta coronada (1606).
En él se basó Luis Vélez de Guevara para su tragedia Reinar después de morir (1625). Asimismo se sabe que Lope de Vega escribió un drama, Inés de Castro, que no se ha conservado y, ya en el siglo XX, el dramaturgo Alejandro Casona lo retomó en Corona de amor y muerte (1955).
Francia tampoco fue ajena a la fascinación por el personaje, llevado al teatro en tres ocasiones por Antoine Houdar de la Motte (Inés de Castro, 1723), Victor Hugo (Inés de Castro, 1822) y Henry de Montherlant (La reine morte, 1942). Por su parte, Stephanie-Felicité du Crest, Madame de Genlis, escribió una novela, Inés de Castro, a fines del siglo xviii. Italia musicó el asunto en la ópera Inés de Castro (1835) de Giuseppe Persiani, según libreto de Salvatore Cammarano. Un tema que retomó en 1976 el compositor italo-americano Thomas Pasatieri, con el mismo título y según libreto de Bernard Stamblery.
La pintura recogió la coronación póstuma de Inés de Castro en un lienzo del pintor historicista Martínez Cubells (1887), destruido en el transcurso de un incendio, pero del que se conservan numerosas copias, y la leyenda fue llevada al cine en 1944, en la producción hispano-lusa Inés de Castro, dirigida por José Leitão de Barros y M. García Viñolas, y en Inés de Portugal (1997), una coproducción gallego-portuguesa dirigida por José Carlos de Oliveira.
De ahí que, con el respaldo de la Corte, el monarca portugués decretara la ejecución de Inés. La sentencia la llevaron a cabo tres caballeros de la Corte, Alvaro Gonçalves, Pero Coello y Diogo Lopes Pacheco, el 7 de enero de 1355 en la llamada Quinta das Làgrimas de Coímbra Tras la muerte de Inés, el príncipe Pedro se levantó en armas contra su padre y acaudilló un levantamiento popular que, durante dos largos años, sumió a Portugal en la guerra civil. A poco de firmarse la paz, la muerte de Alfonso IV le llevó al trono (1357).
Una vez coronado, Pedro I ajustició a los asesinos de Inés, a excepción de Pacheco que huyó y pudo refugiarse en la Corte papal de Aviñón, proclamó su matrimonio contraído en secreto en 1354 y, al ser reconocido éste por las Cortes de Cantahede, coronó a Inés como reina de Portugal.
La leyenda asegura que Pedro I de Portugal mandó desenterrar el cadáver de su esposa y obligó a la Corte a rendirle pleitesía. Posiblemente, tal situación no es más que la idealización del traslado de sus restos hasta el mausoleo construido para ella en el monasterio de Santa María de Alcobaça (1360). El Rey supervisó personalmente la obra, por lo que la estatua yacente de Inés de Castro se tiene por el más fiel retrato de la Reina.
El relato de los hechos aparece por primera vez en la Crónica de Alfonso IV (siglo XIV); luego la literatura y el arte no fueron indiferentes ante la historia y, tras ser tratada en diversos poemas, como los de García de Resende (Trovas à morte de dona Inès de Castro, 1516) o Mota (Visão de Inès de Castro, c. 1520), fue mencionada por Luis de Camões en Os Luisiadas (1572) e inspiró a Antonio Ferreira la primera obra dramática del teatro portugués, Tragedia de dona Inés de Castro (1558). De Portugal, el tema pasó a la literatura castellana, y Jerónimo de Bermúdez escribió Nise lastimosa (1571) y Nise laureada (1577), y Suárez de Alarcón el extenso poema La infanta coronada (1606).
En él se basó Luis Vélez de Guevara para su tragedia Reinar después de morir (1625). Asimismo se sabe que Lope de Vega escribió un drama, Inés de Castro, que no se ha conservado y, ya en el siglo XX, el dramaturgo Alejandro Casona lo retomó en Corona de amor y muerte (1955).
Francia tampoco fue ajena a la fascinación por el personaje, llevado al teatro en tres ocasiones por Antoine Houdar de la Motte (Inés de Castro, 1723), Victor Hugo (Inés de Castro, 1822) y Henry de Montherlant (La reine morte, 1942). Por su parte, Stephanie-Felicité du Crest, Madame de Genlis, escribió una novela, Inés de Castro, a fines del siglo xviii. Italia musicó el asunto en la ópera Inés de Castro (1835) de Giuseppe Persiani, según libreto de Salvatore Cammarano. Un tema que retomó en 1976 el compositor italo-americano Thomas Pasatieri, con el mismo título y según libreto de Bernard Stamblery.
La pintura recogió la coronación póstuma de Inés de Castro en un lienzo del pintor historicista Martínez Cubells (1887), destruido en el transcurso de un incendio, pero del que se conservan numerosas copias, y la leyenda fue llevada al cine en 1944, en la producción hispano-lusa Inés de Castro, dirigida por José Leitão de Barros y M. García Viñolas, y en Inés de Portugal (1997), una coproducción gallego-portuguesa dirigida por José Carlos de Oliveira.
Castillo de Coyanza (1388)
2. Condes de Valencia de Don Juan
Conde I: Infante don Juan de Portugal, hijo de Inés de Castro
Último Conde: Santiago Travesedo y Colón de Carvajal
Travesedo falleció en Madrid el pasado 10 de abril de 2013 a los 59 años. Hijo del duque de Nájera y de la condesa de Veragua, línea por la que desciende de manera directa de Cristóbal Colón, Santiago Travesedo nació en 13 de julio de 1953. Estudió derecho en la universidad de Deusto y ejercía de notario en Sevilla. Heredó el título de su padre y será su hija Sol la que le dé el relevo.
Santiago Travesedo Colón de Carvajal siempre mostró un gran cariño hacia Valencia de Don Juan. Visitó la localidad coyantina en más de diez ocasiones y hasta ejerció de pregonero de las fiestas del Cristo y la Virgen del Castillo en septiembre del año 1999.
El Condado de Valencia de Don Juan es el tercero más antiguo de España. El infante don Juan de Portugal, hijo del rey Pedro I de Portugal e Inés de Castro, recibió el título de marqués de Valencia de Campos (Coyanza) en 1387 de manos del rey Juan I de Castilla, por los servicios prestados frente a los ejércitos del duque de Lancaster.
El primer conde de Valencia de Don Juan como tal fue el noble portugués Martín Vázquez de Acuña en 1398, descendiente del rey Fruela II de León. Fue en 1388 cuando se inició la construcción del castillo de Coyanza, auténtico emblema del título. La familia de Travesedo Colón de Carvajal fundó hace años en Madrid el Instituto Valencia de Don Juan, que cuenta con importante archivo.
El primer conde de Valencia de Don Juan como tal fue el noble portugués Martín Vázquez de Acuña en 1398, descendiente del rey Fruela II de León. Fue en 1388 cuando se inició la construcción del castillo de Coyanza, auténtico emblema del título. La familia de Travesedo Colón de Carvajal fundó hace años en Madrid el Instituto Valencia de Don Juan, que cuenta con importante archivo.
Aventura insólita de don Gutierre Fernández de Castro
3. Linaje Castro Leonés
3. Linaje Castro Leonés
La ciudad de León fue corte durante 230 años, capital y centro de la España Cristiana. Fue sede de la espiritualidad y del saber hispánico desde la recuperación (1063) del cuerpo de San Isidoro, obispo de Sevilla y autor de las “Etimologías”, por la reina Sancha de León y su esposo Fernando, conde de Castilla.
Fue centro de la grandeza española. Las cortes de León proclamaron (1135) emperador a Alfonso VII, el único que ha tenido España porque el gran Carlos I fue Rey de España y Emperador de Alemania.
A mediados del siglo IX, Alfonso III el Magno estableció en León su Consejo de Justicia, su hijo García trasladó (910) la corte de Oviedo a León, y su otro hijo Ordoño II lo confirmó (914). Con la reina Sancha terminó la dinastía astur-leonesa, iniciada en D.Pelayo.
En 1230 muere Alfonso IX, nieto de Alfonso VII, y León pierde el rango de capital del Reino en favor de Fernando III el Santo, hijo de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, bisnieta de Alfonso VII. El viejo Reino de León se une definitivamente a Castilla que toma el protagonismo a mayor gloria de España.
La grandeza de León pasó pero quedan los mitos de sus héroes caballerescos: Guzmán el Bueno (Tarifa 1292), Suero de Quiñones (Orbigo 1434), etc. Permanece la Historia y el Abolengo que es la substancia de nuestra aristocrática tradición señorial, de casta le viene la hidalguía. El abolengo quedó, como los sellos de cera y de plomo, colgando de los pergaminos de fueros y privilegios, en la corona que campea sobre la melena del león de los escudos, en las viejas piedras de la catedral y en los pocos restos de casas blasonadas pertenecientes a los linajes que fueron protagonistas de la etapa más dura de la Reconquista de España.
El Poeta Pedro Vecilla (S.XVI) en su poema épico “León de España” recuerda los apellidos nobiliarios leoneses procedentes de nuestra montaña: Osorio, Ponce, Lorenzana, Quiñones, Guzmán, Luna, Acuña, Castañón, Castro, Omaña, Salazar, Quiros,
La noble familia de los Castro ha sido protagonista de trágicos episodios, casi novelescos, en los periodos más interesantes de la historia de León: Sancho III de Castilla el Deseado, hijo y heredero de emperador Alfonso VII, nombró (1158) ayo y tutor de su hijo Alfonso al muy noble caballero leonés Gutierre Fernández de Castro.
Finalmente los Lara, enemigos de los Castro, se alzaron con la tutela de príncipe Alfonso, pero los Castro liderados por Fernando Ruiz de Castro, sobrino de Gutierre, lucharon contra los Lara en sangrienta guerra civil hasta que Fernando II intervino con el nombramiento de Fernando como gobernador de Toledo, aunque no logró terminar con el odio entre ambas familias.
Fernando II de León casó a Fernando Ruiz de Castro con su hermanastra Estefanía, hija bastarda del emperador Alfonso VII. La infanta, enterrada en la Real Colegiata de San Isidoro, fue víctima inocente de una espantosa tragedia. Una doncella, disfrazada con un vestido de la infanta, acude a una cita amorosa en el Palacio. Fernando creyó que su esposa le era infiel y la mató con su propia daga. El desdichado parricida acudió al rey pidiendo ser degollado pero fue perdonado (1180) al comprobar su error y su dolor.
Pedro Ruiz de Castro, el Castellano, nieto del emperador Alfonso VII y príncipe de grandes méritos acabó su vida santamente siendo canónigo de San Isidoro.
Pedro Ruiz de Castro, el Castellano, nieto del emperador Alfonso VII y príncipe de grandes méritos acabó su vida santamente siendo canónigo de San Isidoro.
Teresa Ruiz de Castro, casada con el Adelantado Pedro de Guzmán, fue la madre de Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, héroe del sitio de Tarifa, símbolo de lealtad y deber cumplido a costa del propio corazón, asombroso sacrificio de su hijo como Abraham. Es la estampa del triunfo de los valores morales sobre todas las cosas de la tierra. Alonso, encargado de la defensa de Tarifa por Sancho IV fue atacado por el rey de Granada y sus aliados benimerines, prefirió sacrificar la vida de su hijo, en poder de los moros, antes que entregar la fortaleza.
Alfonso XI (1310-1350) reconstruyó las murallas de León con apoyo de canónigos y regidores. En el siglo XIV fueron célebres los regidores Juan Ramírez de Guzmán, Pedro Núñez de Guzmán y Pedro Álvarez Osorio, así como Leonor de Guzmán, amante de Alfonso XI y madre de Enrique II (1369-1379), fundador de la dinastía Trastamara (Reyes Católicos) después de vencer a su hermanastro Pedro I el Cruel (1350-1369) en los campos de Montiel con ayuda de las Compañías Blancas de Bertrand du Glesclin.
También suena en la historia el nombre de Beatriz Ponce de León, amante de Enrique II, que edificó un palacio en la calle de la Rua de los peregrinos francos a Santiago, del que no queda ningún rastro.
También suena en la historia el nombre de Beatriz Ponce de León, amante de Enrique II, que edificó un palacio en la calle de la Rua de los peregrinos francos a Santiago, del que no queda ningún rastro.
Y la aventura insólita de la calle Matasiete de León, en un siglo de grandes hazañas caballerescas de capa y espada. Don Gutierre Fernández de Castro, líder de los leales al rey, recibe en sus casas a los amigos de Alfonso XI. El rey llega a León, arrostrando las asechanzas de los infanzones traidores, para visitar a la hermosa dama Leonor de Guzmán, en el palacio “Casa de los Guzmanes”.
Don Gutierre y don Gil vigilan las encrucijadas de la ciudad y conocen la conspiración que se trama en casa de los Omañas para matar al rey. Lucha fantástica en la calle Matasiete, muere don Gil y quedan a salvo el honor de la dama y la vida del rey.
El interés histórico y pintoresco de la hazaña de don Gutierre da prestigio romántico al viejo barrio, hoy día visitado por leoneses y turistas en las horas de los faroles. Callejeando desde la plaza del Mercado a la calle Matasiete, todavía puede verse algún escudo (Seis Roeles) del blasón de los Castro.
Fuentes
En el verano de 1949, el autor de estos párrafos sobre la historia de León, estudió papeles y pergaminos en la casa solariega de Belén Sánchez en Valencia de don Juan (antigua Coyanza), construida por su bisabuelo el gran arquitecto Fernando Sánchez Pertejo.
Entre documentos encontrados destacan tres:
- Carta-Ejecutoria Real de Felipe III (1620) certificando la hidalguía de sangre a favor de Juan de Castro, bisnieto de Pedro de Castro, que participó en la guerra de las comunidades en defensa de Carlos I, nieto de los Reyes Católicos. Vecino de Gusendo de los Oteros (León). Escudo del linaje Castro (seis roeles).
- Filiación de nobleza de los Solís, concedida (1685) por Carlos II de Austria a Jenadio de Solís de Valencia de Don Juan. Escudo de los Solís.
- Carta-Ejecutoria Real de Carlos IV a favor de Fernando Sánchez Pertejo, bisabuelo de Belén Sánchez Martínez, arquitecto y vecino de León, heredero de cinco mayorazgos de hidalguía de sangre. Testamento de Fernando Sánchez (+1838) y Escudo en piedra con el sol de SOLÍS, rodeado de cuatro cuarteles: Castro de los Oteros del Esla, Martínez, Trujillo de Villamañán y Gutiérrez de Toro,
Belén Sánchez Martínez, superviviente de trece hermanos por la difteria, tenía un regular patrimonio agrícola y el abolengo de más de cinco siglos de hidalgos. Se casó con Miguel Zaera, abogado de Salamanca, que brilló en la política de la provincia como conservador monárquico preocupado por las obras sociales. Murió prematuramente (1934), por fallo del corazón, probablemente a causa del disgusto por el desastre de la II República.
En los años 40 el Ayuntamiento de León le dedicó la calle en los límites del barrio del Ejido, camino obligado a la Candamia del río Torio. A través del paseo de la Granja se llega al pórtico sorprendente de lo que fue la “Estación Agropecuaria Regional”, conocida popularmente por “La Granja”, inaugurada (1927) gracias a las gestiones de Miguel Zaera como Vicepresidente de la Diputación Provincial, diputado por Sahagún y Valencia de Don Juan, presidente del Círculo de la Unión Patriótica en León.
La Granja, establecida en terrenos pantanosos y poco aprovechados, fue dirigida por Miguel Zaera con grandes resultados técnicos que apoyaron la labor docente de la tercera Facultad de Veterinaria de España. Hoy es una zona de descanso y ocio, además de grandes bloques de casas de dos alturas. En Valencia de Don Juan, el Ayuntamiento socialista de la Transición, le dedicó también una calle por sus méritos como patrón agrícola y político.
Cita Bíblica (Eclesiastés): Hagamos el elogio de los antepasados de bien. Sus bienes perduran en su descendencia, sus hijos siguen fieles a la Alianza. Su recuerdo dura por siempre. Palabra de Dios.