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domingo, 15 de enero de 2012

Madrid: Fiesta de la Familia 2011 (236)

Madrid acoge, por quinto año, la Fiesta de la Familia 
Un testimonio imprescindible
No es fácil, y menos cuando hay «tantas fuerzas mundanas que amenazan el gran tesoro de la familia», pero «os animo a ser conscientes de tener a Dios a vuestro lado y de invocarlo siempre para recibir de Él la ayuda necesaria para superar vuestras dificultades». Benedicto XVI dirigía, el viernes día 30, estas palabras a los participantes en la Fiesta de la Familia en la madrileña Plaza de Colón, una celebración que el Papa no ha dejado de alentar desde sus orígenes, hace ahora cinco años. El papel protagonista estuvo reservado a los jóvenes. Dar testimonio de «la verdad de la vida humana, del matrimonio y de la familia» se ha convertido «en una de las más importantes tareas que el Señor os confía, en esta hora clave de la Historia y de vuestras propias vidas», les dijo el cardenal.
Al celebrarse, este año, litúrgicamente la Sagrada Familia en viernes, y no en domingo, no fue posible conectar, esta vez, en directo para que el Papa dirigiera un saludo. A cambio, Benedicto XVI envió un mensaje, leído por el cardenal Rouco, al comienzo de la Misa, de mayor extensión y hondura, en el que, de entrada, invitó «a todos a considerar esta celebración como continuación de la Navidad».
La fiesta de la Sagrada Familia ocupa, de hecho, un lugar central en el calendario litúrgico, pero la cercanía de días como la Navidad o el Año Nuevo hace que la fiesta pase más desapercibida para muchos fieles. Poco a poco, contribuye a remediarlo este gran encuentro de familias en Madrid, en el que este año han participado 40 obispos. Vino el cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, y estuvieron también el emérito de Sevilla, cardenal Amigo, y el arzobispo de Barcelona, cardenal Martínez Sistach, que el 18 de diciembre había celebrado una gran Misa de familias, en el incomparable marco de la Basílica de la Sagrada Familia. El mismo viernes 30, en varias diócesis se organizaron solemnes celebraciones, aunque muchos obispos optaron por adelantar la fecha, para poder asistir a la Misa de Madrid, convertida ya en un referente público en Europa. Además del arzobispo de Avignon, presente en otras ediciones, y del obispo de Siedlce (Polonia), fue muy llamativa la presencia de un representante del Patriarcado Ortodoxo de Moscú, que aludió, en su saludo, a los problemas que amenazan a la familia en Rusia.
«Los tiempos han sido y son difíciles para la familia», dijo en la homilía el cardenal Rouco. «¡Cuánto cuesta hoy a una sociedad tan intensamente influida y condicionada por una visión materialista y egocentrista del hombre y de su historia comprender y aceptar el Evangelio de la vida, del matrimonio y de la familia!», añadió.
Plaza de Colón (foto: Ignacio Arregui)
Las consecuencias se pagan. El arzobispo de Madrid recordó la enérgica denuncia de Juan Pablo II, durante su primera Visita a la capital de España: «Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente». Y añadió el cardenal Rouco: «¡Cuán otro sería el panorama demográfico, social y humano de las sociedades europeas si se hubiese escuchado entonces, hace 29 años, las palabras valientes de aquel Papa». Otro tanto dijo de la exhortaciónFamiliaris consortio, de la que acaban de cumplirse 30 años. La situación sería muy distinta si se hubieran tenido en cuenta sus enseñanzas. «¡Cuántos dramas personales y familiares se hubieran podido evitar!», dijo el cardenal.
De eso se trataba, de dar testimonio: el camino que propone la Iglesia no es fácil y requiere sacrificios, pero, con la ayuda de Cristo, sí se puede. «Las propuestas de la Iglesia, al final, siempre encajan con lo que pide nuestro corazón», contó, sobre el escenario, un joven matrimonio de Alcalá de Henares. Habló también un chico de Polonia, tercer hijo de ocho, circunstancia que implica que, en un hogar secularizado tipo (con sólo uno o, a lo sumo, dos hijos), jamás hubiera nacido. Intervino después un padre de familia numerosa, que valora especialmente el tesoro que tiene en casa, porque él mismo procede de una familia desestructurada. Uno de sus ocho hijos tiene síndrome de Down, y es la alegría de la casa... Gracias a la familia cristiana, ¡hemos nacido!, decía el lema de este año. En el caso de este niño, la afirmación se cumple de modo tremendamente literal.
Ricardo Benjumea 
(Alfa y Omega nº 767 de 5.1.2012)