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martes, 16 de abril de 2013

Ecumenismo: desde Juan XXIII a Papa Francisco (817)


ORTODOXOS, PROTESTANTES, JUDÍOS Y MUSULMANES
El Papa con representantes de otras religiones

El Papa Francisco ha recibido esta mañana en la Sala Clementina a los «delegados fraternales», es decir a los enviados de las Iglesias, Comunidades eclesiales y Organismos ecuménicos internacionales, así como a los representantes de las religiones no cristianas, llegados a Roma con motivo del inicio de su ministerio de Obispo de Roma y de sucesor del apóstol Pedro. En nombre de todos los presentes ha tomado la palabra el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que ha saludado al Papa recordando la «alta, grave y difícil tarea que conlleva su ministerio» y reiterando la necesidad de las Iglesias de alejarse de la mundanidad.


VIS (20/3/13): El Papa Francisco ha dado las gracias a Bartolomé I, llamándole «Mi hermano Andrés», ya que los patriarcas de Constantinopla son considerados los sucesores del apóstol Andrés, el hermano de Simón Pedro. Después, ha afirmado que gracias a la presencia en la Misa de ayer de todos los representantes de las diversas comunidades se sentía «de forma todavía más fuerte la oración por la unidad entre los creyentes en Cristo y, al mismo tiempo, se podía entrever, de alguna manera, su realización plena que depende del plan de Dios y de nuestra leal colaboración».

«Inicio mi ministerio apostólico –ha proseguido– en este año que mi venerado predecesor, el Papa Benedicto XVI, con intuición verdaderamente inspirada, ha proclamado Año de la Fe para la Iglesia Católica. Con esta iniciativa, que quiero continuar y espero que sirva de estímulo para el camino de fe de todos, quiso conmemorar el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, proponiendo una especie deperegrinación a lo que es esencial para todo cristiano : la relación personal y transformadora con Jesucristo, Hijo de Dios, muerto y resucitado por nuestra salvación. En el deseo de proclamar a los hombres de nuestro tiempo este tesoro de la fe siempre válido estriba el fulcro del mensaje conciliar».

El Papa Francisco ha recordado a continuación la figura y las palabras de Juan XXIII durante la inauguración del Concilio:

«La Iglesia católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar con toda actividad para que se realice el gran misterio de aquella unidad que con ardiente plegaria invocó Jesús al Padre celestial, estando inminente su sacrificio (...) Sí, queridos hermanos y hermanas en Cristo,sintámonos todos íntimamente unidos a la oración de nuestro Salvador en la última cena con su invocación: ut unum sint. Pidamos al Padre misericordioso que podamos vivir plenamente la fe que hemos recibido como un regalo en el día de nuestro bautismo, y ser capaces de dar un testimonio alegre libre y valiente de ella. Este será nuestra mejor servicio a la causa de la unidad de los cristianos; un servicio de esperanza para un mundo todavía marcada por la división, los contrastes y las rivalidades»

«Por mi parte, deseo asegurar, en la estela de mis predecesores, mi firme voluntad de proseguir el camino del diálogo ecuménico (...) y os pido que llevéis mi cordial saludo y la seguridad de mi recuerdo en el Señor Jesús a las Iglesias y comunidades cristianas que representáis aquí, y que recéis por mí para que pueda ser un Pastor según el corazón de Cristo».

El Pontífice, dirigiéndose a los representantes del pueblo judío, ha subrayado «el vínculo espiritual tan especial» que tienen con los cristianos. Y, citando el decreto Nostra Aetate del Concilio Vaticano ha dicho: « La Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios». «Confío –ha proseguido– en que con la ayuda del Altísimo, proseguiremos provechosamente el diálogo fraterno que el Concilio deseaba y que, se ha realizado efectivamente, dando no pocos frutos especialmente durante las últimas décadas».

El Papa ha saludado después a los pertenecientes a otras tradiciones religiosas, en primer lugar a los musulmanes «que adoran al Dios, único viviente y misericordioso, y lo invocan en la oración» . Y dirigiéndose a todos los presentes ha exclamado: «Realmente aprecio vuestra presencia: veo en ella una nueva voluntad de crecer en la estima mutua y en la cooperación para el bien común de la humanidad».

«La Iglesia católica es consciente de la importancia que tiene la promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas. Quiero repetirlo : promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas (....) También es consciente de la responsabilidad que todos tenemos con nuestro mundo, con la creación entera que debemos amar y custodiar. Y podemos hacer mucho por el bien de los que son más pobres, de los más débiles, de los que sufren, para promover la justicia, para promover la reconciliación, para construir la paz. Pero, por encima de todo, debemos mantener viva en el mundo la sed de absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión de la persona humana unidimensional según la cual el hombre se reduce a lo que produce y lo que consume: se trata de una de las trampas más peligrosas de nuestro tiempo».

«Sabemos –ha concluido– cuanta violencia ha desencadenado en la historia reciente el intento de eliminar a Dios y a lo divino del horizonte de la humanidad y advertimos el valor de dar testimonio en nuestras sociedades de la apertura originaria a la transcendencia que está grabada en el corazón del ser humano. En esto, sentimos cerca de nosotros también a todos aquellos hombres y mujeres que, sin reconocerse en tradición religiosa alguna, se sienten, sin embargo, en búsqueda de la verdad, de la bondad y de la belleza; esta verdad, bondad y belleza de Dios, y que son nuestros aliados inapreciables en el compromiso para defender la dignidad del ser humano, en la construcción de una convivencia pacífica entre los pueblos y en la custodia amorosa de la creación».