Funeral masoncete por el coronavirus:
no está a punto de llegar la Gran Tribulación, estamos ya
HISPANIDAD
20/7/2020
No se pierdan genialidad de Juan Manuel de Prada
sobre el funeral masoncete del pasado jueves 16.
Una genialidad, el artículo del genial Juan Manuel de Prada en ABC, dentro de su serie “Cartas del sobrino a su diablo (XXVII)” sobre el funeral civil, o sea masónico y satánico, a las victimas del coronavirus. Por favor, no dejen de leer esta maravilla:
Y la ceremonia del Felipe VI, el hechizado, sólo significa una cosa: que no está a punto de llegar la Gran Tribulación: estamos en ella. En Hispanidad fuimos los primeros en hablar de ceremonia masónica pero, por la urgencia de la crónica, nos dejamos muchos detalles en la gatera que ahora otros, con más acierto, sacan a la luz.
Por de pronto, apunten dos ideas: la precitada, que no deja de ser la más importante: la Gran Tribulación no está a punto de llegar: ya ha llegado y vivimos de lleno en ella. No es que el satanismo crezca, es que vivimos entre demonios (hala, progres, ya podéis rasgaros las vestiduras).
Dos que el poder de la masonería y de su derivada, el satanismo, todo ello bajo el paraguas del Nuevo Orden Mundial (NOM), se ha enseñoreado de la España del Felipe VI.
Por eso me llama la atención que tantos compañeros de profesión periodística, en otros aspectos muy despiertos, no caigan en la cuenta de lo que está ocurriendo. Y esto, aunque sólo sea porque la masonería siempre se ha exhibido -y le gusta mucho la exhibición- como la imagen cursi de Satán. Puede que muchos no perciban lo que hay detrás de la ceremonia burlesca del pasado jueves 16, que tantos aplausos provocó en las logias masónicas españolas. Pero hasta el corto de luces, es decir, el que no esté absolutamente monitorizado por lo políticamente correcto, caería en la cuenta de que aquel aquelarre, más bien tenida, independientemente de su espíritu masoncete, eran ante todo, una horterada de grueso calibre, una cursilada que abochorna, no al católico, sino a todo español con un mínimo de señorío, de sentido común y de hasta elegancia en el vestir.
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