Cristianismo y aristotelismo en Tomás de Aquino
La obra de Sto. Tomás de Aquino es el resultado de la síntesis de la filosofía aristotélica con la tradición filosófica y teológica del cristianismo y, en cuanto tal, representa el momento cumbre de la Escolástica cristiana. Surgida en un entorno polémico, suscitado por el desarrollo del averroismo latino, se irá, no obstante, imponiendo paulatinamente, hasta ser aceptada por las altas jerarquías de la Iglesia.
La muerte del pensamiento
Alberto de Unzurrunzaga
(febrero 26, 2013)
Es un hecho que la reforma educativa del ministro José Ignacio Wert no ha dejado indiferente a nadie. Nacionalistas y socialistas han criticado muy duramente algunas de las medidas que esta reforma presenta, como la “privatización” de la educación o la obligación (constitucional) de que los niños tengan acceso al aprendizaje del castellano en sus colegios.
Aparte de estos sectores más ruidosos, existe un grupo de personas tradicionalmente más silenciosas a la hora de juzgar los cambios políticos y sociales que han mostrado también su oposición a la reforma educativa. Este grupo son los pensadores y filósofos españoles, que se oponen a la eliminación de la filosofía como asignatura troncal del Bachillerato, quedando esta relegada a la posición de materia optativa.
Personalmente he de decir que estoy profundamente en contra de esta medida, pues la filosofía es imprescindible para que la juventud conozca el origen de sus ideas, los argumentos que hay detrás de ellas y la lógica que encierran. Es pues la filosofía una asignatura imprescindible para el desarrollo no solo del conocimiento de los estudiantes, sino también de su espíritu crítico y su respeto hacia las ideas contrarias al comprender que, aunque estas ideas no les gusten, hay una lógica detrás de ellas.
Arguyen los defensores de esta medida que la filosofía es una ciencia muerta, caduca e inservible a la hora de buscar empleo.
En cuanto al primer argumento he de decir que, aunque Aristóteles y Kant (por ejemplo) estén muertos, sus ideas permanecen aún vivas en nuestra cultura y nuestra conciencia. Fue Aristóteles quien afirmó que una sociedad alcanzaría la estabilidad con una clase media próspera y mayoritaria, algo que todos compartimos actualmente. Por su parte, fue Kant quien estableció la máxima moral de “nunca uses a un ser racional como medio para alcanzar tus fines, sino como un fin en si mismo”. El biólogo de Harvard Marc Hauser en su libro La mente moral: cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal demostró que la gran mayoría de las personas se basan en esta premisa a la hora de tomar decisiones con carga moral. Por tanto podemos ver que la filosofía no está muerta y que sigue influyendo en nuestras vidas.
En cuanto al segundo argumento, no voy a detenerme en datos estadísticos sobre el porcentaje de estudiantes de filosofía que encuentran trabajo, pues tradicionalmente han sido los filósofos personas que viven exclusivamente de la docencia y de la escritura. Prefiero centrarme en el preocupante hecho de que algunas personas consideren el colegio como un mero productor de trabajadores ¿qué lo diferenciaría entonces de los centro de producción de las máquinas de las fábricas?. Reducir la educación humana a términos meramente económicos supone una deshumanización de la persona.
Las escuelas deben, junto con las familias, dar una educación plena a los jóvenes, fomentar su interés intelectual y su espíritu crítico e inconformista y, ciertamente, darle las herramientas necesarias para su futuro empleo. No reduzcamos estos objetivos a uno solo.
Me gustaría finalizar mi entrada subrayando la necesidad de que la filosofía perdure en las escuelas como asignatura troncal. Cierto es que la forma enseñar filosofía, basado solo en la memorización de conceptos, ha de reformarse, siendo mi punto de vista el que defiende aquella frase de Kant que dice “lo importante no es aprender filosofía sino aprender a filosofar”; pero eso es otro debate que no trataré aquí.