El padre Ignacio María Doñoro siempre ha sido un sacerdote que lo ha apostado todo por Dios entregándose al más débil.
Se jugó la vida defendiendo y consolando a las víctimas del terrorismo de ETA, estuvo destinado en varias misiones internacionales hasta que se sintió llamado a dejar su amada patria para rescatar a niños abusados, explotados y pobres de la selva, lo que estuvo a punto de costarle la vida.
Ahora con su
Hogar Nazaret ha salvado a cientos de niños y cuya obra sigue creciendo mientras este sacerdote vasco lo fía todo a Dios. Con su labor en el Amazonas peruano, el padre Doñoro tiene una visión privilegiada de una parte importante de la actualidad eclesial ante el debate sobre el celibato y la posible ordenación de hombres casados. Así en esta entrevista con Religión en Libertad habla de su misión, de su amado Hogar para niños y de las necesidades reales de los católicos en esta zona del mundo abandonada en tantas ocasiones:
- Padre, usted ha estado como sacerdote al lado de las víctimas de ETA, con las víctimas de conflictos internacionales y ahora con los niños pobres, explotados o abusados en Perú. ¿De dónde surge y proviene esta entrega por los últimos y más dañados?
-Surge del mismo Jesús. Él es mi referencia. Lo que busco es identificarme con Él, porque Él y yo somos uno. ¿Qué hizo el Señor? Curó a los enfermos, perdonó a la mujer adúltera, pidió a Mateo que le siguiera, comió con Zaqueo… Eran los últimos. ¿Y qué dijo Jesús? "Lo que hicisteis con estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis", y también: "Porque tuve hambre y me disteis de comer…". Jesús escogió muy bien cada una de sus palabras y por eso no dijo: "Es como si de alguna manera, me lo hicierais a mí", o "lo agradeceré porque yo quiero mucho a los necesitados, los pobres". No. Me lo hicisteis a mí. Jesús es muy claro.
Resulta imposible no creer en Dios cuando lo tienes delante de ti, en el desvalido, en el que está machacado, en el último de la tierra. Es imposible no ver a Dios crucificado ahí, imposible no ver al Señor en los más pobres de los pobres.
Los pobres, los más dañados, los últimos, son como un octavo sacramento. Si el Concilio Vaticano II dice que los sacramentos son signos visibles y eficaces de la gracia, los pobres son un signo visible y eficaz porque, a través de ellos, Dios actúa y nos transforma con su gracia. Hay una presencia muy fuerte de Dios en los más pobres. Es como si Jesús se disfrazara, se pusiera una careta y llamara a la puerta: "A ver quién soy…". ¡Pero es que se disfraza muy mal! «Soy Fulanito», me dice. Y yo le contesto: "Tú eres Jesucristo. Tú eres mi Dios y te veo perfectamente. Te distingo con toda claridad".
Y si ese Jesús me dijera que viene a quedarse una semana en mi casa, no se me ocurriría meterlo debajo de la escalera. Pues con los pobres igual. Por eso, cuando alguna vez nos han dado ropa o comida que nadie quiere, siempre defiendo a los niños del
Hogar Nazaret: "No, perdona, mis niños no son un basurero, porque eso es insultarles. Eso es insultar a Dios y no lo voy a permitir". ¡Es que es Jesús y yo no puedo insultar así a Dios! Dios se merece lo mejor. Estos niños que han sufrido tanto, en justicia, se merecen lo mejor. En ellos realmente está Dios.
- ¿Podría describirnos la zona en la que sirve como misionero y está situado el Hogar Nazaret?
- Creo que no me siento misionero. Me chirría un poco esa palabra, que con frecuencia se asocia a dejar patria y familia e irse a otro lugar. Mi verdadera patria es el Cielo. Lo que sí siento es que estoy con los más pobres de los pobres. Y si esta realidad que yo estoy viviendo aquí estuviera en España, yo no dudaría en irme a España o a China, me da igual el país. Por muy español que me sienta, para mí estar en el Corazón de Dios es lo primero, y lo tercero y lo cuarto.
La situación de la Región de San Martín, en la selva, en la Amazonía peruana, donde está situado el
Hogar Nazaret, es muy complicada. Hay muchísimas enfermedades y las temperaturas son muy elevadas. Creo que el hombre no está preparado para vivir aquí. Ahora están haciendo carreteras en algunos sitios, pero la mayoría son pistas de tierra y hay muchos lugares a los que solo se puede acceder andando.
Se da la circunstancia de que conviven dos tipos de pobreza: junto a una pobreza material extrema, hay una pobreza moral muy grande. En muchos casos, ambas van unidas. Es difícil encontrar familias estructuradas y ahí es donde el
Hogar Nazaret marca la diferencia: los niños del Hogar Nazaret saben que son una familia, y una familia para siempre, que no ha nacido de la carne sino de la misma sangre de Cristo. Los lazos que nos unen son más fuertes que los humanos.
- ¿Cómo se evangeliza allí? ¿Hay alguna particularidad?
- En esta zona de la selva del Amazonas, Prelatura de Moyobamba, Región de San Martín, hay más de 2.270 comunidades dispersas y una población aproximadamente de 852.000 habitantes. La mayoría de los habitantes no son católicos. Viven privados de conocer el amor infinito de Jesucristo. Aquí se necesitan miles de catequesis, retiros y cursos de formación. Hace falta mucha formación doctrinal, espiritual, humana y familiar. Hay más de 1200 animadores (catequistas). Cada año se bautizan unos 3.000 adultos.
El "mirad cómo se aman" es el mejor gancho para evangelizar y para llegar al Corazón de Dios. No se trata de andar preocupados por caer bien a la gente, como nos pasa a todos a veces. No. Eso no es lo importante. Por eso, cuando predico le digo a la gente que yo no he venido aquí a hacer amigos, sino a que ellos se hagan amigos de Dios.
- Usted está en el Amazonas, y tras el reciente sínodo y el debate en torno al celibato y a la posible ordenación de hombres casados, ¿qué opinión tiene usted con la perspectiva además de estar en esta zona ejerciendo su ministerio?
- En mi opinión, la falta de vocaciones no se resuelve ordenando hombres casados, sino amando al Señor con toda el alma y dejándose amar por Él. De ahí es donde surgen las vocaciones porque es Dios el que elige y llama a sus sacerdotes.
El celibato es un regalo inmenso de Dios, una manera de amar y vivir en una comunión de corazones que crece de día en día. Es un diálogo de amor permanente, amor que es imposible encontrar en este mundo ni comparar con otros amores. Es un amor pleno, que llena la sed que el hombre tiene de Dios. Es estar desposado para siempre con Cristo, en este mundo y para toda la eternidad.
Vivir el celibato en la selva del Amazonas, en un clima extremo, donde las familias no disponen de ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas, es salir al encuentro del más necesitado, abriendo el corazón enamorado, mostrando al Señor y cantando su misericordia, agradecidos por su predilección.
El hermoso don del celibato llena y da sentido a la existencia. Don Rafael Escudero López Brea, Padre Sinodal en el Sínodo de la Amazonía, explica muy bien el tema del celibato y la ordenación de hombres casados, con las implicaciones que eso tendría: "Un desafío importante de la evangelización en la Amazonia es la carencia de sacerdotes que puedan atender las comunidades católicas. La solución que propone el Instrumentum Laboris es la de estudiar la posibilidad de ordenar varones ancianos casados, concediéndoles sólo la tarea de administrar los sacramentos, pero no dice nada de la tarea de enseñar y gobernar. En consecuencia, se hace una separación entre el munus sanctificandi, el munus regendi y el munus docendi. De esta manera se introduce una novedad en el plano eclesiológico, en la estructura jerárquica-sacramental que la Iglesia tiene por mandato divino. Se propone una nueva visión del Orden que no procede de la Revelación, sino de los usos culturales de los pueblos amazónicos que prevén, entre otros, “una autoridad por rotación” (IL 127), y se invita a reconsiderar la obligatoriedad del celibato. Los hombres ancianos casados ordenados supondrían una especie de sacerdocio de segunda categoría y se reduciría la identidad del sacerdote católico a una mera funcionalidad sacramental. El sacerdote, de ser pastor de la comunidad, fuente de consejo, maestro de vida cristiana, presencia cercana de Cristo, pasaría a ser un mero funcionario de Misa".
Nuestra gente, la gente del Amazonas, merece sacerdotes de "primera división", no funcionarios de sacramentos. La dureza del día a día en la selva del Amazonas necesita un amor que te lleva a dar a todo y no espera ser amado, un amor que nada quiere ni desea.
Es importante puntualizar algo: el celibato no afecta al sacramento del Orden. Perfectamente podría ser válida la ordenación sacerdotal de un casado, pero el celibato contiene una riqueza impresionante. No digo que sea más excelso que el matrimonio, sino diferente. Es un desposorio con el Señor. Yo no me puedo enamorar de otra persona, porque está Jesús ahí y Jesús lo quiere todo. Y yo se lo quiero dar todo. Y si en algún momento alguien se cruza en mi camino, lo aparto, porque no deseo tener otro amor. Desde mi absoluta libertad, y desde mi absoluta entrega de la voluntad, le dije a Jesús: "Señor, quiero ser totalmente tuyo y solamente para ti".
- Otro de los debates que se generó en torno al sínodo fue el de la “Pachamama”. ¿Qué nos puede decir sobre esta polémica desde su propia experiencia en esta zona?
-"Pachamama" (Madre Tierra) o "Mama Pacha" es una diosa totémica de los incas que representa a la Tierra. Se le brindaban presentes en las ceremonias agrícolas y ganaderas en el mundo andino. Llevo casi diez años en dos lugares de la Selva del Amazonas, en Región de Madre de Dios y en la Región de San Martín. La primera vez que vi la estatuilla de la Pachamama fue en las imágenes que nos llegaban del Sínodo de la Amazonía.
La idolatría es abominable. Los católicos de la Amazonía se han sentido muy ofendidos. Nada tiene que ver con la realidad. Tampoco he visto aquí otro tipo de ídolos. Solo puedo decir que lloré de pena al ver ídolos encima de los restos de San Pedro y San Pablo... Hay mucho que reparar.
- ¿Cómo va su Hogar Nazaret?
- Dios tiene prisa, demasiada prisa, en bajar a los niños de la cruz. El dolor de los niños crucificados es el suyo. En muy poco tiempo se han ido creando seis hogares diferentes que a la vez se complementan:
1. Hogar Nazaret del Corazón Inmaculado de María
-Está constituido por dos Hogares, uno para niños y otro para adolescentes varones, en el Barrio la Primavera, frente al canal de regantes, en el centro poblado menor Cristino García Carhuapoma. La construcción de esos dos hogares está totalmente terminada. Los niños y adolescentes del Hogar son varones en situación de extrema pobreza material o moral, elegidos entre las 2300 comunidades por los sacerdotes, religiosas y animadores de la Prelatura de Moyobamba, procedentes de caseríos muy alejados de la Región de San Martín.
Forma parte de la Federación Peruana de Fútbol, en convenio con la Fundación del Real Madrid, para 234 niños del centro poblado menor Cristino García Carhuapoma. Atiende todas las necesidades básicas de los niños que pertenecen a la Escuela de Fútbol Hogar Nazaret.
3. Hogar Nazaret Nuestra Señora del Rocío
Al igual que en el caso de los varones, hay dos Hogares, uno para niñas y otro para chicas adolescentes, en el Tercer Piso de Bellavista.
4. Hogar de niños por nacer
Para atender a las jóvenes embarazadas, en un pequeño consultorio médico en Jr Ayacucho, en la entrada de la ciudad de Bellavista, Carretera de San Pablo. Algunas de esas jóvenes, después de un tiempo, se quedan en el Hogar Nuestra Señora del Rocío; otras se quedan como voluntarias; a otras se les busca alojamiento en casas alquiladas. Cada caso es diferente.
Muchas de ellas llegan con ideas de suicidio. Algunas quieren "que se las trague la tierra", se plantean abortar, etc. Después de un tiempo, ese bebé que era una amenaza para su futuro se convierte en el gran regalo que Dios les da para ser felices. Esas jóvenes tienen a sus bebés y nosotros trabajamos a la vez con su familia. Cuando lo desean, cuando ya han sanado sus heridas, dejan el
Hogar Nazaret.
Precisamente estos días los sacerdotes, religiosas y animadores han estado buscando los casos más extremos de niños a los que se les ha robado su infancia. Esos niños se sumarán a los ochenta y cuatro que ya forman parte de esta familia sobrenatural. Eso implica muchísimo trabajo y, por supuesto, muchos problemas, pero es Dios quien los trae a su propia casa, con su Madre. Es su sueño, el sueño de Dios. Cada día tengo más la convicción de que no tengo nada que ver con esto. Dios va haciendo todo, hasta el último detalle.
El Padre Doñoro, cuando era capellán en misiones internacionales
Es muy duro estar aquí, eso no lo voy a negar. Los niños del Hogar Nazaret están crucificados con Cristo y estar con ellos es ver cómo la sangre de Cristo te está cayendo en la cara. A la vez, es la historia de la victoria del Reino de los Cielos, porque Él es quien tiene poder para sacarlos adelante, para salvarlos y sanar sus heridas.
- Viendo los proyectos en los que se embarca con estos niños, ¿no es usted un loco de la providencia?
- Quizá sí, no lo sé. Es posible que esté loco de amor. Hace poco me preguntaba un amigo sacerdote cómo podía aguantar estas historias tan duras y le dije que la única respuesta, muy sencilla, es que yo no soy un superhombre, pero tengo un secreto: el secreto de mi vida es que puedo traer todos los días a Jesús a la tierra, y además puedo comérmelo, y ya no soy yo, sino que es Cristo el que está viviendo en mí. Eso me da la fuerza y el coraje necesarios. Cada día, en la Santa Misa, es Cristo el que presenta al Padre su
Hogar Nazaret.
Si quieres ayudar al padre Doñoro y a su Hogar Nazaret puede hacerlo
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