Secreto de los Separatismos Catalán y Vasco
10/2/2020
Como he recordado en Nueva historia de España, toda sociedad se halla sometida a una tensión entre tendencias disgregadoras e integradoras, y la imposición de unas u otras determina su evolución histórica. Las fuerzas disgregadoras mayores que afronta la sociedad española son los separatismos, y por ello importa entender a qué responden, cosa a la que apenas han prestado atención historiadores y políticos, que los han juzgado muy superficialmente.
Los separatismos tuvieron cierta inspiración parcial como reacción católica al triunfo liberal en la última guerra carlista, pero se desarrollaron plenamente sobre la base de un ilusorio racismo acompañado de la leyenda negra. Lo explicaba el teórico Pompeu Gener: “Los catalanes, que somos indogermánicos, no podemos ser mandados por gentes que nos son inferiores”. El racismo vasco era en eso más radical: la vasca era una raza superior a cualquier otra de la Tierra, y no debía contaminarse con ellas. No podrán entenderse los separatismos sin ese racismo pueril, pero efectivo por su carga narcisista. En cuanto prescindieran de las pretensiones racistas y aceptaran que histórica y culturalmente vascos, catalanes y demás han sido y son españoles incluso con sus particularidades regionales; que es incomparablemente más lo que los une al conjunto que lo que les separa, y que con sus actitudes están insultando a sus ancestros, que no tenían ningún inconveniente en sentirse españoles, el separatismo se quedaría sin el menor apoyo real.
Desde la II Guerra Mundial invocar razas y racismos se ha vuelto políticamente muy indeseable, por lo que los separatistas han querido centrar la cuestión en la lengua. Ahora bien, la lengua más hablada en todas las regiones de España, la de mayor proyección cultural e internacional, con enorme diferencia, es el español común de origen castellano, al que han contribuido culturalmente todas las regiones. En comparación con él, las lenguas regionales resultan insignificantes y muy poco útiles. No quiere decirse que debieran desaparecer o ser prohibidas (contra lo que se dice, el franquismo no solo las respetó, sino que las promovió), solo que no debe admitirse la política de oponerlas al español, de convertirlas en instrumento de odios y falsificación de la historia y envenenamiento de las relaciones interregionales. Y al oponerse a los separatismos es necesario señalar sin tregua su estúpido racismo, su inconfesable razón de ser.
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