Laudate Deum: un llamado a la obediencia
Por Carmelo López-Arias
13/01/2024
Aunque Laudate Deum se dirigió “a todas las personas de buena voluntad”, el objetivo de Francisco fue mucho más concreto: “Me veo obligado a hacer estas previsiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica” (n. 14).
Se trataba de vencer, con una exhortación apostólica, la resistencia de cierto número de católicos a aceptar tres hipótesis: primera, que existe una “crisis climática”; segunda, que esa crisis climática es debida a la actuación del hombre; tercera, que su mitigación (pues la marcha atrás, declara el Papa, es imposible: “Algunas manifestaciones ya son irreversibles al menos por cientos de años”, n. 15) compensa las pesadas cargas que se le está imponiendo a los ciudadanos para conseguirla.
¿Por qué se consideró “obligado” el pontífice a esta intervención? Es evidente que su autoridad ministerial no alcanza a estas materias. Tampoco su competencia, pues ningún organismo de la Santa Sede dispone de capacidad para una investigación independiente sobre la cuestión. Por eso las 44 notas del documento, se reparten entre un 61% de autorreferencialidad (Laudato Si y Fratelli Tutti), un 27% de citas de instituciones internacionales, tres menciones a resoluciones de conferencias episcopales de los años 2019 a 2022 y un discurso de Pablo VI a las FAO, más una cita de los célebres diálogos del Anticristo del escritor ortodoxo Vladimir Soloviev.
Pese a la falta de autoridad ministerial o de competencia científica para comprometer a la Iglesia en sus afirmaciones, Francisco sentenciaba sin paliativos: “Ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n. 14).
Resulta sorprendente ese nivel de certeza respecto a una hipótesis científica apenas veinticuatro horas después de haber relativizado (en la respuesta a los dubias de cinco cardenales) la “declaración definitiva” de Juan Pablo II sobre la imposibilidad para las mujeres de recibir la ordenación sacerdotal, la cual (ésta sí) “puede ser objeto de estudio”.
Laudate Deum no sólo descalificaba a los católicos que cuestionaban y cuestionen las tres hipótesis citadas, sino a los propios expertos que lo hacen: “Sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia” (n. 13).
Lo que Laudaten Deum ofrecía (y ofrece) como “evidencia” es un recopilatorio del argumentario científico con el que somos bombardeados mañana, tarde y noche desde todas las instancias imaginables, y que ocupa la mitad del texto. A lo que se añaden opiniones y juicios de valor sobre el abordaje internacional del problema y sobre el modelo de desarrollo económico al que se atribuye el mal, ese “estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental” cuya supresión “tendría un impacto significativo a largo plazo” y “así, junto con las indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo” (n. 72).
“Indispensables decisiones políticas…”. Ahí está la clave. Porque el Papa no buscaba (ni busca) sólo “modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios” (n. 71). Al revés, “es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales, sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional” (n. 69).
Tal fue (y es) el objetivo de Laudate Deum. Si Francisco propuso bajo forma de documento magisterial un resumen del pensamiento dominante sobre la supuesta “crisis climática”, fue (y sigue siendo) con la intención de convencer a los fieles para que respaldaran las resoluciones que iban a adoptar las autoridades mundialistas en la 28ª Conferencia de las Partes (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) que tuvo lugar en Dubai a partir del 30 de noviembre de 2022: “Si hay un interés sincero en lograr que la COP28 sea histórica, que nos honre y ennoblezca como seres humanos, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos” (n. 59).
Como si los poderes globalistas no estuviesen siendo ya suficientemente vinculantes, obligatorios, controladores, drásticos e intensos, Laudate Deum les anima a serlo más. No porque necesiten un empujoncito, pues se bastan solos, sino porque el Papa ha decidido contribuir en la parte que le toca; conseguir que los católicos digan amén.
Para AFAN