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viernes, 31 de agosto de 2018

Análisis del SECESIONISMO: La base de la extraña benevolencia de las dos grandes fuerzas nacionales con los nacionalistas catalanes y vascos, radica en su debilidad conceptual y en su sumisión a las consignas del PODER Supranacional Masónico, cuyos objetivos son la destrucción de la Iglesia CATÓLICA y la cesión de la Soberanía Nacional



El separatismo: un análisis
9 agosto, 2018
La base de la extraña benevolencia 
de las dos grandes fuerzas nacionales 
con los nacionalistas catalanes y vascos 
radica en su debilidad conceptual
El separatismo, tanto en su versión catalana, hoy violenta y subversiva, como en la vasca, ahora en fase posibilista y pragmática tras haber conseguido gran parte de sus objetivos mediante el recurso sistemático al asesinato durante medio siglo, representa sin duda el principal problema político de la España de nuestros días porque se trata de una amenaza existencial. Hay terrenos en los que está en juego el crecimiento económico, la calidad de nuestros servicios públicos, la honradez de nuestros gobernantes o la solidez de nuestras instituciones, aspectos todos ellos de considerable relevancia para nuestra convivencia y prosperidad, pero el problema secesionista es de una raíz más honda, de un carácter definitivo, de una naturaleza esencial, dado que se trata de nuestro ser o no ser como Nación, es decir, como espacio de derechos y libertades que nos proporciona nuestra condición de ciudadanos y nos proyecta en el mundo. Si el alucinado propósito de Torra, Puigdemont, Junqueras y sus huestes de delincuentes y fanáticos tuviese éxito y Cataluña se desgajase de su matriz histórica, constitucional, cultural y sentimental, los españoles sufriríamos una mutilación civil y espiritual irreversible e incurable. Nuestro fracaso colectivo adquiriría dimensiones cataclísmicas y su mera imaginación provoca un vértigo abismal.
Ante la magnitud de esta catástrofe, resulta llamativa no ya la debilidad de la reacción de los dos primeros partidos, sino su colaboración en ocasiones pasiva y en otras activa, con el nacionalismo totalitario, racista y excluyente. Esta actitud, a la vez absurda y suicida, requiere una explicación porque sólo a partir de la comprensión de las motivaciones del PP y el PSOE para entregar el país cuya integridad y seguridad deberían preservar por encima de todo, a sus peores enemigos para que lo despedacen, podrán los votantes elegir las opciones más eficaces para impedir lo que un prestigioso catedrático de Derecho Constitucional ha calificado recientemente como “el desmoronamiento de España”.
La razón principal por la que populares y socialistas, lejos de cerrar filas frente al más virulento de los agentes patógenos que porfían por liquidar España como proyecto histórico reconocible, han intentado apaciguarlo con concesiones desde la Transición, lo han aceptado como aliado parlamentario y han debilitado sus propias siglas en Cataluña hasta llevarlas a la irrelevancia, no es, como tantas veces se ha repetido, la necesidad coyuntural de disponer de una mayoría en el Congreso. Esta es una consecuencia de una posición de fondo, no la explicación última. La base de la extraña benevolencia de las dos grandes fuerzas nacionales con los nacionalistas catalanes y vascos radica en su debilidad conceptual, en su carencia de convicciones y en su deficiente comprensión del fenómeno deletéreo al que se enfrentan. Cuando se crea la República Federal alemana tras la Segunda Guerra Mundial, ni a la CDU ni al SDP se les pasó por la cabeza elaborar una Constitución que reconociese, aunque fuese parcialmente, que la ideología nazi debería tener un lugar en el nuevo orden político democrático. La perversidad intrínseca de sus planteamientos fue tan generalmente aceptada que la ruptura con el pasado se quiso total. En cambio, en España, los complejos de los sectores afines a la dictadura y la confusa mezcla de la oposición al franquismo impidió separar con nitidez el grano de la paja. Así, una concepción de la sociedad apoyada en la aberrante idea de que la identidad étnica, cultural o lingüística es el valor supremo por encima de la libertad, la igualdad, la solidaridad o el imperio de la ley, fue admitida como parte legítima del sistema de 1978. Semejante monstruosidad moral, como es lógico, ha desembocado con el paso de los años en el extremismo totalitario, antidemocrático e inconstitucional que en la actualidad arrasa Cataluña y pone en peligro a España en su conjunto.
El único enfoque éticamente correcto y políticamente sensato de los defensores de la sociedad abierta ante los movimientos separatistas de corte identitario es el combate sin cuartel en el campo de las ideas, la aplicación implacable del marco legal vigente, su derrota en las urnas hasta privarles de toda capacidad de hacer daño y no darles ni agua bajo ninguna circunstancia. Como tanto el PP como el PSOE han hecho exactamente lo contrario durante cuatro décadas, el resultado está la vista. El hecho de que Pedro Sánchez persista todavía en este camino equivocado cuando los golpìstas dejan claro todos los días que piensan culminar su trabajo de demolición y no cejan en utilizar todos los recursos financieros e institucionales que el Estado pone a su disposición para destruir a ese mismo Estado, es inevitable que cunda el desánimo y los peores augurios parezcan cumplirse.
Tan sólo un partido parece haber entendido la verdadera malignidad del nacionalismo separatista y por eso se enfrenta a él sin contemplaciones y sin darle respiro. Si Ciudadanos** es en estos momentos la primera fuerza en Cataluña es precisamente por la contundencia de su oposición al separatismo supremacista y su denuncia constante de sus abusos. Ojalá cunda su ejemplo y el resto de grupos se sume a su meritorio esfuerzo. Si sigue manteniendo en solitario esta lucha heroica e imprescindible, es muy posible que el escenario catalán se extienda al resto de España. Demostrado ya que el PSOE es irrecuperable, Pablo Casado ha de entender la situación y tomar las correspondientes decisiones o no podrá detener el declive que experimenta el PP desde su Congreso de Valencia en 2008, cuando renunció a sus principios para caer en la tecnocracia aséptica y tediosa. Vivimos una etapa histórica decisiva y la esperanza de poder superarla, que por supuesto nunca debe perderse, es más y más tenue a medida que transcurre el tiempo.
**Rivera en BILDERBERG-2017
PODER Supranacional Masónico: pretende la destrucción de la Iglesia CATÓLICA y la cesión de Soberanía de las NACIONES, fundadoras de Europa, para conseguir el Gobierno Mundial.
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