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jueves, 10 de noviembre de 2022

NOM: La ingeniería social, una moderna BABEL. Por Guillermo Mas

La ingeniería social: una moderna Torre de Babel
5/6/2021

En este largo texto sobre la ingeniería social, 
solamente he queridos señalar a los culpables 
de que el ser humano esté próximo a su destrucción

INDICE
I. Destrucción de las bases cristianas de occidente
Bill Gates. George Soros. David Rockefeller,
Foro Económico Mundial de Davos, Evento 2030
P, Juan C. Sanahuja,.Michael Schooyans. Mons.Vigano

II. Una élite científico-tecnológica

III. Mayo del 68 contra el orden natural
Engels y Marx. Globalismo. Gran Reseteo

IV. La doctrina del “shock” y el Covid-19
Paz mundial y Filantropía. 
Millton Friedman. Thatcher y Bush
V. La hegemonía cultural 
Sartre y Gramsci, Freud y Kinsey

VI. La maldita corrección política
Moral relativista y Feminismo
Platón, Hegel y Marx, Knut Hamsun y Hitler
Heidegger, Carl Schmitt, Céline, Rousseau, Ibsen, 
Tolstoi, Hemingway, Brecht, Russell
Norman Mailer y Althusser
Margaret Sanger, Kate Millet, Shulamith Firestone 
Karl Popper y Paul Johnson

VII. La alianza contra Occidente
Rockefeller Center y Cristobal Colón
Altermundismo y Teología de la Liberación
Foro de Sao Paulo y FARC  de Colombia
Negritud e Integrismo musulmán

VIII. Del malthusianismo a la calentología
IX. La maldad según David Rockefeller
X. Una gran mentira
Hundimiento del Maine en La Habana
XI. Keynesianismo y Socialdemocracia
XII. Control de la natalidad mediante el aborto
XIII. Tratar a los hombres como a ganado
XIV. El apocalipsis climático
XV. Usted sobra, ¿no se ha dado cuenta?
XVI. La OMS, mafia de todas las mafias
XVII. Klaus Schwab, el director
XVIII. La lucha contra el reinado de Satán
XIX. Un mundo de amos y de esclavos
XX. Una esperanza en la noche
“Quédate con nosotros, Señor, porque anochece”

La ingeniería social
Una moderna Torre de Babel
Guillermo Mas

I. Destrucción de las bases cristianas de occidente

En mayo de 2009, Bill Gates y Warren Buffet convocaron una reunión a puerta cerrada en Nueva York con algunas de las personas más poderosas del mundo: George Soros, David Rockefeller, Oprha Winfrey o Ted Turner. ¿El tema principal? El “problema” de la superpoblación. Un año después, en el marco del Foro Económico Mundial de Davos de 2010, Bill Gates anunció, junto a su entonces mujer Melinda, la donación de 10.000 millones de dólares entregados a lo largo de los próximos años (hasta 2020), con motivo de una campaña de vacunación sin precedentes para el Tercer Mundo. 

La teoría de ambos es que gracias a “nuevas vacunas se podrá reducir la población mundial”. El nombre de esta estrategia y de otras similares del presente y del pasado se llama Ingeniería Social.

Según Juan Claudio Sanahuja:
“La reingeniería social es un intento por volver a construir la sociedad en base a valores anti-cristianos”. 

En palabras de Michael Schooyans: 
“Desde el punto de vista cristiano, el Nuevo Orden Mundial es el mayor peligro que amenaza a la Iglesia desde la crisis arriana del siglo IV”. 

Diagnóstico que ha defendido recientemente Carlo María Vigano:
“A diario sentimos multiplicarse los ataques de aquellos que quieren destruir la base misma de la sociedad: la familia natural, el respeto por la vida humana, el amor por el país, libertad de educación y negocio. Vemos a los líderes de naciones y líderes religiosos complacientes a este suicidio de la cultura Occidental y alma Cristiana, mientras los derechos fundamentales de los ciudadanos y creyentes son negados en el nombre de una emergencia de salud que se está revelando completamente más y más como instrumental al establecimiento de una tiranía inhumana sin rostro“.

Para concluir: 
“Un plan global llamado el Gran Reseteo está en marcha. Su arquitecto es una élite global que quiere dominar toda la humanidad, imponiendo medidas coercitivas con las cuales limitar drásticamente las libertades individuales a aquellos en poblaciones enteras. En varias naciones este plan ya ha sido aprobado y financiado; en otras está aún en una etapa inicial. Detrás de los líderes mundiales quienes son cómplices y ejecutores de este proyecto infernal, hay caracteres inescrupulosos que financian el Foro Económico Mundial y el Evento 2030, promoviendo su agenda”.

Se esté de acuerdo o no con todas las reflexiones anteriormente citadas, la evidencia de la existencia de una Ingeniería Social palpitante en el subsuelo de la historia es innegable, como trataremos de denunciar en los siguientes artículos de esta serie.

II. 

El 17 de enero de 1961 Eisenhower leyó su discurso de despedida, donde advertía lo siguiente: “Aun teniendo el respeto debido a la investigación y los descubrimientos científicos, también debemos estar alerta ante el peligro contrario e igualmente serio de que la política que ha de velar por el interés público se vuelva cautiva de una élite científico-tecnológica”

No estaba hablando de Un mundo feliz de Aldous Huxley, sino de nuestro mundo. Meses después, en abril de 1961, su sucesor en el cargo, JFK, pronunció el siguiente discurso que me permito citar in extenso:
“La misma palabra «secreto» es repugnante en una sociedad libre y abierta; y estamos como personas inherentes e históricamente opuestas a las sociedades secretas, a los juramentos secretos y a los procedimientos secretos.

“Hace mucho tiempo decidimos que los peligros de la ocultación excesiva e injustificada de los hechos pertinentes superaban con creces los peligros que se citan para justificarlo. Incluso hoy, tiene poco valor oponerse a la amenaza de una sociedad cerrada al imitar sus restricciones arbitrarias. Incluso hoy en día, tiene poco valor asegurar la supervivencia de nuestra nación si nuestras tradiciones no sobreviven con ella.

“Y existe un grave peligro de que quienes estén ansiosos por expandir su significado a los límites mismos de la censura y el encubrimiento oficial aprovechen la necesidad anunciada de una mayor seguridad. Que no pretendo permitir en la medida en que esté bajo mi control.

“Porque en todo el mundo nos oponemos a una conspiración monolítica y despiadada que se basa principalmente en medios encubiertos para expandir su esfera de influencia: infiltración en lugar de invasión, subversión en lugar de elecciones, intimidación en lugar de libre elección, guerrillas de noche en lugar de ejércitos de día. Es un sistema que ha reclutado vastos recursos humanos y materiales en la construcción de una máquina muy eficiente y altamente unida que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas.

“Sus preparaciones están ocultas, no publicadas. Sus errores son enterrados, no titulados. Sus disidentes son silenciados, no alabados. No se cuestiona ningún gasto, no se imprime ningún rumor, no se revela ningún secreto”

A los que nos llaman conspiranoicos, conspiracionistas o “teóricos de la conspiración” sólo cabe preguntarles “¿a qué conspiración se refiere usted?”. Sigan leyendo los artículos de esta serie para descubrir a qué nos referimos cuando afirmamos que la historia del mundo moderno es, en esencia, la historia de sus múltiples conspiraciones.

III. 

A nivel cultural, la génesis de la Ingeniería Social se encuentra en el “Mayo del 68” parisino. En líneas generales trasladaron la teoría de la lucha de clases y de superestructuras económicas al ámbito de lo sexual introduciendo en ello el estudio del subconsciente como determinante de la voluntad: el hombre como “ser deseante”. Al tiempo, determinaron que esa misma voluntad ingobernable a la par que incontestable lo determina todo, por encima del sexo biológico o del derecho natural. Con ello implantaron una auténtica “revolución antropológica” encuadrada en una “cultura de la muerte” cuyo fin es “la negación de la condición humana” en la que “el hombre sin atributos” musiliano puede auto-configurarse seleccionando sus propios complementos como si de un objeto más del mercado se tratara. 

Lo ha explicado muy bien Adriano Erriguel en su libro Pensar lo que más les duele (2019): “Mayo del 68 inauguró una época inédita: la transgresión como dogma y la nueva rebeldía como nueva ortodoxia. Una rebelocracia que exalta sus propias contradicciones, las comercializa y las fagocita. Mercado global, domesticación festivista y educación para el consumo: los signos definitorios de nuestra época. En ese sentido, mayo de 1968 fue una revolución para acabar con todas las revoluciones”.

La tragedia consiste en haber dejado atrás la lucha colectiva, de clases, que pugnaba por unas condiciones laborales y sociales mejores, a cambio de una lucha individual en la que cada uno debe escoger aquella superestructura que atente contra su psique y sus sentimientos (emotivismo). En otras palabras, pasaron de lo económico a lo cultural, razón por la que muchos representantes de la llamada “derecha alternativa” usan el término de “marxismo cultural” para referirse a ellos, aunque el propio Adriano Erriguel rechace dicha etiqueta. Añade Erriguel que tampoco es un pensamiento con signo político definido: “Conviene tenerlo claro: el legado ideológico de 1968, lejos de cualquier contenido subversivo es hoy transversal a la derecha y a la izquierda; por eso parece difícil que la izquierda pueda patrimonializarlo, o que pueda circunscribirlo a su particular acervo sentimental. 

El legado de 1968 es el sistema. Sus valores informan la totalidad del espacio público y delimitan los contornos del debate legítimo, de forma que todo lo que quede fuera de esos límites cae en el terreno maldito de la reacción, del populismo o de las fobias. Para entenderlo basta con observar la evolución de la derecha occidental durante las últimas décadas, caracterizada por una interiorización progresiva de los valores de 1968 como conquista irrenunciable del género humano”.

Como escribieron Engels y Marx, los autores del Manifiesto del Partido Comunista (1848), “Todo lo sólido se desvanece en el aire. Todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Lo que vino después fue una época que, en palabras de Nietzsche, se encuentra desorientada, desamparada y desasosegada: “¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿Nada olfateamos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia” (La gaya ciencia, 1882).

Las consecuencias de esa “transvaloración de todos los valores” las vio el sociólogo Zygmunt Bauman con una lucidez extrema: “En resumidas cuentas, la vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Las más acuciantes y persistentes preocupaciones que perturban esa vida son las que resultan del temor a que nos someten desprevenidos, a que no podamos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueven con gran rapidez, a que nos quedemos rezagados, a no percatarnos de las fechas de caducidad, a que tengamos que cargar con bienes que ya no nos resultan deseables, a que pasemos por alto cuándo es necesario que cambiemos de enfoque si no queremos sobrepasar un punto sin retorno”. Y la pregunta es, ¿lo hemos pasado ya? ¿Acaso nuestros enemigos hayan tomado el control de forma irrevocable? Intentaremos responder a esa cuestión y a otras similares en los próximos artículos de esta serie.

IV

Si el objetivo de la Ingeniería Social es cambiar la sociedad, podemos hablar de una “conspiración” por parte de aquellos que la impulsan tomando la tercera definición de la RAE —”Concurrir a un mismo fin”— o la primera si asumimos, con Juan Claudio Sanahuja que el motivo de ese cambio es destruir el cristianismo: “Unirse contra su superior o soberano”. Toda forma de vida espiritual sería dicho soberano. Y ese constituirse “a la contra de”, teniendo en cuenta lo que ha explicado Hans Blumenberg en su libro La legitimación de la Edad Moderna o Dalmacio Negro en su El mito del hombre nuevo, a saber, que toda la modernidad ha encontrado su legitimidad en construirse atentando contra los valores del mundo anterior o Edad Antigua; y que toda la filosofía moderna aboga por una reconstrucción de la condición humana. Esta última tesis también la ha defendido, aunque desde una perspectiva de aprobación, Harari en su éxito de ventas Sapiens: de animales a dioses.

Las élites justifican —léase: ocultan— sus conspiraciones con una supuesta labor de “filantropía” que gracias a eufemismos y buenas palabras —Hitler también habló de la “Paz Mundial” en varias ocasiones— parecen querer ayudar a los países subdesarrollados pero que, en realidad, pretenden lucrarse, limpiar su imagen e implantar sus estrategias de “Ingeniería Social” para alcanzar sus distintos fines. Usan las catástrofes (guerras, desastres climáticos, epidemias) como ocasiones ideales para implementar sus modelos sociales, tal y como explicó Naomi Klein en su libro La doctrina del Shock.

Así lo demuestra la Naomi Klein en su libro La doctrina del Shock, donde señala las conexiones entre la “Escuela monetarista de Chicago”, dirigida por Milton Friedman, y el régimen dictatorial de Augusto Pinochet en Chile, que arrebató a Allende de la presidencia mediante la fuerza. Implantar dichas medidas de libremercado y reducción de los servicios públicos habría sido imposible sin la ayuda de una represión terrible puesta en marcha junto a técnicas de “control mental”, extraídas de los “Manuales de tortura KUBARK”, en el marco de una crisis política enorme.

Dicho “capitalismo del desastre” necesitaría de “shocks” puntuales, de situaciones excepcionales, para imponer medidas que, en otras circunstancias, resultarían intolerables para la población. Y así ocurriría dicha implementación forzosa en numerosos casos posteriores como el Gobierno de Thatcher o la presidencia de George Bush. La doctrina del Shock, aparecido en 2007, no sólo anticipó la política de destrucción de las clases medias a nivel global durante la recesión económica de 2008, sino que es el mejor texto para entender lo que las élites pretenden lograr gracias a la pandemia del COVID-19: adelantar de forma extraordinaria la consecución de sus objetivos globalistas de Ingeniería Social. No hay más que acudir a lo dicho en el último “Foro económico de Davos” para descubrirlo. En palabras de la autora: “Esta forma fundamentalista del capitalismo siempre ha necesitado de catástrofes para avanzar”. ¿Qué catástrofes? “Algún tipo de trauma colectivo adicional, que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democrático”. En definitiva, “El miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto hacia delante”. Y en eso estamos. Sigan leyendo esta serie de artículos para descubrir la magnitud y la profundidad de dicho proyecto.

V.

Sigamos con el papel de los intelectuales como generadores de un “caldo de cultivo” intelectual que, indirectamente, sirve de “lobotomía” generalizada en la población a través de los medios de comunicación, la llamada “cultura” —conocido como Arte en una época pre-industrial— y la infiltración de apologetas y convencidos en posiciones estratégicas de la sociedad; y de forma directa es utilizado para alimentar los proyectos de las élites plutocráticas de empresarios con vocación mesiánica y voluntad de “salvar” el mundo.

Intelectuales como Sartre actualizaron la lucha de clases al terreno racial. Él es autor del prólogo a un panfleto terrorista y racista anti-blancos llamado Los condenados de la Tierra, escrito por Franz Fanon, donde el filósofo francés decía: “No hace mucho tiempo, la tierra estaba poblada por dos mil millones de habitantes, es decir, quinientos millones de hombres y mil quinientos millones de indígenas. Los primeros disponían del Verbo, los otros lo tomaban prestado”. Lejos de ser algo casual, estos “intelectuales” —en el sentido peyorativo que Paul Johnson le dio al término en el libro homónimo— seguían un plan perfectamente fijado como apologetas de un “pensamiento contra-hegemónico” tal y como Antonio Gramsci lo fijó en sus Cuadernos de la cárcel. Se trata, en definitiva, de una lucha por alcanzar una nueva hegemonía cultural favorable a ese sujeto político popular que es el proletariado: “Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es dirigente sino sólo dominante, detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de la ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían”. Se trataba de una paulatina infiltración en puestos de influencia como las universidades, los medios de comunicación, las posiciones de poder dentro del sistema, los cargos dentro del sistema judicial, etcétera, para ganar por la propaganda lo que no podían ganar por las urnas.

En el caso de la “ideología de género”, esa religión postmoderna de sustitución, todos sus autores fundacionales en su primera etapa dedicada al “estudio” de la sexualidad resultaron ser una caterva de trastornados, degenerados y mentirosos compulsivos dignos de psiquiátrico. Veamos tres ejemplos brevemente:

El caso de Wilhelm Reich es el de alguien con unos trastornos sexuales muy tempranos mezclados con un “Edipo” de libro. Discípulo directo de Freud, pasó rápidamente del socialismo al marxismo, militando en ambos partidos. Ser autor de la obra Psicología de las masas del fascismo le valió la expulsión del “Partido Comunista Alemán”, gracias a lo cual viajó a los Estados Unidos. Allí se dedicó a buscar OVNIs con un “cazador de nubes” (hay imágenes) auto-fabricado; a “pasar consulta” a pacientes desnudas a las que tocaba mientras hablaban; y a descubrir el “orgon”, gracias al cual estableció las bases de la “orgonomía” o ciencia del orgasmo, que podía ejercer con sus “acumuladores de orgón” o “cajas sexuales” donde introducía a sus pacientes (femeninos) durante los experimentos. Acuñó el término “revolución sexual”, que en los 60 haría fortuna. Murió en prisión con 60 años;

Alfred Kinsey fue un entomólogo que en 1948 publicó el primer informe conocido sobre la “orientación sexual” donde analizaba a la sociedad estadounidense. En dicho informe se revelaban prácticas sexuales escandalosas y degeneradas, que eran tenidas como minoritarias, en cantidades sorprendentemente altas. Por supuesto, el informe estaba amañado y la mayoría de entrevistados por Kinsey resultaron ser presidiarios y trastornados. Aún así, todavía hoy en día muchos creen en la veracidad del informe y lo citan para defender el libertinaje, cuando no cosas peores. Lejos de quedar contento con eso, Kinsey fundó la comuna “Oneida”, una auténtica secta sexual que duró hasta 1979 y llegó a tener más de 300 miembros. Además de dedicarse a las orgías y al nudismo como norma general, en las actividades de dicha comuna llegaron a registrarse casos de pederastia y abusos sexuales, con intervenciones policiales de por medio. De hecho, el fundador de la comuna, John H. Noyes, fue acusado de violación y se dio a la fuga como un cobarde;

Pero si hay un teórico con buen prestigio intelectual hoy entre los profesores universitarios, ese es Georges Bataille. Muchas de sus obras son reeditadas continuamente y legiones de alumnos universitarios le dedican encantados sus tesis doctorales. Toda su obra se constituyó en torno al estudio práctico del tabú, la represión y el deseo en su vertiente más delirante. Para él, el erotismo es “una aprobación de la vida hasta en la muerte”. Frases resonantes para enmascarar ideas terribles. Calificado como “sórdido fecalómano” por el periodista Bernard-Henri Lévy, para él no había obra más sublime en arte que la mutilación en la oreja autoinfligida por Van Gogh. Ya pueden imaginar el resultado de juntar ambas ideas, como al parecer hacía el propio Bataille en las orgías donde participaba y donde tuvo que intervenir la policía en más de una ocasión. Según Bataille, “la prohibición que cae sobre el incesto y el horror de la sangre menstrual son el fundamento de todos nuestros comportamientos”. Sobre teorías antropológicas de este calado está fundamentada la ideología de género.

Estos son los autores que se quiere imponer hoy desde ciertos púlpitos universitarios en el lugar de los clásicos del humanismo cuyas estatuas, al parecer, merecen ser retiradas de los lugares públicos, como la de Marcelino Menéndez Pelayo en la Biblioteca Nacional de España, como reza un artículo del ABC de 2006: “La directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regàs, ha decidido cambiar de lugar la estatua que, desde 1912, preside el vestíbulo de esta institución, dedicada a uno de los grandes intelectuales españoles vinculados con la Biblioteca: Marcelino Menéndez Pelayo”. Cualquier día nos encontramos en su lugar una estatua de George Bataille.

VI

Antes de pasar a ver hasta qué punto las conspiraciones de las élites destinadas a implantar medidas de “Ingeniería Social” han configurado el mundo contemporáneo en su historia más reciente, vamos a seguir viendo la deriva ideológica de algunos de los “intelectuales”que han alimentado intelectualmente dichos proyectos.

En el ámbito de la literatura contemporánea, el estudio de autores como Arthur Koestler nos descubre el fundamento teórico que hay detrás del “arte del buen morir” o eutanasia, recientemente implantada en España y que se nos presenta como lo más actual cuando en realidad esa lucha ética ya tuvo lugar décadas atrás, y casi ningún país se dedicó a implantarla. Por su parte, la obra de Knut Hamsun, de Pan a La trilogía del vagabundo, nos descubre la conexión entre eugenesia, superioridad racial y, sobre todo, ecologismo, en relación con el conjunto de ideas heredado y canalizado por el partido Nacionalsocialista Alemán de Hitler, quien tampoco inventó nada nuevo —encontramos en políticos de décadas anteriores un programa similar al de los nazis— aunque sí que supo atraer personalidades geniales como la de Heidegger, la de Carl Schmitt o la de Céline, uno de los grandes novelistas de su siglo reconvertido en panfletista anti-semita.

En 1960 el novelista y marxista declarado Norman Mailer apuñaló brutalmente a su mujer, que sobrevivió de milagro. Dos décadas después, el filósofo estructuralista Althusser que revolucionó con su trabajo el estudio textual de la obra de Marx, estranguló a su esposa y posteriormente vivió con ello en libertad, como narra en su libro El porvenir es largo. Y Picasso, el comunista millonario, mantuvo un romance a sus 32 años con Marie-Thérèse Walter de 15 años. Como relata la nieta del pintor: “Sometía a las mujeres a su sexualidad animal, las domesticaba, las embrujaba, se las comía y las aplastaba sobre el lienzo. Tras pasar muchas noches extrayéndoles su esencia, una vez que estaban exangües, se deshacía de ellas”. También Foucault, a la sazón drogadicto, sadomasoquista y alcohólico, enfermo de SIDA y amante de “jóvenes efebos” se adelantó a su tiempo con su curioso trayecto ideológico: de la moral relativista de esos totalitarismos blandos a los que denominamos “populismos” a la genuflexión incondicional ante totalitarismos religiosos tan duros como es el islam de Jomeini.

Décadas después, otros muchos autores han tratado de argumentar filosóficamente su odio al género humano. En fechas recientes han destacado intentos como el de Thomas Ligotti que en su libro La conspiración contra la especie humana propone el fin consensuado de la reproducción. Estas nuevas ideologías son una consecuencia del existencialismo, cuyo pilar es el hastío por una vida absurda que merece ser despreciada: el odio a la vida de un relativismo extremo. En palabras del gran G.K. Chesterton: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural“.

El feminismo ha sido una ideología plagada de personajes delirantes: Margaret Sanger, pionera del feminismo, vivió toda su vida dilapidando la fortuna de su marido en proyectos por la emancipación de la mujer. Pero es un caso menor en comparación con el paso por el Hospital Psiquiátrico de personajes tan relevantes como Kate Millet —”El amor es el opio de las mujeres, como la religión el de las masas”— o Shulamith Firestone —quien acuñara el término “servidumbre biológica” en su libro La dialéctica del sexo—. No en vano la locura fue uno de sus temas fetiche. Y muchas de sus conclusiones se basan en mentiras, como las conclusiones manipuladas por Margaret Mead a partir del estudio de la cultura samoana.

En su libro La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper escribía: “Nuestra educación tanto intelectual como ética se halla corrompida, La ha corrompido la admiración del brillo, de la forma en que se expresan las cosas, que pasa así a reemplazar su apreciación crítica (y no solo en la esfera de lo que se dice, sino también en la de lo que se hace). La pervierte la idea romántica del esplendor del Escenario de la Historia sobre el cual interpretamos nuestro papel. Se nos educa para actuar con el pensamiento puesto en los espectadores“. Estudiando las semblanzas de los “grandes intelectuales” de la modernidad comprobamos que rara vez hacen lo que dicen y que casi todo lo que dicen está más pensado para el “Escenario de la Historia” que para su aplicación práctica. Para Popper, la génesis de los totalitarismos se encontraba esencialmente en tres pensadores: Platón, Hegel y Marx; culpables de algunos “vicios” intelectuales todavía vigentes como el historicismo o el irracionalismo subjetivista. De la misma forma, Hugo Ball se remontaba en Crítica de la inteligencia alemana a Lutero y a Kant para explicar un nacionalismo alemán que, más tarde, alumbraría el nacionalsocialismo hitleriano.

El periodista reconvertido en historiador Paul Johnson explica bien en su extraordinario libro Intelectuales la razón del auge de estos personajes y sus discursos irracionales, acríticos y supuestamente “ilustrados”: “Con el declive del poder eclesiástico durante el siglo XVIII apareció un nuevo tipo de mentor que vino a ocupar el vacío y atraer la atención de la sociedad. El intelectual laico podía ser deísta, escéptico o ateo, pero estaba tan dispuesto a aconsejar a la humanidad sobre el modo en que debería dirigir sus asuntos como cualquier pontífice o pastor. Desde muy pronto, demostró una especial devoción por los intereses de la humanidad y un deber evangélico para que esta avanzara según sus enseñanzas, si bien para la consecución de sus objetivos autoimpuestos se dotó de una aproximación mucho más radical que la de sus predecesores religiosos. No se sentía vinculado a ningún corpus establecido por religión alguna revelada. La sabiduría colectiva del pasado, el legado de la tradición o los códigos preceptivos de la experiencia ancestral podían respetarse mediante una cuidadosa selección o podían descartarse por entero acudiendo al sentido común. Por primera vez en la historia de la humanidad, y paulatinamente con mayor confianza y audacia, el ser humano se atrevió a afirmar que únicamente con sus capacidades individuales podía diagnosticar los males de la sociedad y ponerles remedio. Y más aún, que podía concebir fórmulas mediante las cuales transformar no solo la estructura social sino los hábitos fundamentales del resto de seres humanos. En oposición a sus predecesores eclesiásticos, dejaron de ser siervos e intérpretes de los dioses para convertirse en sustitutos de estos. Su héroe era Prometeo, quien robó el fuego celeste para entregárselo a los hombres“. El dogma al que serían fieles los intelectuales en el futuro sería la “corrección política”.

Los nombres que estudia P. Johnson en su libro resultan bastante elocuentes: Rousseau, Marx, Ibsen, Tolstoi, Hemingway, Brecht, Russell, Sartre, etcétera. A los que, décadas más tarde, el pensador más importante del conservadurismo moderno, el también inglés Roger Scruton, añadiría a Gramsci, Foucault, Hobsbawn, Lacan, Deleuze, Habermas, Said, Zizek o Chomsky. Quizá nadie como el gran Tom Wolfe ha sabido sintetizar la dudosa moralidad de lo “políticamente correcto” y de sus apologetas al afirmar “La llamada corrección política es marxismo desinfectado. Mire esos intelectuales, los supuestamente más cultivados, sometidos a la corrección política, a ese marxismo rococó, porque piensan que no queda bien oponerse a él”. Y sin embargo, la “corrección política ”, la maldita corrección política, es la “hegemonía cultural” —en el sentido gramsciano— de nuestros días.

VII

Contábamos hace tan solo unos días en Rambla Libre que se colocaba una escultura gigante de siete metros en homenaje a la “cultura africana”, situada en la plaza “Rockefeller Center” de Nueva York. Tan solo unos meses atrás, sin tener que marcharnos de los Estados Unidos, las imágenes eran bien diferentes: el derribo de estatuas dedicadas a personajes históricos fundamentales de nuestra civilización, como Cristóbal Colón. Dicho ataque constituía no sólo una mácula en la memoria de un personaje esencial para la Historia de la Humanidad, sino que lo constituía para toda la Hispanidad. Sin estar conectados de forma directa, ambos acontecimientos forman parte de un mismo odio anti-occidental en forma de alianza que busca reemplazar los valores tradicionales de Occidente por versiones edulcoradas y manipuladas al gusto de los nuevos tiempos de otras culturas. Nada nuevo, por otro lado, cómo vamos a ver a continuación.

A pesar de tener unos orígenes totalmente racistas, los proyectos de Ingeniería Social pasaron a apoyar al postcolonialismo sin apenas inmutarse. Con el libro Los condenados de la Tierra del psiquiatra Frantz Fanon como libro fundante, la crítica histórica y metafísica del pasado es fundamental en estas teorías culturales. A través de una deconstrucción del llamado “discurso tradicional”, se hacía una descomposición del discurso histórico y filosófico de Occidente: se le acusaba siempre de estar constituido por hombres blancos, heterosexuales, cristianos, de clase media-alta. Una historia escrita, en definitiva y como ya dijera Walter Benjamin, por los vencedores; una filosofía “no inclusiva” con las perspectivas femeninas o de otras etnias. El llamado «sujeto subalterno» (según Spivak), ya fuera colonizado, ya fuera mujer, no tenía voz dentro de esos discursos y por eso es necesario, decían, generar un discurso alternativo basándose en el materialismo dialéctico marxiano. Porque, como escribió Karl Marx —en referencia a los obreros del lumpen-proletariado pero aplicado posteriormente a los llamados subalternos en sus distintas variantes—: “No pueden representarse, tienen que ser representados”. El postcolonialismo nació en las universidades norteamericanas más prestigiosas. Con su financiación, con su prestigio, con sus medios y con su potente voz de transmisión, brotó y se difundió.

Otros teóricos del poscolonialismo son Aimé Césaire, Achille Mbembe, u Homi Bhabha, que consideran la rabia como elemento constitutivo primigenio del hombre y hablan de un “superhombre negro” superior al “hombre blanco” que debe practicar la violencia sin paliativos para “emanciparse” de su colonizador. Este movimiento tiene como referentes a terroristas como el Ché Guevara o a líderes políticos con pasado terrorista como lo fue Nelson Mandela. Ángela Davis unió la reivindicación de la “negritud” con la emancipación de la mujer; su compañero del grupo terrorista “Panteras Negras” Malcolm X supuso un pionero en la apertura de dicho movimiento al islam, vía por la que seguiría más adelante Alí Shariatí, que derivó el postcolonialismo dentro del integrismo musulmán. Por otro lado, el “altermundismo” también se da la mano con la “teología de la liberación” en Hispanoamérica, fomentando el rechazo de los fundamentos de la cultura occidental con autores como Leonardo Boff, cuyas máximas hacen pensar en un retorno al jardín de infancia y en una ausencia lacerante de rigor intelectual: “la historia podría ser un carro alegre, lleno de un pueblo contento”. Son movimientos deudores, en lo político, del peronismo y que apoyan a gobiernos populistas de totalitarismo “líquido” (y no tanto) como el de Hugo Chávez en Venezuela. Estas figuras de “redentores” han sido bien estudiadas por Juan José Sebreli en Argentina o Enrique Krauze en México.

Por su parte, el “Foro de Sao Paulo”, versión pobrista del “Foro de Davos” y celebrado de 1989 en adelante, supone una escisión de la Unión Soviética después de su hundimiento que ha hallado su lugar dentro de la política altermundista. Su versión terrorista ha sido con grupos armados como las FARC en Colombia, íntimamente ligada al narcotráfico, dando lugar a un fenómeno cada vez más fuerte: el “narcoterrorismo” o incluso el “narcocapitalismo de Estado”. La unión del altermundismo con el islam se da en ídolos de la autodenominada “negritud”, como lo fue Malcolm X, pero también en el paso, tras la caída del Muro de Berlín, de intelectuales comunistas al islam como ejemplifica el caso del escritor francés Roger Garaudy o del político egipcio Adil Husayn. Ya lo dijo Hanafi Muzaffar: “El pueblo musulmán se unirá al comunismo”. Y viceversa porque, como se ha encargado de explicar Gustavo de Arístegui, ambas ideologías se valen del victimismo para imponer su revanchismo: “Si dejamos a un lado la teología observaremos, sin dificultad que los dos movimientos pretenden lo mismo: una sociedad dogmática en la que sólo se tolere su visión de la realidad y ninguna otra”.

En Contra Occidente, Gustavo de Arístegui analizó con penetrante lucidez las bases del postcolonialismo: “La desconfianza ante los anteriores colonizadores así como la evidente diferencia de peso económico y poderío militar sirvieron de base para que algunos hablaran de independencia aparente, neocolonialismo y ambiciones neoimperialistas de las potencias económicas más importantes del mundo. Sobre esta base se construye la teoría del antiimperialismo, el odio a la antigua potencia colonizadora, la sospecha hacia otros Estados poderosos y ricos, que culmina en la cúspide de esta pirámide de fobias en la desconfianza, temor y odio a los Estados Unidos de América”. Añadiendo: “El populismo y la alianza en su conjunto precisan del yanqui agresivo y expansionista, de su supuesto imperialismo, para montar el blindaje interno de sus regímenes o para instaurarlos. El imperialismo yanqui y el neocolonialismo europeo, sea financiero o tecnológico, es otro de los grandes combustibles, de las grandes excusas que emplea con pertinaz eficacia la alianza para enfervorizar a sus bases y aglutinar a sus adeptos en contra del enemigo exterior”.

Por su parte, Horacio Vázquez Rial en su extraordinario libro La izquierda reaccionaria desmontó el “multiculturalismo” minuciosamente, afirmando finalmente: “El multiculturalismo es, así, racismo marginalziador, políticamente correcto en sus enunciados y, en consecuencia, profundamente reaccionario en su práctica”. La hipocresía del postcolonialismo se demuestra cuando magnifica ciertos acontecimientos históricos del pasado pero empequeñece otros del presente por resultar “políticamente incorrectos”. Como escribe Hermann Tertsch en Días de ira: “La estrategia es hábil y ya probada. Combina el mensaje tradicional comunista con los nuevos movimientos contra la globalización, contra el calentamiento, contra el libre comercio, del feminismo, del ecologismo, del animalismo, del indigenismo y altermundismo, del islamismo y el antisemitismo. Y por supuesto del terrorismo“.

Así ocurre con los robos, amenazas y asesinatos de granjeros blancos en Sudáfrica, país marcado por el racismo desde hace décadas con el terrible apartheid que, ahora, parece ocurrir a la inversa, en una escala mucho menor pero igualmente cruenta. Algunos de estos granjeros son encontrados violados, estrangulados con su propia ropa, mutilados, torturados y ejecutados sin piedad. Y en otras latitudes del continente africano son asesinados una media de 13 cristianos diarios desde hace varios años. Por no mencionar las matanzas puntuales, masacres de hasta 400 muertos, en países como Nigeria. Estos asesinatos son en gran medida provocados por grupos yihadistas, sin embargo los medios de comunicación occidentales, que son los enemigos internos de Occidente, siguen hablando de “islamofobia” y no de “cristianofobia”. De la misma forma, los medios de manipulación y los neo-inquisidores ponen su foco en cada protesta del movimiento “Las vidas negras importan” (Black Lives Matter) pero no hablan de las decenas de miles de templos cristianos que China ha destruido en los últimos años o de la persecución que sufren los cristianos en países como Pakistán, Turquía, Níger, Irán o Camerún, entre otros.

Esta digresión que considerábamos necesaria no debe distraernos del tema principal de estos artículos: la Ingeniería Social. Sigan leyendo los capítulos de esta serie, y retengan estas palabras de David Rockefeller, al que pronto dedicaremos un número monográfico: “Se nos ha acusado a mi familia y a mí de actuar en contra de los intereses nacionales de EEUU y defender por el contrario un gobierno que derive de una cábala secreta de financieros y de intelectuales y que vaya hacia un Nuevo Mundo, hacia un Nuevo Orden Mundial. Si esa es la acusación, me declaro culpable y estoy orgulloso de ello”.

VIII.

La “calentología” es la mayor religión “new age” no reconocida de nuestro tiempo. Se basa en una fe irracional: aquella que cree que por culpa de la sobrepoblación mundial y de la emisión de gases contaminantes en conjunción con la explotación de materias primas del planeta, nos acercamos a la destrucción definitiva de la Tierra. No hay que confundir a quien denuncia la “calentología” con quien niega el cambio climático; evidentemente, la Tierra ha pasado épocas de “cambio climático” a lo largo de su historia desde su origen y de forma constante, como las glaciaciones. Lo que se cuestiona es la tesis de que el ser humano es directamente culpable del cambio del clima y, sobre todo, que ese cambio podría ser revertido si se redujera la población mundial de forma drástica.

El origen de esta teología política se halla en el ecofascismo nazi que amaba la naturaleza retomando el paganismo y su posterior expansión a través de las falsas conclusiones aparecidas en diversos informes de, por ejemplo, “El club de Roma” desde el muy significativo año 1968 en adelante. Para evitar este “apocalipsis climático” que siempre resulta inminente, varios organismos mundiales, numerosos plutócratas autodenominados como filántropos y distintas organizaciones secretas que quieren extender sus presupuestos teóricos por medio de la ingeniería social, han decidido imponer de forma despótica y anti-democrática, impulsados con una campaña mediática sin límites, una manipulación de la visión de la realidad sin precedentes y una inversión económica muy difícil de combatir, sus fines. Es decir, que ayudados por la “excusa” de la “calentología”, un pequeño grupo de personas ha conseguido destruir Occidente y cambiar con ello la propia concepción antropológica y moral del ser humano. Para ello ha sido necesario, y lo será mucho más a partir de ahora, tratar de acabar con el poder de los Estados nacionales, tratar de favorecer el individualismo narcisista en lugar de la conciencia popular de comunidad, tratar de doblegar la libre voluntad de los ciudadanos y tratar de erradicar el plano trascendente de la vida espiritual interior de cada hombre.

Se trata de una revolución sin precedentes y sin la apariencia usual de revolución que, en unas pocas décadas, ha logrado demoler siglos de historia de un plumazo. Sin embargo, para combatir la “calentología”, que impera incluso en el Vaticano (no hay más que ver al Papa Francisco rezando a la Pachamama), es necesario entender sus orígenes: porque la “calentología” solo es una actualización del malthusianismo aplicado al cambio climático.

Parafraseando el título de un libro de Richard M. Weaver, “las ideas tienen consecuencias”. Si hay una idea, una teoría filosófica, que aliente y fomente la Ingeniería Social, esa es la noción de “control de la población” desarrollada a partir de las teorías del clérigo anglicano Thomas Malthus, cuyo pensamiento sobre el “principio de la población” sólo es posible en una forma de entender la religión derivada de la reforma luterana. No podría haber existido un Thomas Malthus o un malthusianismo dentro del catolicismo. Por tanto, para entender sus ideas, resultaba necesario cancelar al adversario teológico, razón por la cual era fundamental ganar la batalla de las ideas y de la propaganda, o guerra cultural, como han demostrado Elvira Roca Barea o Alberto G. Ibáñez, entre otros, en su estudio de la Leyenda Negra.

Veamos cuales son las ideas de Malthus: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para producir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura debe, de una forma u otra, visitar a la raza humana. Los vicios de la humanidad son ministros activos y capaces de la despoblación. Son los precursores del gran ejército de destrucción y, a menudo, terminan ellos mismos la terrible obra. Pero si fracasan en esta guerra de exterminio, las estaciones enfermizas, las epidemias, las pestilencias y las plagas avanzan en una tremenda serie y barren a miles y decenas de miles. Si el éxito sigue siendo incompleto, una gigantesca hambruna inevitable acecha en la retaguardia, y con un poderoso golpe nivela a la población con la comida del mundo”.

Estas ideas del siglo XVIII darán lugar a una ideología con tintes de religión política que todavía se mantiene en nuestros días, quizás con mayor capacidad económica a favor de sus intereses que nunca. En palabras del propio Malthus: “Un hombre que nace en un mundo que ya ha sido apropiado, si no puede obtener alimentos de sus padres, a los cuales puede justamente demandarlos, y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a la menor porción de alimento y, en realidad, no debe estar donde está. En el gran banquete de la Naturaleza, no hay cubierto vacante para él, Ella le ordena que se vaya”.

La aplicación práctica del malthusianismo se llamó “eugenesia” y fue definida por Francis Galton como “la ciencia que trata sobre todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza, y también con aquellas que las desarrollan hasta la mayor ventaja”; y como un “deber primordial” para Leonard Darwin, hijo del naturalista Charles Darwin, otro de los grandes promotores del término. Thomas Henry Huxley, amigo de Darwin y, como él, heredero de las teorías malthusianas sobre la población, las teorías de Spencer sobre la competición y las teorías económicas de Adam Smith, fue un temprano partidario de la eugenesia. Como todos los seguidores de Darwin, creía en el determinismo genético, un concepto heredado de la predestinación calvinista y enfrentado al determinismo ambiental lamarckiano (al que se adscribiría, por ejemplo, Carl Gustav Jung); digamos que la “lucha por la vida” casa bien con las leyes del libre-mercado liberal y la “mano invisible”, un concepto muy similar al de “selección natural”. Todos ellos defendían una moral espartana de “la supervivencia del más apto”; en otras palabras, la muerte del débil o “no tan apto”. No debemos olvidar la orientación intelectual y la fe a la que pertenecían todos estos sacerdotes; tampoco debemos olvidar que los nazis pegaban carteles con el rostro de Lutero en ellos…

En 1939 el nieto de Thomas Henry, el biólogo y primer director de la UNESCO Julien Huxley, publicó su breve opúsculo El problema racial en Europa, donde desmarcó la eugenesia de términos como el de raza, que criticaba duramente. En su lugar, proponía “una perfección genética” que influyó decisivamente sobre organismos como la WWF o la propia UNESCO, y supuso un antecedente decisivo sobre lo que más tarde sería llamado “transhumanismo” o mejora genética del ser humano. El futuro de la humanidad, una vez destruido el fundamento filosófico del humanismo, pasa por la propia destrucción biológica del ser humano para alumbrar un mundo nuevo con un “hombre nuevo”. La tecnología ya ha iniciado ese camino sin retorno de la historia, aunque sus resultados todavía no han trascendido a la luz pública. De la misma forma, esos descubrimientos tecnológicos no llegarán a toda la población, sino únicamente a la élite minoritaria que pueda financiar esas implementaciones genéticas en sus descendientes privilegiados. Pero esa es otra historia: la de nuestro porvenir dentro de varias décadas. Seguiremos en los próximos artículos de esta serie.

IX

El Premio Nobel de la Paz, rector de la “Universidad de Columbia”, presidente de la “Fundación Carnegie” y miembro del “Partido Republicano” Nicholas Murray Butler, hizo la siguiente clasificación décadas atrás: “El mundo se divide en tres categorías de personas: un número muy reducido que hace que los acontecimientos se produzcan; un grupo algo más importante que vigila su realización, y finalmente una amplia mayoría que no sabe jamás lo que realmente ha sucedido”. Dentro de ese “número reducido” destaca, por antigüedad y por obstinación en sus proyectos, un apellido: Rockefeller.

Como casi todos los apellidos relevantes de la historia de Norteamérica —Bush, Marshall, Ford, Dodge, Cheney,Goodyear, Bundy, Roosevelt, Bush, Kerry, Heinz, Kellogg, Taft, —, los Rockefeller se han formado en la organización universitaria “Huesos y calaveras” (Skull and Bones) y son afines a otras sociedades secretas encargadas de dirigir los destinos de los EEUU (“Club de los Bohemios” o Bohemian Grove) y del mundo en su conjunto (“Foro Económico de Davos”); pero, a diferencia de todas las demás familias, los Rockefeller tienen su propia logia masónica, como apuntó Manuel Guerra.

No hay que olvidar que David Rockefeller es, además, fundador de la “Comisión Trilateral”, que Bruno Cardeñosa define de la siguiente manera: “En alianza con el Club Bilderberg, la Comisión Trilateral también juega un papel vital en el Nuevo Orden Mundial de utilizar la riqueza, concentrarla en las manos de unos pocos, para ejercer el control de mundo. Los miembros de la Trilateral intercambian sus puntos de vista y todos apuntan hacia la indiscutible dominación mundial. Fundada en 1973 y con sede en Washington, sus poderosos miembros de Estados Unidos, la Unión Europea y el Asia Oriental buscan el objetivo fundacional de crear un “Nuevo Orden Económico Internacional”, ahora simplemente un “Nuevo Orden Mundial” dirigido por las elites globales“.

El politólogo Hugo Lili nos da algunas claves más sobre esta organización: “Durante la campaña electoral de 1980, Ronald Reagan atacó verbalmente a Jimmy Carter diciendo que había diecinueve trilateralistas en su gobierno incluyendo al propio Carter, y prometió que si ganaba las elecciones investigaría a fondo la trama oculta de la Comisión Trilateral. Pero cuando llegó a la presidencia, irónicamente, incluyó en su gabinete a diez miembros de esa organización incluyendo, entre ellos, a su propio vicepresidente, GeorgeH. Bush. Más ilustrativo aún resulta el hecho de que todos los presidentes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial hayan sido miembros activos de la Comisión, además de algunos primeros ministros europeos, directores de ONG y fundaciones, y dueños de muchas corporaciones multinacionales“. También da el nombre de algunos de sus integrantes, además del propio fundador David Rockefeller: “Antonio Borges (ex Gerente y Asesor Internacional de Goldman Sachs), Patricia Botin (Presidente del Banco Santander), Henry Kissinger, Robin Buchanan (ex presidente de la London Bussiness School), Luc Coene (ex gobernador del Banco Nacional de Bélgica), Oscar Fanjul (ex Presidente de Repsol-YPF), Haruhiko Yoshida (Presidente de Fuji-Xerox), Carl Bildt (ex ministro sueco de Relaciones Exteriores), Giovanni Agnelli (ex Presidente de FIAT), Jean Bergougno (ex Gerente General de Electricitè du France), Toyoo Gyohten (ex Presidente del Banco de Tokyo), James Burke (ex CEO de Johnson & Johnson), Robert McNamara (ex Secretario de Defensa de EEUU), Toshi Kitamura (ex Consejero Senior de Hitachi), Philip Caldwell (ex Presidente de Ford Motor Company), Andrew Knight (ex Editor Jefe del periódico británico The Daily Telegraph), Mario Monti (ex Primer Ministro de Italia y senador vitalicio), Bill Clinton (ex-presidente de los Estados Unidos de América), William Winegard (ex Ministro de Ciencia y Tecnología de Canadá), George Soros (financista y mega-especulador internacional), Gianfelice Rocca (CEO del Grupo Techint) y Paul Volcker (ex Director de la Reserva Federal de EEUU), entre otros“.

Obviando la trayectoria de la saga de los John Rockefeller (I, II y III), a la que nos referiremos en otro punto de esta serie, el nombre que destaca por derecho propio es el de David Rockefeller. Miembro de la “Sociedad Fabiana” —fundadora del “Partido Laborista” de Inglaterra—, miembro del “Consejo de Relaciones Exteriores” —cuyo fin es la creación de un “Gobierno Único Mundial”— y hermano menor de John D. III Rockefeller —principal encargado del control de la población en Japón tras la IIGM—, David Rockefeller es sin embargo conocido por dos razones: conectar la masonería de forma directa con el satanismo y por propulsar “El Club Bilderberg” en calidad de Secretario General.
Como dice un artículo de Pablo Ferrer escrito para la publicación Hispanidad tras la muerte del magnate: “muy cerca de la sede central de la logia Rockefeller -sí, tenía su propia logia masónica, que viste mucho y está al alcance de muy pocos-, esto es, en el Rockefeller Center, en Nueva York, hizo colocar una estatua de Lucifer. Más aún, a pocos metros de ahí, Rockefeller construyó el rascacielos ‘666 Quinta Avenida‘”.
Para conocer el poder de “El club Bilderberg”, baste citar un ejemplo ofrecido por Manuel Guerra: “Bill Clinton, Tony Blair, George Robertson, Romano Prodi y Loyola de Palacios fueron invitados por vez primera en 1991, 1993, 1998, 1999 Y 2005 respectivamente. Diez o doce meses más tarde fueron elegidos presidente de Estados Unidos, presidente del Partido Laborista y, en las siguientes elecciones (1997), primer ministro, secretario general de la OTAN, presidente de la Comisión Europea, miembro del European Advisory Council (consejo asesor europeo) de Rothschild, el banco privado más influyente de Europa, y su hermana Ana Palacio va a ocupar el puesto de vicepresidente del Banco Mundial”.

En cuanto al poder del propio David Rockefeller, dice Manuel Guerra: “que posee el control de los tres bancos más importantes de Estados Unidos (el Chase Manhattan Bank, el Bank of America y el First National City Bank de New York, más un sinnúmero de empresas y de otros bancos «menores»”. Recordemos que su familia había fundado la petrolera “Standard Oil” o la empresa financiera “JP Morgan”, entre otros. Sin embargo, buena parte de la fortuna familiar se dedicó a labores de “filantropía”, es decir, de “Ingeniería Social”, así como en numerosos herederos.

David Rockefeller siguió la tradición de su familia promoviendo la Ingeniería Social y persiguiendo la construcción de monopolios empresariales en distintos puntos estratégicos, gracias a los cuales sería posible cimentar una fortuna con la que costear la construcción de “un Gobierno Único Mundial” con el que alumbrar “un Nuevo Orden Mundial Planetario”. En palabras de Pablo Ferrer: “El objetivo de los satánicos del siglo XXI -de Rockefeller y compañía- no es otro que el de instaurar un Gobierno mundial bajo la guía de una religión igualmente mundial. Rockefeller ya lo planteó así en septiembre de 1994, durante una cena en la ONU con embajadores de todo el mundo, donde afirmó que estamos al borde de una transformación global, todo lo que necesitamos es la correcta gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial. Esclarecedor. Y todo lo anterior, bañado por una filantropía sin precedentes. Porque Rockefeller era muy generoso y donó miles de millones de dólares para fomentar la felicidad en el mundo mundial mediante el aborto, la eutanasia, la ideología de género, etc”.

Es difícil encontrar un personaje que haya trabajado más y mejor (aunque mejor, para él sea peor para el resto) por la creación de organismos supranacionales que vengan a suprimir la soberanía popular manifestada a través del poder de los distintos Estados-nacionales. La maldad de David Rockefeller consiste en haber conspirado de forma incesante y secreta para crear una red mundial para el control y la planificación del destino de la humanidad sin haber sometido una sola de sus decisiones al sufragio universal o a la opinión pública. Se trata de un nuevo “Despotismo Ilustrado” armado con un poder financiero, mediático y tecnológico sin precedentes. Pocas veces la humanidad se ha enfrentado a un peligro mayor.

Recordemos las palabras con las que Rockefeller apuntala su libro autobiográfico: “Se nos ha acusado a mi familia y a mí de actuar en contra de los intereses nacionales de EEUU y defender por el contrario un gobierno que derive de una cábala secreta de financieros y de intelectuales y que vaya hacia un nuevo mundo, hacia un nuevo orden mundial. Si esa es la acusación, me considero culpable y estoy orgulloso de ello“, tal y como la recoge César Vidal en su libro Un mundo que cambia. Y no olvidemos que el mayor admirador y mejor emulador de David Rockefeller ha sido y es William Gates III, nieto del eugenista William H. Gates I e hijo del abortista William H. Gates II, más conocido como Bill Gates. Pero esa historia la contaremos en otro punto de esta serie.

X

El 25 de enero de 1898 el acorazado Maine del Gobierno norteamericano estalló. Sin entrar en la cuestión de si esa explosión fue consecuencia de una mina, un escape de gas, un accidente o un ataque intencionado del propio Gobierno norteamericano contra sí mismo, lo cierto es que ese acontecimiento sirvió de excusa para entrar en guerra con España a propósito de Cuba. Y sirvió para algo más: para poner de relieve el inmenso poder de William Randolph Hearst, magnate de la prensa que, mucho antes de Goebbels, puso en marcha el mecanismo de lo que hoy llamamos “fake news” a gran escala y de forma planificada, lanzando sus rotativas a modo de misil propagandístico geo-político contra su enemigo —algo similar ocurrió con la prensa europea en los años previos y durante la IGM—, y manipulando a la población para introducirla en dicho conflicto bélico haciéndoles creer la mentira con el mero poder de influencia de los medios de comunicación. Desde esa fecha hasta nuestros días la mayoría de la población mundial ha vivido sin excepción creyendo en mentiras. En una sola gran mentira, en realidad.

La mentira, hoy, se llama, en palabras de César Vidal, “calentología”. Sus principios básicos, cimentados en obras audiovisuales como el documental El apocalipsis de “Greenpeace” o en el libro Una verdad incómoda de Al Gore, consisten en anunciar un “calentamiento global” —más tarde rebautizado como “cambio climático”— provocado por el hombre cuya consecuencia inminente es la destrucción de la vida humana por el propio daño al Planeta Tierra que el hombre habría propiciado. Esta religión política moderna ha llegado al Vaticano —Bergoglio: “no sé si el coronavirus podría ser una venganza de la naturaleza, pero sí creo que es una respuesta natural al cambio climático”—, a organismos internacionales —véase el discurso de Greta Thunberg, la niña financiada por lobbys energéticos como el de Ingmar Renzhong, en la ONU— y a políticas reales de los Gobiernos —el “Green New Deal” o “Nuevo Acuerdo Verde” propuesto por la congresista Alexandria Ocasio-Cortez al grito histérico de “¡Se están muriendo!”—.

Pero más allá del fondo de la cuestión acerca de sí el impacto del hombre en el clima es tan significativo como para cambiarlo, los pronósticos de Apocalipsis son puro “malthusianismo” actualizado. Lo interesante en este caso es, sin embargo, esa necesidad de aplicar “soluciones globales”. Es decir, cambios impuestos políticamente desde “arriba” en organismos no democráticos completamente alejados de la población que los sufrirá; Ingeniería Social en su más pura esencia. No lo olvidemos: el peor enemigo del globalismo es el pueblo, y por eso es necesario imponer medidas coercitivas con el fin de extirpar al pueblo todo rastro del pasado en su identidad común, cualquier atisbo de tradición, para “resetear” su estilo de vida mediante un nuevo adanismo de muy peligrosas consecuencias y similar al de los grandes totalitarismos del siglo XX. “No tendrás nada y serás feliz“, reza la Agenda 2030. Solo una lobotomía generalizada en forma de gran mentira es capaz de hacer ese futuro de horror posible mientras mantiene a todo el mundo convencido de que nunca nadie ha vivido mejor.

Los cambios han de ser resueltos de forma local, porque los problemas solo existen de forma local. Este cambio de perspectiva radical que dice pretender universalizar la experiencia de la vida en el planeta, parte de la falsa premisa de que algo así es posible en la realidad. Pero esa falsa premisa no es un error sino una mentira bien calculada para engañar a la mayoría mientras una minoría se enriquece, como Al Gore, quien gracias al “calentamiento global” ha visto su fortuna —esa con la que pudo financiar su fallida candidatura a la Presidencia de los EEUU— multiplicarse por 50. Estos magnates que dicen querer mejorar el mundo están duplicando su fortuna mientras que al resto de la población mundial le prometen una ansiada “igualdad” que, sí, están alcanzando, pero a la baja, es decir, empobreciendo al grueso de los habitantes de la tierra mientras ellos se enriquecen.

Amigo íntimo de dos masones reconocidos como David Rockefeller y Henry Kissinger, Zbigniew Brzeziński, autor de un texto fundamental del globalismo llamado La era tecnológica: entre dos épocas, escribió en un artículo de 1970 lo siguiente: “Se hace necesaria una visión nueva y más audaz, la creación de una comunidad de países desarrollados que puedan tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad”. Un Estado Universal, en definitiva. De nuevo la misma consigna: que los problemas han de tratarse globalmente, cuando la realidad histórica ha demostrado la eficiencia de tratar los problemas localmente. Pero vender esta mentira como algo real es la mejor forma de robarle la soberanía a los pueblos de la tierra sin que ninguno de sus integrantes levante la voz en contra. Era necesaria una gran mentira, una peligrosa amenaza común, un Apocalipsis que sólo pueda ser combatido en grupo: la “calentología”. Y el pasado muestra cuán cerca están de alcanzar su victoria.

Como ejemplo de hasta qué punto la masonería puede manejar “los hilos” del poder, voy a introducir la cita de un libro del historiador Ivan Mužić que Manuel Guerra incluye en su libro La trama masónica: “Durante la segunda guerra mundial algunos masones croatas, que habrían emigrado, actuaron de acuerdo con los masones serbios para la creación de un Estado yugoslavo único y para la formación de una nación yugoslava unificada, según el modelo de la unificación italiana. En este proyecto contaron con el apoyo eficaz de los vencedores, especialmente de Francia y de Inglaterra. Los masones croatas en el nuevo Estado no sirvieron al Gobierno de Belgrado, en el cual algunos fueron ministros. En cuanto miembros de la masonería yugoslava trabajaron, de hecho, según las directrices de París (masonería francesa) antes de la Primera Guerra Mundial, de las de Londres (masonería inglesa) antes de la Segunda. Entre las dos guerras hubo un grupo reducido de masones croatas independentistas, pero sin flujo alguno efectivo en los poderes del Estado. En el nuevo Estado, donde los croatas eran mayoritariamente católicos, la masonería y su anticatolicismo agresivo imposibilitaron la creación de una nación yugoslava unificada”. Para después añadir el propio Manuel Guerra: “Croacia y los demás componentes de Yugoslavia obtendrán la independencia y autonomía cuando la masonería francesa e inglesa lo decidan. Invito a algún periodista y estudioso, expertos en los Balcanes, a investigar si ha sido así. Tengo la impresión, por no decir certeza, de la intervención de masones ingleses, franceses y de alguno español en el desenlace de esta enmarañada cuestión y realidad”.

José Miguel Gambra considera que “el liberalismo es la raíz del mal“. Sin embargo, Félix Rodrigo Mora escribe en su libro Investigación sobre la II República española, 1931-1963 que “antes del liberalismo constitucionalista operó la Ilustración, que es el origen del capitalismo moderno propiamente dicho“. Para añadir más adelante que “el politicismo y el economicismo son las dos ideologías de la modernidad“, inseparables ambas del liberalismo, podríamos añadir. En una cita que señalaremos in extenso, apunta lo siguiente:

“Todo el siglo XIX es una contienda civil con algunas pausas pero sin paz duradera. Sea con una ideología tradicional o progresista (las ideologías, teorías o doctrinas son la espuma de los acontecimientos, por eso su significación real es escasa, salvo en lo que es su función auténtica, aturdid, paralizar, perturbar y cegar, al consistir en fes manipulativas fabricadas en las alturas para ser consumidas por la plebe) las gentes modestas se revuelven contra el progresismo, el liberalismo y el constitucionalismo; el ascenso del capitalismo en la ciudad y sobre todo en el campo; la aculturación y trituración de unos saberes autoconstruidos, experienciales y propios; la aniquilación ya completa en la intención de la autonomía del municipio; la privatización del comunal; la tala de la mayor parte de los bosques; la marginación de los sistemas de autogobierno de naturaleza asamblearia, locales y comarcales; los procedimientos de trabajo libre, asociado con mutua ayuda; la trituración del derecho consuetudinario de elaboración popular; la introducción del individualismo posesivo; la conversión de la vida social en la lucha de todos contra todos con exclusión de la hermandad, el obrar desinteresado y la sociabilidad; la aniquilación de la vida estetizada con sublimidad y belleza; la imposición de la inmoralidad, la pérdida de los valores y la incivilidad; la prevalencia expoliadora de la ciudad sobre el campo; el incremento en flecha de las cargas tributarias pagadas en su casi totalidad por las gentes de la ruralidad; la introducción del patriarcado y la imposición desde el Estado de la represión del erotismo popular; la liquidación de las formas de autogobierno que recogían la voluntad de ser por sí de los pueblos con lengua y cultura propias; la generalización autoritaria del idioma castellano contra las otras lenguas peninsulares; la imposición de la escuela primaria estatal destinada a extinguir la cultura popular de autoelaboración, causa agente de que las gentes modestas se avergonzasen de sí mismas y se entregasen al poder constituido dañadas por el autoodio”

Según ha afirmado el historiador español Alberto Bárcena, la masonería ha estado detrás de las grandes revoluciones de la historia contemporánea de forma directa. Este criterio es aplicable al interior y al exterior de España. En el caso de la II República, resulta evidente como queda recogido en el excelente libro La pérdida de España. De la Segunda República a nuestros días, de lectura imprescindible para los enemigos del globalismo: “El proceso de ingeniería social anticristiana aplicado a la sociedad española durante los años de la II República es comparable a los ya vistos durante el siglo XIX, particularmente siempre que la masonería pudo desplegar su programa desde un poder consolidado que le permitía regular las materias fundamentales, educación y familia sobre todo, o bien ocupar la calle, creando la sensación de rechazo social generalizado contra la Iglesia; sus creencias, personas e instituciones. Derribado el Trono, era ya el momento de acabar con el Altar; el ideal masónico de siempre, conseguido durante la Revolución Francesa“. Para ello, los masones contaban con “la colaboración inapreciable de sus socios marxistas“.

Félix Rodrigo Mora cuenta como tanto en la Dictadura de Primo de Rivera como en la II República, se inició una campaña de “propaganda” y de “adoctrinamiento“. Además, “fueron proyectadas y realizadas grandes transformaciones estructurales y complejas actuaciones de ingeniería social“. Añadiendo: “…una ruptura cultural cualitativa, eliminando toda referencia objetiva, reflexiva y emocional al mismo tiempo, al pasado, a la cultura, a la historia, al arte. El pasado casi en bloque es demonizado como clerical y feudal, siendo la consecuencia crear una sociedad sin raíces, sin memoria, sin recuerdos, dedicada únicamente a producir y a consumir, por tanto hiper-capitalista”.

Juan Robles apunta a que un caso análogo fue el de Rusia. Si en España Azaña, Maura o Casares-Quiroga, entre muchos otros, eran masones, en Rusia lo eran Kerenski, Trotsky o el propio Lenin. Escribe Robles: “A comienzos del siglo XX, masonería y bolchevismo tuvieron objetivos comunes. Por ejemplo, acabar con los grandes imperios, como el zarista o el alemán del kaiser Guillermo II, o ir contra el cristianismo“. También la destrucción del Imperio Austrohúngaro, uno de los pilares de Occidente y del cristianismo, habría sido otro caso de destrucción similar al de Yugoslavia décadas más tarde: una necesidad para conseguir los objetivos de la masonería. Así se destruyó el “mundo de ayer” de Stefan Zweig, cuya caída retrató mejor que nadie un católico conservador, en la línea de Dostoievski, llamado Joseph Roth en su genial novela La marcha Radetzky.

Caso análogo fue el del “coronel” Edward Mandell House, llamado el “presidente en la sombra” de Woodrow Wilson, autor del libro de política-ficción Philip Dru: Administrador, masón de alto grado, marxista convencido, y responsable de dos hechos históricos de una relevancia fundamental en el futuro de Europa tras la IGM: los 14 puntos de Wilson y el “Tratado de Versalles”. Antes, Mandell House, banquero de oficio, había sido determinante en la entrada de Trotsky en Rusia con un pasaporte norteamericano y la posterior victoria de los bolcheviques en la “guerra civil” rusa. Y, después, sería responsable, junto al también masón Louis Bourgeois, de crear la “Sociedad de las Naciones” en 1919, organismo que anuncia lo que será la ONU. Si la IIGM fue solo la consecuencia del “Tratado de Versalles”, diseñado por Mandell House, y los 14 puntos de Wilson en realidad ideados por el mismo personaje cimentaron el futuro de Occidente, se puede afirmar que el “Nuevo Orden Mundial” no es una especulación, ni siquiera una aspiración, sino un hecho consumado de nuestro pasado.

El proyecto de construcción de una “Paneuropa” unida por encima de cualquier estado o nación, fue financiada por Louis de Rothschild y por los hermanos Paul y Max Warburg, banqueros ligados a la propia familia Rothschild, a la empresa “JP Morgan” de los Rockefeller y a la “Reserva Federal” de los Estados Unidos. Este proyecto tuvo dos fundadores principales: Otto de Habsburgo y, sobre todo, el aristócrata masón de origen austriaco y nacido en Japón Richard Coudenhove-Kalergi. Su proyecto es el de unificar Europa bajo unos “Estados Unidos de Europa” de configuración federal. Un proyecto que requiere prescindir de las soberanías nacionales, responsables de los conflictos europeos según Kalergi. Tras la IIGM, este proyecto se pudo llevar adelante con la colaboración de Winston Churchill, presidente de honor del Congreso de la Haya de 1948, donde se estableció la “hoja de ruta” que condujo a la constitución del Parlamento Europeo. Kalergi también fue el encargado de escoger el “Oda de la alegría” de Schiller en versión musical de Beethoven como himno; así como de seleccionar los elementos de la bandera de la UE.

En otras palabras, que la Unión Europea ha sido y es un proyecto masónico que esconde un “Estado Profundo” cuyo fin es la consecución de una “Paneuropa” o de unos “Estados Unidos de Europa”. Escribe Alberto Bárcena: “En 1985 los diputados laboristas del Parlamento europeo denunciaron la falta de transparencia que afectaba a las instituciones comunitarias, a causa del peso que en las mismas tenía la acción masónica“. Por su parte, el Consejero de Seguridad Nacional del Presidente número 39 de los Estados Unidos —del masón Jimmy Carter—, el citado Brzezinski, reconoció la verdad sobre “La Guerra de Afganistán” en una entrevista de 1998 concedida a una publicación francesa:

“Según la versión oficial de la historia la ayuda de la CIA a los mujaidines se inició en el año 1980, es decir, luego de que el Ejército Soviético invadiera Afganistán, el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, mantenida en secreto hasta hoy, es muy distinta: el 3 de julio de 1979, el presidente Carter firmó la primera directiva sobre asistencia clandestina a los opositores del régimen pro soviético de Kabul. Aquel día le escribí una nota al presidente en la que le explicaba que en mi opinión aquella ayuda provocaría la intervención de los soviéticos. No empujamos a los rusos a intervenir, pero conscientemente aumentamos las probabilidades. El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera afgana escribí al presidente Carter lo siguiente: esta es nuestra oportunidad de darle a la URSS su Vietnam”.

La misma gran mentira del Maine, repetida décadas después. Un mundo de mentiras para la mayoría, de nuevo. Y una sola gran mentira universal, en realidad.

XI

Tal y como Galton, su fundador, plantea la eugenesia, esta podría ser un sustituto de la religión, en la línea de Auguste Comte y su religión laica. Todos aquellos que desde muy distintos puntos abogan por ella (bajo eufemismos), son miembros de dicha religión. ¿Por qué no ideología? Porque como dijo Juan Donoso Cortés, “en toda cuestión política va siempre envuelta una cuestión teológica”. Sin embargo, el nivel intelectual de estos filántropos plutócratas que componen la élite del mundo es bastante bajo. Sus frases pretendidamente iluminadoras son, o bien auténticas perogrulladas, o bien imbecilidades dignas del peor couch. Por el contrario, ellos se creen muy brillantes, y no solo eso, sino capaces también de absolver al resto de la humanidad de sus múltiples pecados. Y siempre existirá una caterva de miserables dispuestos a esculpir sus ampulosas palabras en mármol por un puñado de dólares: se trata de la “supresión de la conciencia ante los dictados de la autoridad“, incluso si se causa daño al prójimo, y a veces justamente por ello, como estudiaron brillantemente Stanley Milgram desde la psicología o Hannah Arendt desde la filosofía: “la banalidad del mal“.

Se ha escrito mucho sobre las influencias malthusianas sobre la ONU y su máximo financiador, Bill Gates, entregados ambos al catastrofismo; sería un error pensar que se trata solo de un caso aislado. Karl Pearson estudió la eugenesia desde un punto de vista biométrico y desarrolló la estadística matemática que quiso usar para evitar “los nacimientos de pobres”. Se empezó a emplear legalmente en los EEUU en 1907 y continuó hasta el auge de un Hitler que estaba financiado por numerosos empresarios norteamericanos, entre ellos Joseph Kennedy; su hijo, John Fitzgerald Kennedy, futuro Presidente de los EEUU, dejó escrito en sus diarios: “Se puede entender fácilmente cómo dentro de unos años Hitler surgirá del odio que le rodea ahora como una de las figuras más significativas que jamás haya vivido”. Todavía en el reciente gobierno peruano de Fujimori durante la década de los 90, se usó la eugenesia para esterilizar a miles de mujeres indígenas. El salario mínimo fue empleado como mecanismo de eugenesia en el pasado. Así, Sidney Webb, socialista convencido, escribió en La teoría económica del salario mínimo (1912): “Los no susceptibles a ser empleados, para ser honestos, no pueden bajo ninguna circunstancia ganarse la vida. Lo que debemos hacer con ellos es velar para que la menor cantidad de ellos se reproduzca”. Royal Meeker, Ministro de Trabajo del masón y creador de “La liga de las naciones” Woodrow Wilson, escribió: “Es mejor que el estado apoye totalmente la ineficiencia y prevenga la multiplicación de sus crías, a que subsidie la incompetencia y el despilfarro permitiéndoles engendrar a más de los de su calaña”. Expulsar del mercado laboral a aquellos que se quiere marginar es otra forma de evitar que se reproduzcan.

Entre 1935 y 1996 en Suecia se estuvieron aplicando medidas de “higiene social y racial” de forma planificada. Coincidiendo en el tiempo con la teorías sociales de la “Escuela de Frankfurt” en filosofía, el partido socialdemócrata sueco se alejó del marxismo clásico —algo que, poco a poco, se iría extendiendo por todo el mundo— en un proyecto dirigido por el Premio Nobel de Economía y de la Paz Alva Myrdal. Los principios de dicha revolución demográfica aparecieron compilados en el libro La cuestión de la crisis de la población de 1934. Junto a su marido Gunnar, a la sazón Ministro de Comercio, se erigieron en “arquitectos” —término de connotaciones masónicas evidentes— de una sociedad nueva para un tiempo nuevo. Olof Palme sería el gran continuador de este triunfo de la “socialdemocracia” europea, aunque de alguna forma trataría también de denunciarlo.

Ese mismo modelo sueco de Myrdal lo quiso extrapolar a los EEUU el periodista Marquis Childs con su libro Suecia: el camino intermedio, escrito en 1936. Este modelo mereció la admiración de Winston Churchill o del propio Francis Delano Roosevelt, que quiso convertirlo en su modelo para el “New Deal” norteamericano que todos los keynesianos proponen como modelo económico.

Autores cercanos al socialismo como H.G. Wells o George Bernard Shaw apoyaron ideas eugenistas. Pero fue el economista Keynes, presidente de la “Liga Malthusiana” y vicepresidente de “La sociedad británica de la eugenesia”, uno de los que más escribió sobre el control de la natalidad: “La gran transición en la historia humana empezará cuando el hombre civilizado se atreva a asumir el control consciente en sus propias manos, lejos del ciego instinto de la mera supervivencia predominante”. A pesar de la muy buena prensa del keynesianismo hoy, cabe recordar cuál era la primera prioridad de su fundador: “No hay objeto más importante de la política estatal deliberada que asegurar un presupuesto equilibrado de la población”. Y en ello sigue la socialdemocracia hoy: manteniendo sus aspiraciones marxistas de “igualdad” y de destrucción de la propiedad privada (“no tendrás nada”), al tiempo que cómodamente instalados en el capitalismo de Estado más burgués, desde donde practican la consabida ingeniería social con la que pretenden alterar el destino de los hombres. No hay más que leer los objetivos de la Agenda 2030 o las medidas del “Plan Sánchez 2050” del PSOE para darse cuenta de sus objetivos.

XII

Una figura fundamental en el “control de la natalidad” fue Margaret Sanger, ícono del feminismo y fundadora de la lucrativa empresa abortista “Planned Parenthood”, más tarde dirigida por William H. Gates, padre de Bill Gates. En su revista La mujer rebelde (1924) aparece por primera vez el término “control de la natalidad”. También fundó la revista “Revista de control de la natalidad”, fue detenida por la venta ilegal de anticonceptivos y fue pionera en la separación pública —”lo personal es político” (S. Beauvoir)— de sexualidad y reproducción, un mensaje de hedonismo que terminaría calando tras el “Mayo del 68” francés y la obra de autores de la Escuela de Frankfurt como Marcuse. La inteligencia de Sanger le permitió comprender que la burocracia estatal era un instrumento demasiado lento para sus ambiciones eugenésicas, y que era mejor introducir dicho elemento dentro de una idea mucho más atractiva: la “liberación de la mujer” y su “salud reproductiva”. Una idea fundamental para entender la alianza de largo recorrido hasta nuestros días entre abortistas, feministas y eugenistas.

Junto al magnate Clarence Gamble y el doctor eugenista Alan Guttmacher, Sanger fundó en 1957 la “Internacional Pathfinder”, cuyo fin era y es promover el aborto y la esterilización, y que pronto se convirtió en distribuidora de la píldora anticonceptiva. También trabajaron juntos en el “proyecto Negro”, un plan racista de control de la población afroamericana. Por su parte, la eugenesia tuvo fortuna en las legislaciones de distintos países hasta culminar en la Alemania nazi de 1945. Así, un juez estadounidense de 1927 escribió: “Es mejor para todo el mundo si, en vez de esperar para ejecutar a los descendientes degenerados por algún crimen o dejarlos que se mueran de hambre por su imbecilidad, la sociedad puede prevenir que aquellos que son manifiestamente ineptos se reproduzcan”. Hitler escribió en Mi lucha (1925): “Hay un Estado hoy en día en el que podemos apreciar levemente el comienzo de una mejor concepción. Por supuesto, no es la República de Alemania, sino los Estados Unidos”.

Esta aceptación social de una barbarie que se llevó por delante a cientos de miles de personas a lo largo de varias décadas fue posible gracias a la labor filantrópica de grupos como el “Sierra Club”, una de las más antiguas asociaciones de poderosos con la ambición de controlar a la población. Según reconocen hoy en su propia página web: “Varios de los primeros miembros del Sierra Club fueron vocales defensores de la supremacía blanca y las ideologías de limpieza de la raza, y a medida que continuamos reconociendo el lado más oscuro de nuestro legado, es importante que mencionemos las formas en que la raza y la política han dado forma al poder institucional, la cultura y el movimiento ambiental”. La eugenesia como génesis del ecologismo.

De nuevo en la web del “Sierra Club”: “Se estima que 70.000 mujeres fueron esterilizadas sin consentimiento durante la primera mitad del siglo XX para deshumanizarnos y ejercer control sobre nuestros cuerpos, reprimiendo la libertad reproductiva, la elección y los derechos humanos fundamentales”. Concluyendo: “Esta historia de la eugenesia “limpieza de raza” tiene una relación profundamente preocupante con el movimiento ambiental. La raza, las ideologías de limpieza de la raza y el “orden natural” fueron características y valores muy problemáticos del comienzo del movimiento medioambiental y del Sierra Club”. A nadie debe sorprenderle que la “eugenesia” se encontrara implantada en EEUU; el “ecofascismo” lo estaba en la Alemania nazi: “La naturaleza habitualmente desarrolla decisiones correctivas específicas respecto a la pureza racial de las criaturas terrenales. Demuestra poco amor por los bastardos”, se lee en Mi Lucha de Hitler. Los nacional-socialistas esterilizaron a medio millón de personas, aproximadamente.

Aún así, entre 1946 y 1948 se experimentó desde el Gobierno de los Estados Unidos con guatemaltecos inyectándoles enfermedades venéreas con el fin de esterilizar a la población; algo que no fue reconocido oficialmente hasta 2010. Décadas antes, W.E.B. Du Bois y Marcus Garvey decidieron aplicar la eugenesia para “mejorar la raza negra”. John D. Rockefeller insistió, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en el control de la población en países asiáticos como el derrotado Japón, y con este objetivo fundó la “Population Council”, poniendo al eugenista Frederick Osborn al frente. Entre 1948 y 1996 se esterilizaron a decenas de miles de mujeres de forma silenciosa pero eficaz en Japón. En 1953, el pensador asociado a la Fundación Ford, Frank Notestein, propuso el concepto de “transición demográfica”. Según Notestein y algunos colaboradores tan notables como Ansley Coale, la demografía va íntimamente ligada a la economía y, si en sociedades del pasado se tenían muchos hijos porque la mortalidad era muy alta y resultaba necesario dejar garantizada la descendencia, con la reducción de la mortalidad y el crecimiento de la esperanza de vida, era necesario reducir también la natalidad. La consecuencia es un “crecimiento cero” en países desarrollados donde mueren más personas anualmente de las que nacen.

XIII

Fundado en 1969, el “Fondo de Población de las Naciones Unidas” (UNFPA), organismo hoy financiado por la “Fundación Rockefeller”, la “Fundación Bill y Melinda Gates”, la “Fundación David y Lucile Packard”, la “Fundación Ford” o la empresa pro-abortista “Planned Parenthood”, tiene como objetivo alcanzar “estrategias de población y desarrollo que posibiliten el fomento de la capacidad para la programación sobre la población”. Propuestas similares encontraron siempre en frente al liberal Ludwig von Mises, totalmente opuesto a la idea de eugenesia y de “planificación central” existente en toda forma de socialismo, desde el nacional-socialismo a la socialdemocracia: “La eugenesia tiene como objetivo colocar a algunos hombres, respaldados por el poder policial, en completo control de la reproducción humana. Sugiere que los métodos aplicados a los animales domésticos se apliquen a los hombres” (Caos planificado, 1947).

Ya en 1974 se celebró en Bucarest el “Tercer Congreso de Población Mundial de las Naciones Unidas”. John D. Rockefeller III, poco antes de morir, abandonaría sus tesis de “control de la natalidad” para sumirse en una estrategia que dejaba entrever opciones más contundentes relacionadas con la concepción femenina: las vacunas “anti-fertilidad”. Sin embargo, el hermano de John, David Rockefeller, que vivió hasta los 101 años, continuó con la cruzada familiar: “De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional, que se ha practicado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales”. Para concluir anunciando: “Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”. Se ha querido dudar de la validez de dicha afirmación, pero en eso estamos.

Al tiempo, la destrucción de la familia para reemplazar la base de toda sociedad por la de unos individuos hedonistas aparentemente “emancipados”, supone un paso clave para reducir la población mundial. Favorecer la emigración, el desarraigo y la extraterritorialidad de las personas, fomentando la emigración en los “países pobres” superpoblados hacia los “países ricos” en decadencia demográfica es la solución propuesta por organizaciones como “La sociedad abierta” de George Soros o el “plan Sánchez 2050”. Como advierte Frank G. Rubio: “Nuestra Modernidad no puede aceptar un exceso de modernos viviendo como tales y propone, más allá de las dos salvajes guerras mundiales que bien pudieron haberse evitado y que dependieron en su génesis y ejercicio de no más de cien cabezas decisoras, un programa de duras renuncias, control absoluto de las conductas y erradicación eugenésica de millones de personas ‘inútiles’”.

A lo largo de 40 años en la India (1975-2017) de esterilizaciones a cambio de dinero y dádivas creada por Sanjay Gandhi. Se calcula que más de 11 millones de personas fueron privadas de la posibilidad de tener hijos por la fuerza. Eso sin contar a los miles de muertos con los que se saldaron las operaciones, plagadas de irregularidades.

Si se nos quiere tratar como a animales maleables, ¿cuando tomaremos conciencia de ello y nos rebelaremos? ¿Para cuándo nuestra particular rebelión en la granja? Nos gobiernan auténticos psicópatas desatados, pero todavía muchos creen que buscan nuestro bienestar. Como dice Enrique de Diego, “para muchos la mejor forma de erradicar la pobreza es erradicar a los pobres, en vez de generar riqueza“. Sigan leyendo los artículos de la serie para conocer más.

XIV

Dos textos de hace unos cincuenta años resultaron decisivos sobre toda una generación de hombres poderosos:
Coincidiendo con “Mayo del 68”, el biólogo Paul Ehrlich publicó La explosión demográfica, que preveía un desastre ecológico inminente. Lejos de apoyarse en evidencias científicas, Ehrlich solo lanzaba sus peores pronósticos al lector sin rigor alguno. Esto no evitó que millones de personas tomaran dichas predicciones en serio como hacen los fundamentalistas religiosos. Como esas sectas que anuncian la fecha del Apocalipsis y, llegado el momento, al ver que no se cumplen, siguen adelante, con el paso de los años Ehrlich y sus seguidores solo han hecho que correr la fecha fatídica manteniendo casi intactas sus proclamas. El 24 de noviembre de 2009 la Generalidad de Cataluña le concedió el Premio Ramon Margalef de Ecología;
En 1972, “El club de Roma”, fundado por los Rockefeller, encargó al Instituto de Tecnología de Massachussets, con Jay Forrester a la cabeza, un informe sobre la relación entre recursos naturales y el crecimiento de la población. Las conclusiones recogidas por Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows fueron las siguientes: “si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años”.

Este texto, que es reeditado periódicamente en numerosos idiomas —español incluido—, resultó decisivo en “La cumbre de la Tierra de Estocolmo” (1972) de la ONU, que más tarde dio lugar a “La cumbre de Kyoto” (1997). A pesar de ello, Los límites del crecimiento, nombre que recibió el informe en 1972, contenía numerosos errores como las predicciones de que en 1990 el petróleo mundial se habría agotado. El presidente Jimmy Carter, influido por la lectura de Los límites del crecimiento encargó El informe global 2000, otro texto apocalíptico notable.


En 1968 Lyndon Johnson obligó, mediante el control de ayudas económicas, a que los países subdesarrollados sometieran a control la natalidad. En 1972 un informe firmado por Kissinger decía en referencia a los problemas de dichos países: “Aunque evidentemente la presión demográfica no es el único factor, este tipo de frustraciones es menos probable bajo las condiciones de un crecimiento lento o cero de la población”. El propio Kissinger dijo en otra ocasión: “Sí, mucha gente va a morir cuando se establezca el Nuevo Orden Mundial, pero será un mundo mejor para los que sobrevivan”.

En 1970 Edward Goldsmith fundó la revista The ecologist donde, dos años después, apareció publicado un “Manifiesto por la supervivencia”; el objetivo era claro: “Nuestra tarea consiste en crear una sociedad que sea sostenible y que proporcione la satisfacción más completa posible a sus miembros”. Y estaban dispuestos a cualquier cosa para conseguirlo. Su lema era “piensa globalmente, actúa localmente”. El antropólogo David Graeber manifestó que la existencia del ser humano supone un perjuicio para el planeta tierra y deseó que un virus erradicara al mismo de golpe, lo antes posible, para que no sufra más el ecosistema. En la misma línea, Bill McKibben autor de El final de la naturaleza elogió a los cocodrilos devoradores de hombres por su “necesaria” labor purificadora al devorar seres humanos.

Por supuesto, Greenpeace también ha demostrado su “malthusianismo”: “Debido al aumento de la población humana y a una mayor igualdad entre los países más ricos y los más pobres se prevé un aumento de la clase media y con ello un aumento considerable en la demanda de carne, leche y otros productos de origen animal. Las personas de los países más ricos ya consumen un exceso de carne y leche en detrimento de la salud humana global. Estos niveles de consumo no son sostenibles”. Posteriormente, autores como James Lovelock han continuado difundiendo las mismas ideas bajo diferentes nombres: Lovelock, defensor de “la teoría de Gaia” (1979), consideraba que la mayor amenaza para la tierra era el aumento de la temperatura provocado por la actividad humana, génesis de la “calentología” tal y como la conocemos. Por lo tanto, “para vivir como vivimos, somos demasiados”. Si el “cambio climático” resulta inevitable “algunos de nosotros aún podemos salvarnos”. Lo que Lovelock propuso fue “una llamada a la acción para reducir la población mundial“.

En 1979 entró en vigor la “política del hijo único” en la China comunista, financiada por “la Asociación Internacional para la Planificación Familiar” de la ONU y por “el Fondo de Naciones Unidas para Actividades de Población” (FNUAP), justo hasta 1981, con la llegada de Reagan a la Presidencia de los EEUU. El eslogan para las mujeres chinas era: “más tarde, más largo, menos”. Entre 1980 y 1990 Wouter Basson lanzó el “proyecto Costa” para esterilizar a la población negra de Sudáfrica a través de la vacunación de algunas enfermedades como el Ébola.

XV

La ONU creó también en 1979 la “Primera conferencia mundial sobre el clima” en Ginebra, que puso en el centro el “calentamiento global”, que auguraba la disolución del Ártico. En 1983, la doctora Gro Harlem Brundtland fue elegida para dirigir una comisión sobre los problemas del medio-ambiente cuyo resultado fue la “Agenda para el cambio global” cuyo mantra fue el concepto de “desarrollo sostenible”. Pero no fue hasta el “Convenio de Viena para la protección de la Capa de Ozono”, que se empezó a escuchar hablar de “los gases de efecto invernadero” y del “agujero de la capa de ozono” que tan importante resultaría para entender las cumbres de Ginebra (1990) y Río de Janeiro (1992) sobre “el clima”.

Al término de la Guerra del Golfo, en 1991, George Bush padre habló de “un nuevo orden mundial” a las cámaras de la televisión. En 1998 salió a la luz el caso de Stephen Mumford, que desde su sótano en Carolina del Norte fabricó cientos de miles de píldoras con una variante de la quinacrina con la que esterilizaron a mujeres de decenas de países tercermundistas. Además del beneficio económico, Mumford y sus socios (Elton Kessel) buscaban “controlar el crecimiento de la población”. Más tarde, en 2004, se reeditó Los límites del crecimiento 30 años después de su publicación original y cuando el “cambio climático” ya copaba a diario portadas en los periódicos de mayor relevancia a lo largo y ancho del mundo. En esta actualización se podía leer: “no puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados”. Lean entre líneas: la limitación coercitiva de la actividad humana como solución. En otras palabras: que usted, querido lector, sobra. Por el bien del clima. Los que nunca sobran son los magnates que financian dichos informes o los autores del mismo informe.

En 2007, el ex-vicepresidente de los EEUU y perdedor en las elecciones presidenciales frente a George Bush en el año 2000, Al Gore, recibió el Premio Nobel de la Paz por “por sus esfuerzos por aumentar y propagar un mayor conocimiento sobre el cambio climático causado por el hombre y poner los cimientos para las medidas que son necesarias para contrarrestar dicho cambio”. Por esa misma época, el presidente de la World Wildlife Foundation acusaba en televisión a “los agricultores modernos de ser los responsables de la explosión demográfica”. Las clases populares siempre han sido despreciadas por las élites. Es una nueva forma de aristocracia, un Despotismo Ilustrado del siglo XXI.

Por supuesto, muchos medios de comunicación están controlados por neomalthusianos como Ted Turner, el fundador de la CNN: “Sería mejor que hubiera menos gente pero que viviera bien, en lugar de mucha gente que viviera mal. Además, quien está viviendo mal no puede pensar demasiado en preservar el medio ambiente: tiene que cortar un árbol porque necesita leña. Y si continuamos cortando todos los árboles, es el fin. Y ni hablar de los océanos y todas las otras cosas de nuestro alrededor que están al borde del colapso”. Este filántropo que, como tantos otros, ha donado millones de dólares a la ONU, ha dicho: “tenemos que estabilizar la población. Tenemos calentamiento global porque demasiadas personas usan demasiadas cosas. Estamos alterando el clima y el mundo de muchas maneras diferentes y lo que estamos logrando es reducir la capacidad de carga de la Tierra. Cada año el mundo natural se empobrece y es menos capaz de soportar el incremento de personas que tenemos”. Millones de personas se informan a diario por medio de sus empresas. ¿No se dan cuenta de que el fondo siempre es el mismo: tú sobras, estás destruyendo el planeta?

En 2012, “El Club de Roma” sacó un nuevo informe sobre las perspectivas de los próximos 40 años. El resultado fue el de determinar un “colapso” inminente: “Es poco probable que los gobiernos pasarán las reglamentaciones necesarias para obligar a los mercados de adjudicar más dinero hacia soluciones más amigables con el clima. No se debe asumir que los mercados trabajarán para el beneficio de la humanidad. Ya se vive de una manera en la que no es posible continuar por las generaciones futuras más sin cambios fundamentales. La humanidad ha sobreexplotado los recursos de la tierra y es previsible que en algunos casos se vean colapsos locales antes de 2052. En la actualidad estamos emitiendo cada año el doble de CO2 de lo que los océanos y bosques del mundo pueden absorber”.

La eterna pulsión apocalíptica que siempre ha acompañado al ser humanos e llama “ecologismo” en su vertiente moderna y pretende alertarnos contra el “cambio climático”. Para ello, han creado la alternativa de una “economía verde” que ponga coto al crecimiento económico de los mercados. Una excusa para practicar la ingeniería social a una escala sin precedentes y la planificación mundial sin límites en las vidas de los ciudadanos, sin la necesidad de que nadie haya votado una sola de dichas medidas de forma democrática. Y una excusa para reducir la población mundial en pos de un hipotético apocalipsis inminente que nunca llega, siempre pospuesto sin que nadie tenga que dar explicaciones por ello. Sin embargo, no pueden hablar de eugenesia directamente después del nazismo, la comparación con Hitler sería letal para sus proyectos, aunque sea cierta. Por eso no se atreven a decir que hay que reducir la población mundial directamente. Se limitan a decir que con tantos seres humanos caminamos hacia la destrucción sin paliativos. En realidad, es lo mismo.

Todo ello es la antesala de lo que llegaría en 2015: “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, que se propone “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”. La Agenda 2030 o “Gran Reseteo” pretende ser la obra maestra de la Ingeniería Social, su implantación definitiva a nivel global. En palabras de Hugo Tristram Engelhardt: “La ingeniería genética en la línea germinal llegará a ser deseable y moralmente aceptable. (…) La naturaleza humana, tal y como hoy la conocemos, será inevitablemente por buenas razones morales de carácter laico remodelada tecnológicamente”. Sueñan con el posthumanismo. Dejar atrás la condición humana y alumbrar un “hombre nuevo” que les convierta en dioses mientras el resto de la población mundial ha sido reducida intelectualmente al nivel de meras reses.

Todos los años 2.500 miembros de la élite se reúnen en el Bohemian Grove, desde 1872 hasta la actualidad. Se trata de una recuperación de las tradiciones que dichos hombres practicaban en sus fraternidades secretas durante sus tiempos universitarios en grupos esotéricos secretos como “Huesos y calavera”, de la que salieron Bush, Kerry y muy ligada a la propia CIA. En el Bohemian Grove se realizan extraños ritos paganos como la “Cremación de las preocupaciones” que el investigador Alex Jones pudo filmar en el año 2.000 ¿Que se ve en la filmación? Antorchas, cánticos, túnicas y a un maestro de ceremonias encendiendo una hoguera delante de la estatua de un búho gigante. Y no sólo eso: hoy hay bastante consenso en torno a la idea de que el Proyecto Manhattan que creó y lanzó la primera bomba atómica de la historia se creó en el transcurso de uno de los veranos del Bohemian Grove. Según la activista Mary Moore, todavía a día de hoy, “a menudo las ideas que circulan sin ningún tipo de escrutinio público en el Bohemian Grove acaban convirtiéndose en políticas reales”.

Para terminar este segundo artículo de la serie, una nota de actualidad: en 2009 Pfizer (sí, la de las vacunas contra el Coronavirus) tuvo que pagar decenas de millones de dólares al Gobierno de Nigeria para evitar ir a juicio por provocar la muerte de varios niños. Al parecer, Pfizer había empleado el “Trovan” de forma ilegal y sin que la población estuviera al corriente de sus efectos, provocando sordera, ceguera y daños cerebrales a sus damnificados.

XVI

El 30 de septiembre de 1968, el presidente del Banco Mundial, Robert McNamara, comentó cuál debía ser la política prioritaria para las Naciones Unidas: “El rápido crecimiento demográfico es una de las mayores barreras que obstaculizan el crecimiento económico y el bienestar social de nuestros Estados miembros”. Más tarde añadió: “Creo que la raza humana tiene que pensar en los asesinatos. ¿Cuánto mal se debe hacer con el fin de hacer el bien”. Una frase digna de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Al fin y al cabo, Hitler, Stalin o Pol-Pot también pensaban que estaban construyendo un mundo mejor. Sin duda, para el señor McNamara nadie ha hecho tanto por la humanidad como Gengis Khan, que borró a millones de personas en sus contiendas militares de la faz de la tierra.

En el libro de Pearce y Turner de 1995 Economía y recursos naturales y del medio ambiente se puede leer lo siguiente: “Si no hay suficiente comida para alimentar el excesivo número de gente (los pobres, las masas) ellos deben ser lanzados fuera de la borda (asesinados por guerras o epidemias). Estos “razonamientos” proveen una justificación para controlar la curva del crecimiento poblacional y la destrucción del exceso de población por cualquier medio, incluyendo las guerras, los genocidios, las epidemias, las hambrunas, las depresiones económicas y hasta el terrorismo”. Como dijo el recientemente fallecido Felipe de Edimburgo: “En caso de que me pudiera reencarnar, me gustaría hacerlo como un virus mortal, para ayudar a resolver el problema del hacinamiento”. Menos mal que las élites velan con tanto ahínco por nuestro bienestar. Toda esa gente solo son un Hitler 2.0.

La doctora Ghislaine Lanctôt, presenta sus objetivos de la siguiente manera “En medicina, buscaba la salud ilimitada: sabía, en el fondo de mí, que existía una manera de que todo el mundo tuviera una salud perfecta con un coste mínimo” y “en política, quería descentralizar el poder y volver a ponerlo en las manos de las personas, allí donde debe estar”. Autora del libro de 1994 La mafia médica donde escribió: “La OMS es la mafia de todas las mafias, a través de ella “el gobierno mundial del dinero”, establece, en nombre de la salud, la política de la enfermedad, en todos los países. Todo mundo tiene que obedecer a ciegas esas directrices que fueron introducidas mediante la Declaración de Alma ATA en 1997, donde se concede a la OMS los medios para establecer los criterios y normas internacionales de la práctica médica. Se desposeyó así a los países de su soberanía en materia de salud para transferirla a un gobierno mundial no elegido cuyo ministerio de salud es la OMS. Desde entonces “derecho a la salud” significa “derecho a la medicación”. Así es como se han impuesto las vacunas y los medicamentos a la población del globo”. Bastante revelador, a la luz de los acontecimientos.

Después de ser demandada por el colegio de médicos y expulsada de la medicina a consecuencia de sus opiniones, se ha dedicado a impartir seminarios para alertar a la población. En La mafia médica escribió sobre las vacunas: “La vacunación incita a la dependencia médica y refuerza la creencia de que nuestro sistema inmune es ineficaz. Aunque lo más horrible es que la vacunación facilita los genocidios selectivos pues permite liquidar a personas de cierta raza, de cierto grupo, de cierta región…Sirve como experimentación para probar nuevos productos sobre un amplio muestrario de la población y es un arma biológica al servicio de la guerra biológica porque permite intervenir en el patrimonio genético hereditario de quien se quiera”.

El 3 de junio de 2014 Stephan Schmidheiny, miembro de la “Unión de Bancos Suizos” desde 1978, fue condenado en Turín a 18 años de prisión y a pagar 88 millones de dólares por culpa de las más de 100.000 personas que, aproximadamente, mueren al año en numerosos países por culpa del contacto con el amianto. Sus antepasados, todos Suizos, como él mismo, llevaban desde 1920 traficando con este material mediante empresas como “Eternit”, que también tuvo problemas legales en 2019 por el uso de asbesto, otra sustancia perjudicial para la salud. La familia Schmidheiny y “Eternit” han tenido estrechas relaciones comerciales con los nazis —como las tuvieron Bayer o Volkswagen, por cierto—, con los partidarios del apartheid —mano de obra esclava— y con algunas de las peores dictaduras hispanoamericanas. En palabras del patriarca de la familia, Max Schmidheiny : “¿por qué vamos a preocuparnos por algunas víctimas?, los trabajadores pueden ser reemplazados”.

¿Cómo es posible que nadie proteste en dichos países? Eso es posible gracias a fondos de inversión (JP Morgan), “Think tanks” (Independent Diplomat) o empresas especializadas como Ashoka, en cuya página web aparece lo siguiente: “Ashoka es la organización que identifica, conecta y acompaña a los líderes de la innovación social. Nuestro propósito es lograr que todas las personas sean conscientes de su poder para mejorar el mundo, y lo utilicen”. Su fundador, el Premio Príncipe de Asturias Bill Drayton, ha acuñado un término para dicho oficio: “emprendedor social”. En palabras de María Zapata, la directora de Ashoka España: “Los emprendedores sociales trabajan con esas poblaciones y su labor es acercar a las multinacionales hasta ellas, mientras salvaguardan los intereses de éstas”. Es decir, que se dedican a maquillar y a blanquear con publicidad todo lo detallado por la doctora Ghislaine Lanctôt en La mafia médica.

XVII

Bill Gates es el protagonista de la pandemia del COVID-19 por una sencilla razón: lo merece. Ha sido el anunciador de la pandemia, el defensor de las vacunaciones y es el dueño de un monopolio mundial de vacunas ejercido a través de su participación en distintos organismos internacionales. Como apunta Ignacio López Bru: “extiende sus tentáculos por todo el tejido institucional y corporativo sanitario mundial, energético, medios de comunicación (Le Monde, Guardian, NBC, NPR, Al-Jazeera, BBC…), corporaciones alimenticias (Monsanto la de los transgénicos…), etc, etc. Es el principal donante privado -y más que la gran mayoría de los estados- de la OMS (4.300 millones $), de la Alianza para la Vacunación y la Inmunización (GAVI), con 3.000 millones $, de la John Hopkins University (870 millones), del Imperial College of London, con 280 millones $, de la NIH (del Dr. Fauci) y la CDC de EEUU, y de tantas otras. Asimismo, es uno de los grandes accionistas de todas las Big Pharma involucradas en la obtención de la vacuna”.

Aurelio Peccei, fundador de “El club de Roma”, afirmó hace décadas: “En estos momentos, toda la Tierra es un cúmulo de interdependencias y como habían previsto muchos pensadores desde principios de este siglo, el planeta se queda pequeño para las actividades humanas. Pese a esto, el mundo sigue funcionando con esquemas de épocas pasadas. Debemos cambiar nuestros esquemas, aprender a ejercer una solidaridad recíproca y a considerar el mundo como lo que es en realidad; un sistema ecológico único para la especie humana”. El otro fundador, Alexander King, lanzó una profecía: “La sociedad mundial requiere de una única dirección, un Gran Capitán que dirija a la Tierra hacia un gran destino común”. Y ese hombre no es ni Gates ni Soros, sino Klaus Schwab: “El buen liderazgo demanda un cambio radical en nuestra visión del involucramiento colaborativo de cara al futuro”.

Klaus Schwab es el fundador y director del “Foro de Davos” que, junto a “El club Bilderberg”, es una de las grandes instituciones globalistas. Se trata de una fundación que se dice “humanista” ligada a la (mal) llamada “Declaración Universal de los derechos humanos”. En el libro clave para entender la Agenda 2030, La cuarta revolución industrial, dice lindezas como la siguiente: “Surgirá un nuevo mundo, cuyos contornos nos corresponde a nosotros imaginar y trazar” porque “ahora es el momento del gran reseteo”. Este libro, deudor de La tercera ola de Alvin Toffler, anuncia el advenimiento de una nueva época de la tecnología y de la información que supondrá una auténtica tabla rasa con respecto a toda etapa anterior histórica, mental e incluso fisiológica de la humanidad.

En su reciente título Covid-19: El Gran Reinicio, Schwab afirma lo siguiente: “el mundo carece de una narrativa consistente positiva y común, esencial, si queremos empoderar a un conjunto diverso de individuos y comunidades y evitar una violenta reacción popular contra los cambios fundamentales en curso”. Este mesianismo que pretende imponer a los demás una determinada forma de pensar apesta a los peores totalitarismos del siglo pasado: “hay que ir hacia cierta forma de gobernanza global efectiva, cuanto más se impregne la política global de nacionalismo y aislacionismo mayores serán las probabilidades de que la gobernanza global pierda su relevancia y se vuelva ineficaz”. Se trata de alguien que dicta, no que sugiere. En 2021, el Foro de Davos ha contado con un “invitado de honor” inmejorable: Xi Jinping. Si ha habido una ideología con tintes de teología política y vocación planificadora en la historia ha sido el comunismo. En sus dos grandes puestas en práctica, Rusia (1918-1989) y China (1949-actualidad), se han exterminado a millones de seres humanos y se ha controlado la vida privada de los individuos de una forma sin precedentes en la historia. Y, sin embargo, ha sabido actualizar sus métodos al tiempo presente: la China de hoy es una buena prueba de ello; y lo es la deriva intelectual de Gorbachov, apologeta del cambio climático a través de su fundación “Cruz Verde Internacional”.

En 2019, Donald Trump frustró un acuerdo internacional firmado por Estados Unidos y China para implementar mediante un proyecto sin precedentes, dirigido y auspiciado por Bill Gates, cuyo fin era desarrollar la energía nuclear en todo el mundo. Dicho proyecto pretendía introducir la energía nuclear para mejorar la situación del “cambio climático”; calentología pura. Dos intelectuales han marcado decisivamente a Bill Gates en este proyecto: James Lovelock (el inventor de Gaya) y, sobre todo, Vaclav Smil. Gates trabajó mano a mano con el inventor Nathan Myhrvold para desarrollar las ideas que Smil había planteado en libros como Energía y civilización: una historia; ¿Deberíamos comer carne?; Creando el siglo XX; y Transformando el siglo XX. Considerado uno de los pensadores más influyentes de la actualidad por sus ideas relacionadas con las energías renovables, la inmigración o la producción de alimentos alternativos para la carne, Gates ha dicho de él: “Escribió sobre todos los tipos potenciales de desastres, como el riesgo de un asteroide, el riesgo de una erupción en Yellowstone (un volcán de los EEUU). Y de hecho mostró que las pandemias eran significativamente la cosa más grande, aparte de una guerra nuclear causada por el hombre, para la que necesitábamos estar más preparados“. Todo un profeta, Vaclav Smil. O un ideólogo del globalismo muy bien informado.

Volviendo a Klaus Schwab. Terminemos con una doble nota literaria. Porque Klaus Schwab es el Domingo que Gilberth Keith Chesterton describió en El hombre que fue jueves; y es, como me apuntaba recientemente Enrique de Diego por vía telefónica, el Señor del Mundo de la novela homónima de Robert Hugh Benson. Acerca de su obsesión por la tecnología, habría que recordar aquello de “el reino de la cantidad” que dijera René Guénon o las proféticas palabras de Romano Guardini: “La técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y ‘el hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra” (El ocaso de la edad moderna).

XVIII

Tarea pendiente de aquellos con una auténtica vocación periodística —de episteme, no de doxa— o que, sencillamente, buscan la verdad, es la de investigar toda una red internacional de financiación entre políticos y medios de comunicación con plutócratas y grandes grupos de poder como BlackRock detrás. Un caso evidente es el de Hillary Clinton con “Monsanto” o con “Planned Parenthood”, de cuya ex-directora, Cecile Richards es una íntima colaboradora. Otras ONGs como “Católicas por el derecho a decidir”, definida por la “Conferencia Episcopal” como “un brazo del lobby abortista en los Estados Unidos y alrededor del mundo”, recibe importantes donaciones de la “Fundación Ford” o de la “Fundación Packard”. Toda forma de Ingeniería Social es enemiga de la libre-voluntad del hombre: “no tendrás nada y serás feliz”, reza el primer mandato de la “nueva normalidad”. Por eso conceptos como el de individuo, familia o soberanía destacan por su ausencia en una “Agenda 2030” en la que confluyen las peores ideologías del pasado y del presente, en conjunción con un poder económico y político incomparable a lo largo de la historia gracias a su capacidad global de alcance y a su influencia cultural libre de fronteras.

No se puede entender la historia contemporánea del mundo sin analizar la relevancia de la masonería. Desde una óptica favorable, Juan Velarde liga el proyecto de dicha organización secreta con el nacimiento del liberalismo en El libertino y el nacimiento del capitalismo. José Antonio Ullate Fabo explora a fondo su sistema ético con aspiraciones de validez universal y la similitud que presenta con la mayoría de filosofías de la modernidad en El secreto masónico desvelado. En la actualidad, según Alberto Bárcena, “el porcentaje de masones llegó al 66% en la ONU o la UNESCO en los años 75 y 76”; por su parte, Pío Moa apunta a “una mayoría de masones en el Parlamento Europeo”. Durante la II República española también se estima que hubo una mayoría parlamentaria masónica. Y en el plano internacional, el ex-masón Maurice Caillet ha reconocido la injerencia de los masones en la promulgación de algunas leyes como la del aborto en Francia.

En palabras del profesor Bárcena, “La masonería es la religión perfecta del Nuevo Orden Mundial dictatorial que nos quiere imponer una religión única”. Para él, algunos grupos como “El club Bilderberg” son “organizaciones pantalla de la masonería”. Varios ex-miembros de la masonería han apuntado al satanismo que se encuentra detrás de dicha organización: “La cosmovisión masónica es eminentemente diabólica” (Albert Pike); “generalmente mencionan a Lucifer en lugar de a Satanás” (Serge Abad Gallardo). En Las confesiones del “iniciado” Aleister Crowley aparece su adoración a Lucifer, a cuyo nombre escribió un himno: “La Clave al Goce es la desobediencia”, dice en dicho poema. Los satanistas que dicen ser “humanistas ateos” reinvindican la actitud originaria del diablo: la rebeldía frente a Dios y todo lo que es sagrado. Por su parte, el historiador Ricardo de la Cierva afirmó que “todos los masones de grado 33 son satánicos”. Sin embargo, Manuel Guerra no es de la misma opinión: “En cuanto al contenido estoy convencido de que los masones se sentirán molestos por su vinculación con el satanismo. Y con razón, pues una cosa es el satanismo y otra el luciferismo”. En su lugar, habla de “un tronco con tres ramas” donde distingue entre “satanismo, luciferismo y brujería”. Según William Guy Carr, “De una manera general, la mayoría de estos Mundialistas eran satanistas”.

Lo que parece innegable cuando se ven ciertos actos públicos:
La inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, sobre cuya simbología a la luz de la crisis sanitaria del coronavirus ha alertado José Luis Mendoza —quién ha hecho de la Universidad de Murcia un bastión contra el globalismo, defendiendo “la familia y la acción social”—, lo que le ha valido la censura de Youtube o Facebook. Más allá de esas palabras, es evidente la mención de autores literarios como John Dee, William Blake o John Milton muy relacionados con el ocultismo. En el caso del último, se mencionó a “Pandemonium” la capital del Infierno según el largo poema El paraíso perdido. Otra referencia fue la del niño gigante, en relación con la película de Stanley Kubrick —como es sabido, muy interesado por el esoterismo— y Arthur C. Clarke —en una de las secuelas de 2001 escribió lo siguiente: “Aunque Lucifer había acelerado el proceso, ha comenzado décadas antes, cuando la llegada de la era de los aviones a reacción desencadenó una explosión del turismo global”— 2001: Una odisea del espacio. También aparecieron las inevitables (tres) pirámides, los homenajes a deidades paganas de la mitología egipcia, el homenaje al sol como deidad y el final con el pebetero en el centro encendido por siete jóvenes (otro número con resonancias simbólicas evidentes) y dejando la imagen del ojo iluminado observándolo todo como colofón. Cabe añadir la extraña forma del logotipo de los Juegos, así como la impactante figura de las dos “mascotas”, Wenlock y Mandeville: dos muñecos con un solo ojo igual a la lente de una cámara.
Misa Negra en Harvard en 2014. La quiso celebrar un grupo llamado“Templo Satánico”. Poco antes de iniciarse la Misa Negra, se tuvo que cancelar gracias a las protestas católicas, a pesar de que ninguna autoridad universitaria no hizo nada por evitarlo y fueron los propios organizadores quienes decidieron trasladar el evento a un lugar cercano. Iba a estar protagonizado por estudiantes de la propia universidad e iba a incluir la inevitable parodia de la misa católica: una profanación de una hostia consagrada y una orgía como culminación, entre otros elementos.
Final de Eurovisión de 2019, donde Madonna, cantante con vocación de sacerdotisa pagana (Ishtar), salió coronada y con un solo ojo visible —en el otro llevaba un parche con una X, en referencia a “Madame X”, un alter-ego de Madonna que define así: “Madame X es un agente secreto que viaja por todo el mundo, cambia de identidad, lucha por la libertad, lleva la luz a lugares oscuros”—, rodeada de encapuchados y donde pudimos ver a bailarines con máscaras de gas —fue el último festival de Eurovisión antes del COVID-19— que morían después de un soplo de Madonna, en una parodia clara de la religión católica cantando “Like a prayer” mientras aparecía más de una cruz invertida. Además, las alusiones al conflicto palestino-israelí durante el acto la llevaron a ser declarada persona “non grata” en Israel. La letra de la canción que interpretó decía literalmente “No todo el mundo está aprendiendo del pasado/ No todo el mundo puede venir al futuro/ No todos los de aquí van a perdurar (…)/ Veo las señales/ Bienvenido al futuro, es un paseo cultural (…)/ Nosotros podemos iluminar la oscuridad/ Tu futuro está iluminado/ Dile al sol que no brille/ Es del futuro de donde venimos”. Mientras los bailarines se dejaban caer hacia atrás, aparecía una gran pirámide iluminando y Madonna concluía con un susurro: “Despierta”, antes de dejarse caer también. Jesús Palacios, especialista en “el lado oscuro de la cultura pop” en la mejor tradición de Camille Paglia, dice que: “Las superstars del rock son magos también y como tales crean su propia leyenda, su propio camino del guerrero”. En el acto que cerró el festival, hubo un homenaje evidente a Baphomet sobre un tablero de ajedrez masónico (que, a su vez, hacía alusión a las escaleras rodeadas de pilares del principio de la gala). Todo esto prueba que la cultura pop que se le ha impuesto a las masas está en manos de las élites globalistas, que la utilizan para transmitir sus mensajes y para destruir la cultura popular, que detestan.
La ceremonia ritual satánica de 2016 con que se inauguró el “Túnel de San Gotardo”, en Suiza, ante la mirada de Angela Merkel, François Hollande y Matteo Renzi. Según Michelson Borges, se trata de una puesta en escena dedicada a Baphomet donde se representó la copulación de un macho cabrío con una virgen y el desfile de distintos personajes danzantes entre los que destacaba Satán. Ocurrida cerca de Lucerna —recordemos que Lucifer significa “el que lleva la luz”—. Como ha apuntado Enrique de Vicente, Lucerna fue, asimismo, la ciudad escogida por el gran masón y autor de Filosofía de la Masonería, Giuliano di Bernardo, para acoger allí la “Nueva Asamblea de los Illuminati”, también llamada ”Orden Dignidad”. Enrique de Vicente también ha advertido sobre la simbología numerológica de la triple w de la World Wide Web en hebreo (666); y la aparición de dicha cifra en los símbolos de Google Chrome o del CERN. Como también apunta Enrique de Vicente, el propio nombre del CERN, cercano a Lucerna, haría referencia al dios celta Cernunnos: un macho cabrío que representa la fertilidad; y la construcción del CERN se halla sobre un templo a Apollyon (griego), también conocido como Abaddon (hebreo) según el libro del Apocalipsis (versículos 9/11), un equivalente hebreo a Horus (egipcio) o a Shiva (hindú). Recordemos que 6 días después del acto se produjo delante de la estatua de Shiva regalada por Ananda Coomaraswamy al CERN se captaron unas imágenes de un rito satánico. Era un 06/06/2016.

Hay que mencionar otro hecho importante: el número 33 en relación a los mineros chilenos rescatados en 2010: eran 33 y fueron rescatados el 13/10/10 (13+10+10), entre otras varias casualidades relacionadas con dicho número. El número 33 tiene distintos significados esotéricos: desde aquellos relacionados con Jesús al más alto grado de la masonería, pasando por las 33 secciones que aparecen en la bandera de la ONU, entre muchos otros ejemplos a lo largo de la historia. Pero la palma se la llevan las “piedras guías de Georgia”, cuyo supuesto autor es un tal R.C. Christian (cristiano, en la traducción) y que contiene máximas como “no ser un cáncer para la tierra” (superpoblación), “unir a la humanidad con una nueva lengua” (Gobierno Mundial), “mantener la humanidad en menos de 500.000.000” (malthusianismo) o “guiar sanamente la reproducción” (esterilización, aborto, planificación e ingeniería social), entre otros, y cuyo resumen es “avanzar hacia una edad de la razón” (iluminación). En realidad, el dios pagano que más se asemeja a dichos propósitos es Baal, también conocido como Moloch, en nombre del cual se sacrificaban niños en la antigua Cartago.

O ciertos premios, como el Premio Princesa de Asturias de 2021, concedido a Marina Abramović quien ha sido acusada de satanismo en numerosas ocasiones, aunque los medios han salido en su defensa. Porque llevar una cruz invertida al cuello, sostener un cráneo de cabra, posar delante de un cuadro dedicado a Satán, organizar cenas que imitan el canibalismo o crear pócimas con “semen y orina”, es el arte que merece ser premiado por estas élites. No olvidemos el escándalo que unió a John Podesta con una performance de Abramović: aquello no sería satanismo, pero era espiritualidad new age californiana con algunos elementos obscuros. Esta información no es baladí: personajes como Stanisław Przybyszewski o Anton LaVey han defendido un “humanismo ateo” que pretende “liberar” al hombre del cristianismo que resulta problemático frente a un paganismo —principalmente egipcio— que se ha convertido en fetiche de “la cultura pop” donde, desde el disco Sgt.Pepper’s hasta la actualidad, pasando por “Led Zeppelin” o los “Rolling Stones”, e incluso Madonna o Lady Gaga, entre otros, gustan de revestir sus discos o actuaciones con dicha simbología (fetichismo). La moda también es prolífica en satanismo: por eso se está tratando de imponer la moda unisex o “sin género”, que remite al ideal luciferino del andrógino (ángel caído).

En España, la izquierda ha aprobado o se encuentra trámites para aprobar medidas de auténtica Ingeniería Social: son las distintas leyes de “Memoria histórica”, contra “la Violencia de Género”, contra “el Cambio Climático” o a favor del “colectivo LGBI+”. Quien hable contra alguna de estas leyes es reo de ser condenado por “delito de odio”. Tal y como ha investigado Juan Antonio de Castro, Soros ha financiado el independentismo catalán con la intención clara de “romper España”. Según Manuel Cerdán, el periodista de investigación más importante de nuestro país, Pedro Sánchez se ha reunido en numerosas ocasiones con George Soros, con quien tiene una relación “especial”, o con alguien de su círculo íntimo (el hijo de Soros). En palabras de Joaquín Abad: “Pedro Sánchez le debe a Soros la presidencia del Gobierno”. Y según Manuel Bonilla Sauras, “El Partido socialista es el partido de la masonería”. Así avanza España hacia la consecución de la Ingeniería Social: con el pin de la Agenda 2030 siempre puesto en la solapa.

Pero no nos engañemos: los mayores tiburones se mueven a mayor profundidad en el mar. Sus nombres nos resultan ajenos aunque sus decisiones cambian nuestras vidas. Son parte del “Estado profundo” (Deep State) o entre bambalinas (Back Office), controlado por Logias masónicas internacionales de distinto signo y pretensión que Gioele Magaldi ha desvelado en su condición de converso a la democracia. Por ejemplo, sobre la infiltración de la masonería en la Iglesia, ha escrito: “El masón y rosacruz Ángelo Roncalli alias papa Juan XXIII, el Concilio Vaticano II y el sueño de una moderna armonía entre el esoterismo religioso y el esoterismo masónico en función de una renovada temporada de igualdad, fraternidad y libertad”. Hace poco podíamos leer en el boletín “El Oriente” de “La Gran Logia de España” como “Todos los masones del mundo se unen a la petición del Papa por la fraternidad entre personas de distintas religiones. El mensaje que los masones españoles han enviado a Francisco está realmente lleno de entusiasmo y agradecimiento” en un artículo titulado “El Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería“.

Según el masón mexicano Carlos Vázquez Rangel: “Fue en París donde los profanos Angello Roncalli y Giovani Montini fueron iniciados, el mismo día, en los augustos misterios de la hermandad. Por eso no es extraño que mucho de lo logrado en el Concilio Vaticano II, de Juan XXIII, se fundamente en los principios y postulados francmasónicos. En las ocho cuadras que forman el territorio del Vaticano funcionan cuatro logias masónicas. Algunos de los altos funcionarios de El Vaticano son masones. Pertenecen, como nosotros, al Rito Escocés, pero en forma independiente. Inclusive en países donde la Iglesia no puede actuar, ellos realizan sus labores a través de las logias, secretamente”. Según atestiguan numerosas noticias, Soros ha destinado más de dos millones de dólares a la Compañía de Jesús (jesuitas, como el Papa Bergoglio) y diversas Universidades de Estados Unidos y de Hispanoamérica. Según Candela Sande, “las informaciones revelan que en las fases de preparación de la visita papal, el grupo planeaba influir a través de uno de los asesores del Pontífice, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, a quien se nombra específicamente en el documento. Los pagos se harían a dos organizaciones, una de ellas confesional, PICO, en la que se confiaba para llamar la atención del Papa sobre cuestiones de justicia racial y económica”. El fin de estas contribuciones de la Open Society de Soros eran paliar la opción “anti-matrimonio homosexual” y atacar así el concepto de familia tradicional desde la institución que siempre lo ha defendido.

No hace falta irse tan lejos para encontrar casos de aproximación de Iglesia y masonería, o incluso de infiltración directa. En la Universidad Pontificia de Comillas encontramos el “Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería”, dirigido por el jesuita Pedro F. Álvarez Lázaro, autor del libro La Masonería, escuela de formación del ciudadano. Este jesuita fue entrevistado para la agencia EFE hace un tiempo, como apareció publicado en el boletín de la Gran Logia (masónica) de España, junto al Gran Maestro de la Gran Logia de España. Entre otras declaraciones, Álvarez Lázaro afirmaba que “La masonería ha sido crucial en el desarrollo del pensamiento ilustrado y de la modernidad de Occidente”. Tal y como recoge Francisco Serrano Oceja en un artículo, Álvarez Lázaro es un discípulo aventajado de otro sacerdote jesuita experto en krausismo y favorable a la masonería: Enrique Menéndez Ureña, quien también fue profesor en Comillas…

La idea es la de refundir Iglesia y Masonería, como señaló Juan Claudio Sanahuja: “En 1993, en el Parlamento de las religiones del mundo, Hans Küng (ese teólogo que no quiere ser Papa para no perder el don de la infalibilidad) presentó el Proyecto de Ética Planetaria”. Sin embargo, Iglesia y Masonería son conceptos irreconciliables, como ha señalado el historiador Alberto Bárcena en su libro Iglesia y Masonería. Las dos ciudades. Se tratan de los dos bandos fundamentales del hombre: el bien y el mal; una batalla visible en el exterior pero que también sucede en el interior de cada hombre, cada día. Se trata de aquello que ya alertó José María Escrivá de Balaguer en su carta La tercera campanada, que he descubierto recientemente gracias a Enrique de Diego, y donde Escrivá de Balaguer habla de “la dura prueba que soporta la Iglesia”, a pesar de que hablaba un año antes de la muerte de Franco. Añadiendo como solución: “Cuando escritores embusteros, que se atreven en su soberbia y en su ignorancia —quizá en su mala fe— a calificarse como teólogos, perturban y oscurecen las conciencias, cada uno de nosotros ha de anunciar con mayor fuerza la doctrina segura, a través de un proselitismo incesante. Estamos en continuo contacto con la realidad eterna y con la terrena, realidad que sólo admite una postura: vivir en la Iglesia de siempre”.

En su atrevido libro Masones, Magaldi hace pública la existencia secreta de unas logias internacionales que controlan el mundo y donde figuran algunos de los mayores políticos de nuestro tiempo. Dichas logias se llaman “Ur-Lodges” y Magaldi las ha definido con estas palabras: “Es un network de superlogias que nacen constitutivamente sobre base cosmopolita y con una vocación identitaria y operativa supranacional. Estas superlogias, desde que nacieron, han afiliado siempre solo a los más eminentes y notables miembros de la masonería ordinaria, que se encontraron de este modo en la valiosa condición de poder moverse con soltura en ambos contextos y de poder disponer de los mejores instrumentos de uno y otro circuito para lograr sus metas. Sumemosle a esto la iniciación ex novo de mujeres y hombres profanos pero de especial prestigio político, económico-financiero, mediático, eclesiástico, intelectual, artístico, etcétera, cuya única condición era que en ellos se manifestaran signos indudables de un auténtico deseo de perfeccionarse sapiencial y esotéricamente“.

En esas Ur-Lodges ha tenido lugar, según Magaldi, la construcción de nuestro mundo: “El mundo moderno y contemporáneo ha sido construido por la masonería, derrotando a las antiguas aristocracias eclesiásticas y de sangre. Y hoy sus miembros más eminentes controlan y gestionan su funcionamiento con fines beneméritos (democráticos, liberales, libertarios, laicos, igualitarios y filantrópicos) o execrables, como la constitución de nuevas oligarquías de espíritu y financieras supraordenadas respecto a la soberanía popular, que de hecho queda así vaciada de sustancia” en un proceso “programado y dirigido hasta sus últimos detalles. Se trata de un circuito que alimentó, combatió y venció a los grandes desafíos de la modernidad, pero que ahora se encuentra en un grave estado de crisis y de declive a causa de su conservadurismo, de la esclerotización de sus estructuras, de su dogmatismo pseudoeclesiástico, de su tendencia a excomulgar a cualquier instancia herética dentro de sus filas, de su actitud no inclusiva y acogedora hacia comuniones masónicas menores, y de su inclinación culpable a «desunir lo que está unido» en vez de «reunir lo que está disperso», típica locución y típico deber iniciático de los auténticos masones“. Incluso un masón habría llegado a la luna, como es el caso de Buzz Aldrin.

Todo esto concuerda, desde el otro extremo, con lo revelado en una entrevista por el ya citado Giuliano di Bernardo, que afirmó lo siguiente: “La sociedad global no se puede gobernar con democracia ya que el recurso a la democracia por sí sola, en un mundo globalizado, crearía muchos de esos conflictos que, al final, resultarían en el estado de guerra de todos contra todo de lo que habló Locke. Creo que el futuro de la humanidad, que ve la realización de la sociedad global debe ser gobernado por una comunidad de sabios que expresen al Uno, el tirano ilustrado. Un pensamiento probablemente no muy lejos del de los propios arquitectos de la globalización, el sistema-mundo rediseñado por los diversos Rockefeller y Rothschild, Kissinger y Brzezinski”. Lo que coincide con las palabras de hace décadas del banquero Paul Warburg: “Tendremos un Gobierno Mundial, te guste o no. Por conquista o por consenso”.

El máximo experto global en narcotráfico, Roberto Saviano, alertó del poder del narcotráfico sobre algunos sectores clave como el inmobiliario: “Hoy invierten en los ciclos del cemento, en la distribución de productos alimenticios, en la usura, en el mercado inmobiliario y en el sector de la restauración”. Recordemos el poder de la Mafia, que fue capaz de matar a un presidente de los Estados Unidos como fue a John Fitzgerald Kennedy —ayudados por Lyndon Johnson y algunos sectores del ejército y de la CIA— o a un personaje público tan conocido como lo era Jimmy Hoffa. Además, el narcotráfico ayudó a financiar ETA con la venta de droga, según Saviano, y hoy en día se ha convertido en parte de ese “Estado profundo global” que gobierna el mundo. En este sentido, son reveladoras las palabras de Giuliano di Bernardo sobre la relación entre narcos y masones: “No solo hay infiltración de la ‘Ndrangheta en las logias, sino que incluso la’ Ndrangheta controla las logias. La masonería y la ‘Ndrangheta son dos organizaciones que tienen algunos aspectos en común. Es decir, el procedimiento, el modo de iniciación. En Calabria la ‘Ndrangheta entra en toda la masonería, pero en la práctica siguen teniendo estas reuniones precisamente para poder llevar a cabo proyectos, que ya no son de ética, principios éticos, universales, sino de organizaciones criminales”.

XIX

Build back better: significa algo así como “reconstruye mejor”. “Construir” ha sido y es un verbo del gusto de los “arquitectos” masones. New normality: construir una nueva normalidad significa construir un “hombre nuevo”. Para ello es necesario distanciarse del pasado, olvidarlo, y después proceder a sustituirlo. Un paso esencial para ese fin incuestionable que es erradicar a aquel que representa el mundo y los valores con los que se pretende acabar. ¿Es casualidad que los ancianos sean los más perjudicados por el coronavirus? Nos acusarán de “conspiranoicos” por siquiera sugerirlo, sin duda, pero ¿no está la historia llena de conspiraciones? ¿No lo está el mundo entero ahora mismo? Los políticos conspiran para ganar las elecciones; los trabajadores lo hacen para conseguir mejores condiciones laborales; las personas lo hacen para conquistar a sus enamorados, etcétera. Luego sí, las conspiraciones existen y gracias a ellas avanza la historia.

Conspiremos un poco con alguna información: ¿Por qué cambió la OMS, que es el mejor aliado de China hoy en día, como cambió, en 2009, el criterio de lo que establecía una pandemia o no? Da la casualidad de que con la antigua definición, los números del coronavirus no habrían sido suficientes. Esa misma OMS, junto a UNICEF, fue denunciada por la Iglesia Católica en Kenia debido a la esterilización de la población. ¿Qué quiere decir esto? Que quien debería velar por nuestra salud es quien no para de hablar de la necesidad de reducir la población humana del planeta tierra. ¿Los motivos? Como ha dicho el naturalista y responsable de distintos documentales sobre el “cambio climático” David Attenborough, “los humanos son una plaga para la tierra”. Hitler usó el Zyklon B, un producto anti-plagas distribuido por la farmacéutica Bayer, para asesinar a millones de judíos sabedor las connotaciones que la utilización de dicho producto acarreaba: si hablamos de plagas es para justificar que hay que exterminarlas.

El ínclito George Soros ya dijo que esta era “la mayor crisis de mi vida. Incluso antes de la pandemia me había dado cuenta de que estábamos en un momento revolucionario, donde lo que en tiempos normales sería imposible o incluso inconcebible no sólo se había vuelto posible sino, casi con certeza, absolutamente necesario. Y entonces llegó la COVID‑19, que ha alterado por completo las vidas de la gente y exige una conducta muy diferente. Es un hecho inédito que probablemente nunca se dio en esta combinación”. Para añadir: “nunca volveremos al punto donde estábamos”. Sophie Lewis, articulista en Open Democracy, otro organismo mediático financiado por Soros, escribió que “El coronavirus nos enseña que es el momento de abolir la familia”. En otras palabras: van a por todas y no están dispuestos a privarse de nada. Es la “doctrina del Shock”, como ya he explicado en artículos anteriores. Solo que hay algo que Naomi Klein no sabía: que los “Chicago Boys”, aquellos que usaron “el shock chileno” de la mano de Pinochet a favor de sus intereses económicos, recibían ese nombre por haber estudiado con Milton Friedman en la Universidad de Chicago. Lo que Klein no sabía o no cuenta, digo, es que dicha Universidad había sido fundada y era controlada por la familia Rockefeller.

¿Y qué es lo que se pretende con este “shock” que es la pandemia y su gestión más allá de “destruir la familia”mediante el individualismo y “salvar el clima” eliminando a unos cuantos humanos? A largo plazo y como ha señalado el director de la sede española de “Humanity+” (antes conocida como “Asociación transhumanista mundial”), José Luis Cordero, “la muerte de la muerte”, a la que conciben como otra enfermedad cualquiera, y la implantación universal del transhumanismo mediante la alteración del código genético de ARN, la unión de la realidad virtual y la realidad tradicional, y la hibridación tecnológica de la naturaleza humana. A corto plazo, un mundo sin razas, ni géneros, ni nacionalidades y que elimine cualquier parapeto moral y fáctico posible a dicho propósito transhumanista.

Para hacer posible tal proyecto ha sido necesario imponer un control de las libertades sin precedentes de ambición o de amplitud en la historia. En otras palabras, aterrorizar a la población, distorsionar su percepción de los hechos e implementar técnicas de control mental como las que Klein señaló extraídas del manual de tortura KUBARK de la CIA para el control de la población y probados con todo lujo de detalles en el Centro de Detención de Guantánamo, donde se ha experimentado con los límites mentales de la resistencia humana. Esto ha sido posible gracias a la implantación de una dictadura sanitaria y, antes, de una dictadura climática internacionales que han recibido su justificación mediante una campaña de propaganda sin procedentes en los medios de comunicación de todo el mundo: el sueño de Goebbels. Como explicara Hegel, el poder, toda forma de poder que ha sido, es y será, utiliza el “pan y circo” (Panem et circenses) de por ejemplo Netflix, HBO o Prime Video, entre otros métodos, para mantener entretenida a la población mientras se la esquilma sin paliativos.

No nos engañemos: el mundo está ya en manos de fondos de inversión internacionales como el todopoderoso BlackRock, dirigido por un miembro de la sociedad secreta “Kappa Beta Phi”, Larry Fink; pero, también, por otros fondos menos conocidos como The Vanguard Group, State Street Corporation, Fidelity Investments, BlackStone Group, Capital Group Companies, etcétera. Según KontraInfo, “La conclusión resulta obvia: unos pocos grandes inversores interconectados controlan la economía mundial. Quien controla la economía global controla también a buena parte de los gobiernos del mundo, cuya sostenibilidad depende precisamente del resultado de sus proyectos económicos”. Añade El Salto: “No importa dónde se mire o hacia dónde gire la rueda: ya sea la sanidad privada o las residencias de mayores, la vivienda o las grandes tecnológicas, las energéticas o la industria química, las llamadas economías de plataforma o los medios de comunicación. No se puede escapar del poder de los fondos de inversión”. Y según investigó Misión Verdad, “La crisis del Covid-19 presentó la oportunidad perfecta para ejecutar la propuesta en Estados Unidos y, en marzo de 2020, se le otorgó a BlackRock un contrato sin licitación bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica del Coronavirus (Ley CARES, sus siglas en inglés) para desplegar un fondo ilícito de 454 mil millones de dólares establecido por el Tesoro en asociación con la Reserva Federal que podría ser apalancado para proporcionar más de 4 mil millones de dólares en crédito de la Reserva Federal”. Después de un nuevo “Crack del 29” mucho más eficiente que el ensayado previamente en 2008, llega un nuevo “New Deal” actualizado y ya no gestionado por organismos nacionales y públicos, sino internacionales y privados.

El objetivo inmediato de estos grupos es sustituir el dinero físico por dinero digital para fiscalizar mejor los movimientos del ciudadano. Entre tanto, quieren imponer una renta mínima universal como forma de dominación del ciudadano: si haces que la gente dependa económicamente de ti, habrás encontrado la forma de que no puedan rebelarse contra tí cuando tus decisiones les perjudiquen, han debido de pensar sus ideólogos; una forma de comprar los votos y de comprar los silencios de millones de mantenidos. Pero ese es solo el medio, porque el fin es otro: “No tendrás nada y serás feliz”, reza el principio fundamental de la Agenda 2030, la obra maestra de las élites globalistas en su macroproyecto de Ingeniería Social. Y ya empiezan a controlar el imaginario popular para que encaje en ese esquema: en 2021 ha ganado el Óscar a mejor cinta Nomadland, película basada en el acontecimiento real de un grupo de gente que vive errante y sin propiedad privada —“No soy un vagabundo. Solo estoy sin casa. No es lo mismo, ¿verdad?”, se dice en la película—; mientras que en España el libro de Beatriz Montañez Niadela, sobre un estilo de vida “alternativo”, con “150 euros al mes”, sin apenas propiedades y en contacto con la naturaleza, se ha convertido en best-seller.

El escritor Frank G. Rubio apunta a una dirección masónica tanto a nivel internacional como nacional: “Zapatero, Rajoy y Sánchez han llegado al poder gracias a intervenciones y manipulaciones tanto de la opinión pública como de carácter jurídico y político sistemáticas”. Algo que vendría ocurriendo en España desde la “Constitución del 78” donde, según Frank G. Rubio, todos los firmantes eran masones. En un plano internacional, podemos encontrar una similitud entre la indefinición de términos como “sostenibilidad climática” con la de “fraternidad universal”, entre otros. Vamos hacia un superEstado globalista. Según el politólogo Esteban Vidal, “tanto marxismo como liberalismo requieren del Estado“. Como ha analizado Félix Rodrigo Mora, “el marxismo solo es un capitalismo de Estado“; mientras que “el liberalismo es un capitalismo de mercado“. Pero es el capitalismo lo que se da en ambos casos.

Fue el liberal Hayek quien mejor analizó hace décadas el “constructivismo” como proyecto de ingeniería social destinado a la implementación de unas finalidades definidas previamente y que no es más que la aplicación del cientificismo positivista a lo social, donde encaja bien el malthusianismo de nuestras élites. Según Hayek, todo lo que sea dirigir o planificar en lo social es una forma de totalitarismo en su más alto grado. Quizás nadie como Thoreau ha sabido anticipar lo que estamos viviendo todos nosotros en primera persona estos días: “Tengo la impresión de que, de algún modo, el Estado ha interferido fatalmente en mis legítimas ocupaciones” (Desobediencia civil y otros escritos). Así ha sido, así es y así será cada vez más. La libre voluntad del individuo, la libertad del grupo, la democracia común, la solidez de las instituciones religiosas y la soberanía de las naciones son los grandes enemigos del proyecto globalista. Para ello, han deslegitimado conceptos como el de “libertad” o figuras jurídicas como son los “derechos” con definiciones falsas y estrambóticas o legislando hasta en el más mínimo recoveco de la vida privada de las personas.

Los Estados-Nación o Estados nacionales han sido vaciados hasta resultar como cáscaras sin contenido ni peso político internacional. En su lugar se ha creado durante décadas un Estado Profundo en buena medida invisible y un Estado Mundial bastante más visible pero aún así poco aireado públicamente. Ello ha sido posible gracias a una Sanidad Global, una Economía Global, unos Objetivos Globales y unos Dirigentes Globales que todos conocemos (Agenda 2030, Foro de Davos, Bill Gates, etcétera) actuando conjuntamente. Gracias a su acción ha sido posible alcanzar una homogeneización cultural de la población mundial, una igualación reduccionista, con las mismas normas para todos y una incuestionable unidad en su estricto cumplimiento a nivel mundial.

“Unos y otros olvidan, con todo, una cuestión esencial: el problema central de nuestro tiempo no es de buena o mala calidad científica, sino de libertad ante un negro panorama de rampante restricción de derechos y libertades. Es decir, que el individuo tenga la posibilidad de decidir, de decir «sí» o «no» sin coacción, sobre sus elecciones particulares y según su voluntad. De acuerdo o no con lo que diga la ciencia o su porquero” (Fernando R. Genovés). El mismo Fernando R. Genovés ha creado una muy precisa terminología relativa a la pandemia: habla de un “totalitarismo pandémico” de dominación del “aldeano covidiano” a través de un “plan de dominación global” establecido por un “Mando Único” que no es sino una “oligarquía estratégicamente situada”. Impecable.

En este nuevo Sistema, los refractarios que hayan optado por desobedecer, por no creer la versión oficial y por expresarlo o por no vacunarse carecerán de derechos como el de viajar y trabajar y serán amenazados con las multas, la cárcel, la pobreza y la muerte. Al tiempo, si no me creen. En lo político, las democracias serán convertidas en pantomimas que, como ya hemos visto, podrán ser suspendidas temporalmente en pos de una “dictadura sanitaria” o de una “dictadura climática” que nadie haya votado en unas elecciones. Y cuando se pueda votar y los resultados no gusten a las élites, como ocurrió con el Brexit en Gran Bretaña, el Plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia de 2016, o la victoria de Donald Trump en las elecciones, asistiremos a falseamientos electorales o, como ocurrió en el Referéndum griego de 2015, a cómo, a pesar de que la mayoría de la población decidió rechazar las reformas económicas impulsadas por el BCE, el FMI o la UE, estas terminaron aplicándose igualmente por la deslealtad de unos poderes políticos vendidos tiempo atrás a los grandes intereses económicos.

La nueva realidad ha construido un mundo de dialéctica hegeliano-marxista de unos pocos amos y de muchos esclavos dominado por un “Despotismo Ilustrado” que vuelve a postular “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, como hiciera siglos atrás. Marguerite Yourcenar se inspiró en una frase de Flaubert para escribir su novela Memorias de Adriano: “Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”. Quienes nos dominan hoy son poderosos en el mundo terrenal, no en el espiritual. Su poder es efímero. Y la forma en que debemos combatirles debe ser terrenal, sí, pero sobre todo nuestra más íntima resistencia debe ser espiritual y debe estar basada en aquello que es inmarcesible. Sin embargo, hasta que llegue el momento de nuestra victoria a través de la Verdad y de la redención, seguiremos viviendo este momento obscuro de soledad.

XX

Guillermo Mas. Subdirector de Rambla Libre

Lo bueno es bello y lo bello es verdadero: sobre ese silogismo cuyos tres conceptos son intercambiables entre sí se ha fundado la cultura occidental. En palabras de José Jiménez Lozano: “No se puede pasar por la belleza sin celebrarla”. Eso es y será, siempre, toda forma de vida: una celebración de la belleza, una “danza para la música del tiempo” (A. Powell).

Según la tradición sapiencial hindú, nos encontramos en el Kali-Yuga; una época de confusión dominada por el dinero, por el oropel de las apariencias y la falsa gesticulación de toda hipocresía; una época de lujuria huera, de ira ciega y de materialismo desbocado. El filósofo René Guénon profundizó en dicho concepto (Kali-Yuga) desde una perspectiva moderna añadiendo que dicha época estaría caracterizada por el individualismo, por el racionalismo y por un consiguiente “oscurecimiento de la metafísica” frente al auge de la “superstición de la ciencia moderna”. Se trataría de una época final, de cambio de era, de la que solo se podría salir mediante la iniciación.

Para Guénon el autoconocimiento debería llevar al buscador a escoger, a seguir el dharma, entre “el sendero de la mano derecha” (diestro) o “el sendero de la mano izquierda” (siniestro). El primero estaría compuesto por las religiones tradicionales y sus dogmas intemporales. El segundo, por un camino alternativo distinto para cada persona: el “místico”, el del “guerrero” o el ”obscuro”. Julius Evola proponía la vía de la acción y de la confrontación frente a la vía de la contemplación que, por contra, proponía su amigo René Guénon. Ernst Jünger hablaría de una “movilización total”, de la opción de vivir “emboscado” en medio de la vorágine de nuestro tiempo. El “iniciado” Aleister Crowley proponía una máxima como punto de partida y de llegada: “haz tu voluntad será toda la ley” porque “cada hombre es una estrella”. Una voluntad derivada siempre del autoconocimiento, no de un estúpido deseo consumista.

Vivimos en el “reino de la cantidad”, una era dominada por la técnica y donde todo es reducido a mercancía, incluidas las relaciones personales. Un rasgo claro de la decadencia de nuestro tiempo es la inmoralidad de la ciencia y la peligrosa deriva del avance tecnológico. Cómo ha visto Jordan Peterson estudiando el Génesis, cuando Dios creaba algo se detenía, lo examinaba y determinaba que “era bueno”. Ante la posibilidad del transhumanismo (la alteración del hombre), de una nueva revolución industrial (la sustitución del hombre por la máquina) y demás supuestos “avances”, nuestros contemporáneos sólo se plantean esta posibilidad después de haber desarrollado su implementación, nunca antes. Como estudiaron Adorno y Horkheimer, el mito de “las luces” y del progreso derivados de la Ilustración acabaron dramáticamente en Auschwitz. Pero el mundo parece no haberlo asumido todavía.

En vez de detener el progreso intolerable del sistema capitalista, nuestras élites prefieren reducir la población humana mundial. No saben, o no quieren saber, que no pueden dominar el ritmo del mundo y que acabarán siendo arrastrados por él de forma irremisible. Alain de Benoist habla de “una élite conectada, egoísta y volátil, cuyos miembros no son ni empresarios ni capitalistas al viejo estilo, sino individuos ricos de un activo nómada, que detentan el saber, controlan las grandes redes de comunicación, es decir, el conjunto de los instrumentos de producción y de difusión de los bienes culturales, y que no tienen el más mínimo deseo de dirigir unos asuntos públicos cuyo papel —ellos lo saben mejor que nadie— es cada vez más limitado”. Lo saben porque bien se ocupan de ello.

La manipulación de la realidad mediante la creación de discursos mediáticos controlados —tanto al integrado como a buena parte del disidente—, la precarización del trabajo como forma de esclavitud, la ignorancia del pasado, el desarraigo cultural y el desapego social como nuevas formas de alienación, el consumismo, la drogadicción y el alcoholismo, la adicción tecnológica, las ficciones en plataformas digitales como método de “escapismo” o de simple evasión… Todo ello destinado a un control político-social —a través de la “creación de un relato” y de la “determinación de un enemigo” a batir—, de la mente de los sujetos que componen una sociedad.

Tanto el burgués como el emprendedor encajan en dicho esquema. La competitividad del modelo liberal no es más que la aplicación del “struggle for life” darwinista a las leyes del mercado tal y como las entendía Adam Smith: la conjunción de dos ideas que impiden la asociación entre iguales y que, en definitiva, favorece el egoísmo y la deslealtad cuando más se necesitan. En cuanto al burgués… Podemos acusarle, en buena medida, y dado su conformismo y su conservadurismo naturales, de ser el culpable de esta deriva decadente: “En un mundo transformado en objeto, el hombre está llamado a convertirse él mismo en una cosa” (Benoist). El aburguesado antepone la seguridad a la libertad; la comodidad a la verdad; la mentira a cualquier reclamo por la justicia.

Escribe Alain de Benoist en ese texto esencial llamado Contra el liberalismo: “Toda la historia de la modernidad puede ser leída como la historia de un despliegue continuo de la ideología de lo Mismo. En todas las áreas, incluso dentro mismo del espacio de la filiación, hay un aumento de la indistinción, un proceso que culminará con la globalización. La modernidad ha eliminado todos los estilos de vida diferenciados. Los antiguos vínculos orgánicos se han disuelto. Se ha atenuado la diferencia de género. Los roles dentro de la familia han sido ellos mismos alterados. Todo lo que queda son desigualdades cuantitativas –el poder adquisitivo– acerca de la posibilidad de acceder al modo dominante de vida”. La auténtica homogeneidad del mundo antiguo presentaba una multiplicidad de caminos en forma de tradiciones religiosas, muchas veces enfrentadas entre sí, por las que acceder a la verdad.

Aquellos que no se conformen con vivir “dopados” hasta que les sobresalte la muerte solo tienen una opción: la de reaccionar. No se trata de jugar a ser originales: “amanuense de siglos, solo compongo un centón reaccionario” (Nicolás Gómez Dávila). Sino de ser auténticos. Por ello, los refractarios deben reaccionar de forma individual y de forma colectiva. Se trata de una revuelta, no de una revolución porque debe ir “contra el mundo moderno” (Evola), contra el “arrasamiento técnico” (Heidegger) que éste conlleva, y debe estar apoyada en los valores inmarcesibles de la tradición y de la “sabiduría perenne” (sophia perennis). Es la única opción de supervivencia que le queda a la condición humana: “En la sociedad liberal, el hombre no se emancipa, ni se hace más autónomo, sino que se transforma en mónada, se atomiza” (Alain de Benoist). El camino es volver a lo común: “La sociedad no liberal es aquella que maximiza lo que los individuos deben hacer y poner en común. Volver a dar prioridad a lo común, al estar-en-relación, es también, y al mismo tiempo, trabajar por el renacimiento de la figura del ciudadano, fundada sobre la participación activa, y poner remedio a la desimbolización de la vida social” (Alain de Benoist). Aquellos tildados de “anti modernos” (A. Compagnon) o de “apocalípticos” (U. Eco), han resultado estar en lo cierto. Según Félix Rodrigo Mora, el “politicismo” y el “economicismo” son las dos ideologías fundamentales de la modernidad; y, por tanto, debemos combatirlas por igual. Si algo ha demostrado el siglo XX es el declive de las ideologías, que en realidad son un mero subproducto de las religiones.

Sin embargo, la sabiduría popular está bien asentada en la religión, en el “realismo” y sentido común de quien está en estrecho contacto con el orden natural y la vida en su esencia, y en ella debe instalarse nuestra perspectiva política. Como escribe José Miguel Gambra: “Hecha la ley, hecha la trampa, sigue siendo la sabia máxima que entre nosotros refleja unos destellos de nuestra independencia personal y social. El día no lejano en que, a imitación de los yankis, el respeto al Estado haga de cada español un custodio de cada ley positiva y un policía para sus conciudadanos, toda esperanza habrá desaparecido. Entre nosotros todavía hemos presenciar como la institución familiar ha permitido que muchos superen la crisis económica provocada por las grandes finanzas. En nuestra patria no se echa de casa a los hijos cuando han cumplido 18 años, como en Inglaterra, ni se rompen los lazos familiares cuando las leyes lo establecen. El día en que dejemos de oír a los jóvenes hablar de su familia y de su pueblo, el día en que se vean como individuos nacidos por generación espontánea, ese día estará todo perdido”. Debilitar los vínculos es la mejor forma de convertir a las personas en siervas de su propio consumismo bajo unas condiciones miserables.

No olvidemos que “la sociedad liberal” es lo opuesto de “la sociedad tradicional”: “La dinámica liberal moderna arranca al hombre de sus vínculos naturales o comunitarios, sin tener en cuenta su inserción en la humanidad particular. Vehicula una nueva antropología, en la que el hombre debe, para ganar su libertad, desprenderse de las costumbres ancestrales (tribales, las llaman) y los vínculos orgánicos, siendo vista esta separación de la naturaleza como característica de lo que es verdaderamente humano. El ideal ya no es, como en el pensamiento clásico, conformarse en el orden natural; se encuentra, por el contrario, en la capacidad de liberarse de él. La perspectiva liberal moderna se basa en una concepción atomista de la sociedad como suma de individuos fundamentalmente libres y racionales, de los que se prevé que actúen como seres desvinculados, libres de toda determinación a priori, y susceptibles de elegir libremente las finalidades y los valores para guiar sus acciones” (Alain de Benoist). Frente a esta perspectiva, hay que reivindicar valores como la identidad, como la tradición cultural, como el honor o como la espiritualidad; se trata del “retorno de los dioses fuertes” (R.R. Reno): el único camino viable ante el agotamiento de la opción liberal que se presentó como exitosa, incluso como punto final de la historia, tras la catástrofe de los distintos totalitarismos (comunista, fascista, etcétera).

La democracia es el camino, pero no la democracia liberal, en la que venimos viviendo y cuyo solo enunciado supone un oxímoron. En su lugar, la “democracia común” (D. Nelson) es un camino alternativo donde la participación política viene a sustituir la desastrosa representación política que padecemos a diario. Todo aquello que no sea “pensamiento débil posmoderno” es calificado de populismo pero, como ha escrito Chantal Delsol, hay que perderle el miedo a dicha etiqueta: “El populismo es el mote a través del cual las democracias pervertidas disimulan virtuosamente su desprecio por el pluralismo”. Lo popular no es populismo, por mucho que se quiera sustituir por la aberración de lo pop. Quienes atacan al populismo suelen tener “religiones de sustitución” mucho más irracionales a las que adorar: el “becerro de oro” económico; el feminismo; su identidad racial o sexual; la “calentología” ecologista; sus “ideales” políticos, del signo que sean: conservadores, socialdemócratas, marxistas, socialistas, fascistas, anarquistas racistas… En palabras de Chesterton, “cuando se deja de creer en Dios, se pasa a creer en cualquier cosa”. Y los nihilistas, aquellos que no creen en nada, o que creen en la descomposición de todo (la Nada), son los más peligrosos: capaces de inmolarse en nombre de cualquier idea vana.

La cuestión esencial es, entonces, ¿en qué depositar la esperanza en estos tiempos de incertidumbre? Para Sebastián Porrini, “conocerse a sí mismo (nosce te ipsum) es el primer paso fundamental”: “liberarse de la servidumbre con las propias fuerzas es el lema sobre el que se sustenta la lucha del adepto y su sumisión de las propias fuerzas: desconocer las características de sí mismo no es error menor, sino aquello que determina el resultado”. Como explica Jordan Peterson: “Hemos perdido el universo mítico de la mente preexperimental, o al menos hemos dejado de propiciar su desarrollo. Esa pérdida ha dejado nuestro creciente poder tecnológico más peligrosamente a nuestros sistemas de valoración, que todavía son inconscientes. Antes de la época de Descartes, Bacon y Newton, el hombre vivía en un mundo animado y espiritual, saturado de significado, imbuido de propósito moral. La naturaleza de ese propósito se revelaba en las historias que la gente se contaba, historias sobre la estructura del cosmos y el lugar del hombre. Pero ahora pensamos empíricamente y los espíritus que en otro tiempo habitaban el universo se han esfumado. Las fuerzas liberadas por el advenimiento del experimentalismo han traído la destrucción del mundo mítico”.

Hay que rescatar ese “mundo mítico” sembrado de arquetipos en cuyos símbolos y mitologemas se encuentra la metafísica imperecedera que atraviesa el devenir del tiempo. El relato, la poesía, la literatura, son bastiones de resistencia frente a la modernidad. La figura del héroe —”aquel que pone orden en el caos” (J. Peterson)— representado a través de una actitud ética a imitar en nuestra vida diaria es clave. Ha llegado el momento de recorrer el camino a la inversa ante el callejón sin salida en el que ha encallado la historia. Vivimos en un fin de ciclo, no en el fin del mundo. Debemos mantener la esperanza de una resurrección espiritual.

He intentado citar siempre que me ha sido posible a lo largo de estas líneas, porque detrás de cada cita está la admiración por lo que otro ha dicho antes y mejor de lo que podría haber sido dicho por uno: “Negarse a admirar es la marca de la bestia” (Nicolás Gómez Dávila). En este largo texto sobre la ingeniería social, dividido en 20 secciones, solo he queridos señalar a los culpables de que el ser humano esté próximo a su destrucción y que han tratado de manipular el devenir del mundo a favor de sus macabros intereses. Señalarles sin ambages debe ser el primer paso para vencerlos definitivamente. Pero de nada sirve la acumulación de toda la información sobre sus propósitos, intereses y actuaciones sin la actitud personal necesaria de cada refractario, y sin una acción conjunta por parte de todos los disidentes en una amplia totalidad.

Kierkegaard habló de que cuando se llega al punto más frágil antes de la ruptura definitiva es cuando se da “el salto de la fe”. ¿Cómo se mide ese punto? Algunos creen que basta con radiografiar la actividad cerebral y calcular los cambios químicos para saberlo. Sin embargo, se trata de algo más profundo: de una verdad interior que está más allá de cualquier manifestación externa: “Al lado de los acontecimientos internos los demás recuerdos (viajes, personas y ambiente) se esfuman. La historia de la época la han vivido y escrito muchos: mejor leerles a ellos o escuchar cuando alguien la cuenta. El recuerdo de los factores externos de mi vida ha desaparecido o se ha difuminado en su mayor parte. Sin embargo, los encuentros con la otra realidad, el choque con el inconsciente, han marcado mi memoria de modo indeleble. En este aspecto hubo siempre plenitud y riqueza, y todo lo demás quedó eclipsado” (Carl Gustav Jung)

En el Evangelio de Lucas (24:29) leemos: “Y ellos le instaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque está anocheciendo, y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos”. La esperanza debe ser nuestra luz en la noche; aquello con lo que calentarnos cuando nos gangrenamos de frío. Decía al principio: lo bueno, lo bello, lo verdadero; es decir, aquello que no es demostrable por la ciencia pero que se demuestra como conocimiento cierto en la experiencia.

El mayor enemigo de los globalistas es Jesús: sin duda el personaje más excepcional que ha existido y, una vez trascendido, el mito que más esperanza ha dado a los hombres. Nadie puede quedar indiferente a su figura: ni quienes la ignoran o incluso la niegan; ni quienes lo consideran un mero “revolucionario” o un “sabio excepcional” comparable a Buda, a Confucio y a Lao-Tsé. No digamos ya los creyentes, de la confesión que sean. Todos los hombres tienen un Jesús personal, incluso quienes creen no tenerlo y hasta se jactan de ello. La respuesta que se da al ideal de actitud vital que encarna Jesús define a cada ideología, a cada persona sin excepción. Por eso hoy se le quiere olvidar, mancillar, vilipendiar, ridiculizar o parodiar. Aproximarse a Él desde la verdad interior de cada uno es la mejor manera de resistirse a cualquier proyecto de ingeniería social existente. Ayer, hoy y siempre.

Cada persona es un camino, un viaje que contiene en su interior la semilla de la Creación y de la divinidad. El sentido de la afirmación “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6), que es algo tan hondo como el sentido de la propia vida —y, por tanto, de la muerte— no es algo demostrable, sino una experiencia personal. En estos tiempos de oscuridad debemos recogernos en el silencio de la plegaria y de esa meditación constante que, humildemente, ruega: “Quédate con nosotros, Señor, porque anochece”. Amén.

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

Guillermo Mas Arellano
Nacido el 3 de noviembre de 1998 en Madrid, es estudiante de Literatura General y Comparada en la UCM y, además, colabora en diversos medios digitales y audiovisuales de la disidencia. Con formación en oratoria y experiencia como crítico cinematográfico, defiende el incomparable legado de la Hispanidad dentro de Occidente y el saber perenne de la filosofía tradicional a través de la literatura como bastión de defensa contra el mundo moderno. Sus enemigos son los mismos enemigos de España, así como todos aquellos que pretenden cambiar el curso de la historia y el carácter de los pueblos con medidas de ingeniería social. En definitiva, es un reaccionario.

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