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viernes, 25 de enero de 2019

Clásicos católicos del CINE español: Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1951), La señora de Fátima (Rafael Gil, 1951), Día tras día (Antonio del Amo, 1951), El Judas (Ignacio F. Iquino, 1952), La guerra de Dios (Rafael Gil, 1953), Marcelino pan y vino (Ladislao Vajda, 1954), El beso de Judas (Rafael Gil, 1954), La herida luminosa (Tulio Demichelli, 1956), Molokai (Luis Lucía, 1959), Fray Escoba (Ramón Torrado, 1961),...La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, 2004 (film completo)







Entrevista a José Antonio Bielsa Arbiol 
sobre los clásicos católicos del cine español
Javier Navascués
21-11-2018 
José Antonio Bielsa Arbiol es historiador del arte y estudioso del cine español. Articulista y escritor, es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Graduado en Filosofía. Es un gran entusiasta del cine católico español, tema que ha estudiado a fondo. La obra evangelizadora de España, labor ingente de siglos, debía perpetuarse de algún modo en el Séptimo Arte, dejando en el siglo XX una impronta muy especial. En esta entrevista nos hace un resumen de sus principales características y de sus obras más representativas.

-¿Existe un genuino cine “católico” español?
-Indudablemente sí. La originalidad en todos los órdenes de España, originalidad que nos singulariza a los ojos del mundo, no podía pasar desapercibida en una industria tan exclusiva como la cinematográfica. Esto es así, le guste a quien le guste o le disguste a quien le disguste. La obra evangelizadora de España, labor ingente de siglos, debía perpetuarse de algún modo, alcanzando el siglo XX y dejando su muy real impronta en el Séptimo Arte. ¡Y vaya si lo hizo! Los historiadores descreídos y los sociólogos maliciosos no dudarán en ridiculizar esta afirmación mía, amparándose en un formidable aparato de estudios y referencias creados a tal efecto. Pero la realidad es prístina: existe un genuino cine católico español, en tanto católico y en cuanto español: las películas están ahí para demostrarlo, y son escuela. Basta acercarse a ellas, visionarlas, disfrutarlas.

-Un matiz, ¿qué diferenciaría meramente nuestro cine católico del cine religiosoen general?
-Su ortodoxia, sin concesiones ni reblandecimientos peregrinos, manifestada a través de un discurso sólido y consecuente, en abierta comunicación entre productora cinematográfica e Iglesia Católica, como bien queda plasmado en los títulos de crédito de muchas de estas películas, y es que el visto bueno de la Iglesia era garantía de éxito no sólo doctrinal sino comercial. Este cine, lejos de ser producto de vulgarización para consumo de masas indiscriminadas, era pieza apologética sólidamente engastada en los principios perennes de la doctrina católica. Al igual que los viejos libros de otrora, estas películas gozaban de la censura eclesiástica de rigor (equivalente del Nihil obstat y el sucesivo Imprímase de los libros), y es que las películas del cinema católico español llegaban a un público mucho más amplio que el de los lectores de libros, y por tanto debían pasar por filtros similares, amén de asesoría y colaboraciones diversas, del arco que va de un escritor religioso a un obispo. Todo por la edificación de la recta doctrina entre el gran público, que no era masa a adoctrinar en unas u otras consignas, sino digno pueblo de educandos. ¡Por algo decía Menéndez Pelayo que España era nación de teólogos! Nuestro Calderón de la Barca del cine español del siglo XX bien pudiera ser don Rafael Gil.

-¿Qué exclusivismos ofrece nuestro cinema religioso nacional con respecto al de otras cinematografías?
-Ante todo y sobre todo su componente didáctico y moralizador, sin miedo al subrayado ni a lo panfletario. Es el logro que supone haber bajado el púlpito a la sala de cine, sin trivializar ni menoscabar la recta doctrina, y muy especialmente la cuestión moral católica, del ámbito que va de la moral en general a los preceptos de la Iglesia, pasando por supuesto por los deberes del Decálogo. Se puede afirmar con rotundidad que nuestro cine católico cumplía una doble misión de incalculables buenos frutos para la sociedad: si por un lado entretenía al público dignamente y procuraba elevar la conciencia hacia el buen obrar en Cristo, por el otro ilustraba a ese mismo público sobre la realidad del pecado y sus consecuencias. Dígame, ¿se hace algo parecido desde la pantalla cinematográfica en nuestros días?
-¿A qué causas se debe el actual descrédito y desinterés hacia este tipo de filmes, invisibilizados de cara al público e incluso denostados en su mayor parte por la crítica dominante?
-Como usted bien ha dicho, buena parte del descrédito de este género se debe a las absurdas y maliciosas campañas de desprestigio que se han ido vertiendo sobre el cine del franquismo en general, máxime si éste era católico-apologético. ¡Craso error! Por lo general, durante el franquismo se hizo en España un cine de muy alta calidad artística, con independencia de las individualidades, más o menos acusadas, de sus artífices. Por otra parte, y dejando a un lado la divergencia de criterios formales o meramente narrativos, aquellos tiempos eran propicios para hacer un “buen” cine, de la misma manera que en nuestros días sucede todo lo contrario. ¿En qué me fundo para afirmar esto? Pues simplemente en lo más esencial y decisivo: el respeto a una concepción de la puesta en escena estable y coherente, significativa en su discurso, es decir inteligible más allá del montaje, y por ende todavía no perturbada por los futuros seudolenguajes que terminarían por arruinar el cinema en la tierra de nadie de los seudolenguajes televisivos, del videoclipo del spot publicitario hoy imperantes. Los años 50 fueron gloriosos, cierto, pero no sólo para el cine español en particular, sino para el grueso de las cinematografías del globo. Su descrédito actual sólo debería entenderse, primero, en tanto “cine español del franquismo” y, para postre, “católico”.

-¿Podemos hablar de una “edad de oro” del cine católico español?
-Con razón, y más que de edad, cabría hablar de década, la de los 50 concretamente, si bien podemos ser más precisos y afirmar categóricos que dicha “década de oro” arrancaría el año de 1950 con el estreno de Balarrasa (José Antonio Nieves Conde), filme que supone antes que nada el puente entre el cine de ámbito militar propio de la década de 1940 y el cine religioso de los cincuenta. La película cuenta la vida de un militar convertido a la fe y ordenado sacerdote, quien terminará sus días muriendo como misionero en Alaska. Por todo ello Balarrasa deviene símbolo y ejemplo paradigmático de que el cine español en los 50 dejaba a un lado las armas y los uniformes militares y se ponía la sotana. Dicha “década de oro” concluirá hacia 1963, año que no tan casualmente coincide con la decadencia de la Fervorosa Hermandad de la Cinematografía, una suerte de cofradía del cine muy pujante entonces.

-A su juicio, ¿qué cineastas fueron los más decisivos artífices en la configuración caligráfica de nuestro cine católico?
-La nómina de cineastas es copiosa y variopinta, si bien sí me gustaría distinguir las aportaciones de personalidades tan notorias como Rafael Gil, Ignacio F. Iquino, Luis Lucía, José Antonio Nieves Conde, Juan de Orduña, Arturo Ruiz Castillo, José Luis Sáenz de Heredia o Ladislao Vajda. Y aunque la aportación de algunos de ellos cuantitativamente resultó escasa, cualitativamente fue inmensa.
-¿Y qué películas las más prominentes de dicho canon?
-Deje que le enumere al menos una decena, en orden de aparición cronológica: la germinal Balarrasa, La señora de Fátima(Rafael Gil, 1951), Día tras día (Antonio del Amo, 1951), El Judas (Ignacio F. Iquino, 1952), La guerra de Dios (Rafael Gil, 1953), Marcelino pan y vino (Ladislao Vajda, 1954), El beso de Judas (Rafael Gil, 1954), La herida luminosa (Tulio Demichelli, 1956), Molokai (Luis Lucía, 1959) y Fray Escoba (Ramón Torrado, 1961). A esta nómina me gustaría añadir algunos títulos notables de la década de 1940, tales como así fueron Forja de almas (Eusebio Fernández Ardavín, 1943), Misión blanca (Juan de Orduña, 1946), La mies es mucha(José Luis Sáenz de Heredia, 1948) o La manigua sin Dios (Arturo Ruiz Castillo, 1948), que anunciaban vigorosamente lo que estaba por venir. Y tampoco me gustaría dejar de mencionar tres piezas singulares, dos de ellas heterodoxas en algún aspecto, pero en su núcleo más profundo católicas, como son Cielo negro (Manuel Mur Oti, 1951), Los jueves milagro (Luis García Berlanga, 1957) y Viridiana (Luis Buñuel, 1961).

-¿Qué valoración estética podría hacer de estas películas en su conjunto?
-Pese al desdén de cierta moderna historiografía y el desprecio de no pocos historiadores del cine, estas películas, entre pasaderas las más endebles y sobresalientes las más significadas, ofrecen en su conjunto una calidad notable alta. Valoración de lo externo, es decir de todos y cada uno de los elementos técnico-artísticos constituyentes de los filmes, cohesionados en lo interno mismo, la puesta en escena, es decir el lenguaje profundo de cada obra en cuanto tal. Pensemos en el todoterreno Iquino, un cineasta bastante desprestigiado por su tendencia en ocasiones oportunista a trabajar los géneros del momento: pues bien, Iquino, con independencia de sus altibajos, se nos antoja un creador estético muy considerable, y a menudo muy inspirado. Sus dos filmes católicos más característicos, El Judas y La pecadora (1956), ratifican una concepción plástica muy diestra y asumida dentro del naturalismo, un cuidado en la iluminación, la composición y los movimientos de cámara que, en cualquier caso, subliman unos guiones perfectos. Paradigma de una concepción plástica más ambiciosa, entre expresionista y simbolista, sería la trabajada por Vajda en la capital Marcelino pan y vino, un trabajo sobrecogedor que nunca dejará de impresionar a los nuevos espectadores.

-¿Pueden parangonarse nuestros mejores filmes católicos con las grandes obras maestras del cine religioso europeo?
-Por supuesto, siempre y cuando estos filmes sean tratados en su debido contexto industrial y estético. Sería un esnobismo mezquino por nuestra parte subordinar cineastas como Rafael Gil o Ladislao Vajda a, digamos, un Robert Bresson en Francia o un Ingmar Bergman en Suecia. Ciertamente, la genialidad de estos primerísimos maestros europeos reside en el personalismo de su concepción del hecho fílmico, en el despliegue de una puesta en escena formidable e inconfundible, mas no tanto en el enfoque del tema y las perspectivas planteadas a la hora de abordarlo. Luego estaría la típica pregunta, tal vez pertinente en este medio, del tipo de ¿qué película es mejor en términos no absolutos (cinematográficos) sino católicos (doctrinales), el Diario de un cura rural del “autor” Bresson o La guerra de Dios del “artesano” Gil? Hacer comparaciones de este tipo es sintomático de prejuicios, en los que la película española saldría sin duda perjudicada. Son dos excelentes filmes, con independencia de sus particularidades y señas de identidad; dos obras insustituibles.

-¿Considera exportable este tipo de filmes allende nuestras fronteras?
-Desde luego, siempre y cuando se liquiden los prejuicios que, como de costumbre, estigmatizan “lo (más) español”. Por suerte o por desgracia, los españoles no hemos sido, de ordinario, muy buenos promotores de nuestro cine. Y aunque es bien cierto que cosechamos algunos éxitos internacionales en festivales propios como San Sebastián y europeos como Berlín, Cannes o Venecia, la tónica general no era ésa. Bastará tener presente que, a diferencia de Italia o Francia, no recibimos un Óscar al mejor filme de habla no inglesa hasta 1983, nominaciones al margen.
-¿Cuándo y por qué comenzó a declinar la producción de nuestro cine católico?
-Signo de los tiempos, la producción del cine católico español comenzó a decaer con el aggiornamento de la Iglesia Católica, que deslegitimó el régimen nacional-católico de Franco, del cual era fiel testimonio este cine católico. En poco más de una década, el filón por así decir se había agotado. Y los presupuestos no supieron renovarse con la debida pericia. Como botón de muestra, basta comparar un filme crepuscular como el mediocre Bienvenido, padre Murray (Ramón Torrado, 1963) con el soberbio Balarrasa de Nieves Conde. En poco más de una década, la erosión ha sido manifiesta: el Misterio ha sido banalizado, dejando paso al kitsch pequeñoburgués; con razón algunos críticos hablaron de “cine de estampita”, calificativo que por lo demás fue aplicado injustamente a películas muy granadas.

-¿A qué se debe el actual desinterés por las nuevas generaciones hacia este género?
-La “sensibilidad”, llamémosla así, de nuestro tiempo, repele abiertamente este tipo de filmes, porque suponen una explícita lección de moral y valores cristianos en una época de apostasía totalmente ayuna de ellos.
Resultado de imagen de la pasión de cristo de mel gibson
-En los últimos años hemos asistido a un tímido revival del cine católico con la aparición de algunas entregas de interés. ¿Es un hecho aislado o vaticina un verdadero resurgir del cine católico en general?
-Es un hecho aislado, un espejismo a todas luces poco estimulante. No ya tanto por la mediocre entidad cinematográfica de unos productos hijos de esta época de disolución, como por la dudosa ortodoxia de unas películas “católicas” sólo en apariencia; en cuanto excepción, quizá la más clamorosa refutación de este espejismo sea La Pasión de Cristo, de Mel Gibson.

-¿Cómo invitaría a las nuevas generaciones y al público desconocedor en general a descubrir este tesoro oculto que es nuestro cine católico?
-Lo primero, les animaría a mirar a lo alto, a desprenderse de los clichés más burdos del cine de consumo de nuestros días. Esta orientación, inequívocamente, presupondría un cambio de mentalidad que llevaría, en un supuesto ideal, cierto tiempo en fraguarse. Luego, invitaría a la gente a degustar estos viejos filmes con el debido discernimiento, sin prisas, con mucha calma. No hace falta que sean cinéfilos, sino meros espectadores con algo de sensibilidad, aunque eso no abunde. Como los buenos vinos, el genuino cine católico español ha necesitado de tiempo, y tiempo al tiempo, ya es hora de degustarlo, revisarlo, admirarlo.
Javier Navascués Pérez
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sábado, 21 de septiembre de 2019

Rafael Gil, el buen cine español (y Sáenz de Heredia y Juan de Orduña). Según Pío XII la Señora de Fátima de Rafael Gil hizo más por la FE que muchas predicaciones

Rafael Gil, el buen CINE español
(y Sáenz de Heredia y Juan de Orduna)
Javier Navascues 
 11/09/2019 
Según Pío XII la Señora de Fátima de Rafael Gil 
hizo más por la fe que muchas predicaciones
ENTREVISTA a José Antonio Bielsa Arbiol, historiador del arte y graduado en Filosofía, es un apasionado del cine clásico, especialmente de aquel cine que es portador de las esencias católicas de España. En esta entrevista habla de Rafael Gil, uno de los directores fiel a esos grandes ideales patrios y que hizo mucho por la fe en España con obras como La Señora de Fátima, según reconoció S.S. Pío XII.

--¿Quién fue Rafael Gil y su importancia en la historia del cine español?
--Fue uno de los mayores creadores de la cinematografía española. Por derecho propio, lo situaremos entre los diez grandes realizadores de nuestro cine, del arco que va de un genio inevitable como Luis Buñuel a un artesano de la categoría de Florián Rey. Sin los 67 largos del madrileño Rafael Gil Álvarez (1913-1986), dirigidos durante cuatro décadas, una parte esencial de la historia del cine español quedaría sin explicar, resultando mutilada, incluso ilógica en su discurrir. Por todo ello, y tanto por su faceta de director como de escritor, Gil es realmente un puntal del cinema español, a cuyo lado ciertos falsos prestigios de nuestro tiempo se derrumban cual colosos de arena.
Rafael Gil
--Si bien no está al nivel de los grandes genios mundiales sí que hablamos de un gran director…
--Si cuando hablamos de “gran genio” del cine estamos pensando en un Buñuel, en un Fellini o en un Bergman, por citar los primeros autores que nos pueden venir a las mientes, desde luego que Gil no podría insertarse en tal nómina, pues sus películas, aunque excelsas muchas de ellas, no tienen ese sello impar que diferencia incluso en sus obras menores a los cineastas geniales de los meramente sobresalientes, de los que Rafael Gil es claro ejemplo. Omitiendo esto, Gil es un realizador magnífico, que se vale por sí mismo, sin cotejos ni comparaciones con terceros, y aunque su estilo es fluctuante década a década, el trabajo de realización presenta el máximo grado de elaboración en la cinematografía española de los años 40 y 50. Como escritor, su oficio de guionista es sobresaliente, por lo que debemos considerarlo uno de los mejores adaptadores cinematográficos de obras literarias prestigiosas que ha tenido el cine español, llevando a la pantalla textos de Cervantes, Fernández Flórez, Pedro Antonio de Alarcón, Palacio Valdés, Pérez Galdós, José Echegaray o Unamuno, entre otros muchos. 
--¿Cuáles son las principales características de su cine?
--Ante todo, la solidez de su puesta en escena, que oscila entre el clasicismo de sus mejores tiempos con un noble academicismo de buen cuño, propio de su período de decadencia (que por cierto coincide en términos globales con la decadencia del cine en general). Tras lo absoluto de la puesta en escena, cuya caligrafía desarrolla con mano diestra durante los años 40 y 50, todos los demás elementos de su cine se van cohesionando en un todo uniforme, dando como resultado una excelente calidad integral, muy superior a la media del cine español: sobria planificación, justificados movimientos de cámara, coherente iluminación, decorados excepcionales y con pátina, actores muy bien dirigidos, plena valoración del diálogo dado su oficio como guionista, etcétera.
En resumen: hay en Gil un total control de los medios de que dispone respecto a lo que quiere contarnos; rara vez le veremos perder el control sobre la infraestructura de que dispone. Pero por encima de todo ello late una concepción cristiana del medio cinematográfico: el suyo es un cine docente, edificante y esperanzado, incluso en sus momentos más sombríos, donde el viaje de las tinieblas a la luz se plasma en no pocas ocasiones con la debida precisión estilística; basta visionar y/o analizar una obra maestra incontestable como El clavo para ratificarlo. Y esto no es fácil de conseguir, muy al contrario: requiere de un oficio fabuloso. Otra cosa es que para el embrutecido gusto actual, propio de un público que colma sus expectativas (es un decir) con cualquier cosa de Almodóvar o Amenábar, esta concepción del hecho fílmico resulte, digamos, muy arcaica y, por lo tanto, alejada de la “sensibilidad” de hoy.
--Dentro de toda su carrera vivió los buenos años de la industria del cine…
--Así es, al menos durante la primera mitad de su desarrollo. Su primera película, de 1942, es El hombre que se quiso matar, y es un golpe maestro; la última, Las alegres chicas de Colsada, data de 1983, y no es tan buena. El ecuador de esta filmografía lo marca sin duda El Litri y su sombra, de 1959, con guión y diálogos a cargo del propio Gil y Agustín de Foxá. A partir de aquí, la filmografía de Gil comienza a decaer en calidad, virando siempre hacia el cine más comercial del momento, pese algún logro interesante de asunto taurino. La década de 1970 marca una clara reactivación de sus ambiciones de adaptador de clásicos, pero los resultados ya no son tan brillantes como en sus inicios, puesto que el clasicismo de los viejos tiempos ha mudado, repetimos, en ese academicismo funcional que lastra casi todo el cine español de la década. Los años 80 de Gil son un soplo de aire fresco en medio del gran erial en que se ha convertido el cine español, pero indignos de sus buenos tiempos, con unas divertidas (mas en el fondo amargas) adaptaciones de Vizcaíno Casas; estas películas, como Hijos de papá, De camisa vieja a chaqueta nueva o Las autonosuyas, pueden considerarse el retrato más fiel y certero de la España de entonces, por encima de filmes políticos mucho más reputados de Imanol Uribe o Basilio Martín Patino.
--Una labor muy prolífica y con un cine de calidad, ¿qué películas destacaría?
--El mejor Gil está en los años 40 y 50; la década de los 60, dominada por la emulsión a color, marca como hemos dicho el comienzo de su clara decadencia. No le sorprenda pues que las películas que reivindique de él se ubiquen en esas dos décadas formidables, y sean todas ellas en blanco y negro; si tuviera que escoger una docena, podrían ser las siguientes: Viaje sin destino (1942), Eloísa está debajo de un almendro (1943), Huella de luz (1943), El clavo (1944), La pródiga (1946), La fe (1947), Don Quijote de la Mancha (1947), La calle sin sol (1948), La guerra de Dios (1953), La otra vida del Capitán Contreras (1954), Murió hace quince años (1954) y La gran mentira (1956). Sin embargo, la filmografía de Gil cuenta con otra docena de títulos excelentes que podrían sumarse a los ya referidos.
--¿Qué etapa le gusta más del autor?
--Concedamos que la obra de Gil consta de cinco etapas diferenciadas, a etapa por década, es decir desde la década de 1940 a la de 1980. Si la década de 1950 fue la que reportó al cineasta mayor prestigio crítico, amén de nombradía comercial, sin embargo soy un firme entusiasta y partidario de sus películas de la etapa previa: los 40 de Gil son tan estimulantes y perennes como los 30 de Florián Rey, los 50 de Mur Oti, los 60 de Berlanga o los 70 de Saura. Si queremos dilucidar en todo su alcance la superdotación de Gil como cineasta, es preciso que detengamos nuestro análisis en esos 18 largos que van desde El hombre que se quiso matar a Teatro Apolo, de 1950. ¡18 películas en menos de una década! Y todas ellas excelentes o, en su defecto, notables a lo menos. Pensemos que el maestro Berlanga, por ejemplo, rodó el mismo número de películas, pero no en 9 años, sino en casi medio siglo. Y no, no quiero hacer comparaciones, pero es un hecho que la poca estima crítica que suscita Gil entre el grueso de la crítica imperante no se corresponde con sus grandes y muy reales méritos. Debemos dar la razón a Juan Manuel de Prada, cinéfilo curtido, cuyo dictamen sobre Gil suscribimos: “no creo que exista un filmografía tan abundante en títulos memorables [en el contexto del cine español] como la de este fecundo galeote de la cámara” (Los tesoros de la cripta, 2018, p. 144).
--Un cine serio y comprometido con los grandes ideales católicos, tan presentes en la España de esa época…
--Ya lo creo. Era una época extraordinaria, en la que la gente del cine y las letras hablaba entre sí, anteponiendo la dignidad global del producto a la instrumentalización de éste a manos de los productores y los intereses del mercado, que también existían, pero de una manera antitética a la actual. Y es que además había una clara responsabilidad social por parte de sus artífices, un esfuerzo por reforzar a través del cinema los valores de la Patria y los derechos de Dios. Cualquier moderno descreído y tolerante, lector de las actuales revistas de cine, se sonrojará al oír esto. ¡Allá él o ella!
--Profundamente creyente, esto se palpa en su cine…
--Desde luego. Tal y como divulgó el mejor estudioso del cineasta, Fernando Alonso Barahona, autor de dos excelentes monografías sobre Gil, éste fue un católico practicante poseedor de una sólida formación, que hacía profesión explícita de su fe, trasvasándola al medio, en cuyas manos éste adquiría un potente y muy significado alcance evangelizador. A lo largo de la historia del cine han descollado grandes cineastas católicos, como John Ford, Alfred Hitchcock, Henry Hathaway, Frank Capra o nuestro José Luis Sáenz de Heredia, pero pocos han hecho tanto por la doctrina católica como Rafael Gil. El ciclo de cine religioso de Gil, integrado por seis títulos esenciales para aprehender la doctrina católica, es uno de esos hitos medulares de la industria española de los años 50 por hacer un cine docente y evangelizador: La señora de Fátima (1951), Sor Intrépida (1952), La guerra de Dios (1953), El beso de Judas (1954), El canto del gallo (1955) y Un traje blanco (1956), a las que cabría sumar por su entidad político-religiosa la extraordinaria Murió hace quince años (1954), son brillantes ejercicios de estilo al tiempo que magistrales lecciones de doctrina social de la Iglesia e Historia sagrada. Los asuntos de los capiteles románicos o las vidrieras góticas tienen en el siglo XX su más certera plasmación audiovisual en estas películas de Gil con guiones de Vicente Escrivá. Es un caso único, realmente único, en la cinematografía mundial.
--La Señora de Fátima, quizá una de sus películas religiosas más representativas…
--Fue tal su repercusión, que hasta el mismísimo Papa Pío XII concedió una audiencia privada a Gil, comunicándole que con aquel filme había hecho más por la fe que muchos presbíteros desde los púlpitos. Y es que el cine, en las mejores manos, no sólo es un certero instrumento de poesía, sino la más poderosa forja de almas imaginable. Desde luego que La señora de Fátima fue el gran timbre de gloria de la carrera de Gil, la más exitosa no ya de sus películas religiosas, sino de su filmografía, y por ende es un título harto representativo.
--¿Por qué recomendaría ver el cine de Rafael Gil?
--Simplemente para estar al tanto de lo que fue el cine español; lo que fue y ya no es, ni será. Basta asomarse a la cartelera española de hoy y comparar lo que se hace con lo que se hacía: la actualidad cinematográfica es desalentadora… Frente a este cine impotente, mezquino y bastardo de hoy, sin entidad fílmica salvo honrosas excepciones, la filmografía de Gil es una sonora refutación de que el denostado cine del franquismo fuera aquel cementerio de fósiles cacareado por Juan Antonio Bardem en aquellas estériles Conversaciones de Salamanca. La comprada crítica actual, pese a excepciones como Fernando Alonso Barahona, ha tratado a Gil con manifiesto desdén, chulería e incluso desprecio autosuficiente. Tomemos la célebre Guía del Cine en su última edición (6.ª), el diccionario de películas más consultado por los cinéfilos españoles, y leamos alguno de los comentarios, casi siempre desdeñosos, sobre las películas de Gil; a propósito de la excelente Tierra sedienta, podemos leer: “Uno de los pocos títulos medianamente presentables de su prolífico autor”. Ya va siendo hora de demoler este muro de prejuicios… Por eso es preciso ponerse manos a la obra: estas películas deberían ser conocidas y difundidas.
--¿Qué aporta realmente este autor?
--Dignidad y mucho oficio, dos términos que en la vida, como en el arte siempre deberían ir de la mano, además de sana doctrina cristiana, por supuesto. ¿Se puede pedir más?
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viernes, 23 de octubre de 2015

IDEOLOGÍA y Adoctrinamiento en el CINE-Series TV: Regresión, Los Otros, Mar Adentro, Ágora de Amenábar o Marte de Ridley Scott, Guerra Civil o Cuéntame. La ideología gay o antifranquista se beneficia especialmente de las subvenciones (1996)

 
El director de cine Alejandro Amenábar da ejemplo de ideología en sus guiones, no traslada al espectador a otros mundos o épocas, sino que sermonea su adoctrinamiento personal. Amenábar lleva años enquistado en el tema ciencia-religión, sobre el que no tiene formación
ReL-Pablo J. Ginés (20/10/15): El crítico de cine Juan Orellana (Pantalla Grande, Pantalla 90, Alfa y Omega, Noche de Cometas) analiza con estilo ágil y directo la relación entre Cine e ideologíaen el libro del mismo título de la editorial Stella Maris. Comenta con ReL la situación del cine español (que está mejorando algo, se hacen pelícuals menos ideológicas) y algunos estrenos recientes como Regresión, de Amenábar o Marte, de Ridley Scott.
- ¿Cómo surgió "Cine e ideología"?
- La editorial Stella Maris me propuso escribir sobre el tema. Puse como condición que no fuera solo de denuncia, sino que pudiera poner también ejemplos alternativos, poder hablar de lo bueno, no sólo de lo malo.
Juan Orellana es un veterano crítico de cine y señala
cuándo la ideología invade un guión, una historia
- ¿Cómo sabemos cuándo hay ideología? 
- Considero que hay películas que buscan reflejar lo humano: no son ideológicas. Y hay otras que buscan reflejar cierta concepción de lo humano: esas son ideológicas. 
- Pero ¿hay una “prueba del algodón” de que hay ideología en una película?
- En mi caso, creo que cuando es ideológica se le notan las costuras al guión. Ves la mano de un señor en un despacho diseñando conflictos ideológicos para la trama, ves que los personajes no son creíbles. En las películas de Amenábar, por ejemplo, puedo verle diseñando con tiralíneas el guión…. Él es un gran director pero sus guiones son artificiosos, porque sirven a una ideología.
- ¿El cine español es desproporcionadamente ideológico comparado con otras cinematografías europeas?
- En grandes cifras parecería que no, pero cuando analizas las que tienen más relevancia mediática ves que sí. Antes de la crisis en España se hacían algo más de cien películas al año. Pues bien: unas 70 no eran ideológicas, pero eran muy minoritarias, desconocidas. Las otras 30, de grandes grupos mediáticos sí que lo eran. Por suerte, esto ha ido disminuyendo, porque desde hace unos pocos años se hacen más películas españolas de género, de terror, policiacas, que se prestan menos a la ideología. El público lo aprecia y va a verlas. 
- ¿Afecta a la industria visual el éxito reciente de series de TV sobre la historia de España, como Isabel o Carlos Rey Emperador? 
- Sí, marca una tendencia en la industria de la imagen. También series de aventuras, como El Ministerio del Tiempo. Hay capítulos que gustan más y otros menos, pero es menos ideológico de lo que cabía esperar hace unos años. Javier Olivares, el impulsor de estas series, decía que él quería con ellas despertar en los jóvenes que no leen el gusto por la historia. Es una motivación muy digna. 
Michelle Jenner en "Isabel"; esta teleserie de Javier Olivares ha ayudado a romper complejos en el cine español y a despertar el gusto del espectador por la historia de España.
- Hay un libro de 2012 que analiza 50 películas sobre la Guerra Civil entre 1976 y 2008. Se titula “Cine español y adoctrinamiento político en democracia” (Sepha). El autor, Víctor Miguel Pérez, militó en los años setenta en la izquierda libertaria antifranquista. De 50 películas analizadas, 37 son pro-republicanas, 13 serían neutrales y ni una sola trata con simpatía al bando nacional. Las clasifica además en muy adoctrinadoras (el 34% de ellas), medianamente adoctrinadoras (el 22%), bajo nivel de adoctrinamiento (10%) y nulo nivel en 17 (34%).
- Conozco el libro, aunque no lo usé para escribir el mío. Cualquiera que siga el cine español verá que esa proporción es clara. Llegó en la época de la Transición, pero han pasado décadas y no desaparece. Es una situación tan absurda que hasta Santiago Segura hace bromas en ceremonias de premios de cine sobre las películas de guerra civil.
- Hay quien dice que un mérito de "Encontrarás Dragones", la película de Roland Joffé sobre San Josemaría, es que por primera vez se mostraba cómo mataban a un cura en una película sobre la Guerra Civil... 
- No es exacto. Antonio Mercero filmó ya una escena en los años 90 donde se veía como milicianos sacaban a golpes y mataban a un sacerdote… Era de las primeras películas que mostraban actos de un bando y del otro. 
Los seminaristas mártires de Barbastro, protagonistas de "Un Dios prohibido", primera película sobre mártires del cine español moderno.
- ¿Pero hay un cambio de tendencia en el cine español de “guerra civil” sobre el factor religioso?
- Un cambio es que ahora hay películas sobre mártires. Antes no había, ni Franco las hizo. Son producciones como “Un Dios prohibido” y “Bajo un manto de estrellas”… Ahora se va a estrenar otra sobre San Pedro Poveda, que fue fusilado en 1936. Sí, son producciones modestas, financiadas por las congregaciones que las patrocinan, pero llenan un hueco importante y rompen un silencio. Con la crisis se tardará mucho en hacer películas más grandes. 
- ¿Tienen público?
- Sí, pero ninguna de estas ha sido espectacular en taquilla. Ni siquiera la última sobre el Papa Francisco, muy profesional, ha funcionado bien en taquilla, ni en España ni en Argentina. A menudo sus promotores dicen “no es sólo para católicos”, pero la verdad es que los no católicos no acuden a verlas.
- ¿Cómo valorar la productora italiana Lux Vide, que emite películas luminosas sobre santos, precedidas por una versión en teleserie?
-Ojalá hubiera algo como Lux Vide en España, con esas historias sobre Josephina Bakhita,San Felipe Neri, el doctor Moscati, etc… Pero es que esas teleseries en Italia tienen a veces más audiencia que el fútbol, y en España no. España tiene menos mucha menos cultura audiovisual que Italia. Aunque nos avergüence, es así. 

- En “Cine e ideología” se menciona con nombre y apellidos a dos personalidades que han llenado de ideología el cine español: el productor Andrés Vicente Gómez y el guionista Rafael Azcona. ¿Por qué?
- Es significativo algo que me sucedió con Andrés Vicente y viví en persona. Él financiaba la película “Teresa”, de Ray Loriga. Loriga no era especialmente malintencionado, porque aunque no entendía a la santa la admiraba sinceramente. Pero Andrés Vicente, el productor, como veía que nadie iba a ver la película, se inventó una polémica artificial con falsas declaraciones de la Conferencia Episcopal, cuya oficina de cine yo llevaba. Era todo un invento, yo salí a refutarlo y lo cuento para que se conozca. 
- ¿Y el guionista Azcona?
- Personalmente me caía bien, incluso era entrañable, pero sus guiones fueron responsables de fijar una imagen muy ideologizada de la historia de España. Eso sí, he de decir que él se quejaba a menudo de que los directores retorcían sus historias, que decía que no se identificaba con las películas que él guionizaba. 
- En el libro se dice que el tema que cuenta con más festivales de cine en España no es la naturaleza ni el terror, ni la fantasía… sino la homosexualidad. ¿Es algo comprobado metódicamente?
- Bueno, no he hecho una estadística rigurosa. Pero el de la homosexualidad es un tema sobrerrepresentado, exagerado. He sido jurado muchos años en el Festival de San Sebastián, el más importante en España, y lo he podido comprobar. Y también el nudismo y el suicidio: estos dos temas podían ser clave en el 50% de las películas de una edición.Los festivales están muy ideologizados.
- ¿Festivales ideologizados?
- El director de cine polaco Krystof Zanussi, católico, me decía que muchas películas se las bloqueaban en festivales internacionales, controlados por la izquierda radical. Así es difícil que una buena película circule por Europa. Y los premios, ya no digamos. Es todo ideología, el resultado de los festivales y premios no tiene que ver con la calidad. 
- Pero la ideología de género, las películas de ideología gay… ¿se benefician especialmente de subvenciones?
- Después de mucho tiempo de pensar en el tema y de escribir sobre cine he llegado a la conclusión de que la ideología de género no recibe subvenciones por la acción de lobbies ocultos, ni de grupos extraños, o planes elaborados. Simplemente, es la ideología hegemónica actualmente. Si tratas sus temas, recibirás dinero. 
»El Partido Popular, por ejemplo, ha subvencionado esta ideología durante años, no por presiones de un lobby, sino por inercia cultural. Nadie se atreve a boicotear una película de ideología de género. Creo en la ley del péndulo y creo que algún día se recuperará una mirada sensata y realista en el cine… pero quizá sea dentro de muchas décadas. 
-¿Hollywood hace películas de ideología de derecha? 
- En Hollywood puedes encontrar gente como Clint Eastwood, que rueda películas patrióticas e incluso patrioteras, sin complejos, y nadie se escandaliza. Allí una película puede ser muy patriotera y otra sobre el mismo tema ser todo lo contrario, y ambas gustan y circulan. Allí hay una libertad creativa que no existe en España, donde tenemos muchos complejos. 
- El cine tiene exigencias propias -contar una historia, que haya protagonistas, emoción, trama-… ¿eso lo hace especialmente vulnerable a la ideología?
- No necesariamente… Ha habido muchos movimientos cinematográficos que siguiendo la narrativa del cine han hecho cine no ideológico… Pero es cierto que desde su nacimiento, ya con el cine soviético, por ejemplo, se ha usado ideológicamente. Por ser muy visual se puede manipular más que un cuadro, una foto y mucho más que un libro. 
- ¿Las exigencias comerciales hacen al cine más vulnerable a la ideología?
- Sí, eso pasa en el cine y en la TV. Un guionista de la teleserie “Cuéntame” me contó una vez, enfadado, que como había bajado la audiencia le habían exigido introducir una trama morbosa con el cura a toda velocidad. Me lo contaba enfadado, en ese momento, porque le tocaban su personaje y lo deformaban por razones de audiencia. 
- ¿Hay géneros cinematográficos que se prestan más o menos a la ideología?
- El cine de terror o de fantasía modernos difunden una ideología new age… El de superhéroes, en cambio, aunque reivindica la autosuficiencia, quizá sea el que conserva una mayor carga de visión religiosa. Creo que el cine menos ideológico hoy es el drama, porque necesita personajes creíbles, humanos, cercanos a la realidad. O el policíaco, porque en él prima el suspense por encima del contenido. Me alegra que en España se haga cada vez más cine policíaco, con buenos y malos, con más claridad moral. 
- ¿Qué decir de “Regresión”, la última película de Alejandro Amenábar, en cuanto a ideología? 
- Amenábar lleva muchas películas enquistado en un tema para el que no tiene preparación alguna, que es el debate sobre ciencia y religión. Película tras película lo ventila diciendo que la ciencia es la salvación y la religión un lastre oscurantista. Esta película, que es una intriga policíaca, se dedica a adoctrinar, a impartir su filosofía… y Amenábar, aunque dirija bien y tenga talento visual, no debería darnos clases de filosofía porque no es filósofo, la verdad.
»La película insiste con personas que se destruyen pegadas a una tradición religiosa, fuente de oscuridad, frente a personajes claros y limpios arrimados a la luz de la ciencia. En “Los Otros”, la asistenta decía a Nicole Kidman: “usted hace demasiado caso a la Biblia”. “Mr Adentro”, más de lo mismo. Y en ”Ágora” era descarado el discurso sobre la ciencia ilustrada contra la oscura religión…
- ¿Y la película "Marte", de Ridley Scott?
- Si no sabes quien la ha dirigido, podrías decir que es entretenida, te tiene dos horas y media enganchado a la pantalla. Pero si sabes que es el director de “Blade Runner” te da un bajón, porque la buena ciencia ficción debe hacerse preguntas. A “Marte” le sucede como a Lo Imposible”, aquella película sobre el tsunami, de García Bayona. Son unos personajes que viven una experiencia límite y prolongada ante una naturaleza enorme, incontrolable… y nunca se ponen frente al universo, no hacen ninguna reflexión metafísica, ni trascendente. Cuesta creérselo, no es creíble que no se hagan la pregunta por la trascendencia. 
»Es una omisión tan irreal que es ideológica. Quizá el guionista no busca directamente eliminar lo religioso, pero vive sumergido en una ideología que lo hace. Me consta que al compositor de la música de “Lo Imposible” le ordenaron específicamente que evitara crear una música con momentos trascendentes. 
»La alternativa la encontramos en otra gran película de ciencia ficción, “Gravity”, atravesada por la pregunta trascendente, el sentido de la vida, sutil pero evidente… No es religiosa, es una película de astronautas, pero cuenta con una escena de mirar al cielo y decir: “gracias”.

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lunes, 12 de agosto de 2019

Cine español (1939-1983): del canon nacional-católico al cine degenerado de la “Transición”

Cine español: 
del canon nacional-católico 
al cine de la “Transición” (1939-1983)
 7/08/2019 
Resumen de una de las ponencias presentadas el pasado 20 de julio en Guadarrama (Madrid) en el espacio del Revival franquista de Movimiento por España.
La historiografía cinematográfica no debería tener problemas al respecto: entre el final de la Cruzada Nacional y el advenimiento del Régimen del 78, la cinematografía española puede ordenarse cronológicamente en base al siguiente esquema cuatripartito:

1939 – 1945: «Años de hierro», con entregas tan representativas como el documental Ya viene el cortejo (Carlos Arévalo, 1939), Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941) o Los últimos de Filipinas (Antonio Román, 1945), de acusada tendencia militarista y exaltadora.

1945 – 1959: Aislamiento y triunfo del canon nacional-católico (†Acción †Formación †Oración), con títulos paradigmáticos como Agustina de Aragón (Juan de Orduña, 1950), Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1951) o Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda, 1954).

1959 – 1975: Aperturismo y contaminaciones / Nuevo cine español, periodo donde aparecen y conviven piezas tan antitéticas como Diferente (Luis María Delgado, 1962), La caza (Carlos Saura, 1965) o El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968).

Entre medias, en febrero de 1963 serán promulgadas las normas de Censura Cinematográfica, con nuevos retoques añadidos dos años después: se inicia el proceso de liberalización de las costumbres en el cine español, a tenor de la presión ejercida por los exponentes del denominado Nuevo Cine Español, lo que conducirá…en febrero de 1975 a las nuevas normas de Calificación Cinematográfica, con Pío Cabanillas al frente del Ministerio de Información y Turismo, avalando/tolerando la imagen del desnudo en el cine, “según la necesidad del guión y siempre que no conturbase al espectador medio” (sic).
1975 – 1983: Transición: una cesión a la degeneración… sin retorno, fase ilustrada inmejorablemente en películas como La trastienda (Jorge Grau, 1975), El diputado (Eloy de la Iglesia, 1978) o ¡Que vienen los socialistas! (Mariano Ozores, 1982.
Las mutaciones previas habrán de desembocar en la abolición de la Censura Cinematográfica (según Real Decreto de 11 de noviembre de 1977); finalmente, el recurrente delito de “escándalo público” será despenalizado en 1987.

Resumiendo: en apenas 20-15 años, la sociedad española ha dado un giro de 180 grados con respecto a sus gustos y preferencias habituales. Pero sería muy burdo pensar que el PUEBLO, devenido MASA, quería realmente esto. El público nunca ha decidido nada: sus preferencias y demandas siempre han sido dirigidas por agentes externos, como vislumbrará el lector atento si sabe leer entre líneas.

Moral social: el canon nacional-católico (1945-1959)
Hemos detectado/identificado al menos seis características prominentes, que unifican y cohesionan el grueso (+90%) de las películas (su mensaje implícito o explícito) de esta fase:

  1. Patriotismo (principio de unidad)
  2. Catolicismo (doctrina social de la Iglesia)
  3. Promoción de los valores tradicionales (familia, municipio, etc.)
  4. Identidad de lo español (Historia patria, adaptaciones de clásicos literarios autóctonos, etc.)
  5. Filtros para salvaguardar la moral social (la mal llamada “censura”)
  6. Estética cinematográfica de acusada entidad (valoración artística del medio)
Alcalde Tierno Galván y Susana Estrada nudista
Régimen del 78 y nuevo paradigma: el cine degenerado de “la Transición” (1975-1983)
Las seis características prominentes del periodo anterior encuentran ahora su perfecta demolición/contrapartida, monopolizando el común de los productos (del arco que va del cine de autor a los subproductos más efímeros):

  1. Indiferentismo patriótico (principio de desintegración de la unidad nacional)
  2. Secularización galopante (laicismo de Estado)
  3. Corrupción de costumbres: subrayado enfático en «lo sexual» (disolución de los principios de solidaridad emanados de la Ley Natural)
  4. Influjos de cinematografías foráneas, especialmente del ámbito anglosajón (potenciando un complejo de inferioridad industrial cada vez más acusado)
  5. Ausencia de principios de moral social (relativismo radical)
  6. Gran pérdida de entidad estético-artística: ingente cantidad de bodrios y subproductos (devaluación artística del medio)

Filmografía de la infamia: corrupción de la moral, paso previo a la destrucción de la mente… y de la Patria.
El auge de este nuevo paradigma sociológico va a normalizar/normativizar todo tipo de perversiones y excesos, generando un nuevo perfil de público embrutecido, de ordinario sin recursos críticos con que hacer frente a tales escombreras. Por ende, la línea del “humor” intentará edulcorar los contenidos, fluctuantes entre el tremendismo y el panfleto político; entre las nuevas tendencias que promocionan estos filmes, podemos destacar (ahorraremos títulos): Adulterio, Alcoholismo, Drogadicción, Humor obsceno, Incesto, Muñecas hinchables, Pedofilia, Pro-marxismo, Prostitución, Sadomasoquismo, Terrorismo, Travestismo, Voyerismo, e incluso Zoofilia, por citar algunas de las más socorridas.
Este fenómeno consolida “dos características mínimas, al menos, [que] confirman y desenmascaran el cine degenerado como lo que en verdad es (la mayor fábrica de lavado de cerebro y creación de estereotipos del globo), a saber:
  • La promoción descarada de los contra-valores, debidamente dosificados o magnificados a lo largo de unos metrajes, por lo general, intercambiables y embrutecedores, entre efectistas y alambicados, haciendo gala de todos y cada uno de los tics de la posmodernidad […]
  • La destrucción del lenguaje cinematográfico, pervirtiendo los resortes normativos de la puesta en escena clásica (modo de representación institucional). Esta destrucción, que nada tiene que ver con las tentativas vanguardistas/experimentales de un Godard o un Chris Marker, puede asimilarse…” (Cfr. Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial: Un manual de trinchera).
Así y todo, aunque con varias décadas de retraso, urge hacerse unas preguntas de perenne actualidad:
  • ¿Fue un movimiento natural, es decir espontáneo, el viraje del canon nacional-católico al sub-cine degenerado de la Transición? ¿Realmente la mayoría de los españoles reclamaba dicho cambio? ¿O les fue impuesto por la fuerza a través de unas mafias cinematográficas sin escrúpulos, dirigidas desde la sombra por los enemigos de España?
  • ¿Hubo algún tipo de interés por parte de las oligarquías iluministas en llevar a cabo este proceso de ingeniería social antes, durante y tras la muerte del General Franco?
  • ¿Hasta qué punto el Concilio Vaticano II deslegitimó el programa nacional-católico del Franquismo, dejando sin agarraderos todo su ingente esfuerzo docente de las décadas previas?
Todas estas cuestiones han quedado sin respuesta por la historiografía cinematográfica actual, máxime sabiendo que la Academia ha sido tomada por esos mismos elementos hostiles a España que han reescrito la historia a su antojo.

martes, 30 de agosto de 2022

Las diez mejores películas religiosas en la historia del cine español: algunas son obras maestras. Por Carmelo López-Arias

Las diez mejores películas religiosas en la historia 
del cine español: algunas son obras maestras
30 agosto 2022 

Pablito Calvo, en una escena impresionante: el encuentro de Marcelino Pan y Vino con Jesús Crucificado en la película de Ladislao Vajda de 1954.

Fernando Alonso Barahona ama el cine, escribe sobre él y transmite su pasión. Es difícil acercarse a una de las numerosas obras que ha consagrado al Séptimo Arte (históricas, filosóficas, biográficas) sin convertirlas en un caudal inagotable de sugerencias.

Así sucede con el último libro que ha publicado, El cine español en la era de Franco, 1936-1975 (SND Editores), una aproximación a ese periodo donde el protagonismo no se lo lleva la política cinematográfica -aunque está muy presente-, sino el enorme elenco de obras artísticas que incluye, de las cuales nos va presentando contenidos, peripecias y protagonistas de carne y hueso.

En su día conversamos en ReL con Fernando Alonso Barahona sobre el director Rafael Gil, a quien Pío XII llegó a decir que hacía más por la fe con sus películas que muchos sacerdotes desde el púlpito. Esta vez la intención ha sido pedirle una selección de las mejores películas religiosas en la historia del cine español y hablar de ellas......


domingo, 2 de junio de 2019

Blas de Lezo venció a Inglaterra en Cartagena de Indias, el mayor desastre naval y terrestre de su historia (1741). Película sobre Blas de Lezo, Premios Goya y Santiago Abascal (VOX), PP inaugura (4-junio-12 horas) el Parque BLAS de LEZO en Majadahonda (MADRID)


La película sobre Blas de Lezo
Premios Goya y Santiago Abascal
Santiago Clavijo
6-febrero-2019
Blas de Lezo ha vuelto a la primera línea. La figura del héroe español que defendió Cartagena de Indias de los ingleses en 1741 se ‘coló’ en la gala de entrega de los premios Goya, después de que Vox respondiese a su no invitación invitando al cine español a realizar una película sobre el marino de Pasajes. “Si hicieran alguna película sobre Blas de Lezo, los españoles volverían al cine” contestó Santiago Abascal cuando le preguntaron por el veto de la Academia a su presencia en los ‘Goya’. Y la afirmación tuvo su eco durante la gala.
En 1739 Inglaterra declara la guerra a España, la llamada guerra de la oreja de Jenkins debido a que Julio León Fandiño, capitán de un guardacostas español en las costas españolas de Florida, interceptó el Rebbeca del contrabandista Robert Jenkins perdonándole la vida pero a cambio le hizo cortar a éste una oreja, después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve. El escándalo en Inglaterra fue mayúsculo y fue el pretexto perfecto para declarar una guerra, que en realidad estaba motivada por la avaricia de los comerciantes ingleses. Por ello planean desmembrar el imperio español que tanto ambicionaban y en ese plan Cartagena de Indias figuraba como la llave para sus propósitos. Para ello se prepara una gran escuadra al mando de Edward Vernon cuya rivalidad con Blas de Lezo era evidente, el almirante inglés lo señaló en sus cartas como adversario epónimo porque era un símbolo de la resistencia hispana a la ambición inglesa.

Se preparó una enorme flota  contra Cartagena de Indias.
Los datos varían según las fuentes pero la escuadra británica debió componerse de 180 embarcaciones, 23600 combatientes y unas 3000 piezas artilladas desglosados así:
• 8 navíos de tres puentes y de 80 a 90 cañones.
• 28 navíos de dos puentes y de 50 a 70 cañones.
• 12 fragatas de 40 cañones.
• 2 bombardas.
• 130 barcos de transporte.
• 6237 soldados ingleses.
• 2763 soldados norteamericanos.
• 1000 macheteros jamaicanos.
• 12600 marineros.
• 2620 cañones navales.
• 1380 cañones de tierra.
En cambio Lezo contaba tan sólo con 6 navíos, 2830 hombres y 990 piezas artilladas desglosados así:
• 6 navíos de línea: el Galicia que era la nave capitana, el San Felipe , el San Carlos , el África el Dragón y el Conquistador .
• 2230 soldados españoles: Regimientos de Infantería de Aragón, Toledo, Lisboa, Navarra, el Fijo de la Plaza y milicianos de la ciudad.
• 600 indios flecheros del interior de la provincia.
• 900 marineros.
• 80 artilleros.
• 360 cañones navales.
• 320 cañones de los fuertes.
• 310 cañones del recinto amurallado de la ciudad.
Con tan abrumadora inferioridad de recursos, el almirante español Don Blas De Lezo y Olavarrieta rechazó la invasión inglesa y causó a Inglaterra el mayor desastre naval y terrestre de su história.
Las bajas inglesas en la campaña de Cartagena fueron tremendas, quedando la flota de guerra de su armada prácticamente desmantelada:
• 3500 muertos en combate.
• 2500 muertos por enfermedades.
• 7500 heridos en combate.
• 6 navíos de tres puentes.
• 13 navíos de dos puentes.
• 4 fragatas.
• 27 transportes.
• 1500 cañones capturados o destruidos por los españoles.
Del lado español los daños fueron también importantes, llegando casi al límite de lo que podía soportar la guarnición:
• 800 soldados.
• 1200 heridos.
• 6 navíos de dos puentes.
• 5 fuertes.
• 3 baterías.
• 395 cañones.

Cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria a las misericordias de Dios.
Pero existen informaciones más dramáticas de los propios combatientes ingleses que hablan por si solas de la debacle y la tragedia que se cernió sobre ellos: Por la cuenta honesta tuvimos 18000 hombres muertos, y según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El Almirante Una Pierna con su excelente mando y fuego mató a 9,000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los agricultores pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco.

Así pues, Inglaterra TAMBIÉN tuvo su "Armada invencible" muy superiór a la de Felipe II de España. Y ésta fué derrotada por 3000 españoles, NO POR LA METEOROLOGÍA. A ver si los piratas ingleses meten en las enciclopedias la história de su ARMADA INVENCIBLE, que también la tuvieron. Pero bien que lo ocultan.

Biografía de don Blas de Lezo 
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lunes, 8 de agosto de 2016

CINE-Pío XII a Rafael Gil: «Con tus películas haces más por la fe que muchos sacerdotes desde el púlpito» (2310)

Fernando Rey en "La Duda" (1972) de Rafael Gil
Carmelo López-Arias / ReL (1/8/16): El espacio de cine y debate que dirigía Juan Manuel de Prada en Intereconomía TV emitió en mayo de 2013 la película La duda (1972), dirigida por Rafael Gil (1913-1986) e interpretada por Fernando Rey y Analía Gadé y dirigida por quien algunos consideran como el mejor director de cine español de todos los tiempos.
Era el séptimo film de Gil que programaba Prada, mostrando una clara preferencia. Hay muchas razones cinematográficas para esa preferencia y para el homenaje (se aproximaba el centenario de su nacimiento), pero entre ellas están que Rafael Gil dirigió todo un ciclo de sobresalientes películas religiosas de éxito nacional e internacional, sobre las que preguntamos al críticoFernando Alonso Barahona, uno de los grandes especialistas en la vida y filmografía del maestro en cuanto autor de tres libros sobre él: Rafael Gil. Director de cine(1998), Rafael Gil. Escritor de cine (2004) y Rafael Gil y Cifesa (1940-1947). El cine que marcó una época (2007). 
En la tertulia que presentaban Prada y María Cárcaba, Barahona acompañó al crítico Carlos Pumares, al director Juan Pinzás y a Rafael Gil, hijo del cineasta.
-¿Cuáles son las grandes películas religiosas de Rafael Gil?
-La etapa de cine religioso de Rafael Gil se corresponde con los años de su asociación con Vicente Escrivá en la productora Aspa Films. Previamente encontramos un título de similar temática: La fe (1948), una adaptación de Armando Palacio Valdés con Rafael Durán en el personaje de un sacerdote que ha de resistir el asalto sentimental de una mujer de mundo (Amparo Rivelles).
-Pero ¿con cuál arrancó el ciclo propiamente dicho?
-Con La señora de Fátima (1951), sobre las apariciones de la Virgen María en la pequeña localidad portuguesa. Continúa con títulos importantes como La guerra de Dios (1953), en la que un sacerdote que ha de ejercer su misión en un pueblo minero lleno de odios y conflicto social. Hay que destacar también El beso de Judas (1954), con Rafael Rivelles, donde la Pasión de Cristo es vista desde el prisma de Judas Iscariote, una autentica superproducción. Luego Sor Intrépida(1952), los avatares de una monja misionera en África. Y, finalmente, El canto del gallo(1956), con Francisco Rabal y Gerard Tichy: un sacerdote prisionero de una dictadura comunista que ha proscrito la fe y el mismo nombre de Dios.
-¿Luego ya no hizo más?
-Años despues, en 1977, Gil firmó La boda del señor cura, adaptación de la novela de Fernando Vizcaíno Casas sobre la caída moral y vital de un sacerdote en la confusa década de los setenta del siglo pasado.
-Esa abundancia de cine religioso en su producción, ¿respondía a una convicción personal o al gusto de la época?
-Rafael Gil era un hombre católico practicante que en varias ocasiones hizo profesión explícita de su fe, añadiendo que se sentía especialmente orgulloso de sus películas religiosas en Aspa Films. Y todo ello en años posteriores, en los que cierto sector de la crítica le reprochó el tono de aquellas películas que, junto a la religiosidad, aportaban una visión fuertemente anticomunista, sobre todo La señora de Fátima y El canto del gallo.
-¿Fueron éxitos de taquilla?
-La Señora de Fátima alcanzó un éxito espectacular no sólo en España, sino en numerosos países hispanoamericanos y europeos, Italia y Portugal en primer término. Su repercusión fue tal que el Papa Pio XII concedió una audiencia privada a Rafael Gil. En ella, el Sumo Pontífice felicitó al cineasta y le dijo que con esa película había hecho más por la fe que muchos teólogos y sacerdotes desde los púlpitos. La guerra de Dios obtuvo también un relevante resultado comercial, amén del Primer Premio del Festival de San Sebastián en su primera edición.
-¡Un auténtico fabricante de clásicos...!
-El beso de Judas se convirtió en un título habitual de las programaciones de Semana Santa años antes de que llegaran a las pantallas películas míticas como Los Diez Mandamientos de Cecil B. De Mille y Ben Hur (1959) de William Wyler.
-¿Fue el cine religioso una peculiaridad de la España "franquista"?
-En absoluto se puede afirmar que el cine religioso sea peculiar o exclusivo del franquismo. El cine de Hollywood, sin ir más lejos, fue generoso en su producción, e incluso la historia del milagro de Fátima fue objeto de una interesante película: El milagro de Nuestra Señora de Fátima (1952), dirigida por John Brahm. Pero hasta llegar a Los Diez Mandamientos de De Mille en 1956 ("el mayor intento por plasmar la Palabra de Dios en la pantalla", en certera frase del padre C.M. Staehlin), podemos citar Siguiendo mi camino(1944) y Las campanas de Santa María (1945) de Leo McCarey, Las llaves del reino (1944) de John M. Stahl o la impresionante El fugitivo (1947) de John Ford –adaptación de Graham Greene-, todas ellas obras de primera línea.
-¿Y en Europa?
-En el cine europeo Roberto Rossellini llevó al cine Las florecillas de San Francisco (Francisco, juglar de Dios, 1950) y el francés Léo Joannon puso en pie la compleja El renegado (1954), sobre un sacerdote en una situación límite, y Robert Bresson la adaptación de Georges Bernanos: Diario de un cura rural (1951). Y todo ello sin contar la serie de Don Camilo o las películas de inspiración biblica o épica como La túnica sagrada (1953) de Henry Koster y Quo Vadis (1951) de Mervyn LeRoy.
La Señora de Fátima
-¿Cuál es la mejor película religiosa de Rafael Gil?
-Dos en primer término. La Señora de Fatima, por la emoción de sus imágenes. Sobre todo, el desenlace con el milagro de la última aparición, o ese plano inolvidable de José Nieto contemplando a su hija que acaba de recobrar la vista. Vistas una y cien veces, continúan impresionando como la primera vez y arrancan lágrimas en los ojos.
-¿Y la otra?
-La guerra de Dios: es un film duro y sorprendente para la época. El papel del sacerdote protagonista fue para Claude Laydu, el mismo que hiciera un personaje semejante en el film de Bresson que decía antes. La historia cuenta con todas sus aristas el conflicto social en la mina, el egoísmo de algunos patronos y la solidaridad como nexo de unión entre las gentes y sus problemas. Sin duda son dos films sobresalientes, no sólo por su soberbia factura técnica –que demuestra el alto nivel que podía alcanzar la industria española–, sino por su contenido y su puesta en escena.
-¿Y cuál tuvo mayor repercusión internacional?
-Sin duda, La Señora de Fátima. Tambien La guerra de Dios gozó de relevancia, pero fue en circuitos más reducidos. En cambio la primera se convirtió en todo un éxito popular que pocos años después sería refrendado –y superado– por Marcelino Pan y Vino (1954) de Ladislao Vajda, otra película también de contenido religioso que llegó a ser, seguramente, el film español más popular en el mundo, dando la vuelta a los cinco continentes.
-¿Es un cine religioso pasado de moda?
-El buen cine no está nunca pasado de moda, aunque como es lógico cada obra ha de contemplarse y juzgarse no sólo desde el presente sino desde las coordenadas de su tiempo.
Todas las películas del ciclo mantienen su interés, porque se trata de obras bien realizadas. El beso de Judas, con influencias de De Mille y del Julien Duvivier de Gólgota(1953), sorprende por su gran calidad de producción, hasta el punto de que hoy sería casi imposible su remake por motivos de coste. Y los temas de La Señora de Fátima y La guerra de Dios son eternos: la fe, la esperanza, la caridad, la solidaridad, el amor...
-También tienen vertiente política...
-Incluso la vertiente política de las dos citadas o la muy explícita de El canto del gallo (una obra con claras influencias de El fugitivo de Ford y su novela original, El poder y la gloria, de Graham Greene) han recobrado actualidad con la caída del muro de Berlín. Hay que recordar que el cine anticomunista fue tambien casi un subgénero en el Hollywood de los años cincuenta: Traición (Edgar G. Ulmer, 1948), Casada con un comunista (Robert Stevenson, 1949), Mi hijo John (Leo McCarey, 1952), Invasores de Marte (William Cameron Menzies, 1953), Fugitivos del terror rojo (Elia Kazan, 1953), Decisión a medianoche(Nunnally Johnson, 1954), Corredor hacia China (Samuel Fuller, 1957)... 
Francisco Rabal protagonizó «Murió hace quince años»
la película más anticomunista de la historia del cine español
-¿Y faltó Gil a esa cita?
-Rafael Gil rodó una obra muy interesante:Murió hace quince años (1954), en la que Francisco Rabal daba vida a un agente comunista infiltrado en España con la misión de asesinar a un alto cargo español (Rafael Rivelles). Y el dilema moral aparece cuando se descubre que esa persona es su propio padre.
-Así que a principios del siglo XXI el cine religioso español de los cincuenta no ha perdido capacidad evangelizadora...
-La capacidad evangelizadora del mundo de la cultura puede llegar a ser muy variopinta y compleja. Pero desde luego la fortaleza interior del sacerdote de La guerra de Dios o la mirada pura de Inés Orsini en La Señora de Fátima continúan –como dijera Pio XII– haciendo más por la evangelización que muchos discursos.
-¿De dónde extraía Rafael Gil las ideas?
-Rafael Gil es el director del cine literario por excelencia en la cinematografía europea. Su obra abarca casi toda la historia de la literatura española de varios siglos. El ciclo religioso no se basa en novelas previas (como sí lo hicieron, por ejemplo, Ford o Bresson), pero Gil es fiel a su estilo fílmico: imágenes cuidadas, guión literario profundo, diálogos medidos. Y junto a ello, una escenografía eficaz y unos medios técnicos de primer orden (fotografía, música, montaje).
-¿Qué quería transmitir con su cine religioso? 
-Emoción y veracidad, personajes humanos. El Judas mismo es un ser de carne y hueso, con dudas y tormentos, que pudo elegir la santidad pero no tuvo el valor de aceptar la corona de espinas. En eso reside el valor de las películas, en su autenticidad. Por eso siguen atrayendo a cualquier espectador sensible y preocupado. 
-¿No rompe esa tónica la problematicidad de La boda del señor cura, un retrato humorístico, pero a la vez nostálgico y crítico de dos épocas de la Iglesia?
-Hay una operación curiosa y muy interesante con esta película. Y es contemplarla como una degeneración del personaje protagonista, el cura que encarna Pepe Sancho, comparándolo con lo que le pasaría al cura de La guerra de Dios décadas después si abandonara su fe. Claude Laydu en La guerra de Dios es devoto, esforzado, valiente y comprometido. Laydu se enfrenta a crisis graves, a la incomprensión de sus superiores, a la vista directa de la injusticia... pero se refugia en su fe y le salvan el amor a la Iglesia y la gracia de los sacramentos. No pierde el camino. 
-Todo lo contrario que en La boda del señor cura...
-El personaje de Pepe Sancho comienza a vacilar. Primero son dudas razonables de una rebeldía en principio positiva, pero luego va abandonando los dogmas, los pone en cuestión... y termina aceptando formar parte de células comunistas y en el colmo del caos contrae matrimonio civil con una stripper. Es la escena más amarga de la película, el triste y desolador desenlace de una caída.
-Vizcaíno y Gil apuntaban a historias que se estaban viviendo en España en aquella época...
-La boda del señor cura relata la decadencia de una parte de la Compañía de Jesús y el auge de la Teología de la Liberación, y alcanza su instante más doloroso cuando unos curas jóvenes piden perdón a antiguos alumnos del colegio por haber inculcado de forma excesiva la devoción a la Virgen María. Todo ello ante la mirada atónita de un viejo jesuita retirado, el magistral José Bódalo. Al escuchar esta enormidad, uno de los hombres que estudiaron en aquel colegio (Juan Luis Galiardo) no puede aguantar más y estalla.
-Estalla ¿cómo?
-Proclama que él en realidad es descreído y no ha vivido de acuerdo a las enseñanzas que recibió, pero que tal vez una de las pocas cosas hermosas que le quedan es el recuerdo de aquella devoción mariana. ¿Cómo pueden ahora echarla por tierra los mismos que la proclamaron?
-Es curioso el dramatismo de esta última película de Rafael Gil comparándola con la primera...
-La boda del señor cura es una comedia, pero a la vez una película amarga, sarcástica y con instantes demoledores, aunque en última instancia la necesidad de esa fe recia y limpia (la de los títulos de los años cincuenta) permanezca incólume. Ésa era la fe personal, además, del Rafael Gil persona y director de cine.

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Editor-Autor: Santiago Clavijo
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