<Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.
Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes;digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está nuestro Dios, Él mismo viene a salvarnos!”. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos>, (Is. 9, 6-7;35, 3-5)
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