“Lo que enfurece y encabrona a EEUU y a la UE
es que Putin defienda los valores de los
que ha renegado Occidente”
P. Custodio Ballester
5.3.23
El presidente ruso, Vladímir Putin, en la misa de Navidad en la Catedral de la Anunciación en Moscú, el 7 de enero de 2023.
Padre Custodio Ballester Bielsa.- Estamos en guerra: una guerra larga, que pretende por un lado apalancar el vigente orden mundial, incluido el orden-desorden moral que padecemos unos y que gozan otros; apalancarlo mediante la Agenda 2030, la globalización, el gran reseteo y demás novedades. Y por el lado dominado, al que no le gusta esta paz tan onerosa y sobre todo tan inmoral, el lado en que se ha colocado Putin (el único gobernante que se ha atrevido contra el monstruo), se trata de rebelarse contra ese orden y subvertirlo. Y como ocurre desde que se inventaron las guerras, el arma más importante es la propaganda. Ahí están las famosas “armas de destrucción masiva” para justificar la guerra contra Irak. ¿Cómo iba a soportar Europa los duros sacrificios que le impone esta guerra (contra los que se están rebelando ya algunas poblaciones) si no fuese por las imponentes divisiones propagandísticas, que presentan un frente monolítico que no consigue romper la propaganda enemiga?
Pero he aquí que aparece Putin, el malo de la película, que presenta en su discurso una auténtica arma de destrucción masiva: el arma de la reivindicación moral, nada menos que de la moral cristiana, con la defensa de la familia, el matrimonio y lo más sensible, la infancia. Acusando al enemigo de la más atroz inmoralidad. Eso no había ocurrido nunca. Y claro, a muchos de los que prefieren leer por sí mismos que aceptar que les cuenten los administradores de la verdad oficial, se les ha caído la venda de los ojos. Es que no es para menos.
En efecto, en su reciente (¡y realmente histórico!) discurso a las dos cámaras del parlamento nacional, a todas las instituciones de la nación, a todo el pueblo ruso y a quien quisiera escucharle de la comunidad internacional, Putin hizo una tremenda exhibición de su inmensa maldad (en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira). ¿Una exhibición política? ¿Militar? ¿Económica? No ciertamente, en esas cuestiones se despachó a gusto, es verdad, sin dejar hueco para la menor duda respecto a cuál es su posición ante la hegemonía de Estados Unidos, seguidos por Europa y sostenidos en la OTAN: no sólo ante esa hegemonía, sino explícitamente contra ella. Pero eso quedó casi en segundo plano. La mayor exhibición de potencia y determinación la hizo justamente en el plano moral: algo totalmente inaudito cuando el próspero occidente da por liquidada la moral tradicional, la moral cristiana sobre la que se construyó esta civilización.
Son significativas también determinadas peculiaridades de su auditorio. Por los que estaban y sobre todo por los que faltaban, por el que faltaba. Estaban los representantes de todas las religiones presentes en Rusia. Todos, menos el representante de la Iglesia Católica, que también tiene presencia en Rusia. Y es una lástima que se autoexcluyera del discurso moral frontalmente contra la inmoralidad de los gobiernos occidentales: se dirigió Putin a la especie de conglomerado de los “con Dios” frente a la impiedad (sobre todo contra los más débiles, contra los niños) sobre todo de los gobiernos europeos y los que promueven el Nuevo Orden Mundial y el globalismo, que son unos cuantos más, explícitamente sin Dios (ahí está el intento de constitución europea, que por evitar en su introducción referirse al cristianismo, se saltó más de mil años de historia), y sin disimular sus enormes esfuerzos por crear una sociedad occidental contra Dios, que al final resulta que es tanto como crearla contra el hombre: es todo tan explícito y tan sangrante, que no necesita demasiadas explicaciones.
En resumen, Putin, en su discurso se enfrentó a las ambiciones del Occidente colectivo que no sabe cómo hacer para debilitar y desmembrar la Federación Rusa con el fin de controlar sus ingentes recursos naturales (no es eso lo que dice la propaganda de nuestro bando). Y por lo que parece hasta el momento, con el flemático Putin, Occidente se ha dado con un canto en los dientes, porque ahí sigue el malvado defendiéndose como gato panza arriba… y declara que seguirá haciéndolo porque puede hacerlo. Un discurso que obviamente enfureció todo él a la poderosísima, a la omnipotente coalición militar y económica de Occidente.
Sin embargo, lo que realmente enfurece y encabrona a los Estados Unidos, a la Unión Europea y a la OTAN, brazo armado del globalismo, no es el discurso geopolítico y militar de Vladimir Putin, sino su discurso moral e ideológico, en el que defiende los valores de los que ha renegado Occidente.
En ese memorable discurso, valiente y sin complejos, entra a saco contra la pervertida sexualización de la infancia a cargo de los estados europeos, la alienante ideología de género, la propaganda LGTBI, la destrucción de la familia con el divorcio, el aborto y la eutanasia, e incluso la destrucción de la misma naturaleza humana con mutilaciones amparadas por las leyes trans. Con todo eso, afirma valientemente Putin, Occidente ha perdido cualquier autoridad moral para juzgar a nadie. Y esa bandera de la moralidad tirada en el fango y pisoteada por Occidente, la recoge y la enarbola Putin como el mayor valor del pueblo ruso.
Lo que verdaderamente irrita a Von der Leyen, a Borrell, a Schwab, a Stoltenberg y a Biden no es la arremetida de Rusia contra la soberanía de Ucrania y contra la libertad y democracia de Occidente. Lo que exaspera a la decadente Europa corrompida por esta gente, son las palabras con las que Putin puso en evidencia la pretendida superioridad moral de Occidente. Y les puso a todos ante su inmundicia moral. Eso sí que escuece. Porque son millones los occidentales que saben que el rey está desnudo exhibiendo sus vergüenzas con la mayor desvergüenza. Para un cristiano, ésas son las principales cuestiones del discurso que pronunció Putin hace diez días ante las dos cámaras del Parlamento ruso. Ahí van algunas de las frases del discurso…
Miren -enfatizó Vladimir Putin- lo que están haciendo (en Occidente) con sus propios pueblos: la destrucción de la familia, la identidad cultural y nacional, la perversión, el abuso de niños, hasta la pedofilia, se declaran la norma, la norma de su vida, y el clero, los sacerdotes, son obligados a bendecir los matrimonios entre personas del mismo sexo. Que hagan lo que quieran. ¿Qué quiero decir con esto? Los adultos tienen derecho a vivir como quieran, esto lo hemos tratado en Rusia y siempre lo trataremos así: nadie se entromete en la vida privada, y no lo vamos a hacer.
Pero también quiero decirles: ¡Pero miren!, disculpen, las Sagradas Escrituras, los libros principales de todas las demás religiones del mundo. Allí se dice todo, incluso que la familia es únicamente la unión de un hombre y una mujer. Sin embargo, estos textos sagrados ahora están siendo cuestionados, afirmó el presidente ruso. Se ha informado que la Iglesia Anglicana, por ejemplo, está planeando (planeando, todavía) explorar la idea de un dios neutral en cuanto al género. ¿Que puedes decir? Dios me perdone, no saben lo que hacen.
Y concluye: Millones de personas en Occidente entienden que están siendo conducidos a una verdadera catástrofe espiritual. Las élites, francamente, se están volviendo locas y parece que no hay cura. Pero estos son sus problemas, como dije, y nosotros estamos obligados a proteger a nuestros hijos, y lo haremos: protegeremos a nuestros hijos de la degradación y la degeneración.
Mientras en la Unión Europea a nuestros gobernantes se les llena la boca con la defensa de los débiles, el pluralismo y la tolerancia para afear la conducta agresiva de Vladimir Putin, justificando así el mayor trasiego armamentístico desde la Segunda Guerra Mundial, éste afirma lo que no se atreven ya a proclamar ni Abascal, ni la Meloni, ni la mayoría de los populistas europeos: los fundamentos morales que hicieron de nuestro continente el faro de la civilización cristiana. Putin, en cambio, no habla por hablar. Sus disposiciones legislativas implementan con eficacia sus afirmaciones: Nuestros niños -los de Rusia, claro- no se tocan. Los españoles en cambio, son de Irene Montero. Hasta con “derecho”, los niños, de consentir relaciones sexuales con adultos. Es la moral contra la que se alzó Putin.
Ante esto no le queda más defensa al enemigo, que afirmar que Putin es un falso y un desvergonzado que instrumentaliza los valores más sagrados para respaldar su belicosa política. Sin embargo, son las élites occidentales las que, hasta ahora, han demostrado el mayor grado de abyección, ruindad y servilismo a intereses espurios. La indignidad y vileza con la que se legisla en la UE cada día, la inmoralidad desenfrenada con la que se construye la Europa del futuro, convierte al dirigente ruso no en la figura depravada que promociona la propaganda atlantista, sino en el único líder occidental capaz de ofrecer, al menos, una tenue esperanza de sobrevivir a un mundo que se dirige hacia su propia destrucción a pasos agigantados.