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jueves, 19 de mayo de 2022

"Ilustración, Liberalismo y Masonería"

"Ilustración, Liberalismo y Masonería"
Cimiento filosófico de la Masonería 
e imbricaciones con el Liberalismo
José Martín Brocos Fernández

Cimiento filosófico de la Masonería

Schwarz al referirse al desarrollo de la Masonería francesa del siglo XVIII escribe que “actuó sobre una base especulativa `racionalista´” [1]. De ahí que haya siempre, en su modus operandi, tratar de imbuir los principios ilustrados a la sociedad. La propia revolución francesa, en cuanto “precursores espirituales y ejecutores” [2] provienen de las filas de la Masonería: Montesquieu, Voltaire, Mirabeau o Lafayette.

El “filosofismo revolucionario” [3] y las ideas racionalistas y demoburguesas se van extendiendo entonces por Francia pasando a otras naciones [4]. La línea de influencia francesa e extiende a las revoluciones de los primeros cincuenta años del siglo XIX en Europa, 1830 [5] y 1848[6], con la expansión del pensamiento racionalista y liberal que ha “modelado casi toda la historia contemporánea”[7]. De Ségur escribe que “la mayor parte de los revolucionarios de 1830 (…) eran francmasones. Otro tanto sucedió en 1848”[8].

Los derechos humanos generales que contenían los principios fundamentales del liberalismo político, y a la vez, las tesis francmasónicas, acordes con los principios liberales, de “libertad” e “igualdad”[9] fueron el pilar de la posterior Constitución norteamericana. El mismo proceso de independencia americano al igual que los movimientos liberales de diversa índole que recorrían la primera mitad del siglo XIX Europa, estaban dirigidos por “francmasones que adquirieron sus ideas en París”[10]. De Guadalupe apunta la característica de asociación universal, internacional, “cuya jefatura y sede internacional no se conocen”[11].

La libertad política es asimilada al liberalismo ideológico, pues es en este modelo político en el que las ideas masónicas pueden adquirir una mayor plasmación social. Con todo, tenemos siempre el ideal unificador presente. El surgimiento de las democracias lleva implícito una cierta ligazón a los mentores de la misma. Schwarz escribe que la francmasonería francesa “trata de encadenar las democracias francmasónicas a París”[12], mientras que la inglesa se traduce en una coincidencia con los objetivos imperialistas[13]. Pero el fin es el mismo: un principio de unificación de sistema político, base para ulteriores avances globalizadores. El camino está perfectamente trazado:

Ya en 1737 y 1741 Ramsay, en su calidad de orador de las grandes logias francesas, había lanzado en su fundamental discurso de un Gran Maestre, la idea de una república democrática universal, que debería fundarse sobre la tolerancia absoluta[14].

La lucha por la democracia y la democratización del mundo, con algún recelo de las logias inglesas, de norte a sur, ha sido una constante en la praxis masónica, fuese cual fuese su obediencia[15].

Cada vez más se va abriendo el claroscuro masónico y tenemos en torno a 1825 en Francia una identificación de la burguesía liberal con los ideales masónicos, frente al catolicismo tradicional sostenido por Carlos X en el período de la restauración[16]. La confrontación fue creciendo hasta los sucesos revolucionarios de 1848 en el que la francmasonería jugó un papel crucial[17]. Aporta Schwarz un interesante estudio del papel de las logias en la P.G.M. y su papel, en la misma Alemania, de descomposición y desintegración de las fuerzas de resistencia del pueblo alemán[18].

El papel aglutinador de Estados, primero, y de cosmovisiones posteriormente, es iniciado primero con la tarea “de arbitraje”[19] del Gran Oriente francés. De aquí parten las alianzas y mandatos de extensión revolucionaria cultural, política e ideológica. La Liga de las Naciones constituye un paso adelante en el proceso querido de unificación[20], que englobaría todas las parcelas de la vida social[21], ya que “las logias son partidarias de la Sociedad de Naciones, para llegar a la Internacional de los pueblos y a la Federación del mundo (Gran Oriente de Francia en 1923, p. 97)”[22].

Es en este sentido, de búsqueda de un ideal común conformador de la sociedad, en el que se encuadra la pretensión de dominio interno de los organismos administrativos de los Estados[23]. En igual apreciación De Guadalupe constata que “la masonería ordena a sus afiliados (…) se inscriban para participar en las elecciones, para que puedan votar los candidatos que ordene la institución, y por ende, es una entidad que actúa directamente en política”[24]. Fara apunta que la conclusión de este proceso es una revolución mundial que instaure los ideales masónicos a nivel mundial. En este sentido las sucesivas revoluciones nacionales desde el siglo XVIII formarían parte de una revolución mayor a nivel mundial, pues “esta revolución internacional es la obra futura de la francmasonería”[25].

Los diferentes sistemas políticos y sus configuraciones coyunturales, República, sistema preferido[26], o Monarquía liberal, la “república coronada” de Vázquez Mella, no serían más que “el camino que conduce a la implantación del ideal masónico, es decir, de la República universal”[27]. Es en la República o en democracia liberal con monarquía, donde la masonería encuentra más facilidades para extender su acción propagandística y “acaparar (…) sectores de la vida nacional”[28], siendo el preferido la educación[29], una instrucción laica[30], y su materia preferida en el proceso de creación de la nueva sociedad, la historia[31]. “La formación (…) es un gran fin [de la masonería], puesto que tiene por objeto lo que en el hombre suscita el máximo interés”[32]. De Guadalupe aporta pruebas transcritas documentales del objetivo primordial de la masonería de “copar la instrucción pública”[33]. Es también preciso para ello romper

“las relaciones sociales [que] tejen alrededor del hombre una red de vínculos y lazos, sutiles pero firmes, que, lejos de hacerlo avanzar, como debiera, hacia delante, lo atraen, sin que lo advierta, hacia un círculo infranqueable, en cuyo interior gira errante. Luego ese fin es alcanzable sólo mediante una separación de la sociedad [y el desmembramiento de los cuerpos intermedios de la misma sociedad] (…) Este y ningún otro es el fin de la sociedad francmasónica”[34].

Schwarz aporta datos también de la vinculación de logias judías con la expansión de la masonería[35]. Más explícito son Nicolás Serra[36] y Maurice Fara que sostiene que no deben considerarse como únicos fundadores de la Masonería los templarios y la secta de los rosacruces. Textualmente escribe que “los ritos y símbolos de la masonería (…) recuerdan constantemente la Kabbala y el judaísmo”[37]. De la misma opinión es Ferrari Billoch[38] que apunta a los orígenes judeocabalísticos de la masonería con influencias talmúdicas. Pierre Fontaine nos describe paso a paso como es una logia y las ceremonias y ritos de los tres primeros grados: aprendiz, compañero y maestro[39]. La simbología toma préstamos, y toda ella está imbuida, de rituales judíos[40]. León Meurin es el autor que más ahonda en las implicaciones y préstamos de la Masonería con la kábala judía[41]. León de Poncins[42] y el cardenal José María Caro[43], corroboran y afianzan los argumentos y datos en este sentido, así como constate actuación revolucionaria[44].

Masonería y Liberalismo. Imbricaciones

Sostiene Virión[45] la existencia de un pacto sinárquico consistente en una paulatina unificación de las naciones hacia un nuevo orden global hegemónico. Este nuevo orden es sustentado por la masonería y lleva implícito una cosmovisión socio-político-económico acorde con los principios del liberalismo[46]. Virión transcribe una reunión en 1961 de ciento cincuenta dignatarios de la masonería en Washington. La declaración final recoge la firme voluntad de aplicar los principios de la revolución francesa, y tratar de que los diferentes gobiernos los plasmen en sus leyes: “libertad de pensamiento y de palabra, libertad religiosa, igualdad sin reservas”[47].

Coincide León Meurin en la apreciación de la búsqueda por parte de la masonería de una República Universal[48] ya que “el fin de toda la humanidad es el configurar una única asociación, como (…) la asociación masónica”[49].

El liberalismo ideológico propugnado es postulado también para todos los campos de la convivencia social[50]. Escribe De Guadalupe, por los documentos que ha examinado, que “la masonería influye y orienta diversas actividades, tanto políticas como sociales, religiosas, o mejor dicho, antirreligiosas, económicas, etc, y que difunde sus ideales u orientaciones por intermedio de publicaciones”[51]. Llega afirmar que algunos periódicos son creados y sostenidos por la misma masonería[52] sin que el pueblo lo conozca realmente, y que “estos órganos difunden el liberalismo”[53]. Muestra para ello dos documentos. El primero es un documento del Partido Liberal argentino del año 1906 en el que se cita al diario La Reforma como órgano del partido, y este diario tiene conexiones masónicas en sus directores[54]. El segundo, un anuncio en La Reforma, sin ser un documento oficial de la masonería, si se constata su carácter masónico, por el encabezamiento y el texto, y político, en el que se solicita propaganda y el voto para dos candidatos. Los que suscriben la propaganda son masones reconocidos. Se pide el voto para el partido socialista[55], al que el partido liberal “abrió el camino”[56]. Según los documentos probados “la masonería actúa en política, ordena propaganda y voto para determinados partidos y hombres, e impone la política liberal. Claro que el mecanismo es hábil”[57].

A partir del grado 18 actúan activamente con los grupos liberales y si algún grado inferior protesta, “se le advierte que los masones tienen libertad política y que los hermanos que han propugnado tales candidaturas lo han hecho usando de esa libertad”[58]. La masonería “hace propaganda ideológica: liberal”[59], pero nada obsta para que incube, promueva y sostenga otras corriente ideológicas que hagan frente a la tradición y a la religión cristiana. En este sentido De Guadalupe aporta pruebas documentales de la ligazón del comunismo con la masonería en España[60], pues “el comunismo [es una] avanzadaprogresista, contra la Religión y ciertas formas morales que [a la masonería] también molestaban”[61].

Se defiende una religión sin dogmas, pues la masonería tiene su propia religión[62], de la conciencia personal cimentada en el “sentimentalismo”[63] y con pretensión de universalidad[64], una especie de panteísmo[65], una religión cósmica que integrase el catolicismo, pues el Dios cristiano “ni está demostrado, ni es demostrable”[66]. El cimiento sería el humanismo antropocéntrico[67], un inmanentismo radical en el que el hombre pasaría a ser el centro del universo. Estamos ante una antropología filosófica desligada de todo iusnaturalismo trascendente y en el que primaría la absoluta independencia de la conciencia[68], pues “el hombre es el fin en sí mismo y aquella formación puramente humana es una manera de ser del hombre exigida incondicionalmente[69]”. La fijación de la norma “será la ley”[70], ya que la moral cristiana, que se apoya en el temor y en el amor de Dios, es pueril, inútil e inmoral”[71]; es “la Humanidad situada entre la Potencia Suprema y el hombre de la base es el Cristo-Humanidad del canónigo cabalista Roca”[72].

En el fondo de todas estas doctrinas está una cosmovisión materialista[73] del mundo, de la persona y de la propia existencia, acorde con el liberalismo radical. En este sentido se retoma principios gnósticos, caminos iniciáticos vedados durante siglos, pero que siempre habían estado en la humanidad que sin saberlo estábamos inmersos en ellos. Una especie de “cristiano anónimo” del P. Rahner S.J. Sin saberlo y ser conscientes, estamos insertos en un camino iniciático que tenemos que desvelar[74] y en el que la masonería está en sí misma “en propio camino de progreso y en estado de plena prosperidad”[75]. La logia es el mejor lugar para alcanzar la perfección, y donde la “formación tiene [puede adquirir] un carácter más social”[76]. Las manifestaciones y plasmaciones masónicas son calificadas por De Guadalupe como propias de una “entidad anticristiana”[77], llegando a escribir que “según la fábula o mitología masónica, Hiram es descendiente directo de Caín, el cual a su vez fue engendrado en Eva por Satanás … por lo cual, todo masón es hijo espiritual del demonio”[78].

Dieter[79] no duda en afirmar que “las manifestaciones y las ideas del liberalismo burgués se hallan contenidas en el francmasonismo[80]. El régimen político correspondiente a la Francmasonería es la república democrática”. El individualismo, en los planos personal, político y económico, coadyuvante e intrínseco al liberalismo, va conformando paulatinamente la sociedad, y debe considerarse “una de las consecuencias surgidas de la ideología francmasónica”[81].

La apuesta por el liberalismo, y la realización de diversos actos como conferencias, para extender esta ideología es mostrado documentalmente por De Guadalupe[82]. Concluye taxativamente que “su ideología es liberal, por lo cual está en contra el catolicismo y toda otra ideología”[83]. Ahonda en ello tras el estudio de la plancha 13.183, de fecha 18 de marzo de 1912. Ahí se constata que propugna el divorcio y que “ordena auspiciar y [por ende] votar candidatos liberales.

Se pregunta el cardenal Caro en qué partidos se encuentran los masones. Responde que

en un tiempo fue el partido liberal el centro de sus operaciones. Desde allí sembró sus ideas y preparó adeptos más avanzados que, no pudiendo arrastrar a los extremos que se oponían al partido liberal, pasaron a formar un partido más avanzado, el radical (…). Otro tanto ha sucedido en el nuevo campo de las operaciones: las ideas han germinado; los principios de orden que profesaban los fundadores del partido radical, a muchos parecen ahora añejeces conservadoras y tiran hacia el Socialismo[84], Comunismo, Bolchevismo, etc. Aquí están los HH.·. más avanzados, el resto en el partido radical, las reservas pesadas, en el liberal. Demás está decir que los hermanos se han infiltrado en gran número en otros matices políticos del liberalismo al bolchevismo y, sin duda, no han faltado algunos que aun se han afiliado al partido conservador[85].

Encontramos claridad meridiana en lo anterior a la luz de las afirmaciones de Alberto Valín, discípulo de Benimelli, profesor de Historia Contemporánea en Humanidades de Orense, de la Universidad de Vigo. Como gran experto en francmasonería, tema que ocupó su tesis doctoral, y con varios libros publicados, afirma categóricamente que “los partidos políticos son un invento de la masonería”[86].

Boor sostiene que las logias son políticas: que la masonería es eminentemente política lo demuestra su historia y sus propios estatutos (…) que ya en sí encierran una posición eminentemente anticatólica, existen en casi todos sus grados objetivos políticos definidos, que vienen nutriendo los programas políticos liberales o radicales de la mayoría de los países. Ella misma se define declarándose en sus textos liberal y progresista, o sea política, constituyendo su ideal la forma republicana y propugnando la soberanía de la acción humana[87].

Dupanloup no duda en afirmar que el lado desconocido y que más hay que temer de la masonería es

su profunda e incesante acción política, social y revolucionaria (…): de hecho y por la fuerza de las cosas, la masonería es una institución política y revolucionaria: ella ejerce una influencia directa sobre las revoluciones; ella las prepara, ella las hace, y cuantos en la masonería marchan a la cabeza del movimiento, arrastrando consigo toda la masa de adeptos (…)[88].

Aporta de seguido testimonios masónicos sobre el particular: textos de M. Luis Blanc y de masones franceses y belgas. En este sentido, el H. Babaud-Laribière declara que gracias a la masonería vino la agitación de la reforma que condujo a la caída del rey Luis Felipe y trajo el sufragio universal[89]. En igual línea, el H. Emilio Grisar expresa que la masonería es “un gran instrumento de reformas sociales, un laboratorio de ideas nuevas, en fin, la precursora del espíritu democrático que va avanzando siempre”[90]. Pasa de seguido Mons. Dupanloup a analizar la cuestión del derecho de los masones a ocuparse de política, cuestión discutida y resuelta afirmativamente en las logias. También aporta valiosos documentos y testimonios[91]. Los masones en realidad, los altos grados, no conciben que la acción de la masonería quede circunscrita a las logias, “antes bien su objeto es apoderarse políticamente de la sociedad entera: sus logias sirven tan solo para formar hombres con que luchar en la arena política”[92]. El Grande Oriente de Bélgica contesta que

No tiene por objeto la masonería establecer principios que deban respetarse, exceptuando únicamente en el reducido círculo de sus asambleas: encamínase a abarcar la sociedad entera; siendo las logias escuelas donde deben formarse hombres de convicciones razonadas, para que en el acto luchen con vigor entre el mundo profano, sobre todo en la arena política[93].

Aporta similares declaraciones de la política italiana, a la luz de las actas deliberativas de la asamblea masónica constituyente, reunida en Roma en abril y mayo de 1872[94]. En definitiva:

La masonería establece los principios cuyas consecuencias son las revoluciones; elabora las ideas que enseguida arman los brazos. De suerte que las logias son escuelas donde deben formarse hombres que enseguida luchen con vigor en el mundo profano, y sobre todo en la arena política, o como dice el Monde-Maçonnique así fabrica sus hombres la masonería; edúcalos y hácelos aptos para las luchas de afuera. Luego corresponde a los masones realizar al exterior sus concepciones[95].

La masonería se ocupa con minuciosidad de la economía, la política[96] y la educación[97]. En testimonio del H. Bourlard del Grande Oriente “todas las cuestiones de principios políticos, cuanto se relaciona al organismo, a la existencia y a la vida de un Estado ¡oh! Esto, si, esto es de nuestra incumbencia en primer término; esto es del dominio nuestro”[98]. Concluye Dupanloup con la siguiente aseveración: el fin esencial de la masonería estriba en minar todo orden religioso y social”[99]. Aquí el masón es cosmopolita, actúa allí donde se encuentre[100].

Los principios políticos de la masonería tienen el común denominador de asunción de los principios revolucionarios franceses, aunque pueda adoptar varias formas políticas. El senador H. Desmons, presidente del Gran Oriente de Francia sostiene que “República (…) quiere decir para mí antimilitarismo, anticlericalismo, socialismo”[101]. Es la República la forma política preferida “para realizar sus designios (…) pero la república democrática y social”[102], el establecimiento de “una República universal y democrática de la que la razón será la reina, y una asamblea de sabios, el Consejo Supremo”[103].

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