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viernes, 20 de mayo de 2022

Brindis a la virtud de la piedad en la cena homenaje a monseñor Schneider

Brindis a la virtud de la piedad en la cena 
homenaje a monseñor Schneider
17 MAYO 2022

Brindis pronunciado por Javier Mª Pérez- Roldán y Suanzes- Carpegna en Madrid, el pasado 13 de mayo de 2022, en la cena homenaje a monseñor Schneider.

Ilustrísima, anfitriones, amigos,

Durante el siglo pasado, el siglo XX, los países que forman este continente, tierra que fue de la antigua cristiandad, fueron asolados por tumultos revolucionarios, por guerras civiles y por dos guerras mundiales. Y numerosos templos y catedrales fueron destruidos.

Estos templos, estas catedrales, eran la imagen viva en piedra de la Tradición, pues fueron construidos y ampliados y embellecidos por sucesivas generaciones. Y en ellos, generación tras generación, tenían lugar los hitos más importantes de las vidas del pueblo de Dios. En ellos, con el sacramento del Bautismo, la Iglesia recibía a los nuevos cristianos; ante su altar unos se casaban para formar nuevas familias, y otros recibían el sacramento del orden sacerdotal para perpetuar el Santo Sacrificio de la Misa; y cuando llegaba el fin de sus existencias terrenas, en ellos se celebraba el funeral e incluso en los cementerios que antiguamente estaban unidos a los templos o se encontraban en los templos mismos (y que la Revolución, con la imposición de los cementerios civiles suprimió) enterraban sus despojos. Y ello de tal modo que era normal que el bautizando o el recién casado fueran bautizados o matrimoniaran en el mismo templo en que sus padres, y sus abuelos, y los padres de sus abuelos fueron antes bautizados, y contrajeron matrimonio, e incluso que en tales templos se encontraran los huesos y cenizas de sus ancestros.

Pues bien, terminadas estas guerras, estos templos fueron reconstruidos. Y así, se volvió a levantar de sus cenizas la catedral de Reims o la de Colonia, o aquí en España, la catedral de Oviedo, o el Cerro de los Ángeles, o tantos otros.

Y ¿cuál fue el agente motor de estas reconstrucciones?: la virtud de la piedad, que enlaza unas generaciones con otras y hace amar la obra de nuestros antepasados; y que nos impele a cuidarlas para que se mantenga, y a reedificarlas cuando son destruidas.

Por eso, aunque en este brindis parecería lo más natural brindar por la Tradición, quedaría huérfano sino brindáramos por el fundamento que sostiene la Tradición: LA VIRTUD DE LA PIEDAD.

Todos los aquí presentes somos, o al menos deberíamos intentar ser, auténticos contrarrevolucionarios prácticos (no teóricos) empeñados en la reconstrucción de la Cristiandad, del Orden Social Católico que imperó en estos territorios occidentales desde la conversión de los reyes bárbaros en los siglos V y VI, hasta su «rendición» oficial en la paz de Westfalia, en 1648, en todos los territorios occidentales salvo en los confines de la Monarquía Hispánica, en que sobrevivió hasta 1833. Por medio alcanzó su cénit en el siglo XIII, empezó a ser minada y desgastada con el nominalismo del siglo XIV, y fue gravemente herida con la Revolución luterana del siglo XVI, y la Paz de Augsburgo en 1555.

San Pío X ya nos enseñó que no había que inventar ninguna civilización nueva, sino que se trataba de instaurar y restaurar incesantemente la civilización cristiana y la ciudad católica. Por eso, igual que la piedad fue capaz de volver a colocar las piedras de aquellos templos y catedrales al término de las guerras, nosotros, para dar término a la guerra entablada contra lo sagrado, debemos ser capaces de reconstruir la Ciudad Católica fundada en Cristo Nuestro Señor, Piedra Viva, rechazada por los constructores de esta civilización antitea que nos circunda.

Por eso,

BRINDEMOS POR QUE LA SOCIEDAD VUELVA A LA PIEDAD PARA CON DIOS, pues por la gracia nos elevó a la categoría de hijos adoptivos, lo que obliga al hombre y a todas las sociedades a adorarlo, obedecerle y reverenciarle. Y como nos enseñó Pío XI en la Quas Primas «erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales». El retorno a la Piedad con Dios supondrá la muerte del liberalismo y sus hijos espurios: el socialismo, el comunismo y el anarquismo y de todas sus hijuelas, como la nefanda ideología de género.

BRINDEMOS POR QUE LOS HOMBRES VUELVAN A LA PIEDAD PARA CON SUS ANCESTROS, pues el cuarto mandamiento nos obliga a honrar padre y madre, y por extensión a toda nuestra parentela. Sin embargo, nos han precedido unas generaciones rebeldes y adanistas que han pretendido hacer tabla rasa de nuestro pasado, y como ellos se rebelaron contra todas las generaciones pasadas, no pueden exigirnos ahora, ellos que no respetaron la obra de la Tradición, que nosotros nos sintamos vinculados por su obra destructiva. La Tradición es una cadena, hecha de numerosos eslabones, que nos mantiene anclados a nuestra propia identidad. Estas generaciones rebeldes rompieron el último eslabón que nosotros hemos de soldar para recuperar la continuidad perdida.

BRINDEMOS POR LA PIEDAD HACIA LA PATRIA, si bien una piedad «práctica». Si el refrán dice que «obras son amores», la auténtica piedad no se limita a refugiarse cada cual en el ámbito familiar (como si la Revolución no fuera a llegar a su hogar), o a dedicar sus esfuerzos a las especulaciones filosóficas o a tratar la Tradición como una realidad muerta ya e inmutable objeto solo de estudio científico. La auténtica piedad no es un estado emocional, sino que es un estado de acción, de obras. Por eso la piedad llama a todos a la acción (pero no al simple activismo), a colaborar eficazmente con aquellos que están luchando, con actos y acciones concretas, por la reconstrucción de la Cristiandad. Este acto es buen ejemplo de ello, pues varias asociaciones, capitaneadas por Luz de Trento y Jóvenes por España, han sido capaces de deponer su individualismo (que es un virus liberal) y colaborar con un fin común. Dios nos hizo sociables y tenemos el deber de trabajar en sociedad, y todo católico confirmado tiene el deber de hacer apostolado. Por eso, si los actos de este fin de semana se quedan simplemente en la mera asistencia a los mismos; y si este brindis quedara solo en un acto anecdótico, habríamos faltado a la virtud de la piedad.

Brindar por la piedad tiene que obligarnos a todos y cada uno de nosotros a hacer cada cual la labor que nos corresponde para la conquista de la Soberanía Social de Nuestro Señor. Ninguno somos indispensable, pero cada uno de nosotros es insustituible, de forma tal que la labor que cada uno de nosotros deje de realizar para que venga a Nosotros su Reino, quedará sin hacer. Rompamos la tentación de la evasión, la tentación del individualismo, la tentación de abandonar la trinchera para refugiarnos en nuestra comodidad. Postulémonos y ofrezcámonos cada uno de nosotros a los organizadores de estos actos para colaborar con ellos, cada uno en lo que sepa y pueda hacer.

Así pues,

Levantemos nuestras copas y brindemos por LA VIRTUD DE LA PIEDAD, porque su práctica nos aparte de tanto falso progreso y nos lleve de regreso a la TRADICIÓN para que de nuevo gocemos de aquella «dulzura de vivir» que como una aura envolvió en tiempos pasados, cuando el Evangelio gobernaba los Estados, a todo el cuerpo social, y el Orden Social Católico imperante era un reflejo fiel del amor divino en la sociedad humana.

POR LA PIEDAD, POR LA TRADICIÓN, POR EL ORDEN SOCIAL CATÓLICO.

*Javier Mª Pérez- Roldán y Suanzes- Carpegna es editor de Tradición Viva y colaborador de AD