Valle de los Caidos
Hoy a las 11 en 13TV: Santa MISA Solemne
Solemnidad de Nuestro Padre San Benito, Patrono de Europa y Patriarca de los monjes de Occidente. Santa Misa solemne en la Basílica a las 11h00. será presidida por Mons. D. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid y retransmitida en directo por 13TV. Junto a la schola de monjes cantará el coro Educatus de la Universidad de Cracovia. Vísperas solemnes el viernes 10 y Vísperas solemnes el sábado 11, en ambos casos en la Capilla de la Abadía a las 19h30, presididas por el P. Superior y con bendición del Santísimo el sábado. Se puede ganar indulgencia plenaria en la Basílica y en las capillas de la Abadía, del Noviciado, del Colegio-Escolanía y de la Hospedería. Fiesta patronal de las abadías benedictinas-solesmenses de Saint-Benoît du Lac (Canadá), Vaals (Holanda) y Palendriai (Lituania).
Anselmo Álvarez, OSB
Abad del Valle de los Caídos
Europa fue ciertamente una regalo de los monjes, pero sus pilares primeros y permanentes de son Cristo y la Iglesia: Cristo “piedra angular” (Ef 2, 20); 1 Pe 2, 6), la Iglesia “columna y fundamento” (1 Tim 3, 15). Los monjes fueron y son instrumentos de ambos. En esta línea, S. Benito fue declarado primero Padre de Europa (Pío XII, 1947), y patrón principal de Europa (Pablo VI, 1964), a los que Juan Pablo II añadió los Santos Cirilo y Metodio, Santa Catalina de Siena, Santa Brígida, y Santa Edhit Stein, todos pertenecientes al estado monástico. Europa, ayer creada por los monjes, hoy encomendada a su protección y defensa. En los orígenes de Europa encontramos un acontecimiento aparentemente casual, pero lleno de una profunda significación: en el 529 se cerraba, por el emperador Justiniano, la Academia de Atenas, el mismo año que se inauguraba la Abadía de Montecasino. El símbolo de Grecia había sido la Acrópolis y la Academia, el de Roma su Capitolio; el de Europa sería Montecasino, Acrópolis y Capitolio, nueva Academia de la Europa naciente, del nuevo orden histórico y espiritual. No para anular a la nueva Roma, capital del cristianismo, sino para colaborar en su acción. Esta apertura de la Abadía de Casino podría considerarse como el acto fundacional de Europa. Ahora bien, en el centro de estos montes, sobresaliendo sobre todos: el Monte Gólgota, verdadero origen de un mundo y de un hombre nuevos. De él nace también la Iglesia cristiana que, llegado el momento, fue la única estructura que resistió a la demolición del viejo imperio romano. Su vitalidad espiritual le permitió, sucesivamente, absorber el impacto demoledor de las invasiones, constituir el nexo básico de continuidad con las antiguas instituciones romanas y reconstruir, sobre su fe y su organización eclesial, las ruinas acumuladas repetidamente sobre el suelo europeo. De hecho, Europa debió renacer muchas veces antes de conseguir estabilizar la estructura social y política de sus pueblos, y lo pudo gracias al vigor del tronco cristiano injertado en ellos, al que los monjes aportaron en estos siglos iniciales un extraordinario acervo de energía. Esa reconstrucción sucesiva fue una de las contribuciones máximas a la causa de Europa. Sin ese vigor de la Iglesia y de la institución monástica Europa hubiera sido configurada por los pueblos bárbaros y por los árabes musulmanes. Los cristianos frenaron a unos en la península ibérica, y asimilaron a los otros integrándoles en la fe y en la civilización cristiana.Leer...más.
BENITO, GREGORIO, ISIDORO Y BONIFACIO
LOS CREADORES DE EUROPA
EUNSA-ED. UNIVERSIDAD DE NAVARRA
En su primer viaje a España el papa Juan Pablo II decía a los jóvenes que tenían que investigar en sus raíces para conseguir comprender los fundamentos de la "europeidad". El Cristianismo proporcionó a Europa valores tan fuertes, que le permitió, durante siglos, aventajar a todas las demás culturas obligándolas a europeizar se. Y es que Europa es patrimonio cultural y no tan sólo una estructura política o económica, como a veces nos sentimos tentados a creer. En poco más de tres siglos estos cuatro hombres: Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio, pusieron las bases sólidas y suficientes para que sobre ellas pudiera levantarse, sin peligro, el edificio de la "europeidad". Sin ellos toda la cultura europea posterior se tornaría incomprensible.
San Benito de Nursia (480-543) |
Magnificat-Santoral: San Benito, patriarca del monaquismo occidental, nació en Nursia, en la Umbría, hacia el año 480. Nace en una familia acomodada, y pronto lo envían a estudiar a Roma, para prepararle un buen porvenir.
«Hubo un varón de vida venerable, bendito por gracia y por nombre», dirá de él su discípulo y biógrafo, el papa San Gregorio Magno. No le iba a Benito la vida relajada y malsana de Roma, y se marcha a la soledad.
Se refugia en la cueva rocosa de Subiaco, dedicado a la contemplación. Un monje le descuelga desde un peñasco algún alimento en un cestillo. El demonio no deja de tentarle. Un día sufre una fuerte tentación carnal, de la que Benito triunfa lanzándose desnudo en un zarzal, que todavía hoy se muestra al visitante. No volverá a sentir tal tentación.
Pasa luego de la soledad a la vida cenobítica o de comunidad. Le eligen abad de un monasterio. Funda varios en las cercanías, combinando la oración y el trabajo manual, según el estilo de San Pacomio en Egipto. Admite a niños, como Plácido y Mauro. Será el principio de las escuelas monacales. Se cuenta que el pequeño Plácido era tartamudo. Sólo sabía decir sí. Sus padres lo llevaron al monasterio preocupados. Benito les acogió amablemente, con hospitalidad benedictina, y les consoló diciendo: «Aunque en toda su vida no sepa decir más que sí, ya es suficiente».
Algunos monjes revoltosos intentan eliminar al abad envenenándole con vino. Benito bendice el vaso y se quiebra. Entonces decide marchar a otro lugar. Con algunos incondicionales se dirige al sur, y establece en Montecasino la vida monástica. El demonio le prueba, pero sigue adelante.
Escribe la Regla «la Santa Regla, la más sabia y prudente de las Reglas», exigente y moderada a la vez, en la que se combinan sabiamente las alabanzas divinas con el trabajo manual: el famoso lema «Ora et labora». El abad representa a Cristo. Será para todos exigente y paternal, muy atento con los enfermos. Se recibirá a los huéspedes como al mismo Cristo.
Benito sabía que las limitaciones del monje y de su comunidad forman parte del plan de Dios para la santificación. Entonces introduce en la Regla el voto de estabilidad que liga al monje para siempre a un monasterio. Esto le impide soñar en hallar el monasterio perfecto. «Si tuviera otro abad, otros compañeros... Si estuviera en otro sitio». Esto es perder el tiempo. Lo que tienes es lo mejor, lo único, para tu santificación.
El monje saca la mejor luz y fuerza de la celebración de los divinos misterios, el Opus Dei, la obra de Dios por excelencia. Pero Benito no es sordo a las necesidades de los hombres. Desciende con frecuencia de su amada montaña, siempre que puede remediar cualquier necesidad. Sus hijos seguirán su ejemplo, de lo que se beneficiará muy positivamente, en todos los campos, toda la civilización occidental.
Al final de su vida mueren algunos de sus grandes amigos, como Cesáreo de Arlés y el abad Casiodoro. Mucho le afecta también el vuelo de paloma al seno del Esposo de su entrañable hermana Escolástica. Esto le va despegando más y más de la tierra y le va acercando al paraíso.
El Jueves Santo del 547, 21 de marzo, asistiendo a los divinos oficios, le llega la hora de la muerte. Quiere hacerlo de pie, como buen atleta de Cristo. De pie comulga y recibe la Sagrada Unción, sostenido por sus hijos, que celebran así la Pascua, la Pascua de su abad.
Sin san BENITO
No habría EUROPA CRISTIANA
InfoCatólica-Alberto Royo Mejía (27/9/2009): Cuando uno visita no lejos de Roma el monasterio de Subiaco, il Sacro Specco, y lee la lista esculpida en marmol de los monjes benedictinos que evangelizaron los diversos paises de Europa, del este al oeste y del norte al sur, entiende perfectamente porqué San Benito es, quizás sin haberlo pretendido, el “Padre de Europa”
Proclamado Patrono de Europa por Pablo VI, y único como tal hasta que Juan Pablo II nombró también a San Cirilo y San Metodio, hablar de él es hablar de Europa, como ha recordado recientemente Benedicto XVI (Papa que le tiene especial devoción y habla de él y de su obra con frecuencia):
“Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha podido mantener su fuerza iluminadora hasta hoy. Pablo VI, al proclamar el 24 de octubre de 1964 a san Benito patrono de Europa pretendía reconocer la obra maravillosa desempeñada por el santo a través de la Regla para la formación de la civilización y de la cultura europea. Hoy Europa, que acaba de salir de un siglo profundamente herido por dos guerras mundiales y por el derrumbe de las grandes ideologías que se han revelado como trágicas utopías, se encuentra en búsqueda de la propia identidad. Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente, de lo contrario no se puede reconstruir Europa.
Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del siglo XX, ha causado, como ha revelado el Papa Juan Pablo II «un regreso sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad» (Insegnamenti, XIII/1, 1990, p. 58). Al buscar el verdadero progreso, escuchemos también hoy la Regla de san Benito como una luz para nuestro camino. El gran monje sigue siendo un verdadero maestro del que podemos aprender el arte de vivir el verdadero humanismo.”
Nació en Nursia alrededor del año 480. La única auténtica vida de Benito de Nursia es la que está contenida en los “Diálogos” de San Gregorio, y es más bien un bosquejo de su carácter que una biografía. Consistente mayoritariamente de eventos milagrosos que, si bien iluminan la vida del Santo, poco ayudan para hacer una descripción cronológica de su vida. Las fuentes de san Gregorio fueron, según lo que él mismo cuenta, algunos discípulos del Santo: Constantino, que lo sucedió como abad de Montecassino, y Honorato, que era abad de Subiaco cuando san Gregorio escribía los “Diálogos”. Leer más... »