Píldoras Anti-Masonería

El blog CLAVIJO defiende los valores

de la Iglesia Católica y de España

amenazados por el proyecto masónico-luciferino

"Nuevo Orden Mundial"


e-mail: ClavijoEspana@gmail.com



lunes, 11 de julio de 2022

Memoria Democrática. Historiar es explicar los cambios producidos por las decisiones de los hombres, en ejercicio de su libertad.Cuando los historiadores españoles acogían la metodología marxista con un especial interés: Marx, Engels, Althusser o Gramsci. Por Javier Paredes

Claustro de la Universidad de Oviedo
Memoria Democrática. Historiar es explicar los cambios producidos 
por las decisiones de los hombres, en ejercicio de su libertad. 
Cuando los historiadores españoles acogían la metodología marxista 
con un especial interés: Marx, Engels, Althusser o Gramsci.
10/7/22 

En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército fascista, han alcanzado las tropas socialistas sus últimos objetivos de la Memoria Democrática. La guerra ha empezado. Y se van a enterar todos los ultraderechistas que se atrevan a decir lo que no le convenga a la izquierda progresista…

Esta es la consecuencia de la ideología que ha impuesto el Gobierno de España, en un alarde tiranía y estupidez. Porque la pretensión de Pedro Sánchez, además de tiránica, es tan estúpida como lo que cuenta Galdós de Juan Santiuste. Este personaje de sus Episodios Nacionales, llevado de su sectarismo liberal, se empeñó en escribir la historia de España haciendo triunfar siempre a los liberales; así es que tuvo que resucitar a liberales como Riego y enterrar en vida a los absolutistas triunfantes. Y en su empeño de matar vivos y resucitar muertos enloqueció, por lo que cambió su nombre de Juan Santiuste por el de Confusio, debido a la enorme confusión que se había asentado en su mente de aprendiz de historiador. Pues este es el mal que nos acecha: interpretar el pasado en beneficio del poder, lo que hace imposible la comprensión de la historia.

Instalados los comunistas en el Gobierno de España, ahora imponen la tendencia marxista de la historia. Así es que cuando creíamos que semejante aberración intelectual era ya cosa del pasado, ahora se nos impone una historia recreada a gusto y conveniencia del socialismo, sin respeto a la verdad del pasado. Y todo esto con la brutal amenaza de multar y hasta de meter en la cárcel a los que no pasen por el aro. En consecuencia, conviene que reflexionemos en qué consiste esta propuesta.

El marxismo, también podía haber pasado a la Historia con el nombre de “engelianismo”, por la importante aportación a esta ideología de Engels. Pues bien, Friedrich Engels (1820-1895) escribió: “Las causas últimas de todas las modificaciones sociales y las subversiones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres, en su creciente comprensión de la verdad y la justicia eternas, sino en la transformación de los modos de producción y de intercambio; no hay que buscarlas en la filosofía, sino en la economía de las épocas de que se trate”.

Con la ley de Memoria democrática, retrocedemos más de medio siglo, volvemos a los años en los que la manipulación marxista de la Historia manchó nuestros claustros universitarios

La historia así entendida discurre en un proceso ascendente y a saltos bruscos, de acuerdo con el empuje propinado por las contradicciones internas de las clases sociales. Por lo tanto, como "las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión de las relaciones materiales dominantes", estas se consideran la base jerárquica y nutricia del desarrollo histórico. O dicho en lenguaje marxista, las relaciones económicas constituyen la infraestructura real de la que surgen las superestructuras, a saber los modelos sociales, las formas políticas, los sistemas culturales o científicos y hasta las distintas creencias religiosas.

Por consiguiente, el historiador marxista no trata de buscar la verdad, las causas que afectan a los hechos históricos, sino que los interpreta, por cuanto se da por supuesto la causa que ya los ha producido. Si además se considera que el marxismo concibe un mundo cerrado, cuyo final también se da por supuesto, el método a seguir consistirá en la interpretación de unos acontecimientos, regidos a su vez por leyes determinantes que los hacen discurrir por un proceso dialéctico.

Con la ley de Memoria democrática, retrocedemos más de medio siglo: volvemos a los años en los que la manipulación marxista de la Historia manchó nuestros claustros universitarios. Y paradójicamente aquella acogida de la historia marxista en España tuvo lugar cuando se desencadenaba la crisis del marxismo y su consiguiente decadencia en Europa. Fue entonces cuando los historiadores españoles acogían la metodología marxista con un especial interés. Marx, Engels, Althusser o Gramsci, junto a los historiadores marxistas de Francia, como Soboul, cuyas pésimas traducciones hechas por Tierno Galván tuve yo que vomitar en los exámenes para poder aprobar, o los ingleses Hobsbawm y Thompson, o los polacos Witold Kula y Jerzy Toplski fueron, entre otros muchos, los autores más traducidos y los que me obligaron a leer en la Universidad, cuando yo era un estudiante, entre los de 1969 a 1975.

Ernest Labrousse y sobre todo Pierre Vilar ejercieron una influencia muy marcada sobre algunos de los discípulos de Vicéns Vives, en especial sobre Josep Fontana, sin duda el más preocupado de todos ellos por las cuestiones metodológicas. La otra gran figura de la metodología marxista fue Manuel Tuñón de Lara, que en torno a su magisterio consiguió aglutinar a un grupo importante de historiadores. Los Coloquios de Pau, en la década de los sesenta, continuados después en Madrid, Segovia y Cuenca, acabarían por dar consistencia a este nutrido grupo, cuyo peso específico se deja sentir hasta hoy en la Universidad española.

No y no, el hombre no puede ser el objeto de la Historia, porque de ser así sobrarían el resto de las Ciencias

La historia marxista propone que no es distinto el conocimiento de los hechos físicos y el de la conducta del hombre, una vez que se descubren las leyes inmutables que rigen en las actuaciones sociales. Admitida esta propuesta, naturalmente quien monopolice el conocimiento de semejantes leyes tiene a su alcance la clave para dirigir al género humano a un paraíso terrenal. La Historia se convierte así en instrumento político, y facilita al "sabio" la renuncia del conocimiento del mundo, para dedicar sus esfuerzos a transformarlo, según la conocida proposición de Marx.

No y no, el hombre no puede ser el objeto de la Historia, porque de ser así sobrarían el resto de las Ciencias. La Historia solo puede ocuparse de una de las facetas del hombre, y no es poco porque es verdad. O dicho en términos más académicos: el objeto formal de la Historia es la dimensión histórica del hombre, conocida como historicidad. La Historia, por tanto, solo puede reclamar para su estudio esa parcela concreta, sin entrometerse en otras áreas de conocimiento, subordinándolas o absorbiéndolas hasta hacerlas desaparecer.

A diferencia de los animales, que solo participan de un tiempo físico, el rasgo propio del hombre es la historicidad. Por esta razón, sin posibilidad de traspasar su perimundo o umwel —según lo descrito por el etólogo Uexkül—, aquellos viven en un mundo cerrado, programado, en el que solo son posibles las respuestas, igualmente programadas. Por el contrario, la historicidad o tiempo histórico se constituye por el conjunto de posibilidades que se presentan ante el hombre para su elección. Esto es lo que explica que las cigüeñas de mi querida Alcalá de Henares este año hayan hecho sus nidos de la misma forma que lo hicieron en las primaveras de la Edad Media, exactamente igual, y no puede ser de otro modo. Sin embargo, el hombre medieval que poseía la misma, exactamente la misma naturaleza que nosotros e idéntica a la del propio Adán, construyó un mundo bien diferente al nuestro. Y en esto consiste, precisamente, la tarea de historiar: en explicar los cambios producidos por las decisiones de los hombres, en el continuo ejercicio de su libertad.

A diferencia de los animales, que solo participan de un tiempo físico, el rasgo propio del hombre es la historicidad

En consecuencia, dependiendo que se considere como objeto formal de la historia el hombre o su historicidad, es decir ese conjunto de hechos del pasado a él debidos y sobre los que puede actuar, unos rastrearán esas "leyes inmutables" que rigen la vida de los hombres y otros escudriñarán las huellas de libertad del hombre en el pasado; unos competirán por superar los planteamientos rotundos y cerrados de las ciencias positivas, por considerarse también científicos de bata blanca y otros se mantendrán en los límites marcados por la escuela humanística. Los primeros podrán recrear la realidad según los prejuicios o la finalidad de sus preguntas; mientras que los otros conscientemente limitados por la máxima realista de que las "cosas son lo que son", entenderán que en el progreso del conocimiento de la realidad las respuestas no es que puedan recrearla, es que ni tan siquiera pueden distorsionarla.

Carlos Seco Serrano definió esta posición en unos de los párrafos más conocidos y citados, con motivo de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: "Esta escuela humanística, polo opuesto del materialismo histórico, tendrá vigencia mientras el espíritu humano subsista. El problema no reside en su superación o no, sino en la dificultad para integrarse en ella, porque no bastan las técnicas cuantitativas, ni el manejo de computadoras y estadísticas `-por muy útiles e interesantes que éstas sean- para la construcción de una historia íntegra (tal como la concebía Lucien Febvre). La menesterosidad de una historiografía -la más reciente- que se empeña en no ver otro motor, en la evolución de la humanidad, que el choque de los intereses económicos, reside en su parcial concepción del hombre, en su olvido de los estímulos más profundos del ser humano".

Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.

Imprime esta entrada