Aleix Vidal-Quadras
(23 ago 2012)
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El lehendakari López ha fijado el 21 de octubre como la fecha de las próximas elecciones vascas, previa disolución del Parlamento de aquella Comunidad.
El lehendakari López ha fijado el 21 de octubre como la fecha de las próximas elecciones vascas, previa disolución del Parlamento de aquella Comunidad. Todas las etapas del plan pactado entre Zapatero y ETA se van cubriendo inexorablemente, con la anuencia de instituciones clave del Estado. El actual Gobierno de la Nación no sólo no ha interrumpido el proceso iniciado en la legislatura pasada con el mal llamado “proceso de paz”, sino que con matices de lenguaje y retoques de escenografía, sigue básicamente la misma línea. En esencia, los términos de la siniestra negociación entre el desaparecido Zapatero y la banda son bien conocidos: ETA deja temporalmente de matar sin disolverse y sin entregar las armas y a cambio se le permite regresar a la vida pública y acceder al poder político. Una vez instalada en Ayuntamientos, Diputaciones y Cámara autonómica, el paso siguiente es acceder a Ajuria Enea y, siempre manteniendo la amenaza de la coacción violenta, avanzar en la implantación de su proyecto racista, colectivista y totalitario, con la absorción de Navarra y la eliminación de sus adversarios electorales que, ante semejante panorama, huirán despavoridos con el fin de evitar la ruina económica o la liquidación física.
Por supuesto, la aplastante mayoría secesionista que dominará el Parlamento vasco dentro de un mes reclamará y ejercerá unilateralmente el derecho de autodeterminación a partir de la convicción de que el Gobierno central y el Congreso de los Diputados no se atreverán a poner en marcha los procedimientos que la Constitución prevé para estos
casos.
La constante y sangrienta labor de ETA está dando sus frutos y la técnica de emplear el terror para imponer posiciones ideológicas le ha funcionado. La ceguera suicida del PNV, por un lado, y la pusilanimidad oportunista de los dos grandes partidos nacionales, por otro, nos han llevado a la cita con la muerte del 21 de octubre, cita con la muerte de la dignidad nacional, cita con la muerte de la unidad constitucional, cita con la muerte moral de las víctimas y cita con la muerte de España como objeto histórico identificable. La verdad es que el balance del sistema que se puso en marcha en 1978 no puede ser más catastrófico: estamos financieramente quebrados y a punto de deshacernos como Nación. Si a alguien se le ocurre todavía insistir en que el Estado de las Autonomías ha sido un éxito, más vale que lo haga en privado porque se arriesga a ser corrido en pelo si exhibe tan optimista opinión ante los medios.
ETA nos ha citado el 21 de octubre a su gran fiesta de celebración del éxito de su maldad y del fracaso de nuestra cobardía. Es de esperar que ninguno de los que a lo largo de tres décadas ha colaborado por acción o por omisión a tan fausto acontecimiento falte a este baile de máscaras horripilantes amenizado por marchas fúnebres.