Delimito el campo en clave negativa: no se trata de escribir algo sobre lo que algunos físicos llaman la “materia oscura” ni la “energía oscura”, que dicho sea de paso no tienen nada que ver, por lo menos en este caso, con las ciencias ocultas, ni con Lord Voldemort.
Sobre la “materia oscura” (dark matter) y la “energía oscura” (dark energy) sí te puedo comentar que algunos científicos piensan que entre las dos conforman un altísimo porcentaje del universo y sólo se les conoce indirectamente. Algo hay en el universo, una especie de “eslabón perdido” de la materia o de la energía que da sentido a cómo éste ha sido ensamblado, pero aún no se sabe exactamente que es. Los científicos están perplejos pues los experimentos indican que hay algo, pero a la hora de buscarlo dan con una ausencia de todo.
Hablando de perplejidades, algunos científicos se han quedado con el hígado en la mano cuando han visto que un descubrimiento tan importante para ellos como el del Bosón de Higgs lo han llamado algunos popularmente como la Partícula de Dios. Para algunos es como un contrasentido el hacer un descubrimiento científico y relacionarlo con Dios. Pero a fin de cuentas, otros, a la hora de hablar sobre Universos Múltiples concluyen que Dios no es necesario y que la Creación no tuvo lugar, cosa que también otros opinan que es un contrasentido. De todas formas este no es el tema que me ocupa en este artículo.
Está claro que sin los avances de la ciencia probablemente usted y yo ya habríamos muerto, quizá de gripe común o sarampión o tal vez no hubiéramos sobrevivido nuestro propio nacimiento. A sus 40 años Carlomagno era uno de los ancianos de Francia, pues la expectativa de vida era mínima en aquel entonces; hoy día a esa edad muchos apenas están pensando en casarse, aunque quizá exagere. Felipe II -amo y señor de un imperio donde no se ponía el sol- no tenía dientes a los 40 años. Durante la Edad Media, Europa se despobló en un alto porcentaje varias veces por la peste bubónica. El mundo ha cambiado desde aquel entonces.
La luna, misterioso objeto que se esconde al salir el sol y brilla cuando el astro rey del sistema solar se pone, ha sido ya visitada por el ser humano desde hace más de 40 años. Ya no suelen escribirse tantos poemas de amor ni tantas canciones románticas como antes haciendo referencia a la luna porque ya es materia conquistada. Pequeños autos robot han surcado la superficie de Marte y junto con ese gran logro también ha habido una gran decepción: hasta ahora no se han encontrado los marcianos verdes que forman parte del imaginario colectivo que describe cómo debería ser un “alien”. “Drones” -microaviones robot no tripulados- asesinos surcan los cielos de Afganistán matando terroristas, abuelos, madres y niños.
Gracias a internet y a los teléfonos inteligentes y los satélites podemos enviar fotos, mensajes escritos o de voz de cualquier país del mundo a cualquier otro y Estados Unidos puede interceptar a los zares de la droga; terroristas; y espiar a sus aliados militares y políticos, incluyendo a Angela Merkel, pese a que se ha molestado un poco. La mayor potencia del mundo, por lo menos por ahora, no le perdona a Snowden el haber compartido información “secreta” por la RED. La ciencia y la tecnología, Facebook y Twitter, da la impresión, lo dominan todo y han transformado el modo como los seres humanos se relacionan entre sí y con el mundo que les rodea.
Gracias a internet y a los teléfonos inteligentes y los satélites podemos enviar fotos, mensajes escritos o de voz de cualquier país del mundo a cualquier otro y Estados Unidos puede interceptar a los zares de la droga; terroristas; y espiar a sus aliados militares y políticos, incluyendo a Angela Merkel, pese a que se ha molestado un poco. La mayor potencia del mundo, por lo menos por ahora, no le perdona a Snowden el haber compartido información “secreta” por la RED. La ciencia y la tecnología, Facebook y Twitter, da la impresión, lo dominan todo y han transformado el modo como los seres humanos se relacionan entre sí y con el mundo que les rodea.
Sin embargo, “Houston, we have a problem”. Hay problemas serios en los laboratorios….. últimamente se acumulan muchos deslices en la ciencia y de esto es lo que quería hablarte. Es el “lado oscuro” de la ciencia del que poco se habla.
Según la edición del 19-25 de octubre del presente año (2013), The Economist presenta un elenco de preocupaciones en el planeta ciencia que tiene preocupados a muchos. Seguidamente se señalan algunas de ellas.
Se supone que uno de los pilares del a ciencia es el tener la capacidad de reproducir un experimento y más cuando éste se ha anunciado como un importante “hallazgo”. Desde experimentos de la psicología hasta nuevas investigaciones sobre el cáncer publicados como grandes descubrimientos se están poniendo en duda por su irreproductibilidad. Abajo se explica mejor qué se quiere decir con esto.
La revista PLoS One, reporta que un experimento de la Psicología que supuestamente señalaba que el pensar de una forma determinada a la hora de acometer ciertos tests de inteligencia siempre debería de llevar a los mejores resultados, ha sido incapaz de llegar al mismo resultado después de 9 intentos en distintos experimentos independientes. O sea, ha sido irreproducible. La idea de que con la repetición de un experimento, si se hace todo exactamente igual, debería de conseguirse el mismo resultado, es como la piedra angular de las verdades científicas. Sin embargo esto está siendo puesto en duda hoy, quizá no por el experimento en sí, sino por la capacidad humana de equivocarse. A fin de cuentas errar es de humanos.
Los científicos de Amgen, una empresa médica, intentaron replicar 53 estudios que ellos consideraban hitos en las ciencias básicas sobre el cáncer. Cooperando con los investigadores originales para asegurarse que los procedimientos eran los mismos, únicamente lograron reproducir 6 de ellos, o sea, obtuvieron los mismos resultados de los experimentos originales en el 11% de los casos. Estos pobres resultados fueron publicados en la reconocida revista Nature. Bayer, un gigante farmacéutico alemán, reportó -liderados por el científico Florian Prinz- en la revista hermana de Nature, Nature Reviews Drug Discovery, que en un estudio reciente solamente pudieron reproducir el 25% de 67 investigaciones médicas fundamentales.
Hace poco, uno de los encargados del American National Institute of Health (NIH) comentó con un cierto aire de sensación de derrota, que en general, a los investigadores les costaría mucho, si es que lo lograran, reproducir en un laboratorio por lo menos el 75% de todos los hallazgos médicos. No sé por qué se pone triste el encargado del NIH pues no deja de ser más bien este un porcentaje esperanzador dado otros resultados mucho más pobres.
Últimamente ha habido un reconocimiento por parte de los científicos académicos de que se equivocan con frecuencia, aunque afirman que esos errores suelen ser corregidos por otros científicos que continúan con las mismas investigaciones. Sin embargo hay evidencia de que se publican más investigaciones con datos equivocados de los que pueden ser posteriormente corregidos o en su caso, desmentidos. Hay más errores publicados en el mundo científico de lo que uno se imagina: desde errores estadísticos, hasta ligerezas en la revisión por parte de colegas del investigador (peer review). Las presiones profesionales, el competir por ser los primeros en el hallazgo de un determinado asunto y la ambición a veces poco sana, hace que se publiquen estudios más rápido de lo que debería ser.
Conforme las publicaciones de todo tipo por internet se han multiplicado, no han sido las revistas científicas la excepción. Revistas técnicas como la mencionada anteriormente, PLoS One, que ven la luz únicamente por internet, al igual que muchas otras, buscan publicar tantos artículos científicos como sea posible en lugar de publicar lo mejor. Como coladero, intentan publicar artículos que dan la impresión de ser sólidos. Si pasan ese primer escrutinio, lo envían a revisión de colegas (peer review). Pues sólo el 50% de los artículos científicos que reciben pasan el primer escrutinio.
Un estudio publicado en el 2010 en la prestigiosa revista Science, presentaba factores genéticos asociados a la longevidad. Sin embargo varios genetistas inmediatamente observaron y reclamaron que algunas muestras tomadas de los ancianos centenarios estudiados habían recibido un tratamiento distinto de otros grupos de control. Un año más tarde hubo una retractación por parte de los científicos que participaron en el estudio aduciendo “problemas técnicos” e “inadecuados protocolos de calidad”. El número de retractaciones de investigaciones ha multiplicado por 10 durante la última década pero aun así no suman más de un 0.2% de los artículos científicos publicados todos los año en revistas científicas. Aunque la comunidad científica toma nota de las principales investigaciones que se hicieron mal o resultaron no ser fiables, la mayoría de los resultados de estas investigaciones permanecerán incólumes de cara a los grandes públicos. O sea, seguirán siendo consideradas equivocadamente grandes o pequeños descubrimientos.
Recientemente John Bohannon, un biólogo de Harvard, intencionalmente sometió a revisión, bajo un seudónimo, una investigación relacionada con células cancerígenas. La envió a 304 revistas técnicas que bajo sus atestados mencionan que no publican nada sin que el material sea revisado por otros científicos. La investigación, llena de errores de procedimiento y de diseño, análisis e interpretación de resultados fue aceptada para su publicación por 157 de las revistas, aún teniendo un nombre de un profesor inventado de una universidad inexistente. Quizá lo que hace que la situación no sea tan grave sea que Bohannon envió su investigación a un grupo de revistas científicas no tan prestigiosas.
En 1998 Fiona Godlee, editora de la muy sólida British Medical Journal envió a revisar una investigación a 200 de los científicos en los que su revista se apoya para “peer review” de los artículos por publicar. No hubiera pasado nada si no es porque la editora lo envió como un señuelo con 8 errores de diseño, análisis e interpretación. Ninguno mencionó todos lo errores, es más, en promedio los 200 científicos mencionaron un promedio de menos de 2 errores y algunos no reportaron haber encontrado alguno.
Se asume que todo lo anterior se debe a error humano o descuido o presión por publicar primero. Pero no; también está presente el fraude en las investigaciones científicas. En una investigación llevada a cabo entre 1987 y el 2008 de papeles científicos de ingeniería, química y economía únicamente el 2% de los entrevistados admitió haber falsificado datos. Sin embargo de esa misma comunidad científica investigada, el 28% afirmó conocer colegas que se involucran en prácticas científicas cuestionables.
Dejando atrás las prácticas cuestionables científicas, pasamos a las publicaciones incompletas. Es imposible reproducir un experimento si la investigación no presenta adecuadamente los datos o se queda corta con respecto a los procedimientos. En un estudio publicado en setiembre del 2013, Melissa Haendel y un grupo de colegas de PeerJ de The Oregon Health and Science University, llegaron a la conclusión que de 238 investigaciones biomédicas publicadas en 84 revistas científicas, sólo la mitad identificó adecuadamente los recursos utilizados para producir los resultados publicados. Eso hace que esos resultados, o sea, los hallazgos, no podrán ser reproducidos ni revisados de acuerdo a la investigación publicada.
No nos metemos con ejemplos concretos de los errores estadísticos en los que se incurre en la investigación científica pues empeorarían dramáticamente la situación descrita en este articulo. Al igual que cualquier otro grupo humano, los científicos – muchos de ellos de gran calidad moral y profesional- están sujetos a escrutinio público, pero también, como cualquier grupo humano, se protegen entre ellos -cosa que me parece lógica- para que no decaiga el prestigio propio ni el de la profesión. Ahora, es indudable la necesidad de replantearse los valores bajo los cuales trabajan, o sea, la popularmente llamada ÉTICA, que en estos tiempos está como en cuidados intensivos.
También probablemente ante muchos de los descubrimientos y afirmaciones categóricas hechas en estos días en nombre de la ciencia, habría que tener un sano escepticismo. De cuando en cuando ante un “descubrimiento” que se grita a los cuatro vientos no quedará más que aducir “objeción de ciencia”, simple y sencillamente porque eso no es ciencia y más cuando procura presentarse como “ciencia irrefutable”, como ha sucedido, por ejemplo, con los temas relacionados con el calentamiento global. Recordando a John Henry Newman y haciendo un juego con las palabras de su famoso brindis, diría: “¡Brindo por la Ciencia!”, “pero brindo primero ¡Por la Conciencia!”.
Imprime esta entrada