El 11M y el Nuevo Orden Mundial:
radiografía de una conspiración
Laureano Benítez Grande-Caballero
8-4-2019
Los atentados del 11M en Madrid son un hito más en la cadena de alevosos golpes de Estado perpetrados en España por la conspiración globalista con el objetivo de favorecer gobiernos socialistas, los cuales han alcanzado el poder con la inestimable ayuda de las élites plutocráticas del NOM: el asesinato de Carrero Blanco impulsó una Transición pilotada desde Bilderberg; el 23F provocó los 202 diputados socialistas en 1982; el 11M descabalgó al PP del poder y entregó el poder al zapaterismo; la sentencia Gürtel promovida en la sombra por jueces correveidiles de Soros motivó el último golpe de Estado socialista, en forma de moción de censura que encumbró a Cum Fraude.
Larga tradición golpista la de los sociatas, que arranca desde su misma fundación con el mismísimo Pablo Iglesias, y tiene como mesías y Rasputín cum laude al estucador Largo Caballero, el mayor golpista que ha dado España —y posiblemente la Historia—, protagonista de varias asonadas revolucionarias: 1917, 1930, 1933, 1934, 1936…
Pero vayamos con el 11M, hecho que provocó un vuelco considerable de la voluntad popular en las elecciones tuvo lugar tras los atentados del 11M, cuya causalidad y autoría nunca se ha esclarecido suficientemente, ya que muchos hechos que concurren en la masacre siguen envueltos en el enigma, en la contradicción, en el misterio.
Frente a la teoría oficial de que fue perpetrado por terroristas islámicos, como represalia por el apoyo español ―la famosa foto de las Azores― a la guerra de Irak, se ha propuesto un conjunto de argumentos para justificar la teoría de una conspiración, que atribuye su autoría a una conjunción etarra-islamista, e incluso a servicios de inteligencia u otros personajes oscuros. El diario El Mundo es probablemente quien más ha insistido en esa trama, la cual, a pesar de que tuvo credibilidad en su tiempo, hoy aparece cada vez más debilitada.
Como afirma Pío Moa en su artículo «Efectos políticos y beneficiarios del 11M ―publicado en La Gaceta el 11 de marzo de 2018― «La versión oficial sobre el 11M tiene evidentes fallos: pruebas falsas rechazadas pero sin investigar su autoría, ausencia de autor intelectual, confusión sobre el designio del atentado y razón de la fecha elegida, destrucción apresurada de pruebas, equívocos sobre el explosivo utilizado […] atribución del atentado a un grupo de personajes de confusa entidad política, entre ellos un minero esquizofrénico, y varios confidentes de la policía [...] Los defensores de la versión oficial acusan a quienes la ponen en duda de “conspiranoicos”. Pero lo cierto es que detrás de todo atentado existe una conspiración. Un golpe así no se realiza por unos mindundis que pasaban por allí y a quienes se les ocurre la idea sin un objetivo preciso y en fechas que por casualidad coincidían con el final de un proceso electoral».
Aquí está la clave del atentado, ya que se produjo dos días antes de unas elecciones, cuyos pronósticos eran unánimes a la hora de afirmar otra victoria del PP, que venía de gobernar con mayoría absoluta en la era de Aznar. Como consecuencia de su atribución al yihadismo, los partidos de la oposición culparon del atentado a la política de Aznar, con lo cual la expectativa del voto a la derecha se desplomó con estrépito, favoreciendo el triunfo de Zapatero, impensable unos días antes. Como vemos, el resultado del 11M fue, al igual que había sucedido con el 23F, una victoria socialista: ¿Casualidad?
Naturalmente, el triunfo en las urnas del PSOE trajo una cascada de efectos colaterales, que expone en toda su amplitud el mismo Pío Moa en el artículo citado: la retirada de las tropas españolas que ayudaban en Irak a la reconstrucción del país; el rescate de la ETA ―que estaba al borde de extinción debido al cerco policial al que la había sometido Aznar, a la vez que había ocurrido la ilegalización de Herri Batasuna―, la cual fue legalizada de facto, mediante negociaciones clandestinas que se escamotearon a la opinión pública.
«Los separatistas catalanes fueron obsequiados con un práctico reconocimiento de soberanía al parlamento regional y con un nuevo estatuto que nadie pedía entonces y fue votado minoritariamente; pero que dejaba en residual la presencia del Estado, como se felicitó el socialista Maragall; fue impuesta, a través de la semisoviética ley de memoria histórica y otras acciones, la condena radical del franquismo, y por tanto, implícitamente, de la transición democrática y la monarquía salidas de él. Con ello se imponía la “ruptura” que izquierdas y separatistas habían intentado en la Transición, contra la decisión popular muy mayoritaria del referéndum de diciembre de 1976. Difícilmente un atentado habría podido tener consecuencias políticas de mayor alcance.
Por consiguiente, si bien seguimos sin conocer a los autores reales del atentado, están bien claros sus beneficiarios políticos: PSOE, ETA, separatistas y, más indirectamente, los islamistas. El cui prodest, no es una prueba de autoría, aunque sí un indicio. Sabemos también quiénes han sido los grandes perjudicados: España, la democracia y el estado de derecho. El PP de Rajoy continuó luego la política de Zapatero, hasta llegar a la situación actual, cada vez más peligrosa».
O sea que aquellos polvos trajeron los lodos actuales, hasta el punto de que podemos decir que la actual situación que estamos viviendo en España de destrucción de nuestra Patria en cuanto a sus valores, principios y tradiciones, y su integridad territorial, fue incubada conspirativa malévolamente en aquel atentado, que nos trajo al felón entre los felones, a uno de los traidores más Bellido Dolfos que ha dado nuestro país: el ZP. Este pérfido personaje fue el que abrió la caja de los truenos, porque ayudó a introducir en los muros de nuestra Patria el maléfico caballo de Troya del 15M.
Sin embargo, es posible investigar la trama del 11M desde otro enfoque, adoptando la óptica esoterista, un punto de vista desusado y polémico, pero que no por eso hay que desechar, porque siguiendo esta corriente de investigación se pueden aclarar muchos misterios que quedarían en la sombra con una indagación tradicional. Y, mira por donde, desde este enfoque salta a la vista la autoría de las élites pluto-iniciáticas del NOM, porque tras las bambalinas del espectáculo político, operan corrientes ocultas, fuerzas misteriosas, cuya acción se despliega en conspiraciones que pasan inadvertidas para el gran público.
Según la numerología, los actos de la vida se desarrollan de acuerdo a unos códigos numéricos, pues los números canalizan determinados vórtices de energía, por lo cual pueden producir determinados efectos. Estos códigos operan especialmente en aquellos acontecimientos que se caracterizan por su trascendencia: guerras, catástrofes naturales, atentados terroristas, magnicidios…
Es sabido que las sociedades secretas se sirven de los números como iconos cuyo simbolismo puede ser utilizado en sus rituales mágicos y actividades iniciáticas. En esta dimensión ocultista, estas hermandades mistéricas trabajan mancomunadamente con las élites plutocráticas que dominan el mundo, pues tanto los ocultistas como los globalistas conspiran unidos hacia un objetivo común: el Nuevo Orden Mundial (NOM). Es por ello que con muchísima frecuencia los grandes magnates de la oligarquía mundial también son miembros de sociedades secretas. Como explica el masón Manly P. Hall, «El pensamiento de hoy hacia un estado democrático mundial no es una tendencia nueva ni una circunstancia accidental: el trabajo de establecer los antecedentes de conocimientos necesarios para el establecimiento de una democracia ilustrada entre todas las naciones se ha llevado a cabo durante muchos cientos de años por las sociedades secretas».
Por este motivo, cuando la conjunción globalista-ocultista planea ejecutar un evento encaminado al advenimiento del NOM, lo hacen siguiendo un determinado patrón numérico que lo precipite con su ritual mágico, pues de lo contrario podría fallar. Otro objetivo de esta estrategia es «firmar» el acontecimiento del que son autores, manifestando con este simbolismo que ese hecho pertenece a la cadena de sucesos que prepara la avenida del NOM, que por supuesto también tiene su número:
¡el 666!
¡el 666!