13-2-2019
Último de los artículos del minucioso trabajo de investigación sobre el Nuevo Orden Mundial que el joven profesor español, José Antonio Bielsa Arbiol, ha realizado -en exclusiva- para La Tribuna de España. Cuando iniciamos esta serie de publicaciones no podíamos imaginar la extraordinaria acogida que tendría, ni las excelentes críticas por parte de auténticas eminencias en este tema. Tanto es así que estos artículos van a dar lugar a la próxima publicación de un libro que -con el título "Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial. Un manual de trinchera"- se convertirá en la primera publicación del nuevo sello editorial La Tribuna Ediciones (perteneciente, también, al GRUPO Tribuna de España) y que será prologado por el argentino Adrián Salbuchi, todo un referente de la disidencia hispanoamericana y de la resistencia al NOM.
Hoy es uno de esos días en los que luce el sol (pese a los chemtrails, pese a toda la inmundicia tóxica que los verdugos de la Belleza vierten sobre el cielo de nuestras milenarias ciudades); hoy es un día de esos en los que podemos afirmar, rotundos y esperanzados, el axioma más odiado de todos cuantos a la Bestia ceban con su corrupción y felonía: “¡Todavía no es demasiado tarde!”. Ésa será en adelante mi consigna, aunque truene y no tengamos donde caer derrotados: no perderla nunca, la Esperanza.
No perderla como Pandora, ni como todos aquellos que supieron perseverar en la adversidad, pues ésa es, ha sido y será la suprema ambición de los cerebros del NOM: aplastar y pulverizar, conformando una masa de perdición pútrida y arrasada, sin poesía ni aliento, un rebaño de hombrecillos sin espíritu, desesperados en su desesperanza, camino de los grandes mataderos del alma. Mas tened cuidado, lacayos del NOM, no os topéis con ese poderoso vigorizante: ¡la Esperanza!
Una esperanza no entendida desde luego al laicista y verboso modo de un Malraux, sino en clave trascendente, cual virtud teologal equidistante entre la Ciudad de Dios y la ciudad del mundo. La Esperanza en la que yo creo no es una palabra-comodín con la que engañar a los tontos ni consolar a los inconsolables: es un eco sagrado y milenario que respira entre las piedras de la historia, dogma de fe prístino e inteligible siempre, que sale a nuestro encuentro en los momentos decisivos, como el presente, pues estamos inmersos en un momento decisivo.
Cuando un hombre por el mundo negado, hastiado de la insignificancia de su día a día, alza la cabeza por encima del vano asfalto y mira al horizonte como el peregrino del alba, ocurre, en ocasiones de extrema lucidez, ese milagro insondable que pocos poetas supieron expresar con la debida grandeza de ánimo: ese hombre que sale de sí mismo, que redescubre el sentido último de las cosas, si ha sido tocado por la vara de almendro de la Providencia, termina por encontrar al Buen Dios, y con Él, a todo cuanto más ama: a su Madre Patria Una, a su Santa Religión Una, a su Comunidad en Comunión Una(de hermanos y hermanas, padres e hijos, nietos, abuelos, tíos, primos, convecinos y paisanos, de España, de la Argentina o del Perú).
Todo este esfuerzo por hermanar las partes del cuerpo social (en-completa-armonía-y-perfecta-comunión) tiene un nombre: principio de solidaridad. Esta cuestión se significa como esencial para aprehender nuestro incierto presente: para que una sociedad funcione bien, es decir rectamente y de acuerdo a los principios perennes que la hacen progresar/perdurar en el tiempo, todos y cada uno de sus miembros han de vivir en cohesión, de acuerdo a los principios sempiternos del Bien y, si se quiere, de la Verdad y la Belleza. Las épocas aparentemente más pujantes no son las más productivas en el plano material, sino las que mejor han sabido administrar los dones gratuitos del espíritu: bastar comparar este agónico y jadeante siglo XXI, todo estertor y ciénaga, con nuestro glorioso siglo XVI… El contraste resulta tan obvio como estéril.
Obelisco judeo-masónico de la plaza de Europa en Zaragoza
El alcalde que mandó hacer este engendro, un reconocido masón,
pretendía superar en altura los 75 metros de las torres del Pilar
El objetivo del NOM es precisamente el opuesto: desmembrar las partes del cuerpo social, desnaturalizar sus esencias, corromper sus principios de solidaridad confundiendo al docto y al ignorante, invirtiendo el orden del mundo para nivelarlo a la medida de sus criminales ambiciones, entre totalitarias y genocidas. En nuestra desnortada España de 2019, este trasunto de giro copernicano ya ha tenido lugar: el bien en cuanto valor ha pasado a ser perseguido, el mal recompensado; lo público tiene que irse a refugiar a las catacumbas, al tiempo que lo privado es exhibido indecentemente en las tribunas y los mentideros; los rostros, ni risueños ni demacrados, han perdido parte de la divina gracia en el terraplén de su apostasía, y así, de tarde en tarde, tras una mirada inane suelen espejearse los ojos de la Bestia.
La familia va camino de ser destruida, el municipio disuelto, y del sindicato hicieron una cueva de ladrones. Caín volverá a matar a Abel. Y cada español desesperado, gritará, como Diógenes: “¡Busco un hombre!”. Pero todos pasarán de largo. Tal vez un niño de cinco o seis años, todavía despierto y no perdido para el mundo, responderá a la llamada del penúltimo hombre vivo. Pero ya será tarde: como en un cuento de Maurice Blanchot, la palabra tabú será “muerte”, mas todos (sin siquiera intuirlo) estarán muertos.A esto vamos directos si no ponemos cuanto antes freno.
¿Qué más podemos añadir? Basta ya de retóricas; traigamos algunas ideas diáfanas, doce, con la mayor desnudez posible:
- Combatir los medios de comunicación de masas del Sistema (NOM), mediante el ninguneo/omisión de los mismos: el único frente crítico válido se dará (si ha de darse) desde la disidencia.
- Deslegitimar a la casta política profesionalizada, el mayor azote de la ciudadanía (activa o pasiva): desde la responsabilidad política (algo que la democracia diluye hasta anular), es preciso constatar que “el voto acarrea consecuencias”, y que el dispositivo seudodemocrático vigente no tiene otra finalidad que servir sumisamente a los intereses del NOM.
- Permanecer aferrados a los principios de solidaridad perennes, abogando por la continuidad de la tradición: basta afrontar la mera existencia prosaica desde otra perspectiva, p. ej., mirando al otro como a un hermano (en clave cristiana), no como a un antagonista a batir (en clave NOM).
- Fomentar la autosuficiencia en los aspectos más rudimentarios de la vida, como anticipo a los periodos de precariedad que se avecinan: como ya sabemos, el NOM aspira a que un 1 % monopolice el 99 % de la riqueza mundial, dejando al 99 % restante pululando en regímenes de exclusión y extrema pobreza: p. ej., cada vez que usted compra una prenda de vestir manufacturada en Bangladés, no tenga la menor duda de que ese día (de la exclusión y extrema pobreza del 99%) estará más cerca.
- Mirar con desconfianza y aprensión, es decir con conocimiento de causa, cualquier supuesto avance tecnológico encaminado al control social: el nuevo régimen de súper-tecnificación caro al NOM no busca otro objetivo que el de tornar su existencia cada día más artificial y dependiente. ¡Cuidado con las tecnologías! Son las argollas invisibles del nuevo hombre deshumanizado.
- Recuperar el gusto por la austeridad, la noble precariedad de los intelectos elevados, afianzando el cultivo del espíritu, subordinándolo al del cuerpo: lean, por ejemplo, vidas de héroes o de santos, como la de San Pedro de Alcántara, prodigio de ascesis y autocontrol; el excesivo celo y cuidado del cuerpo es otra de las conquistas del hombre nuevo del NOM: el sujeto solipsista, impasible al dolor ajeno, pero incapaz de sobrellevar el propio.
- Repeler todo movimiento procedente de la zona oscura, cuyo sistema de trabajo siempre es el mismo: atacar para derruir los cimientos del Occidente civilizador, teniendo bien presente en cada momento que el mayor enemigo del NOM luciferino es JesuCristo, el divino Salvador de la Cristiandad: tras siglos de infiltración masónica en el seno de la Iglesia, la gran misión del NOM (al menos hasta ahora) no ha consistido sino en hacer apostatar a la gran masa del rebaño, desperdigándolo al fin: un pueblo que ha perdido la unidad de creencia es mucho más domeñable que otro que la mantiene.
- Reforzar el concepto de Patria, y con él el amor a la Madre Patria, último refugio del hombre que lo ha perdido todo (incluso la fe en Dios Trino): los hombres pasan, el nieto olvidará al abuelo, y el siglo que al nacer vio morir una generación, morirá viendo nacer a otra nueva; los hombres perecen, la Patria permanece.
- Romper de una vez para siempre con el atavismo materialista que nos cosifica y esclaviza a los grandes monopolios y oligopolios del Sistema NOM: la vida es restar, aprendamos a restar cuanto antes para llegar lo más pronto al resultado de la cuenta: la verdadera sabiduría.
- Frecuentar la lectura de los clásicos de la literatura, la apologética y el pensamiento, no abdicando del estudio (no por placer, sino por deber de hombres libres): mirar al pasado como quien mira un álbum familiar, pleno de recuerdos, es el mejor tributo de amor a las raíces de lo que somos, en cuanto usufructuarios de una llama que permanece.
- Asumir que el frente está en todas partes (Péguy), sí, pero que este frente del NOM, el más peligroso y astuto de todos ellos, se ha instalado en el fondo de nuestros corazones: si tu mano te hace caer, córtatela.
- No perder bajo ningún concepto la Esperanza: el porvenir es nuestro, y aunque los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz, el mal tuvo un comienzo, y por ende y en razón de su finitud, tendrá un final; el Bien, en cambio, es eterno.