Padre Carreira, un hombre de Dios
J.R. Aguirre
3.11.2022
Así, a bote pronto y sin especial formación académica ni especial inteligencia, uno llega a la conclusión de que los parámetros intelectuales, o dicho de otra forma, las ideas fuerza similares a creencias religiosas que gobiernan nuestra vida, son esencialmente y en este momento, producto de las obras científicas y filosóficas de cuatro personajes, geniales según muchos, que aparecen en el siglo XX. Al menos es en este siglo cuando esas ideas comienzan a desplegar una fuerza ciclónica capaz de arrasar las creencias más tradicionales y los modos de comportamiento social hasta ese momento vigentes.
Me refiero en el orden científico a Einstein y su famosa teoría de la relatividad que como hijo deseado o no, ha desplegado en la filosofía moderna y en la sociedad el famoso relativismo en cualquier actividad y pensamiento.
Relativismo que nos condena a la incertidumbre acerca de lo que está bien o mal en el orden social. Relativismo que nos asalta con la supuesta existencia de millones de planetas habitados por seres inteligentes como nosotros. Incluso puebla ya nuestro pensamiento la posibilidad de que existan infinitos universos que nos sitúan como simples microbios en la inmensidad del cosmos sin importancia personal alguna. Relativismo que nos marea y nos confunde con viajes (imposibles) en el tiempo.
Pasto para animalistas, ecologistas y tribus similares que prefieren la vida de un lobo ibérico a la vida de pastores y agricultores. En la mente enferma de odio y arrogancia de estos elementos nosotros, el ser humano que no son ellos, somos prescindibles.
En el orden social, el marxismo. Esa religión de fundamento bíblico antiguo, porque es una religión evidente que promete el paraíso en la Tierra tal como el pueblo elegido dice haber recibido en donación la Tierra prometida. El marxismo y sus variantes gobierna ya casi todo el mundo.
En el orden biológico, la teoría de la evolución. Darwin encontró en las islas pobladas por tortugas probablemente aquello que buscaba con denuedo. El fundamento último de la teoría evolutiva es eliminar definitivamente de la ecuación de nuestra existencia la presencia de Dios.
Y en el orden psicológico, Freud construye las ideas fundamentales acerca de un cerebro compartimentado en el que el Superyó sería el vigilante del cumplimiento de las normas morales y sociales que se instala en la mente del niño a partir de los tres años. Tampoco aquí haría falta la presencia de una entidad exterior que exige determinados comportamientos. El hombre y su capacidad de raciocinio es suficiente para comprenderse a sí mismo como producto del desarrollo cerebral en un medio familiar y social (nunca espiritual).
En definitiva la conclusión de todo ello es demoledora. El ser humano es un producto casual de la evolución sin mayor importancia que la de un caracol. La Tierra deambula sin rumbo en un universo caótico destinado a la desaparición. A bordo de este plantea un microbio, un virus destructor (el ser humano) debe ser controlado y suprimido en su mayor parte porque (dice el mantra distribuido al efecto) no hay un plan B. La idea de Dios es una sublimación del padre natural que solo está en nuestra mente. Producto de la actividad neuronal en nuestro cerebro, nunca de la revelación cristiana.
En base al relativismo y al avance científico nada es seguro. La certeza de nuestra naturaleza no existe y uno o una en el fondo es lo que quiere ser, o le dejan ser. Todo la ideología trans está basada en esa indefinición básica de nuestra esencia genética que hasta no hace mucho estimábamos cierta.
Bien, como digo el panorama es desolador (la abominación de la desolación) y nuestro futuro incierto. Por eso me ha emocionado este video que he encontrado en Youtube, buscando como hago tantas veces al padre Carreira, desgraciadamente fallecido. Recomiendo a los lectores de este digital que no lo hayan visto ponerse cómodos y dedicar a ser posible en familia o rodeado de amigos, treinta minutos a escuchar a este hombre, sacerdote, científico que debe estar ya, no tengo ninguna duda, con Nuestro Señor Jesucristo en ese mundo ulterior, en esa vida sin fin que Jesús de Nazaret prometió a quiénes tuvieran fe en Él. Y desde luego el padre Carreira tenía fe. Una fe firme y razonada que nos conforta a quienes solo podemos “creer en Él” en este mundo de supuestos científicos que lo van a explicar todo. Todo sin Dios, por supuesto.