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miércoles, 6 de septiembre de 2023

Los judios conversos y la independencia masonica de Hispanoamérica

Los conversos y la independencia de Hispanoamérica 
Por Federico RIVANERA CARLÉS 
 5/09/2023 


NOTA.- Por gentileza de la revista Razón Española, a la que damos las gracias muy sinceramente, ofrecemos un brillantes estudio que pone en su lugar, donde no se había puesto nunca antes, una de las causas más importantes de la pérdida de nuestro imperio, es decir, de España.

En Hispanoamérica no se llevó a cabo la independencia sino una secesión, la separación de la España ultramarina. Hábilmente los insurgentes se valieron de aquella voz por razones de propaganda, para presentarse como patriotas que luchaban para liberar a su tierra de una opresión secular.

Hispanoamérica no estaba conformada por naciones sometidas por una potencia extranjera, como ocurrió, v. g., con Irlanda respecto a Inglaterra. La única nacionalidad de los pueblos indianos antes de la mal llamada independencia era la española. Los actuales países eran parte integrante de España, eran sus Reinos y provincias ultramarinas, por eso las Indias eran llamadas también España ultramarina o España americana.


La separación de nuestra Madre Patria, en consecuencia, no sólo implicó ipso facto la «dependencia» de Inglaterra, sino peor aún, negarnos a nosotros mismos, convertirnos en seres ahistóricos, en parias. Pero esto es todavía más grave por el hecho de que España, la Patria de todos los hispanoamericanos, fue invadida por Napoleón, lo cual debía haber fortalecido la lealtad y el amor hacia ella. Pero a diferencia del grueso de la población, los conspiradores secesionistas en vez de luchar por liberarla, no sólo la abandonaron cobarde y traidoramente en la desgracia, sino que proclamaron la ruptura contranatural. ¿Fue esto propio de hombres de honor o de conversos que esperaban desde hacía siglos la ocasión para aniquilar el odiado Imperio Hispánico?

La historia impuesta por los secesionistas vencedores es, en la práctica, un dogma. Los jefes de la insurgencia han sido transformados por la propaganda en una especie de semidioses, a los que nadie puede hacer la menor crítica so pena de ser acusado de antipatriota o ignorante. Pero, como verá el lector, los héroes auténticos de Hispanoamérica no son Bolívar, San Martín, Hidalgo, Morelos, O’Higgins, etc., sino Santiago de Liniers, Agustín Agualongo y José Tomás Boves, que levantaron el estandarte de la fidelidad a España, a la Fe y al Rey, y supieron morir gloriosamente. Así como los innúmeros y valerosos soldados realistas criollos —cristianos viejos, mestizos, indios, negros y mulatos— que combatieron por su verdadera Nación traicionada junto a sus hermanos peninsulares, constituyendo el grueso de las tropas leales. Ellos ofrecieron una resistencia obstinada y luego de la victoria de los sediciosos muchos organizaron guerrillas, prosiguiendo la lucha en distintas partes.

Soy consciente de las diatribas de que seré objeto, no sólo de parte de demócratas y marxistas, lo que es comprensible, sino de los sectores nacionalistas que pretenden conciliar absurdamente hispanismo y secesionismo. Me tiene sin cuidado. Lo que sí me preocupa es que las futuras generaciones me reprochen haber callado, puesto que únicamente el conocimiento de la verdad pretérita explicará las causas de nuestra desventura histórica e iluminará la senda de la resurrección.

1º.- «ESPAÑOLES EUROPEOS» Y «ESPAÑOLES AMERICANOS»

Los movimientos secesionistas del siglo XIX en Hispanoamérica tuvieron como meta verdadera la destrucción del Imperio Español, no la libertad de inexistentes nacionalidades, puesto que era española la identidad histórica de todos sus pueblos y, en consecuencia, partes inseparables de España. El converso quiteño José Mejía Lequerica, ideólogo secesionista encubierto tempranamente desaparecido, quien en las Cortes de Cádiz tuvo destacado papel, definió con exactitud la nacionalidad española de los indianos:

«Todos los españoles de ambos hemisferios componemos un solo cuerpo, formando una misma nación; es preciso que, así como somos iguales en los derechos, lo seamos también en las obligaciones, cualquiera que sea el punto de la monarquía que sufra el peligro que motive los sacrificios. (…) Todos los americanos anhelan permanecer españoles. (…) Con que, siendo todos nosotros una sola nación, una misma familia y una indivisa fraternidad, no encuentro el menor inconveniente, antes sí justos motivos, para que nuestros hermanos lleven en las Américas iguales cargas que en la península.»
Fernando VII

Por ello, la Junta secesionista de Mérida, pese al enmascaramiento de la traición, afirmó que han jurado el vasallaje debido a Fernando VII «todos los pueblos de la España, europea y americana». De ahí que fue usual hasta la insurrección separatista que se hablara de «españoles europeos» y «españoles americanos».

Todos los documentos de las juntas separatistas se refieren permanentemente a España como la Patria, desmintiendo la ficción posterior, v. g., en el Cabildo venezolano de San Felipe sus miembros juraron fidelidad al Rey y a la Patria; y de igual modo los miembros de la Junta de Barinas prestaron juramento de «morir por la religión, por nuestro rey don Fernando Séptimo y por nuestra Patria». Y el sentimiento popular de los caraqueños se expresó en una bella fórmula: «Fernando nuestro Rey y España nuestra Madre».

En consecuencia, es completamente falsa la idea sostenida por la historia oficial de los países hispanoamericanos, de que el seudoindependentismo significó un enfrentamiento entre españoles y criollos. La guerra que desencadenó el secesionismo fue una guerra civil entre españoles, y en ambos bandos había peninsulares y criollos, pero, además, las tropas realistas estaban compuestas por una mayoría aplastante de criollos, mestizos, negros, mulatos, etc. Los primeros tenían absoluta supremacía en la oficialidad superior, en tanto los segundos predominaban en la subalterna, y el grueso de los efectivos formaban parte de las llamadas castas. Pérez Vejo observa que si durante el periodo 1740-1759 el 68% de los soldados eran americanos en el de 1780-1800 la cifra sube al 80%. En los oficiales el aumento fue todavía más espectacular, para las mismas fechas casi se dobla, pasando de 33% al 60%. Hasta es posible que más que de una pérdida de poder de los criollos habría que hablar de una toma de poder por los criollos.

Las guerras fueron una gesta criolla, en la que lucharon criollos contra criollos. El número de peninsulares era, en el conjunto del continente, incluidos sus grandes centros económicos y políticos, extremadamente bajo, posiblemente menos del 1% de la población. Harring, entre otros, se expresa en el mismo sentido: «Las guerras de la independencia fueron esencialmente guerras civiles. Uno de los casos más llamativos de todo el movimiento fue la prueba de lealtad a España, que dio gran parte de la población. En muchas regiones, el núcleo de las fuerzas realistas estaba constituido por hispanoamericanos y, en algunas provincias, resultaba imposible crear una oposición seria o sostenida contra la Corona»
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Rafael Urdaneta

En 1813, desde Trujillo, el general Rafael Urdaneta dio cuenta del rechazo popular hacia el ejército insurgente: «Los pueblos se oponen a su bien y el soldado republicano es mirado con horror, no hay un hombre que no sea enemigo nuestro». Juan Germán Roscio, un destacado secesionista, sinterizó claramente la situación en carta a Bolívar de septiembre de 1820: «La España en esta guerra ha contado siempre por fuerza principal suya la de los criollos guerreros y contribuyentes […] la España nos ha hecho la guerra con hombres criollos, con dinero criollo, con provisiones criollas, con frailes y clérigos criollos, con caballos criollos y con casi todo lo criollo».

«La particularidad de la guerra civil desatada por los separatistas es que los principales cabecillas de éstos no eran realmente españoles, sino “cristianos nuevos”, ya que la insurgencia fue organizada y dirigida por la oligarquía mercantil», cuya naturaleza conversa demostraré, la cual, además, ejercía el gobierno de los ayuntamientos, pues tenía en sus manos los puestos capitulares y, más aún, su autoridad menoscababa la de los gobernadores que, por otra parte, tenían breve duración. Así también ocupaban diversos cargos gubernamentales, eclesiásticos y universitarios.

La propaganda secesionista inventó el mito de la exclusión de los españoles criollos de los cargos del Estado como arma de combate, y se incorporó en la historio-grafía como un dogma. Aparte que desde el inicio de la conquista y población la legislación reiteró que los conquistadores y sus descendientes tenían prioridad para ejercerlos, la venta de oficios, incluso jurisdiccionales, puso en manos de los nacidos en Ultramar los Cabildos y diversos puestos gubernamentales. Muchos de los cargos en los ayuntamientos trasandinos estaban en manos de criollos, lo que también ocurrió en la propia Audiencia.

Los criollos, lejos de estar excluidos de la administración de la Colonia, en algunos lugares hasta llegaron a predominar numéricamente en los organismos burocráticos. En el Perú, advirtió el gobierno español que «los grupos locales de poder habían copado las instituciones virreinales y que las estaban conduciendo más en beneficio propio que en el de la Corona». La Audiencia de Lima se hallaba controlada por los criollos, quienes «durante la mayor parte del siglo XVIII ocuparon, además, corregimientos, gobernaciones e intendencias, así como posiciones eclesiásticas y en la universidad. La Corona y sus más intolerantes funcionarios se propondrían recortar esta presencia a finales de la década de 1770, pero pronto se producirían grietas en la inflexibilidad inicial, figurando a fines de dicho siglo un grueso número de nobles criollos (o sus parientes peninsulares) en casi todas las instancias gubernativas». Idéntico fenómeno se dio en Venezuela.

2º.- UNA OLIGARQUÍA CON ANSIA DE PODER OMNÍMODO

El problema no radicó, entonces, en un inexistente privilegio de los peninsulares para desempeñarlos, sino en que la mayoría de sus poseedores no eran españoles criollos ni españoles peninsulares, sino judíos conversos. Así también, no pocos funcionarios venidos de la España europea también eran de igual condición racial.

Dicha oligarquía, claro es, junto con el aniquilamiento del Imperio pretendía el poder hegemónico, que sólo obtendría en el régimen liberal capitalista. Aunque poderosa y de mucha influencia, no era omnipotente como en la democracia capitalista, estaba limitada por las estructuras anti-individualistas de la monarquía, las Leyes de Indias y la Fe Católica.

A diferencia de la monarquía francesa, la española no era absoluta porque el Rey gobernaba realmente a través de sus consejos, y el sistema de gobierno indiano era completamente descentralizado, sus autoridades gozaban de gran autonomía y se tenía muy en cuenta la compleja realidad de la España ultramarina.

Las erróneas y perjudiciales reformas borbónicas de carácter centralista, extrañas por completo al ordenamiento vigente durante los Austrias, no pudieron alterar en lo esencial la justa estructura política y social de las Indias de siglos anteriores. De todos modos, aunque el gobierno de éstas se hubiera convertido en una insoportable tiranía, no puede justificarse la traición separatista. Los pueblos no dejan de amar a su Patria ni la traicionan porque existe un mal gobierno. Menos aún, como en este caso, si el territorio peninsular se hallaba invadido por una potencia extranjera y el legítimo Rey cautivo. Es por eso que la conjura secesionista tuvo que disfrazarse de lealtad al mismo y proclamar reiteradamente su adhesión a la Patria Española. No obstante, es completamente falso el respaldo general al movimiento secesionista, por el contrario, el grueso de la población compuesta por españoles peninsulares y americanos, mestizos, indios, negros y mulatos mantuvo durante largo tiempo su fidelidad al Rey y a su Patria Española.

Los hermanos Rothschild

La ocupación de la Península Ibérica por Napoleón y el establecimiento en el Trono de José Bonaparte (que se apresuró a ratificar la abolición del Santo Oficio decretada por su hermano), dio el triunfo a los liberales hispanos, cristianos nuevos muchos de ellos, y posibilitó la actuación de los movimientos separatistas hispanoamericanos, encabezados por conversos, que produjo la pérdida del imperio ultramarino, quedando reducida España a un país de segundo orden.

Pues bien, la invasión napoleónica, que convertiría a la Madre Patria en apéndice de la Francia judía, «se hizo sobre la base de un préstamo de 67.620.215 francos que pusieron los Rothschild en España»1.

El golpe más devastador contra ésta, largamente preparado, se consumó con la secesión de Hispanoamérica. Salvador de Madariaga ha llamado la atención sobre el papel de los judíos conversos en la destrucción del Imperio Hispánico, señalando que «los judíos tomaron parte importante en la desintegración del Imperio español»2. Los conversos españoles, sostiene con acierto, han sido «los peores enemigos del Imperio español […] los enemigos más peligrosos, pertinaces e inteligentes del Imperio español»3.

Los judíos expulsados en 1492, expresa en otra parte dicho autor, constituyeron «un plantel de propagandistas del antihispanismo que ha trabajado sin cesar durante tres siglos contra el Imperio Español»4. Un ejemplo del protagonismo converso en la propaganda antiespañola se advierte en la creación de la Leyenda Negra, la que di-fundieron ampliamente junto con sus hermanos de raza profesos, convirtiéndola en un arma formidable en su guerra con España. Los principales textos de la misma fueron escritos por destacados conversos Antonio Pérez, Relaciones (seud. Rafael Peregrino, París, 1598), el traidor secretario de Felipe II, y Casiodoro de Reina (seud. Reginaldo González Montano,1520-1594), Exposición de algunas mañas de la Santa Inquisición española (1567). A los que deben agregarse los textos de Michel de Montaigne, hijo de una sefardí, y de Guillaume Raynal, a mi juicio de igual progenie.

Respecto al secesionismo, hay dos testimonios recientes. Al referirse al venezolano, cuyo día fundacional es el 5-VII-1811, cuando se firmó el acta de la independencia, el hebreo Alan Glasermann expresa sin ambages, que el 5 de julio fue «un movimiento civil promovido por judíos, masones y librepensadores». Esta aseveración de extraordinaria trascendencia se funda en las noticias que proporciona el historiador Víctor Manuel Pineda, quien señala «la conexión que existió entre judíos, masones y republicanos durante el período de las luchas independentistas de Venezuela».

Con relación a lo acaecido en Chile, otra autorizada fuente sefardí resalta que «muchos judíos o descendientes de conversos lucharon por la independencia, entre ellos el general José Miguel de la Carrera y Verdugo. Muchos de los lideres de la revolución tenían relación con los judíos, entre ellos el primer presidente de la República de Chile, Bernardo O’Higgins, que pasó un tiempo en casa de Juan Albano Pereyra, de ascendencia judía»5. En igual sentido se expresa otra de esa procedencia: «El levantamiento armado contra España a partir de 1810, no fue solo una rebelión contra un poder político, sino contra todas sus instituciones. Por ello, está sobradamente documentado que muchas personalidades de origen judío se integraron a la lucha». La destacada presencia judeoconversa en el separatismo refleja una realidad incontrovertible que se registró en toda Hispanoamérica.


3º.- LA IMPLICACIÓN DE LA MASONERÍA

Madariaga sindica también, con toda razón, a la Masonería como la segunda fuerza, después de los conversos, que provocó la desarticulación del Imperio Español6. Además de su participación en el movimiento secesionista, la Masonería tuvo una actuación predominante en la disolución de toda la organización social y las normas católicas en las que se basaba aquél.

El judío sefardí masón Jacobo Casij de Palencia, al referirse a la conjura contra el Imperio Español por parte de Inglaterra, Holanda y Francia, la define con sorprendente exactitud como una «alianza demoníaca», detrás de la cual estaba en todas partes, inclusive en España, continental o ultramarina, la cadena de los masones, quienes actuaban en «el silencio explosivo de las logias».

Ahora bien, la Masonería es una institución judía formalmente gentil, dirigida por los judíos desde su creación hasta el presente7. Eso explica que los conversos hayan tenido actuación sobresaliente en su instalación en Hispanoamérica. Al respecto escribe Günter Bohm:

«Especialmente la Isla de Curaçao, de las Antillas Holandesas, sirvió para estimular a los incipientes centros de francmasonería que estaban organizándose en algunos países iberoamericanos. Numerosos francmasones residentes en Curaçao, muchos de ellos de origen ibérico o sefardí, se habían establecido tanto en Venezuela como en Colombia en las primeras décadas del siglo XIX, donde, gracias a su conocimiento del español, no tuvieron mayor problema para incorporarse, aparte de sus actividades comerciales, a los diversos centros sociales y masónicos. Es así como encontramos a varios judíos sefardíes como cofundadores y adherentes a diversas Logias francmasónicas en aquellos países, como es el caso de Manuel de Lima y Sola, iniciado en Caracas en el año 1842 […] Los judíos de Curaçao fundaron su primera Logia alrededor del año 1743, al establecerse en su comunidad un masón, Daniel Cohen Peixotto. La popularidad de esta Institución en aquella época llegó a tal punto que un judío, Jeoshuah Jr., dio en 1756 a una de sus embarcaciones el nombre de Vrij Metzelaar (Masón en neerlandés). Los masones judíos de Curaçao participaron activamente en la fundación de nuevas logias en Centroamérica, Santo Domingo, Venezuela y Colombia»
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Sinagoga en Craçao fundada por Daniel Cohen

El judío sefardí y masón colombiano Luis Carlos Berrocal Lobo, exvenerable Maestre de la logia Estrella del Sinú nº. 57, en una plancha, esto es, en un documento masónico donde resalta la identificación total entre la Masonería y el judaísmo, afirma que los sefardíes fueron los «promotores pioneros en el Continente Americano» de la Masonería.

La rebelión separatista, como es sabido, tuvo su punto de partida en Nueva Granada, principal teatro de operaciones junto con las provincias del Plata. Es conocida la participación de los masones en la campaña secesionista de Simón Bolívar, quien también pertenecía a la Orden, pero se ignora el protagonismo de los masones judíos, públicos y conversos en la conjura. Entre ellos sobresalió el rico armador Luis Brión (1782-1821), judío profeso de Curazao, quien ha sido su financiero y se alistó en la expedición de 1816 para invadir Venezuela. Cuando Bolívar se hallaba recluido en Kingston (Jamaica), acudió en su auxilio, previa epístola, conduciendo un barco de guerra bien pertrechado —que adquirió en Londres—, y por ello recibió el nombramiento de almirante de la Armada de la República. Más tarde, aquél lo designó general en jefe de los Ejércitos de la República de Colombia, otorgándole la Estrella de los Libertadores. Acerca de Brión escribe Carnicelli: «Entregó al Libertador Simón Bolívar su vida y su fortuna e hizo suya la causa de la Independencia de Venezuela y de la Nueva Granada […] Contribuyó en gran parte con su influencia e intervención ante los Oficiales patriotas refugiados en el pueblo marítimo de Los Cayos de San Luis, en enero de 1816, para que Bolívar fuera nombrado jefe de la primera expedición que habría de invadir desde allí a Venezuela en abril de 1816 […] Hizo todas las campañas navales de 1816 a 1821. En 1817 es miembro del Consejo de Estado del Libertador Simón Bolívar y presidente del Consejo de Gobierno con la atribución de asumir el mando de la República, dado el caso que el jefe Supremo (Bolívar) muriera o cayera prisionero en manos de los españoles». Al enterarse de su fallecimiento, Bolívar dijo que «él fue el primer compañero que [he tenido] en la em-presa generosa de libertar a Colombia […] Colombia le debe la mitad de su dicha […] El Almirante llevará en todos los corazones de Colombia, un altar consagrado a la gratitud». Brión es uno de los próceres de Venezuela y Colombia

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Mordechay Ricardo

Antes de que éste apareciera en escena, Bolívar fue auxiliado por Mordechay Ricardo (1771-1842), influyente médico cristiano nuevo y connotado masón. «Después del fracaso del levantamiento encabezado por Francisco de Miranda, Simón Bolívar se embarcó en la goleta Jesús, María y José en el puerto de La Guayra, llegando, junto a otros patriotas, a Curaçao a comienzos de setiembre de 1812. Alojó un tiempo en casa de un judío curazoleño, Abraham de Meza, en el barrio de Otrabanda. Mordechay Ricardo no sólo ofreció ayuda a Simón Bolívar y a sus amigos, sino que acogió en su propia casa, durante un período más largo, a las hermanas del Libertador». Entre 1821 y 1820 Ricardo ocupó cinco veces la presidencia de la colectividad judía curazoleña, cuyos miembros «veían con simpatía el noble empeño de Bolívar, porque con el triunfo de éste iba a terminar definitivamente el largo dominio de España sobre América […] cuando el Libertador estuvo cerca de ellos alentaron su empresa para que desbaratara el poderío español […] los judíos radicados allí brindan al Libertador su apoyo moral y económico para que prosiga su campaña en pro de la emancipación de América». Pariente de David Ricardo —el teórico de la economía burguesa—, era, así también, primo político de Manuel de Lima, el fundador de la Masonería chilena.

Además de los dos judíos masones señalados, otros sefarditas curazoleños, que no pude averiguar si integraban la Orden, suministraron fondos para la campaña de Bolívar: el banquero Abraham de Meza, en cuya casa, según comprobamos, se hospedó aquél en Curazao, David Castello (o Castillo) Montefiore (1790-1882), otro banquero, ha sido «uno de los importantes financistas de la Guerra de la Independencia», y también Joshua Naar «le hacía llegar dinero a Bolívar por intermedio del Almirante Brión». Al respecto, Mario Nassi consigna que Naar y otro hebreo, David Hoeb, «dieron préstamos al naciente Estado»

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Juan Bernardo Elbers

El apoyo económico de los sefardíes curazoleños fue generalizado: «Durante toda la guerra de la independencia, los comerciantes de Curaçao, incluyendo a los judíos, jugaron un papel importante en el suministro de armas y pertrechos a los ejércitos patriotas». Hay que decir con más precisión que casi todos los comerciantes curazoleños eran marranos. También recibió Bolívar la ayuda financiera del judío alemán Juan Bernardo Elbers Jaeger (1776-1853), proveedor general del ejército de la Gran Colombia, quien prestó «invaluable apoyo a la causa libertadora al otorgarle a Bolívar, a título personal, un cuantioso préstamo de dinero para adquirir armas y pertrechos».

Pero lo expuesto no ocurrió únicamente en Hispanoamérica, pues el secesionismo fue un movimiento organizado que contaba con el apoyo de importantes marranos de Gibraltar que integraban la poderosa logia masónica local, estaba confabulado con destacados liberales peninsulares masones, no pocos de ellos confesos y, como es sabido, Inglaterra y los Estados Unidos, países enteramente judaizados, gobernados realmente por el judaísmo y la Masonería, se hallaban en estrecho contacto con los insurgentes a los que suministraron también dinero, armas y hombres.

La insurrección separatista en la España ultramarina se inició durante la invasión napoleónica a la Península, cuya ocupación se prolongó desde 1808 hasta 1814, y se afirmó definitivamente durante el trienio liberal de 1820 a 1823. La invasión francesa fue financiada por Rothschild y el levantamiento de Riego se hizo con los cauda-les de los banqueros marranos Cardozo y Mendizábal, y quienes tuvieron un papel fundamental en el mismo han sido los agentes rioplatenses, el principal de los cuales fue el converso Andrés Arguibel, personaje importantísimo que hasta el presente ha pasado casi desapercibido. Así también, la comunidad judía de Gibraltar, compuesta de antiguos marranos, varios de ellos destacados masones, respaldaron el alzamiento de Riego y el movimiento separatista hispanoamericano, sobresaliendo entre ellos Aarón Nunez Cardozo8 y Judah Benoliel9, quien tenía estrecha relación con Arguibel.

El relevante papel de los conversos masones de Gibraltar fue señalado por Juan Bautista Vilar en una autorizada fuente judía: «Los judíos gibraltareños constituían una ‘Kehilá’ que por aquellas fechas debía sobrepasar el millar de individuos. […] y, aunque su número no era excesivo, cualitativamente pesaba mucho por controlar un sector amplio de la actividad económica local, y por consiguiente influían de manera decisiva en el consejo municipal, que en más de una ocasión alcanzaron a presidir». Entre sus principales miembros se destacaba el influyente banquero Nunez Cardozo, quien junto con otros prominentes hebreos, formaba parte de la poderosa e influyente logia masónica local, la que tuvo un papel de primer orden en las conspiraciones liberales en España y en el movimiento separatista indiano. «Las autoridades españolas, observa el nombrado, conocían ya en aquella época el papel coordinador de la logia [masónica] de Gibraltar entre los levantiscos grupos liberales de la Península y los insurrectos americanos, no siendo meramente casual que la abortada conspiración masónica de 1816, cuyo fracaso contribuyó a acentuar las tendencias contrarrevolucionarias del régimen, coincidiese con el desembarco de Bolívar en Venezuela». En tal sentido dicho investigador hace notar que Cardozo ayudó «a los liberales españoles que se pronunciaron con éxito en 1820, dado que la logia gibraltareña —en la que figuraban varios israelitas— desempeñó un papel esencial en el alzamiento de aquel año, cuyo doble efecto como es sabido sería el desmoronamiento del régimen absolutista español y el triunfo de la causa insurgente en Ultramar»

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Rafael del Riego

Juan Álvarez Mendizábal

La sublevación de Las Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 estuvo encabezada por el oficial masón Rafael del Riego. Aparte de por Cardozo, fue financiada por el converso Juan Álvarez Mendizábal —encargado del aprovisionamiento de la Expedición Pacificadora— y el banquero protestante francés Ardoin10, cuyo linaje no pude todavía establecer. Mendizábal, miembro conspicuo de la Masonería gaditana, quien sería presidente del Gobierno, ha sido una de las figuras más funestas de la España contemporánea.

Pero fue el converso Andrés Arguibel (1762-1834), el principal agente secreto de las Provincias del Plata, quien tuvo el papel más destacado en impedir la Expedición Pacificadora, en la que estaba destinado Riego y cuya meta era el aplastamiento del movimiento insurgente. No sólo brindó información secreta del gobierno español al respecto, sino que saboteó con éxito sus planes para sofocar aquél.

Nuestro personaje pertenecía a una familia de mercaderes encumbrados en la sociedad porteña, cuyo carácter converso puse de manifiesto hace poco. Desde muy pequeño residió en Cádiz, adonde lo envió su padre para interiorizarse en el comercio ultramarino. Sus negocios iban viento en popa cuando estalló el alzamiento porteño de 1810, y se adhirió a él con entusiasmo dedicándose de lleno a la tarea antedicha junto con Tomás Antonio de Lezica, y otros individuos oriundos de estas tierras como el hermano del último, Ambrosio Lezica y Juan Lagosta, quien estudiaba medicina en la capital española. Desde el año 1812 pertenecía a la logia de los Caballeros Racionales. El 15 de marzo de ese año, Bernardino Rivadavia le escribió una carta, adjuntándole el nombramiento de agente secreto del gobierno (junto con Ramón Anchoris) y las instrucciones correspondientes, la cual revela la singular importancia de sus actividades subversivas: «El arribo a ésta del teniente coronel de Caballería D. José de San Martín, D. Carlos de Alvear y varios oficiales, ha producido al Gobierno de estas Provincias el agradable conocimiento de que la persona de V., reviste entre otras apreciables circunstancias los más vivos y nobles sentimientos a favor de la causa sagrada de este país y estas impresiones han determinado (al Gobierno) por mi conducto, como secretario de Relaciones Exteriores a abrir comunicación franca con usted, cuyo resultado ofrezca el auxilio de nuestras necesidades y a su persona la eterna gratitud de la Patria y de sus conciudadanos». Poco después Arguibel integró la Junta de Acción, que reunía a los más prominentes logistas de Cádiz.

Debido a su condición masónica, Arguibel suministró en forma inmediata a las autoridades secesionistas de Buenos Aires noticias de los acontecimientos de España, y de los pasos que implementaba la Corona. Paralelamente, como queda dicho, llevó a cabo con buen suceso la tarea de obstaculizar e inclusive abortar las medidas adoptadas por el gobierno español.

Fin primera parte

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(1) Mémoires de G. J. Ouvrard, sur sa vie et ses diverses opérations financières, t. III, pp. 348-350, apud Caro Baroja, Los judíos, etc., t. y p. cits.

(2) MADARIAGA, Salvador de: Cuadro histórico de las Indias. Introducción a Bolívar, p. 730, ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1945.

(3) Ib., pp. 733-734.

(4) Id, Presente y porvenir de Hispanoamérica, p. 22, ed. Sudamericana, 2ª. Edic., Buenos Aires, 1974.).

(5) es, Noticias y Efemérides, 26-III-2013. Centro de Documentación y Estudios Moisés de León, (http//www.sefardies.es/noticia.php). También O’Higgins era de la misma progenie.

(6) MADARIAGA, cit., pp. 741-750 y 775.

(7) El carácter judío de la Orden ha sido señalado reiteradamente por sus adversarios, aunque hay muy pocos que lo han demostrado cabalmente. MADARIAGA destaca varias veces los vínculos de la Masonería con el judaísmo (op. cit., pp. 741, 743-744 y 746), pero, no obstante, afirma que «algunos autores católicos, tanto españoles como extranjeros, exageran este lazo de unión que desde luego existe entre la ley de Moisés y la francmasonería» (p. 741). Se atrevió a decir demasiado teniendo en cuenta su posición política, la cual se encontraba justamente en el campo del judaísmo y de la Orden masónica.

(8) NUÑEZ CARDOSO, Aarón (1762-1834), oriundo de Marruecos, fue presidente durante largos años de la comunidad judía de Gibraltar y de la Cámara de Comercio, realizó importantes servicios para las autoridades locales y los intereses ingleses. Fue íntimo del almirante Nelson, cuya flota abasteció (v. Encyclopaedia Judaica, vol. 5, 163). Desempeñó, asimismo, la función de cónsul de Argel y Túnez. En 1824 Luis XVIII le hizo Caballero de la Legión de Honor. Su mansión es hoy la Gibraltar City Hall, la sede del ayuntamiento.

(9) Judah(1771-1839). También ejerció la presidencia de la colectividad judía y de la Cámara de Comercio. Potentado financiero, a su muerte dejó una fortuna estimada en tres millones de dólares de oro. Cónsul general de Marruecos en 1817, fue el presentante único del Sultán ante las potencias europeas. El año 1830 firmó el tratado con Austria, país del que también era representante. Con el propósito de lograr la paz entre Marruecos y Cerdeña, entabló negociaciones con Suecia, Dinamarca y Bélgica (v. Encyclopaedia Judaica, vol. 4, 544).

(10) LÓPEZ-MORELL, Miguel A.: La Casa Rothschild en España (1812-1941), p. 73, ed. Marcial Pons, Madrid, 2005. Es un hecho bien conocido que, además del levantamiento de Riego, Mendizábal, en sociedad con Ardoin financió varios levantamientos militares contra Fernando VII (). Negociante y potenta-do de las finanzas, estuvo asociado largo tiempo con los Rothschild (ib., p. 39 et passim).