Entre el 31 de octubre y el 9 de noviembre de este año de 2012 se celebra el trigésimo aniversario del primer viaje de Juan Pablo II a España. Se puede decir que era la primera vez, desde Benedicto XIII en el siglo XIV o desde el 22 de enero de 1522, en que el electo Adriano VI se hallaba a la sazón en Vitoria, como regente de España, y preparando la defensa de Navarra frente a la invasión francesa, que un Romano Pontífice pisaba suelo español.
Y este martes seis de noviembre, además del aniversario de las visitas del hoy Beato Juan Pablo II a Loyola, Javier y Zaragoza -tres sitios en Vascongadas, Navarra y Aragón que no pueden ser mayor exponente de la tradición mariana, evangélica, católica y misionera de España- se celebra, también, la Fiesta de los beatos Mártires de la persecución religiosa en la II República.
Esa II República española que llegó a ser un régimen estalinista donde la persecución y el martirio de los católicos era tan común como en la Roma de Nerón y Domiciano o en los actuales regímenes islamistas; pero que hoy hay gente interesada en calificarla de modelo de convivencia democrática. Y nadie en su sano juicio y con una auténtica memoria histórica, debería olvidar que nuestra segunda república mereció la condena de la Iglesia manifestada explícitamente en la encíclica de Pío XI Dilectissima Nobis de junio de 1933.
Considerando el aniversario de la visita de un papa Beato, que también sufrió en su vida la persecución comunista y la indiferencia del occidente democrático, y la Fiesta de los Beatos de los mártires de la república, entiendo que, en el día de hoy, los españoles tenemos un doble motivo para regocijarnos.
Y, coincidiendo con el Año de la Fe recientemente inaugurado por Benedicto XVI, procurar afianzar nuestra fe y nuestra esperanza, al saber que tenemos tantos intercesores en el cielo, que dieron su testimonio de vida por la Vida, pudiendo muchos de ellos librarse del martirio si renegaban y perdonando expresamente la mayoría de ellos, a quienes ejecutaban las penas de muerte impuestas por el odio a la fe. A diario tenemos noticias de mártires en la Iglesia pero los de los años 34 y 36-39, en nuestra España, en nuestros pueblos y ciudades, con personas que podían ser de nuestras familias y entornos, tiene un valor infinito. Estuvieron preparadas para el Martirio y lo aceptaron con valor.
Juan Pablo II, desde joven conocía a España y sus estudios, en la lejana Polonia -un paese lontano... lontano, ma sempre così vicino per la comunione nella fede e nella tradizione cristiana- de San Juan de la Cruz son prueba fehaciente de ello. Y las difíciles circunstancias que atravesamos, no sólo en lo económico, porque posiblemente hoy nuestro Tribunal Constitucional votará la sentencia del matrimonio homosexual, que será favorable a la denominación de “matrimonio” para las bodas entre personas del mismo sexo, son un buen momento para recordarle y pedirle para que ruegue por nosotros.
Yo no vivía en los años de 1930, pero sí fui testigo del encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes en el Santiago Bernabeu y del acto mariano que él mismo celebró, hace hoy treinta años ante la imagen de la Virgen del Pilar.
Del primero, siempre he recordado especialmente la enseñanza que dice:
Del segundo escojo las siguientes palabras: