(30/5/2015)
El término "quinta columna" es de origen español: en 1936, al principio de la Guerra Civil, el general Emilio Mola describió a un periodista los planes para la toma de Madrid por parte de las tropas nacionales. Según el general Mola, había cuatro columnas de tropas convergiendo sobre la capital - desde Toledo, desde Extremadura, desde la Sierra y desde Sigüenza -, a las cuales se añadía una "quinta columna" formada por los simpatizantes del bando nacional que vivían en el Madrid republicano y que, llegado el momento, ayudarían a conquistar la ciudad.
La expresión hizo fortuna en España y pasó con rapidez de nuestro idioma al inglés, probablemente gracias a que Ernest Hemingway escribió en 1938 una obra de teatro ambientada en el Madrid republicano y a la que puso como título "The fifth column" ("La quinta columna").
Hoy en día, el término "quinta columna" se usa habitualmente en casi todos los países del mundo, para referirse a cualquier grupo u organización que trabaja para el enemigo desde dentro de las filas propias. Por ejemplo, hace no muchos meses, Nigel Farage, el líder del partido británico anti-europeísta UKIP, utilizaba la expresión "quinta columna" para referirse a los musulmanes que habitan en Europa.
Andan las aguas estos días un tanto revueltas, a raíz de las elecciones municipales y autonómicas, que han supuesto para el Partido Popular un descalabro aún mayor de lo esperado.
El PP se ha dejado dos millones y medio de votos, ha perdido las mayorías absolutas que había conquistado en 2011 y tendrá que dejar paso a gobiernos de izquierda en muchas comunidades y ayuntamientos. En el resto de lugares, el PP tendrá que convencer a Ciudadanos de que pacte, si quiere aspirar a gobernar.
También el Partido Socialista ha perdido más de medio millón de votos con respecto a las elecciones de hace cuatro años, pero ha tenido la suerte de que podrá volver al poder en algunos lugares, con el apoyo de Podemos, y de que su bajada ha quedado eclipsada por el monumental castañazo del PP.
A pesar de haber sido el partido más votado, la imagen de derrota de los populares es tan patente, resulta tan imposible de ocultar, que ya han empezado las dimisiones y las bofetadas de todos contra todos dentro del partido. Y por primera vez se alzan voces y dedos señalando al culpable último de la catástrofe electoral, que no es otro que Mariano Rajoy. Porque si pierdes una alcaldía, la culpa puede ser del candidato a alcalde, pero si las pierdes todas, está claro que lo que falla es el partido en su conjunto.
Y no será porque no hubiera avisos. Somos muchos los que venimos advirtiendo, desde distintos medios de comunicación, de que el PP estaba traicionando a sus electores y de que eso iba a tener un alto coste electoral. Y los propios votantes lo dejaron claro por dos veces: primero en las europeas, donde el PP perdió un 40% de sus sufragios, y luego en las andaluzas, donde la formación de Rajoy cosechó el peor resultado de los últimos 25 años.
Pero ninguno de los avisos sirvió para que la actual dirección del PP rectificara. Y, lo que es peor, tampoco sirvió para que nadie dentro del PP alzara la voz para exigir esa necesaria rectificación. Rajoy es el responsable último de la catástrofe, pero tampoco pueden eludir su responsabilidad todos aquellos que, habiendo debido hablar, optaron por guardar silencio. Ahora no vengan con lloros aquellos que han dejado que Rajoy llevara al partido hacia el abismo.
Porque el juego de Rajoy y su círculo más cercano estaba claro desde hace mucho tiempo: si entregas los medios de comunicación y propaganda al enemigo; si te dedicas a machacar a tus propias tropas y a alimentar a las contrarias; si aplicas todas las medidas que el enemigo sugiere; si vas entregando al enemigo posición tras posición y si negocias en secreto con el enemigo... la lógica dice que es que estás trabajando para el enemigo. Y lo de menos es si lo haces consciente o inconscientemente.
Todos los miembros del Partido Popular han consentido que el partido fuera tomado por una quinta columna que lo ha conducido a la catástrofe. Una quinta columna que ha mantenido todas y cada una de las leyes ideológicas que Zapatero aprobó; una quinta columna que ha continuado la política de negociación con ETA, la liberación de terroristas y el blanqueamiento de sus terminales políticas; una quinta columna que ha entregado los principales medios de comunicación a la izquierda; una quinta columna que ha dado alas a Podemos para que ahora pueda darle los gobiernos autonómicos y municipales al PSOE, mientras machacaba a cualquiera que intentara montar algo a la derecha del PP; una quinta columna que ha financiado con generosidad a los nacionalistas para que éstos pudieran continuar con su proceso de sedición...
En noviembre, el Partido Popular desaparecerá a efectos prácticos. Porque Rajoy, como buen quinta-columnista, no va a rectificar. Le da igual que el Partido Popular se hunda. Ni siquiera tiene como objetivo repetir de presidente. Sabe que va a perder las elecciones y no le importa. Su misión es, simplemente, entregar el poder a la izquierda, una vez destruida la derecha.
El único problema es que a la quinta columna se le ha acabado la impunidad. Porque muchos habitantes de la ciudad se han dado cuenta de que algo no cuadra, de que no es normal que alguien abra descaradamente las puertas de la ciudad al enemigo. Y han empezado a desenmascarar a los quinta-columnistas, retirándoles el voto.
¿Servirá de algo esa rebelión de los votantes o es ya demasiado tarde? Ya lo veremos. Por lo pronto, siempre es más fácil luchar contra un enemigo que se presenta a cara descubierta, que contra aquel que trabaja para el enemigo desde dentro de tus propias filas.
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