La pasionaria
Por Gil De la Pisa
12 DIC 2020
A una ministro --cuyo objetivo, decisivo y sobre todo profundo fundamento para serlo es de todo bien conocido-- se le ha ocurrido poner la “la Pasionaria” en los altares. Un personaje que a mi entender tiene un mérito: “ser la demostración palmaria de lo venenoso y peligroso de los textos marxistas y de las compañías que frecuentas”. Porque Dolores Ibárruri no fue una chica de los bajos fondos o que se criase en la calle, ¡no! Era una joven vasca fervorosamente católica que se enfadaba porque los señores de una familia bien, en cuya casa servía, no le dejaban acompañarles cada día a misa, --pues “alguien tenía que cuidar la casa”--.
Señora Ministro, la Historia se escribe apoyándose en documentos escritos y en testimonios objetivos de personas dignas de crédito. Lo que yo refiero en este escrito no es de mi invención, es el testimonio de una gran “amiga de juventud” de la Pasionaria, otra famosa líder pero del Carlismo: Doña Maria Rosa Urraca Pastor, de la que probablemente no sepas nada. En los años de la “República del Crimen” ambas llenaban los teatros para disfrutar de su oratoria.
Durante los últimos veinte años de la vida de María Rosa, me honré con su amistad y con frecuencia la visitaba para recibir información de primerísima mano, en su casa cerca del Pº de Gracia y cerca de la Gran Vía. Ella, en su adolescencia y juventud pasaba grandes temporadas sobre todo en vacaciones en casa de los “amos” de Dolores, ahí nació la amistad entre ambas.
Pero un hecho muy normal cambió la vida de Dolores: se enamoró de un trabajador cuyos amigos recibían información del Partido Comunista. Eran los años en que Lenin triunfaba en Rusia. Los amigos de su novio, y él mismo, eran semi analfabetos o analfabetos completamente y Dolores se convirtió en la “lectora” oficial de los documentos recibidos. La consecuencia no podía ser otra: se convirtió en una experta en doctrina marxista… y, luego, en la líder criminal comunista que todos conocemos.
Pasaron años en que no volvieron a coincidir, cada una siguió su ruta. La primera formando jóvenes carlistas y transformándose en la oradora que electrizaba cuando cogía el micrófono en teatros a rebosar. A pesar de su pequeña estatura, tenía temple como para poner firme a algún general -- defendiendo a sus enfermeras durante la Cruzada o los derechos adquiridos…--. La vida y milagros de la Pasionaria, son bien conocidos. Las dos fueron piezas influyentes de verdad.
Durante los años de ausencia de trato, ocurrió algo que tiene que ver con esta amistad entre ambas. Cierto día, uno de los jóvenes que templaban su carácter y se formaban en el entorno de Maria Rosa Urraca Pastor no volvió a presentarse. Le extrañó muchísimo, pues prometía ser un buen líder tradicionalista pero, son cosas normales en toda organización y se olvidó del tema. Pero, años después, cierto día recibió una visita invitándole a ir al Hospital porque alguien quiere verla. Acepta gustosa y se encuentra con el joven “desaparecido”, ya todo un hombre, que está muy enfermo. Él, ante la muerte, y por la formación recibida de adolescente, había decidido arrepentirse, confesarse, y hacer todo lo que en otros tiempos hacía instintivamente cualquier español --hasta Azaña exigió los “últimos sacramentos”--. María Rosa, por supuesto, se puso a su disposición para todo lo necesario.
Y,… ¡una nueva sorpresa!: mientras hacía las gestiones oportunas, he aquí que se topa de frente, con “la Pasionaria” pues el enfermo era uno de “sus comunistas” y al enterarse de la gravedad del enfermo venía a despedirse de él…
Me decía María Rosa que la amistad no muere… ni en tales circunstancias.
Hablaron de los tiempos pasados --de treinta años atrás-- y al despedirse, Dolores Ibárruri lo hizo con estas palabras: “No olvides –pase lo que pase-- ¡siempre acudiré a tu lado si me llamas! Para ti siempre seré la amiga de juventud”. Por supuesto, pasar, pasaron muchas cosas… entre otras, la Cruzada, la Victoria, los crímenes de la Pasionaria, y la gran colaboración con el Ejército Nacional por parte de María Rosa, como responsable de enfermeras.
Corrieron los años, y el Régimen se consolidó mientras la Pasionaria vivía en Rusia.
La “Líder tradicionalista”, tras la Victoria, pasó a segundo término, como les ocurrió a los verdaderos falangistas y a los auténticos tradicionalistas y acabó refugiándose con nosotros en Fuerza Nueva de Barcelona.
Entretanto ocurrió un hecho ilustrativo. La Política española, en cierto momento. juzgó oportuno, acercarse a la URSS y empezaron las visitas a Moscú de diversas comisiones. Cierto día, llaman a María Rosa y le proponen ocupar el lugar de alguien que a última excusa su ausencia. Acepta gustosa pensando en que podrá ver a la Pasionaria. Y nada màs llegar le encarga a uno de los “receptores” avisarla de que Maria Rosa está en la ciudad…
Al cabo de muy poco tiempo Dolores Ibárruri se presentó en el Hotel: “Te lo prometí cuando nos hablamos por última vez y aquí me tienes”…
Espero haber dejado claro, esta realidad : las lecturas equivocadas, los amigos descarriados, pueden cambiar la vida del hombre. Una mujer que pudiera haber sido una formidable agente del bien, acabó siendo una perfecta hija de Satanás… Espero le haga algún bien a la Ministro que ha tenido la ocurrencia de ensalzar a la Pasionaria. Siempre hay facetas desconocidas de la mayoría.