Un iceberg para un “Titanic”
(o los ingenieros de Babelia)
Por Laureano Benítez Grande- Caballero
ALERTA DIGITAL
7 julio 2022
El pensamiento globalista, como he indicado ya en anteriores ocasiones, opera a través de una siniestra manipulación de las conciencias, que usa como herramienta estratégica la creación de «correcciones», término bajo el que hay que entender la sujeción de todo pensamiento a unas pautas ideológicas marcadas por los conspiradores del NOM.
Estas «correcciones» se inyectan subliminalmente en las conciencias de las masas aborregadas a través de símbolos, de «matriuskas», de cortinas de humo, de disfraces camaleónicos, bajo la excusa general de que son manifestaciones de «libertad y progreso», y expresión de «derechos humanos».
Aunque a estas «correcciones» se les da el nombre genérico de «pensamiento políticamente correcto», este tiene numerosas ramificaciones, que afectan drásticamente a todos los ámbitos de la vida humana. Por ejemplo, tenemos un pensamiento religiosamente correcto, que igual dice que todas las religiones son iguales, que nadie tiene la verdad absoluta; un pensamiento sexualmente correcto, cuyo principal postulado es que todas las formas de sexualidad son iguales; un pensamiento culturalmente correcto, basado en la afirmación de que no existe un nacionalismo cultural, ya que lo único real es la diversidad multicultural… incluso podríamos hablar de un pensamiento futbolísticamente correcto, que consiste en decir que el Barcelona es el único equipo que sabe jugar al fútbol, mientras que al Real Madrid los árbitros les regalan las victorias, o que éstas se deben a la suerte.
Estas «correcciones» nos invaden como si se tratara de icebergs que se descolgaran de los gélidos dominios del NOM para hundir «Titanics» a placer, uno de los cuales es España, la joya de la corona. Y digo que semejan icebergs porque estos «pensamientos correctos» manipulan las conciencias a través de unos mecanismos que tienen una parte visible, que se desarrolla a plena luz del día, bajo los focos mediáticos incluso, al igual que un iceberg tiene una parte emergida plenamente visible; mas esta ingeniería de las conciencias opera principalmente a través de unas maniobras de carácter subliminal, que difunden sus consignas de «lavado de cerebro» utilizando mecanismos subrepticios que pasan completamente desapercibidos para la mayoría de sus víctimas. Estamos ante la parte oculta del iceberg, la parte sumergida.
La parte visible de esta “estrategia del iceberg” consiste en mostrar un valor generalmente aceptado, inserto en los derechos naturales del hombre y, por tanto, indiscutible. Partiendo de este principio, la ingeniería globalista lo adultera de tal forma que, a través de la estrategia de “la ventana de Overton”, de ese valor sale un contravalor, un postulado más o menos espúreo que encaja a la perfección con las pautas ideológicas del NOM.
Por ejemplo, uno de los «pensamientos correctos» por antonomasia del globalismo es el multiculturalismo, el cual está ampliamente difundido por los medios de comunicación. En sí, en bruto, es un valor loable, radicado en el postulado universal de la hermandad de todas las razas humanas, pues todos los seres humanos compartimos la misma filiación divina y, por tanto, tenemos la misma dignidad y los mismos derechos. Ésta es la parte visible del iceberg.
Lo que sucede es que, partiendo de este valor universal, la ingeniería globalista lo utiliza de una forma tendenciosa mediante un machaconeo mediático implacable que, lejos de ser una expresión de la hermandad humana, pasa a convertirse en una herramienta para sus oscuros propósitos, que conforman la parte sumergida del iceberg.
Una de las formas más subliminales que adopta esta parte oscura del multiculturalismo se desarrolla a través de lo que podríamos llamar «pensamiento publicitariamente correcto». ¿Se han fijado ustedes en que muchas de las principales marcas de moda utilizan para su publicidad modelos que no son de raza blanca? Es realmente impactante observar que, en un país cuya inmensa mayoría pertenece a la raza caucásica, los escaparates y los carteles publicitarios están saturados de modelos muy alejados de nuestra etnia: africanos –principalmente–, asiáticos, magrebíes, y otras etnias.
Estos carteles “publicitariamente correctos” adquieren dos modalidades: la de los modelos solitarios, y la de los carteles interraciales, donde se ve a personas de diferentes razas en lúdica hermandad. En este segundo caso llama la atención que los modelos caucásicos estén al final de la fila, o más abajo en la foto… o bien sucede con bastante frecuencia que el centro de la imagen está ocupado por una persona no-blanca –como sucede en la imagen de portada–, o bien que ésta se encuentre a mayor tamaño.
Y se da el caso de que la mayoría de estas personas no-blancas son de raza africana. La pregunta surge por sí sola: si en España no tenemos una población africana significativa, ¿por qué esta extraña insistencia en exhibir modelos africanos? Esta publicidad no tendría nada de extraño en países como Francia, Inglaterra o EE.UU. Sin embargo, en España sería mucho más comprensible que los modelos foráneos fueran sudamericanos porque éstos, además, son asiduos de los centros comerciales y buenos consumidores, al revés que los africanos, que en nuestro país no gozan de buena situación económica, sino más bien todo lo contrario.
No es que seamos un país racista, desde luego, pero estamos todavía muy lejos de considerar a otras etnias como modelo de belleza. Si los modelos deben adaptarse a las pautas culturales de cada país, me atrevería a decir que en España todavía tenemos una no disimulada atracción por el tipo racial rubio y de ojos azules, atracción forjada en aquellos años de suecas y machos ibéricos: landismo, vamos.
Epatante fenómeno éste, porque ¿se imaginan ustedes que van de turismo a cualquier país africano, sudamericano o asiático y se encuentran por las calles carteles publicitarios protagonizados por blancos?
Una modalidad especial de los carteles interraciales son aquellos en los que se ve a africanos –casi siempre en primer plano– al lado de bellezones caucásicas: ¿Hace falta que les diga cuál es el mensaje subliminal del mensaje que transmiten estas imágenes? Por mi parte, yo, que tengo ya una larga vida encima, no he tenido ocasión de encontrarme con muchas parejas así, por su gran escasez. Desde luego, no creo que sea porque el español es racista –¡pero si nos mezclamos con todas las razas en nuestra aventura imperial!–, sino porque nunca hemos tenido una población africana significativa.
Por supuesto, no tengo nada en contra de las parejas de personas de distintas razas –faltaría más–, pero me parece que en esta desmedida propaganda publicitaria lo que se quiere transmitir es algo distinto al mensaje de que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos, y me apena que algo tan hermoso como la hermandad universal se utilice para fines que obedecen a los intereses del globalismo, que prostituye así el valor sagrado de la filiación divina de todos los seres humanos.
¡Ah, se me olvidaba! A mi extenso currículum negacionista añado una negación más: el “Titanic” no fue hundido por ningún iceberg. ¿Quién lo hundió?: pues los de siempre.
Pero ésa es otra historia, que será contada en otra ocasión.
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