InfoCatólica
Luis Fernando Pérez Bustamante
(22.10.12)
Daniel Iglesias me envió hoy la intervención de Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el Sínodo de los obispos. Desgraciadamente no nos hicimos eco de la misma en InfoCatólica, así que he creído oportuno solucionar ese error reproduciendo las palabras del prelado argentino en mi blog:
"Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados y que se divulgan mediante la predicación y la catequesis para confusión del pueblo de Dios. La nueva evangelización requiere superar esos defectos que debilitan la certeza de la fe; para ello, cuidar que la formación de los agentes pastorales se ajuste al magisterio de la Iglesia.
Ante la emergencia de la cuestión antropológica, importa destacar la mediación de la filosofía, de una consideración metafísica de la persona que recoja y trascienda los válidos aportes científicos. Desde allí, por vía de participación, se abre el acceso al fundamento absoluto, a Dios. En el pensamiento cristiano se armonizan teocentrismo y centralidad del hombre, como alternativa al antropocentrismo radical que proponen algunas corrientes contemporáneas.
Se hace necesario desarrollar una nueva apologética, un discurso en favor de la fe cristiana, tanto de nivel académico cuanto catequístico-popular, que sea un itinerario propuesto a la inteligencia y al corazón de los hombres y las mujeres de hoy".
Como ven ustedes, el prelado fue breve pero sustancioso. Y sobre todo, claro. La herejía causa un daño enorme a la fe de los fieles, sobre todo cuando la misma es difundida precisamente allá donde debería ser combatida de forma clara y rotunda. Si el error se enseña en seminarios, en noviciados, en centros académicos en manos de la Iglesia y en catequesis, ¿cómo pretendemos que el pueblo de Dios sobreviva en medio de la confusión que malforma sus conciencias?
En multitud de diócesis -obviamente no todas- se ha formado mal a los sacerdotes. Se ha formado mal a los religiosos. Se ha formado mal a los catequistas. En muchas se sigue siendo débil ante el error que difunden teólogos cuya fama, siempre creciente, es paralela a su alejamiento de la fe de la Iglesia. Vemos que todavía hay pastores que permiten que algunas de sus parroquias ensalcen y promuevan a esos falsos maestros. ¿Y pretendemos con esos mimbres dedicarnos a la nueva evangelización?
Mientras la Iglesia no se purifique del error, no puede ser maestra de la verdad con eficacia. Es evidente que contamos con muchos buenos pastores, con muchos buenos sacerdotes y con muchos buenos catequistas. Pero la verdad y el error, como el agua y el aceite, no pueden mezclarse. Y el mundo estará siempre dispuesto a dar más cancha mediática a los herejes que a los buenos maestros y a los santos. La apologética es necesaria hacia afuera y hacia adentro.
No basta con conformarse con predicar la verdad. Hay que combatir la mentira que campa casi a sus anchas en el seno de la Iglesia. Hacer tal cosa no nos corresponde a los laicos, porque no tenemos autoridad alguna para poner orden. Esa tarea es del Papa y de los obispos en comunión con él. Y yo diría que es sobre todo de los obispos, que no tienen porqué esperar a que Roma haga lo que ellos pueden y deben hacer.
Ojalá muchos sigan los pasos del Arzobispo de La Plata.