InfoCatólica
Newton: Una grieta en la fuerza de la gravedad
Juan Antonio Ruiz, L.C.
(04/09/12)
Numerosas son las personas que caen en la
superstición
por el exceso racional de no creer
lo que no pueden ver
Rachel Elizabeth, la heroína desde la ventanilla de Chick-Fil-A (20/08/12)
El sacerdocio masculino en los ojos de una feminista atea (19/07/12)
P. Joseph Freedy: el quarterback que llegó a ser sacerdote (19/06/12)
Ver más artículos del autor
Esperaba el abrazo de la muerte tumbado en la cama. A su lado sólo le franqueaban Catherine y John Conduit. Éstos le sugirieron, en un momento dado, llamar a un sacerdote y el moribundo, en lo que fue tal vez su acto más significativo antes de morir, dijo sólo una palabra: No. ¡Cuántas veces se repite esta escena sin que, por desgracia, nos impresione! Pero el hecho de que el moribundo no fuera otro que el gran físico inglés Isaac Newton, hace aflorar inmediatamente el estupor.
Muy consciente de ello era Richard S. Westfall al escribir su bien documentada biografía «Never at rest. A biography of Isaac Newton» («Sin descanso: una biografía de Isaac Newton») (Cambridge University Press, 1980). A través de sus líneas se puede tomar nota de esta personalidad única. Sin embargo, quisiera fijarme en un aspecto que pocos resaltan de Newton y que Westfall pone a la luz: la pérdida sistemática de sus raíces cristianas y la caída lógica e irreversible en la superstición, consecuencia inmediata de la pérdida de la fe.
Newton no era sólo matemático y físico. Tuvo numerosas incursiones en el campo de la filosofía y la teología. Para poner un ejemplo, baste mencionar una de sus tesis en la que comentaba que todas las religiones antiguas tenían su propia teología, que él llamaba «teología astronómica».
En su obra Theologiae gentilis origines philosophicae («Los orígenes filosóficos de la teología de los gentiles»), Newton afirma lo siguiente: «No se puede creer, por otra parte, que la religión comience con la doctrina de la transmigración de las almas y con la adoración de los astros y de los elementos: existió, en efecto, otra religión más antigua que todas éstas, una religión en la que un fuego de sacrificio ardía perpetuamente en el interior de un lugar sagrado. El culto a la diosa Vesta fue el más antiguo de todos».
Para probar esta afirmación, Newton comenta que cuando Moisés colocó en el tabernáculo un fuego perpetuo, restauró el culto originario «purgado de todas las supersticiones que habían sido introducidas anteriormente». Éste era el culto practicado por Noé y sus hijos, y Noé lo había aprendido de sus antepasados. Era el culto auténtico instituido por Dios. En otras palabras, lo que Newton está diciendo era que la verdadera religión era la pagana.
Pero Newton no llegó a esto de la noche a la mañana. Antes, había negado la Trinidad y la divinidad de Cristo. En uno de sus cuadernos de apuntes puso la voz De Trinitate («Sobre la Trinidad»), llenando nueve páginas enteras de comentarios. Mientras escribía, poco a poco se hizo camino en él la convicción de que la herencia de la Iglesia primitiva fue adulterada por un fraude gigantesco, comenzando en el siglo IV y V, con Atanasio y sus discípulos. En el centro de este fraude estaban las Escrituras, que Newton creyó que fueron alteradas para sostener el Trinitarismo. De esta manera, Newton se nos muestra como un auténtico arriano.
Negando la Trinidad, Newton rechaza también la divinidad de Cristo, que pasa a ser un profeta como Moisés, mandado entre los hombres para recordarles cuál era el estado originario y auténtico del culto a Dios, del que ya hemos hablado antes. De hecho, un título de uno de sus libros rezaba así: «Cuál era la verdadera religión de los hijos de Noé, antes que fuese corrompida por la adoración de falsos dioses. La religión cristiana no es más verdadera de aquélla, ni se ha corrompido menos». De esta manera puede concluirse que el trinitarismo, con su impulso a la adoración de santos y mártires, así como la adoración de Cristo como Dios, asumía para Newton un nuevo y definitivo resultado. ¿Qué era sino la última manifestación de una tendencia universal de la humanidad a la superstición y a la idolatría? Pero esta superstición que atribuía a los «trinitarios» tocaría las puertas de su corazón muy pronto, pues ya el alma se le agrietaba y rompía a pedazos.
En julio de 1672, apenas seis meses después de que la Royal Society le hubiera descubierto como un extraordinario estudioso en el campo de la óptica, él le escribía al secretario de la Royal Society llamado Oldenbourg diciéndole que muy difícilmente podría seguir con otros experimentos con el telescopio, «pues deseo continuar con otros argumentos». Era tal la obsesión, que obligó a Newton incluso a interrumpir un tratado general sobre los colores, pues aquellos argumentos, según el físico inglés, «absorben actualmente todo mi tiempo y todos mis pensamientos». ¿De qué se trataba? No era otra cosa que la alquimia.
Lo raro en Newton era que, en vez de empezar a estudiar la alquimia y terminar llegando a un estudio serio de la química, fue totalmente lo contrario: empezó a estudiar la química y terminó en la superstición absoluta de la alquimia.
Piedra filosofal diseñada por Newton
(aparecido en Never at Rest.
A biography of Isaac Newton; Westfall, Richard,
por cortesía de la Babson College Library).
Algunas de las afirmaciones del Newton alquimista nos dejan estupefactos: la piedra está compuesta de cuerpo, alma y espíritu, según la tesis del alquimista Effarius el Mónaco; los metales vienen generados y corrompidos en las vísceras de la Tierra; el magnesio (también llamado Icono verde, promoteo o camaleonte) es andrógino y de tierra virgen y verdeante, en la que el sol no ha hecho penetrar jamás sus rayos, aunque es su padre y la luna su madre.
Al morir, se descubrió que su biblioteca estaba repleta de libros de alquimia, como el Theatrum chemicum, muchos documentos alquímicos que recibía y copiaba de su puño y letra, entre los que se pueden leer Regimen per ascensum in Caelum & descensum in terram («Dirección para un ascenso al cielo y un descenso a la tierra»), Conjunctio et liquefactio («Unión y fundición»), Multiplicatio («multiplicación»); en total el diez por ciento de todos sus libros.
Él lo resumió así: «la alquimia no tiene nada que ver con los metales, como piensa el vulgo ignorante… Esta filosofía no es de aquellos que tienden a la vanidad y al engaño, sino a la ventaja y edificación, pues procura, en primer lugar, el conocimiento de Dios y, en segundo lugar, el modo de encontrar la medicina en las creaturas. Su fin, por lo tanto, es el de glorificar a Dios en sus maravillosas creaturas y de enseñar al hombre a vivir bien, como un ser caritativo, ayudando al prójimo». Pero ya vimos qué dios glorifica y cómo Newton no tenía tiempo para otra cosa que para sus experimentos. De esta forma, aquel joven cristiano y fervoroso que era, pasó sus últimos años viviendo en la superstición de la alquimia. No resulta pues extraño que le haya dicho «no» al sacramento de la penitencia.
Newton, sin embargo, no es más que un triste botón de muestra. Numerosas han sido las personas que caen en la superstición por el rigor racional de no creer lo que no pueden ver, llegando a rayar a veces en lo ridículo. Afloran nombres como Toland, pensador inglés posterior a Newton, que tras burlarse del cristianismo y todo tipo de religión, funda la Sociedad Druídica, que hoy aún existe; como Bodin, religioso que abandonó el convento y que, tras varias incursiones filosóficas, acabó creyendo en la Astrología como solución de su vida.
Al cortar las bases de toda vida de contacto con Dios, poco a poco el hombre busca algo que llene el hueco dejado aparte. En Newton fue la alquimia; en Toland, los druidas... Ojalá el hombre actual no agriete más su alma.
***********
The Royal Society y la Jerarquía Iluminista
Guillermo Buhigas
Los Protocolos, Memoria Histórica (página 144)
(Editorial Sekotia 2008)
Tras su apariencia meramente científica, la Royal Society escondía a un lobby selecto, que repartía a su capricho las inversiones para la investigación; lo que hoy se llama un think-tank.
Antes de la constitución de la Gran Logia de Londres en 1717, la nueva Masonería Especulativa mostró una vocación de injerencia en todos los ámbitos de poder e influencia social. Encubría sus intenciones bajo el manto de su presunto filantropismo y su tendencia universalista. Era una tapadera para el proyecto sinárquico de la Jerarquía Iluminista aposentada en la City y controlando el comercio en sus bancos del continente. Era el proyecto de la Reforma protestante para Europa que causó miles de muertos y perdía terreno poco a poco.
En Protocolo I se dice:"La riqueza está en nuestras manos y la ciencia está dirigida por nuestros sabios...La codicia pone la voluntad de los hombres a disposición de quien compra su actividad"
Texto completo de: Protocolos de los Sabios de Sión
**********
LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MASONES
Santiago Río
Asesor del Gran Maestro de la Gran Logia de España
El Correo Digital
(Bilbao, 27 febrero 2006)
Entre 1050 y 1350, y al calor del fervor religioso de las Cruzadas, se construyeron alrededor de mil edificaciones religiosas en Francia, entre las cuales destacan unas noventa catedrales. La masonería, el gremio, creció; permanecía cerrado en sí mismo, se llamaban entre sí hermanos y no dejaban entrar a nadie ajeno. Hubo un momento en el que se dejaron de construir catedrales. El gremio empezó a decaer.
Llegamos así al verdadero origen de la masonería, fuera de cualquier especulación. En Inglaterra, un grupo de científicos de la Royal Society, institución dedicada a la investigación, se dio cuenta de que, a diferencia del oriental, el mundo occidental no tenía, más allá de las religiones, instituciones que abordaran los temas esotéricos e iniciáticos. No para competir con las instituciones del mundo oriental, sino para dotar al occidental de aquello de lo que se merecía, decidieron crear una institución en la que, independientemente de las religiones, nuestra especie humana pudiera desarrollarse.
Nosotros pensamos que Newton fue el padre de la masonería especulativa. El científico inglés es conocido por sus teorías sobre la gravitación y porque dirigía, como científico, la Casa de la Moneda de Inglaterra. Además, era un gran alquimista, saber que constituía su devoción. Pues bien, Newton, a través de otros miembros de la Royal Society, pensó en asumir la organización de las logias que quedaban y que se remontaban a los canteros de la masonería operativa (1).
Cuatro de estas logias se unieron el día de san Juan de 1717 en la Gran Logia de Inglaterra. El creador, evidentemente, nunca fue masón.
Esta sociedad comenzó a trabajar con un cierto éxito. El papa Clemente XII, y no por motivos de fe o religión, sino quizá de temporalidad, prohibió la masonería mediante una bula. Excomulgada y hereje, la propaganda fue tal que la masonería se expandió. Debo decir, por cierto, que ya no estamos excolmulgados, gracias a Juan XXIII (2).
En la institución empezaron a ingresar los restos de las sociedades iniciáticas que había por Europa: templarios, alquimistas, espiritistas, magos, etc. Todos ellos aportaron sus conocimientos, que quedaron reflejados en los rituales, como un cajón de sastre donde se han mezclado conocimientos diversos que están al alcance de quien desee estudiarlos.
Posteriormente ingresó la nobleza en la institución, así como más científicos. Los problemas llegaron cuando entraron los empresarios, quienes deseaban utilizar (no todos, desde luego) la institución para sus fines. Ahí empezó su desvirtuación.
Los requisitos para ser masón son muy sencillos: ser mayor de edad, libre (con todo lo que ello implica) y de buenas costumbres. Son precisos, además, ciertos conocimientos intelectuales para entender el mundo complicado que encierra.
Las diferencias entre los masones y las religiones son grandes. La célula madre de la masonería es la logia, reunión soberana de hermanos maestros (siete como mínimo) que se junta para trabajar. La obediencia del país correspondiente la reconoce, la logia tiene autonomía propia y las divergencias entre logias pueden ser grandes en cuanto a los conocimientos, algo que no sucede, en cambio, en la Iglesia. En efecto, la normativa aplicable a dos mil millones de personas debe ser homogénea para que a todos se les apliquen las mismas normas, algo que no sucede en la masonería. Hay logias cuya forma de trabajo y conocimiento avanza mucho, mientras que en otras no sucede así.
La relación de la masonería con algunos países es curiosa. Los ingleses se apoyaron en la masonería para sustentar la Commonwealth (3).
Asimismo, la masonería funciona en Cuba, donde cuenta con unos cincuenta mil miembros. Cuando Fidel Castro se hizo con el poder, aparte de descubrir que José Martí y algunos de los que le habían ayudado eran masones, se dio cuenta de que la única organización viva en la isla eran las logias masónicas, por lo que le interesó su funcionamiento. Como se puede comprender, está domesticada por el régimen, y las actas de las reuniones son conocidas por el aparato castrista; no obstante, el día en que falte el dictador, es posible que se produzca una explosión de la masonería en Cuba.
Texto oficial completo:
elcorreo.com/auladecultura/santiago rio 2
Notas del Editor del Blog
1 La masonería operativa era un gremio medieval, profundamente cristiano, cuyo secretismo se reducía a las técnicas de la construcción. Nada que ver con la Herejía gnóstica de la masonería especulativa del gran Arquitecto del Universo.
2 La Iglesia Católica no ha modificado la condena a la masonería desde Clemente XII, salvo en la redacción del canon de Juan XXIII (excomunión no explícita).
3 La masonería inglesa ha sustentado toda la estructura del Imperio británico. Trasplantada a USA, dirige la Conspiración para el Nuevo Orden Mundial.