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domingo, 21 de octubre de 2012

Cataluña+País Vasco es ESPAÑA. La Iglesia Católica y la Unidad en las 5 Naciones fundadoras de Europa (582)

InfoCatólica
Blog "Reforma o Apostasía"
José María Iraburu
(18.09.12)

–En buen berenjenal se mete usted…
–Procedamus in nomine Domini. «Veritas liberavit vos» (Jn 8,32).

Europa nace principalmente de cinco naciones. Así lo afirma el historiador Luis Suárez en su libro Lo que el mundo le debe a España (Ariel, Madrid 2009, 3ª ed.): «Europa es el resultado de las interrelaciones entre cinco ámbitos culturales que se expresan por medio de los grandes idiomas, español, francés, inglés, alemán e italiano» (pg.7). Y por su parte, la configuración política de cada uno de esos ámbitos –Italia, Galia, Hispania, Britania y Germania– se ha desarrollado en procesos históricos muy largos y diversos.

En todo caso, integrando esos cinco grandes ámbitos, «Europa nace precisamente cuando el Imperio romano acepta la fe cristiana. Durante varios siglos se preferirá emplear el término cristiandad para referirse a ella, aunque el nombre [de Europa], desde el siglo VII, también aparece con frecuencia» (pg. 13).

«Hispania obtuvo su identidad a través de Roma. A comienzos del siglo IV fue reconocida como “diócesis” o ámbito de convivencia» (pg. 7). En el desarrollo histórico de la identificación política de España pueden considerarse como especialmente importantes dos fechas. El año 589, en el III Concilio de Toledo, los visigodos, abandonando el arrianismo, profesan el catolicismo, establecen bajo su custodia una Lex romana, renuncian a la lengua goda y establecen el latín e incluso el modo romano de vestir. Y el año 1492, con la conquista de Granada, los Reyes Católicos reinan ya sobre casi toda la península ibérica, también poco después sobre el reino de Navarra. En ese mismo año se inicia la expansión inmensa de España en América.

Las Galias antiguas ocupaban más o menos el mismo territorio de la Francia actual, y su organización política unitaria se desarrolla al ser conquistada por Roma (s. I), por los pueblos germanos, especialmente por los francos (s. IV), y al ser gobernada por los merovingios, los carolingios, Capetos, etc. Su antigüedad nacional es, pues, como la de Hispania, una de las más antiguas de Europa.

Britania, debido en parte a su propia insularidad, forma también en la historia una unidad nacional sumamente antigua, que recibe una entidad política más explícita cuando viene a ser parte del Imperio romano, en los siglos I-IV. Germania, en cambio, dividida en muchas regiones y pueblos, aunque fue desde Carlomagno (+814) el centro del Sacro Imperio Romano Germánico, sólo el año 1871, con ocasión de la guerra franco-prusiana, alcanza su actual unidad nacional. Italia, de modo semejante, llega muy tardíamente a su plena unificación política, en 1861, cuando los estados de la península y las dos Sicilias se unen finalmente formando el Reino de Italia, presidido por los Saboya.

Pero, como bien advierte el Card. Camillo Ruini, la unidad de Italia debe referirse «a su tradición cultural, literaria, artística y sin duda religiosa, mucho antes y mucho más que a su historia política e institucional» (Il progresso dell’Unitá d’Italia e il Tricolore, conferencia en Reggio Emilia 11-VI-2011 con ocasión del 150º aniversario de la Unidad).

* * *

–La Iglesia favorece la formación de naciones grandes, como España, Argentina, Estados Unidos. Eso en modo alguno significa que sea contraria a la existencia de países pequeños y aún mínimos –Malta, Andorra, Liechtenstein–, cuando su justificación histórica es evidente. Pero, en principio, la Iglesia siempre ha considerado que el nacimiento de naciones, que unen pueblos diversos, realmente participantes de un fundamento común espiritual, tradicional y territorial, es un hecho histórico providencial, sumamente benéfico.

La Iglesia, pues, valora las grandes estructuras nacionales porque, de suyo:

–favorecen la paz, tan infrecuente entre los pequeños reinos de Taifas,
–fomentan la solidaridad entre regiones más cultas y ricas y otras más incultas y pobres, con evidente ventaja para éstas,
–son capaces de grandes empresas religiosas, culturales, económicas, como la evangelización y civilización de América o la llegada del hombre a la Luna, que serían inasequibles a otras naciones más pequeñas, carentes de medios, clausuradas en sus estrechos límites, y por eso mismo, en ocasiones, centradas excesivamente en sí mismas, y
–favorecen también la comunicación y aproximación entre los pueblos gracias al predominio deuna lengua común, que, por supuesto, no debe eliminar las lenguas regionales. Es prácticamente imposible el desarrollo de un país en el que se hablan 50 o 100 lenguas distintas, sin que haya ninguna que sea común. Y al mismo tiempo –como pudo comprobarse, por ejemplo, en Italia–, una lengua común predominante colabora grandemente a la unión social, cultural, afectiva y a la solidaridad económica de varios pueblos distintos.

Si el espíritu de Babel lleva a la confusión de lenguas y a la dispersión de los pueblos, el espíritu de Pentecostés tiende a unificar pueblos diversos en una comunión de vida social y cultural participada por todos. Por otra parte, la unidad nacional que la Iglesia promueve nunca exige una uniformidad que elimine las identidades regionales, como lo muestra la historia de las naciones católicas. Fueron el liberalismo, el absolutismo y el comunismo, en pugna con la Iglesia, los que intentaron borrar las tradiciones y particularidades regionales en favor de una ideología impuesta por el Estado.

Toda unidad cristiana tiene su imagen perfecta en la Santísima Trinidad, en la que hay tres Personas distintas, perfectamente unidas por el amor. La Iglesia, pues, a la luz de la fe, considera el nacimiento sano de una nación como un precioso don histórico de la Providencia divina, y estima que lo que Dios ha unido, no debe el hombre separarlo, como no haya razones gravísimas que lo justifiquen.

Por el contrario, la Iglesia reprueba a aquella unidad nacional que impone una convivencia injusta, y es fuente de permanentes conflictos, incluso bélicos, entre los pueblos que la integran. Así ha sucedido, por ejemplo, en la historia de la región de los Balkanes o recientemente en Sudán. En tales casos, procurar la independencia se hace necesario para lograr la justicia y la paz.


América, antes del descubrimiento, fuera de los imperios inca y azteca, se componía de innumerables tribus y grupos étnicos diversos, cada uno con su lengua propia, distanciados y desconocidos entre sí, y enfrentados muchas veces en guerras crudelísimas. La organización de las tribus dispersas, reuniéndolas en pueblos, ciudades y naciones, aunque fuera en ocasiones acompañada de violencias e injusticias, fue sin duda en su conjunto un don muy grande de la Providencia divina.

* * *
–La Iglesia favorece también en principio la formación de uniones internacionales, considerando las mismas causas que hacen aconsejable la unidad interna de cada nación. La Unión Europea, por ejemplo, bajo el impulso principal de políticos católicos –Adenauer, De Gasperi, Schuman–, nace después de la II Guerra Mundial, procurando unir a todos los Estados europeos, con el fin de asegurar la paz y el progreso económico y social. Una fecha importante en este intento fue el Tratado de Roma (1957), por el que se estableció la Comunidad Económica Europea (CEE).

Por el contrario, la Iglesia reprueba a aquella unidad internacional que impone una convivencia injusta, y es fuente de permanentes opresiones, e incluso de conflictos bélicos, entre las naciones que la integran. Así sucedió, por ejemplo, en la formación de la Unión Soviética. Así sucede hoy con aquellos grandes Organismos Mundiales, que siguen una orientación cada vez más contraria a la ley natural y al Cristianismo, como ya indiqué en varios artículos de este blog (107, 108, 109). En tales casos, procurar la independencia, en el grado que sea posible, se hace necesario para lograr la justicia y la paz.

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Italia

La pueblos de la Italia histórica, aún teniendo desde muy antiguo una base común de tradición, cultura y territorio, siempre estuvieron divididos y con frecuencia enfrentados en varios reinos y principados. A medida en que se iba perdiendo el uso del latín, se formaron en la península dialectos numerosos y bastante diferenciados –friuliano, ladino dolomita, piamontés, lombardo, ligur, véneto, toscano, etc.–. Así las cosas, el nacimiento del Reino de Italia, en 1861, aunque bastante traumático, ayudó a unir en un espíritu patrio común, Italia, a pueblos antes muy cerrados en sí mismos. Y logró que la lengua italiana –basada en el dialecto toscano, el empleado por Dante, Petrarca, Boccaccio– viniera a ser la lengua nacional unificadora. Para la inmensa mayoría de los italianos –y de los que no lo somos–, la unidad de Italia fue y es indudablemente un hecho histórico positivo, y por tanto, un gran don de Dios providente.

Sin embargo, a fines del siglo XX, por los años 90, surge un movimiento independentista, la Liga Norte, conducida por Umberto Bossi, que pretende la independencia total de lo que vino a llamarsePadania, que prácticamente abarcaba en el intento toda la zona norte de Italia, con capital en Mantua, unos 34 millones de habitantes, una mitad de la población nacional. Este movimiento secesionista llegó a tener una fuerza bastante considerable. Y téngase en cuenta que en esa región de Italia, en torno a Milán, se concentran en gran medida las mayores Empresas industriales, Editoriales, Televisiones, etc. de la nación.

El Papa Juan Pablo II, «como Obispo de Roma», fue uno de los primeros en reaccionar contra este intento destructor de la unidad de Italia, que venía a partirla en dos, los ricos del norte, separados del «lastre» –así se expresaba Bossi– de los pobres del sur. En un Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos ante los desafíos del momento histórico actual (6-I-1994), entre otras cosas, dice el Papa:

1. «Consciente de los formidables desafíos que nos plantean los signos de los tiempos, como Obispo de Roma me dirijo con profundo afecto a vosotros, obispos de las Iglesias que están en la península y en las islas (…) en especial para dar testimonio de la herencia de valores humanos y cristianos que representan el patrimonio más precioso del pueblo italiano. (…)

«Se trata, ante todo, de la herencia de la fe, suscitada aquí por la predicación apostólica ya desde los primeros años de la era cristiana (…) Asimismo, se trata de la herencia de la cultura, florecida en ese tronco común a lo largo de las generaciones (…) Y, por último, se trata de la herencia de la unidad, que, incluso más allá de su específica configuración política, consolidada a lo largo del siglo XIX, se halla profundamente arraigada en la conciencia de los italianos que, en virtud de la lengua, de las vicisitudes históricas y de la misma fe y la misma cultura, siempre se han sentido miembros de un único pueblo. Esta unidad no se mide por años, sino por largos siglos de historia» (…)

3. Continúa el Papa alegando como un «signo de los tiempos» la unificación creciente de Europa. «¿No es significativo que, entre los principales promotores de la unificación del continente, se encuentren hombres animados por una profunda fe cristiana?». Y cita a De Gásperi, Adenauer y Schuman.

4. «Estoy convencido de queItalia como nación tiene muchísimo que ofrecer a toda Europa. Las tendencias que hoy pretenden debilitar a Italia son negativas también para Europa, y nacen asimismo sobre el telón de fondo de la negación del cristianismo» (…)

6. «Los laicos cristianos, precisamente en este momento histórico decisivo, no pueden evadirse de sus responsabilidades. Antes bien, deben manifestar con valor su confianza en Dios, Señor de la historia, y su amor a Italia a través de una presencia unida y coherente y un servicio honrado y desinteresado en el campo social y político, siempre abiertos a una sincera colaboración con todas las fuerzas sanas de la nación».

7. «Si la situación actual exige la renovación social y política, a nosotros, los pastores, nos corresponde recordar con energía los presupuestos necesarios, que llevan a la renovación de las mentes y los corazones, y por tanto a la renovación cultural, moral y religiosa (cf. Veritatis splendor, 98). (…)

«Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada. Se trata de una solidaridad que debe vivirse no sólo dentro del país, sino también con respecto a toda Europa y al tercer mundo. El amor a la propia nación y la solidaridad con la humanidad entera no contradicen el vínculo del hombre con la región y con la comunidad local, en que ha nacido, y las obligaciones que tiene hacia ellas. La solidaridad, más bien, pasa a través de todas las comunidades en que el hombre vive: en primer lugar, la familia, la comunidad local y regional, la nación, el continente, la humanidad entera: la solidaridad las anima, vinculándolas entre sí según el principio de subsidiariedad, que atribuye a cada una de ellas el grado correcto de autonomía».

8. Termina el Papa su reflexión religiosa sobre los problemas políticos de Italia, y también de Europa, exhortando a que «todos los creyentes se movilicen mediante la oración común. Sé por experiencia personal lo que significó en la historia de mi nación esa oración (…) Como obispos de las Iglesias que están en Italia deberíamos convocar pronto esta gran oración del pueblo italiano (…) Tengo la firme convicción (…) de que la Iglesia en Italia puede hacer mucho más de lo que se cree en general. Es una gran fuerza social que une a los habitantes de Italia, desde el Norte hasta el Sur. Una fuerza que ha superado la prueba de la historia».

El enfrentamiento entre la Iglesia y el nacionalismo separatista del Norte –de una parte del Norte– sigue por esos años in crescendo. De nuevo el Papa, en 1996, sale en defensa de la unidad de Italia en un mensaje a la Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, exhortando al «testimonio claro de los creyentes y su capacidad de proponer y defender aquella grande herencia de fe, de cultura y de unidad que constituye el patrimonio más precioso de este pueblo» (prensa 11-V-1996). Los Obispos italianos le apoyan unánimes en defensa de la unidad nacional. Sobre ella se ha manifestado con especial energía y fuerza de argumentos el Cardenal Camillo Ruini (1931-), Vicario del Papa en la ciudad de Roma (1991-2008) y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (1991-2007): «la unidad de Italia es indiscutible»; como también el vicepresidente, arzobispo Tettamanzi, y los otros obispos –que yo sepa, nemine discrepante–.

Numerosos políticos defendieron también entonces con toda firmeza la unidad de Italia, como su presidente, Carlo Azeglio Ciampi: «Italia es una e indivisible»; o como el alcalde izquierdista de Roma, Walter Ventroni, que acusaba a la Liga del Norte, no sin razón, de «fomentar el odio entre los pueblos de Italia».


La reacción en el Norte del nacionalismo secesionista es entonces muy dura. Bossi declara que el episcopado es «un lastre» (1996); «o hay referéndum [para la independencia] o habrá guerra civil» (1997); «si el federalismo fiscal no tiene lugar, cogeremos los fusiles» (2007). La militante de la Liga Norte, Irene Pivetti, católica practicante, ex presidenta de la Cámara de Diputados, coincide por esos años en estimar que «las Conferencias Episcopales son solo un gran lastre burocrático» (1996).

Poco después (2008), estos mismos políticos, aliados con el presidente italiano Berlusconi –Bossi como ministro de reformas para el federalismo–, cambiaron el independentismo por el federalismo. Y se mantuvo firme, gracias a Dios, la unidad de Italia.
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Cataluña es España
José María Iraburu 
(30.09.12)

–En este artículo lo único que hace usted es copiar textos ajenos y pegarlos.
–Exactamente. Un profesor mío decía que quien copia de uno es un plagiario, quien copia de dos un divulgador, y quien copia de tres o más, un investigador. Ya ve, pues, que he hecho un trabajo de investigación. (Vuelve a publicarse el artículo porque lo he actualizado bastante, sobre todo el punto último, el V).

I.- Del diablo vienen la mentira, el odio, el homicidio, la división, la guerra

–La mentira. La falsificación victimista de la historia es una exigencia necesaria para justificar a los nacionalismos secesionistas injustos. Ya señalé en mi anterior artículo que la Iglesia, lo mismo que estima inadmisibles los separatismos sin justificación suficiente, reprueba igualmente las unidades nacionales impuestas por la fuerza o causantes de graves injusticias y agravios, como han podido darse en los Balcanes, en Sudán y en tantos otros lugares. Hay situaciones tan pésimas que procurar la independencia, incluso con las armas, es un deber patriótico de conciencia. Esta doctrina de la Iglesia, común a cualquier hombre de buen sentido, pone a los secesionistas sin causa en la necesidad de justificar su nacionalismo falsificando la historia e incluso el presente, traduciendo siempre una y otro en clave victimista. Por lo que se refiere a Euskadi, mi hermano Ángel María –a quien tanto debe este artículo, y yo mismo, aunque no en dinero– reunía en un artículo varias citas muy elocuentes (La Razón 24-V-2002):

«Jon Juaristi, ex etarra, euskaldún, catedrático: “Hay que hacer saber a los engañados vascos que jamás hubo una patria vasca ocupada y destruida por España”. El nacionalismo vasco “reclama la reparación de unas ofensas que no existen en nombre de una patria vasca que no existió nunca”.José Andrés-Gallego, catedrático de Historia: “Llevamos los vascos en España entre mil y quinientos años de historia común y pacífica”. Juan Pablo Fusi, donostiarra, catedrático de Historia: “Las ficciones nacionales alumbradas por los nacionalismos del XIX no resisten el examen de la Historia”. Fernando G. de Cortázar, jesuita, catedrático de Historia: “La región en que se manipula la Historia de una manera más escandalosa es el País Vasco”. Gabriel Jackson, historiador e hispanista norteamericano: “No sé de ningún otro caso en que unas falsedades, sinceramente creídas, hayan llevado a cientos de seres humanos, por lo demás decentes, a creer que sirven a una buena causa asesinando a ochocientas personas en unas condiciones de libertad política y con un Gobierno representativo (…) Es sólo entendible desde una nefasta y parcial interpretación de la Historia.”»

Concretamente, añado yo, una buena parte del ejército conducido en 1512 por el Duque de Alba para «convencer» al Reino de Navarra de la conveniencia de integrarse en la unidad de España estaba formada por guipuzcoanos y vizcaínos. Gracias a ellos entra Navarra en la unidad de España, completando el Reino peninsular. En fin, a todos los testimonios de los historiadores citados podrían añadirse otros muchos de Marcelino Menéndez Pelayo, Claudio Sánchez Albornoz, Ramón Menéndez Pidal, Ricardo de la Cierva, etc. Todos dicen lo mismo: coinciden todos porque escriben una historia verdadera, no inventada.

–El odio. El independentismo nacionalista injusto se ve obligado también a fomentar el odio y el desprecio hacia «los otros» para justificar su causa. El diablo le ayuda, «él es el acusador de nuestros hermanos» (Apoc12,10). Pondré sólo un par de ejemplos.

Sabino Arana Goiri (1865-1903), el fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que nunca lo ha repudiado, expresa su odio hacia España y su repugnancia hacia los españoles no vascos en unos términos verdaderamente demenciales. A veces parece que el odio a España es en él aún mayor que el amor a Euskal Herría.

«Nosotros odiamos a España con nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de la esclavitud» (Bizkaitarra nº 16). «Si a esa nación latina la viésemos despedazada por una conflagración interna o una guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo, así como pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas (…) el que España prosperara y se engrandeciera». «Cuando el pueblo español se alzó en armas contra el agareno invasor y regó su suelo con sangre musulmana para expulsarlo, obró con caridad. Pues el nacionalismo bizcaino se funda en la misma caridad» (ib. 28). «Gran número de ellos [los maketos] parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila» (ib. 27). Etcétera. Me limito a citar estas pocas frases suyas, para evitar la morbosidad. Las hay aún más diabólicas y repugnantes.

Jordi Pujol i Soley (1930-), nacionalista catalán independentista, fue 23 años presidente de la Generalidad de Cataluña (1980-2003). Y aunque no en palabras tan extremas, ha manifestado de modo semejante su desprecio por los inmigrantes españoles no catalanes. Concretamente por los andaluces. Por supuesto, no expresa en absoluto el sentir general de los catalanes.

«…el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España… Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad» (La inmigració, problema i esperança de Catalunya, Edit. Nova Terra, Barcelona 1976, pgs. 65-68).

No existe de ningún modo en España un odio simétrico contra vascos y catalanes. Muy al contrario, suelen ser considerados con aprecio y simpatía. Un ejemplo de ello, trivial, pero significativo, es que en todas las regiones de España hay un gran número de seguidores delAthletic Club de Bilbao y del Fútbol Club Barcelona, como también del Madrid.

–El homicidio, la división, la guerra, proceden de la mentira y del odio. Palabra de Cristo: «el diablo fue homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad. Él es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44). Si unos piensan y dicen –o al menos dicen, aunque no se lo crean–: «el feto es un ser vivo, pero no es propiamente un ser humano», otros habrá, o ellos mismos, que lo maten, que aborten, y que exijan «el derecho al aborto», subvencionado por los contribuyentes. Si otros piensan y dicen con mentira: «nuestro pueblo está ocupado y oprimido», otros habrá que asesinen, lógicamente, a todos los invasores que puedan, 800 o los que sean: tiro en la nuca, bomba-lapa en el coche. Vale todo.

La palabra griega diábolos, compuesta de diá (a través de) y bállö (arrojar), significa separar, acusar, reprochar, calumniar, rechazar, presentar falsamente, engañar, dividir. Éstas son las especialidades de los partidos políticos nacionalistas que pretenden -sin causas justas y de gravedad suficiente-, sirviéndose de la mentira y del odio, separar los pueblos que Dios ha unido en su providencia para el bien común de todos ellos.

No me detengo a describir en este artículo las terribles consecuencias que el independentismo consumado de Euskadi y Cataluña habrían de producir, previsiblemente, en estas regiones de España y en toda España. Remito sobre este tema a los posts de Enraizados, Milenko Bernadic y Bruno Moreno, que al final de este artículo están citados.

Injusticias, abusos y violencias; españoles vascos y catalanes, arraigados en su tierra quizá desde hace muchas generaciones, que pierden de pronto su nacionalidad y quedan como extranjeros en su propia patria, o que han de exilarse de ella; daños religiosos, culturales y económicos muy graves; división de familias y propiedades, de empresas y entidades; conflictos con la Constitución y las leyes de España y de la Unión Europea, que siendo muy difícilmente superables, pueden degenerar en conflictos armados.

Ir a la independencia viene a ser como ir a la guerra: ultima ratio. Ir a la independencia sólo es lícito si está justificado por unas causas ciertas y muy graves, que en modo alguno se dan hoy en España. El independentismo sin tales causas es gravemente ilícito, incompatible con la conciencia de los católicos y de cualquier ciudadano.

II.- De Cristo y de la Iglesia proceden la verdad, el amor, la unión, la solidaridad, la paz

En el artículo anterior vimos la fuerte reacción de la Iglesia en Italia, encabezada por el Obispo de Roma y la Conferencia Episcopal, para defender de un intento separatista la unidad indivisible de esa nación, iniciada como tal hace un siglo y medio. También se ha dado en el episcopado de España una reacción semejante ante los intentos separatistas de romper una unidad nacional entretejida y consolidada a través de muchos siglos. Se ha dado, es cierto, la excepción de algunos Obispos más o menos acentuadamente independentistas. Pero en esta ocasión no voy a impugnarlos ni mencionarlos. El desierto eclesial patético, la descristianización que se ha producido en su entorno, ayuda a interpretar sus posiciones.

–En 2002, Mons. Fernando Sebastián Aguilar, entonces Arzobispo de Pamplona-Tudela y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal, publicó el documento La conciencia cristiana ante el terrorismo (15-I-2002). Ya la Asamblea Plenaria de la CEE había intervenido antes sobre el tema con varios documentos; por ejemplo, Ante el terrorismo y la crisis del país (1981); Constructores de la Paz (1986). Pero creo que la valiente claridad de Mons. Sebastián fue un paso adelante muy importante.

«Ante la exigencia del pretendido derecho a la autodeterminación, es preciso hacer una serie de observaciones que debilitan y prácticamente anulan la legitimidad de esta reivindicación. Los vascos están presentes en todo el territorio español; y en lo que se llama País Vasco o Euskal Herría, hay y ha habido desde hace siglos muchas personas no vascas, viviendo en paz y armonía con los vascos. Esa unidad ahora invocada como Euskal Herría o País Vasco no ha sido nunca una unidad política independiente, ni puede considerarse como un país ocupado por otro, puesto que ha participado en la historia general de los pueblos peninsulares desde la romanización, en la era visigótica, en los años de la Reconquista y de forma plena y constante desde que se instaura la Monarquía española (…)

«Los vascos no están sometidos a ninguna injusticia objetiva» (…); por tanto «que los jóvenes no sean educados en el odio (…) que no crezcan con el resentimiento contra unos pretendidosopresores». Dice muchas cosas más Mons. Sebastián en las 19 páginas del documento, pero prefiero transcribir en los párrafos siguientes sus mismas ideas, expresadas por la CEE al fin de ese año 2002..

–En el 2002, la Conferencia Episcopal Española impugna el nacionalismo independentista injusto en la Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias (XI- 2002). En este documento la CEE no condena solamente el terrorismo, sino también el nacionalismo independentista sin causa justa. Vale, pues, su doctrina tanto para el independentismo terrorista, como para el que sólo emplea para alcanzar sus fines la violencia ideológica de la mentira en la educación, los medios de comunicación y la acción política. Y lo que dice la CEE en referencia al País Vasco es aplicable también, mutatis mutandi, a Cataluña, a Galicia, etc. Transcribo algunas frases.


«33. La organización terrorista ETA enarbola la causa de la libertad y de los derechos del País Vasco, al que presenta como una nación sojuzgada y anexionada a la fuerza por poderes extranjeros de los que sería preciso liberarla (…).

«La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.

34. Por ser la nación un hecho, en primer lugar, cultural, el Magisterio de la Iglesia lo ha distinguido cuidadosamente del Estado (Pío XII, Radiomensaje 21-IX-1949; Juan Pablo II, en la UNESCO, 2-VI-1980; en la ONU, 5-X-1995). A diferencia de la nación, el Estado es una realidad primariamente política; pero puede coincidir con una sola nación o bien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. La configuración propia de cada Estado es normalmente fruto de largos y complejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menos aún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares.

35. España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.

La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia. Recientemente, los obispos españoles afirmábamos: “La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos” (CEE, La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX, 26-XI-1999). Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico.Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria». La doctrina de este mismo documento fue reiterada años más tarde en una Nota de prensa de la CCE, Nación y nacionalismos (7-I-2005).

Recordemos que la Constitución, aludida por los Obispos, establece en su Art. 2, que ella misma «se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades o regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

–En el 2006 la CEE vuelve a impugnar el nacionalismo independentista injusto en la Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España (23-XI-2006). Reafirma los mismos criterios ya citados cuando trata de Los nacionalismos y sus exigencias morales (70-76), añadiendo algunas consideraciones:

73. « La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España. Pero enseña también que, en este caso, como en cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada. Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género,¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? (…) ¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?

76. Con verdadero encarecimiento nos dirigimos a todos los miembros de la Iglesia, invitándoles aelevar oraciones a Dios en favor de la convivencia pacífica y la mayor solidaridad entre los pueblos de España, por caminos de un diálogo honesto y generoso, salvaguardando los bienes comunes y reconociendo los derechos propios de los diferentes pueblos integrados en la unidad histórica y cultural que llamamos España».

El Papa Benedicto XVI viajó en el 2010 a Santiago de Compostela y Barcelona. Y en el aeropuerto de esta ciudad, El Prat, cuando partía hacia Roma, aseguró sus oraciones para que «todos los pueblos de España» reciban «los dones celestiales» que les ayuden «a vivir como una sola familia».
–En el 2012 la Comisión Permanente de la CEE reprueba el secesionismo injusto y unilateral en el Anexo de su declaración Ante la crisis, solidaridad (3-X-2012), en el que reproduce íntegramente los números 70-76 de la Instrucción Pastoral de la CEE de 23-XI-2006, y transcribe en cita el número 35 de la Instrucción Pastoral de la CEE de 31-XII-2002. Ambos textos los he transcrito ya más arriba.

III.- El País Vasco es España

Pensando a qué historiador de valía podría yo expoliar en esta cuestión, para hacer una síntesis breve y autorizada, me he decidido por Juan Pablo Fusi Aizpúrua, guipuzcoano de San Sebastián/Donosti (1945-), profesor de historia, muy especialmente atento a la historia del País Vasco. Resumo la transcripción que se hizo de su conferencia Raíces históricas del pluralismo vasco (5-IV-2006) , basada en su libro El País Vasco: pluralismo y nacionalidad (Alianza, Madrid 1990).

Se produce una «integración de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa en Castilla desde el siglo XII. Todo lo que sabemos anterior a esa época es relativamente muy poco (…) Hay poquísima población en la Alta Edad Media, siglos 8 y 9; se sospecha que hay unos 8.000 habitantes en Vizcaya, ni una ciudad, no hay ninguna urbe (…) Los nombres Álava, Vizcaya y Guipúzcoa no aparecen en las fuentes hasta el siglo XI. ¿Todo eso es error de fuentes? No, también refleja la poca entidad histórica-nacional de estos territorios (…)

«Hablamos de una población muy dispersa, muy pequeña, sin idea de nación, sin sentimiento de comunidad y sin manifestaciones escritas, o jurídicas, o legales, de ningún tipo, ningún tipo de entidad política de ninguna naturaleza (…) [Se escribe que en tal lugar se ha construido una iglesia, que fulanita se casó con fulano, son aludidos señoríos varios, etc.] «Lo que sí podemos tener es que esos territorios basculan y acaban integrándose hacia Castilla desde el siglo XII» (…) Los fueros vascos «se empiezan a recopilar en el siglo XIII» (…) «Los fueros se recopilan bajo jurisdicción de Castilla, lo cual quiere decir que la integración en Castilla es a través de la recopilación de fueros. Pero es la integración en Castilla lo que dio integridad institucional al País Vasco, a las provincias vascas separadas (…) Es verdad que los fueros son derecho consuetudinario, que se pierde, como dice la propaganda, en la noche de los tiempos, pero quien lo fija, quien lo incorpora en la legislación, quien le da sentido jurídico y, por tanto, lo convierte en órgano constitutivo, en gobierno territorial de aquí, es el Reino de Castilla».

«Estos territorios tuvieron que tener en algún momento un origen monolingüe y euskaldún (…) Pero que desde el siglo XII o XIII en la élites vascas hay un bilingüismo es evidente. Les pongo los casos más conocidos: el canciller Ayala [Pedro López de Ayala, Vitoria 1332-Calahorra 1407), al servicio del rey Pedro I de Castilla]… es uno de los mejores prosistas castellanos de la segunda mitad del siglo XIV (…) En Vizcaya, las andanzas y fortunas de García de Salazar [Musques 1397-Portugalete 1476, historiador vizcaíno] están escritas también en castellano (…) El bilingüismo, repito, en las élites es no solo evidente, sino muy intenso».

«A esto ha de añadirse «otra cosa que conocen ustedes sobradamente, la participación sustantiva, no ya ocasional, o periférica, o marginal, de vascos –vizcaínos, como se les llama en ese momento, en el siglo XVI–, en la administración imperial española, sobre todo con los Ausburgo, con Carlos V y con Felipe II y el imperio en América. Todos estos nombres que están en las calles de nuestros pueblos, todas llevan sus nombres (…) Elcano [Juan Sebastián Elcano (Guetaria 1476-cerca de las islas Molucas 1526)] firmaba “Un castellano de Guipúzcoa”, ésa es la firma de Elcano en todos los documentos». [Añade Fusi otros muchos vascos muy notables en la historia primera de América hispana: Irala, en Paraguay; Francisco de Ibarra, Nueva Durango en Méjico; Legazpi y Urdaneta en las Filipinas; Lope de Aguirre, buscador de El Dorado; Juan de Zumárraga, primer obispo de Méjico» [Juan de Garay, fundador de Buenos Aires; etc.]

«Los vascos, sobre todo los guipuzcoanos, en el siglo XVI» [tienen una presencia muy importante en el gobierno de España]. «Así en el Quijote, cuando se encuentra con el caballero vizcaíno dice“Vizcaíno, luego secretario”; secretario no es grano de anís, es secretario de estado, o notario del reino (…) Vascos fueron el primer embajador español en los Estados Unidos, de Bilbao, Diego Mª de Gardoqui, y el último general que muere en América luchando contra la independencia, es decir, a favor de la Corona y de España es Pedro de Olañeta. Otro vasco, Ignacio de Loyola, siglo XVI (…) funda en 1534 la Compañía de Jesús, que no es solo una orden vasca, sino también el instrumento de la contrarreforma católica del siglo XVI» (…)

Me permito interpolar al texto de Fusi una nota mía. Cuando estaba yo escribiendo los Hechos de los apóstoles de América, hube de leer muchos libros sobre el tema, y entre ellos el de Felipe Guamán Poma de Ayala (1534-1615), Nueva crónica y buen gobierno (Historia 16, Madrid 1987, vol. I-III). El autor, de noble familia yarovilca, en 1300 páginas, ilustradas por él mismo con 400 preciosos dibujos, describe en buen castellano la conquista y el desarrollo del Perú, cuando este Virreinato existía desde hacía unos 70 años. Al llegar en su crónica a la descripción de la ciudad de Guanuco, dice: «Es de la Corona real, que desde los Incas fue así, fiel como en Castilla los vizcaínos. Son fieles, grandes servidores de Dios y de su Majestad» (v. III, pg. 1112). Pido excusas, y continúa el profesor Fusi.


«Seguimos hablando de un País Vasco con una población muy escasa. Sabemos que a finales del siglo XVIII tiene 300.000 habitantes, y que Bilbao podría tener entonces unos 8 o 9.000 habitantes. Guipúzcoa, por un estilo. Vitoria, un poco menos. Y España tienen en ese momento unos 11.000.000 habitantes (…) Sevilla tiene 500.000 habitantes en el siglo XVI, Madrid no llega a doscientos y pico mil. Estábamos hablando de un País Vasco pequeño. No obstante, esos hidalgos tienen un peso muy importante» en la vida del Reino de España. (…) «En todo caso –he empezado en el siglo XII y estamos ya varios siglos después–, no hay ninguna duda sobre la idea de la plena integración de estos territorios, y sin conflicto, en lo que primero es Castilla y luego pasa a ser Reino de España, y España». Puede citarse como ejemplo, «Peñaflorida, la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, la primera que se crea en España de su modelo que sirve de modelo a las 80, 90 o 100 reales sociedades vascongadas que proliferan por toda España en el siglo XVIII, y que son como gabinetes de estudios económico-sociales para el desarrollo del país» [como todavía los tiene ahora el BBVA: Banco Bilbao Vizcaya Argentaria.] (…)

«La Ley del Decreto de 25 de octubre de 1839 no fue abolitoria de fueros, confirmó los fueros (…). La que sí es abolitoria es la Ley de 21 de julio de 1876 que dejó abolido el sistema foral, pero que fue inmediatamente compensado en febrero de 1878 con la concesión y la creación del sistema de conciertos económicos» (…)

«El gran cambio es a partir de 1880. De 300.000 habitantes vamos a pasar a 900.000 en 1900 y a los 2.100.000 que tenemos ahora (…) La industrialización significa la proyección, la irrupcióndel País Vasco en la historia de España (…) Bilbao se convierte en una de las capitales financieras, económicas, industriales y uno de los centros dinámicos de España (…) Lo que define al País Vasco a finales del siglo XIX y a todo lo largo del XX, incluído bajo Franco, es la enorme irrupción de esta región en la historia de España por la enorme proyección del capital y la industria vasca en toda la economía española».

No transcribo, por no alargar demasiado mi artículo, las observaciones muy interesantes que Fusi hace sobre la formación del nacionalismo vasco, su lugar en la Guerra Civil, la fuerte tradición socialista de la región, la llegada de los nacionalistas al gobierno de Euskadi en las últimas décadas, que a pesar de sus fuertes presiones, en modo alguno extingue la existencia firme de un no-nacionalismo. A los antiguos nombres de Unamuno, Baroja, Maeztu, podrían añadirse hoy los de Blas de Otero, Gabriel Celaya, García Cortázar, Juaristi, Savater y otros.

La verdadera historia del País Vasco es libre, noble y hermosa. Los abertzales(nacionalistas separatistas) denigran continuamente a sus antepasados vascos, pues afirman que durante siglos han sido siervos oprimidos, gentes sin fuerza para afirmar su identidad nacional y su justa independencia. Pero mienten, y la verdad es otra, la que hemos comprobado. Los vascos han sido españoles desde hace muchos siglos, son cofundadores de España, la formada plenamente por los Reyes Católicos, y siempre han sido especialmente activos en los altos puestos de la dirección de España.


José A. Sentís, periodista y profesor en la Universidad Complutense, hace notar en referencia al caso vasco: …«en lugar de reivindicar su paternidad compartida en la fundación de España, que objetivamente les pertenece, los nacionalistas crean un imaginario de sumisión y dominación,como si les avergonzara su pasado glorioso y se enorgullecieran de sus fracasos inexistentes. Digan lo que digan estos intérpretes victimistas de la Historia, ellos no son España porque España les hubiera colonizado o doblegado por las armas, sino porque la compusieron desde el principio. Son más España que otros antiguos reinos de esta península».

Para final, unas palabras del ex etarra y escritor Jon Juaristi (Bilbao 1951-):

«¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes, y por qué hemos matado tan estúpidamente?

Nuestros padres mintieron: eso es todo».

IV.- Cataluña es España

En la Hispania romana Cataluña era la Tarraconense. Y para describir en síntesis lo que sigue a la romanización primera, expolio esta vez al gran historiador Luis Suárez, en su artículo La nación española (La Gaceta fin de semana, 10/11-I-2004). Coinciden sus apreciaciones con las de otros grandes historiadores catalanes, como Ramón de Abadal, Marcelo Capdeferro, Jaime Vicens Vives (cf. R. de la Cierva, Historia total de España, Fénix, Madrid 1998; en Misterios de la Historia, Planeta 1990, cp. III: Cataluña, mucho más que un Milenio, 107-157, hace una síntesis preciosa de la historia de Cataluña en España). Escribe Suárez:

«En su origen el término nación carece de las connotaciones políticas que en el siglo XIX se le asignaron. Significa únicamente naturaleza o nacimiento. En los Estudios Generales, origen de nuestras Universidades, se empleó para agrupar a profesores y alumnos de acuerdo con el lugar de procedencia (…) Es preciso llegar al Concilio de Constanza (1412-1414) para que se obtenga una definición más concreta. Se dijo entonces que la Cristiandad, es decir, Europa, estaba ordenada en cinco naciones: Italia, Alemania, Francia, España e Inglaterra. Cada una de ellas contaba con una pluralidad en las estructuras políticas y administrativas, si bien se reconocía que poseían vínculos de unidad (…) Pedro IV el Ceremonioso [Balaguer 1319-Barcelona 1387, Rey de Aragón, decía] desde Barcelona que “Cataluña es la mejor tierra de España”. Y los arzobispos de Braga, Toledo y Tarragona reclamarían para sí el título de primado de España (…)

«No faltaron intentos de restablecer la unidad política que tuvieran [en España] los visigodos(…) Y así, en el siglo XIII, España se integró en cuatro reinos, que no desconocían la unidad. Cuando los peninsulares salen al exterior se les reconoce como españoles (…) Y cuando Jaime II [Valencia 1267-Barcelona 1327, rey de Aragón y de Valencia, conde de Barcelona], al desembarcar en Cerdeña, hace ondear por primera vez la senyera, está lanzando al aire los dos colores, rojo y gualda, que los españoles todos harán suyos (…)

«Reforzar la unidad era sin duda la meta a la que todos aspiraban», y esto solo podía hacerse por la fuerza o «mediante un acercamiento entre las familias reinantes, hasta hacer que todas fuesen una sola dinastía, como pretendieron los Trastámara. Nadie dudaba de que la unidad era superior (…) Y en Caspe triunfó este criterio, llamando a un Trastámara, Fernando, fruto de dicha unión. Con más claridad lo expone la Generalidad de Cataluña cuando, en 1463, al rechazar a su rey, Juan II, al que culpa de quebrantar la legitimidad de ejercicio, se dirige a Enrique IV de Castilla y le pide que ciña la corona porque él significa la legitimidad de España entera.

«La conciencia de que se forma una nación está en la base del proceso. Ya Pedro IV [el Ceremonioso, antes aludido] pidió a su yerno, Juan I, que admitiese a catalanes y valencianos en los privilegios de Brujas [que a mediados del siglo XIV había reconocido como «nación española» a marinos y comerciantes de nuestra península instalados en Brujas], porque “españoles somos todos”.

«Cuando Fernando e Isabel consuman el proceso (…) España será, con ellos, unión de reinos, es decir, soberanía fuerte y consolidada, con estructuras administrativas que se respetan».

Cataluña es hoy una región de España altamente desarrollada en cultura, en arte, en industria y en muchos otros campos de la vida social; un pueblo, una «nación» en el sentido antiguo, que ha conservado sus tradiciones y su lengua, abundante en literatura desde antiguo. Gran parte de su población está formada en los últimos decenios por españoles procedentes de otras regiones de España menos desarrolladas.

Francisco Cambó (1876-1947), político catalán, en octubre de 1937 publicó en La Nación un artículo titulado La cruzada española, en el que decía: «No es hoy momento de discutir cómo se regirá la nueva España [cuando termine la guerra civil]. Pero una cosa podemos decir: España (…) fue un más grande valor universal en cuanto fue más española, más íntimamente unida a la solera medieval que la forjó preparando la gran obra de los Reyes Católicos y de los primeros Austrias, mientras que las etapas de su decadencia coinciden con las de su decoloración tradicional» (en R. de la Cierva, Misterios de la historia, Planeta 1990, 144).

V.- Los «ocupados y oprimidos» de Cataluña

Lo recordaré brevemente. Cataluña se integró en España hace cinco siglos, por la unión de los reyes Fernando e Isabel; no por las armas, sino por vinculación de dinastías, como era frecuente en la época. Y cuando, después de Franco, se reinició la forma política de España en la Constitución Española de 1978, estableciendo las Autonomías, integradas «en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (art. 2), con «integridad territorial» inviolable (art. 8), de los 4.398.173 catalanes llamados al Referéndum para pronunciarse sobre dicha Constitución, votaron 2.839.715, un 64,5%. Y de ellos dieron voto afirmativo 2.701.870, y negativo 137.845 (de los votos válidos, 95% sí, 5% no). El resto se abstuvo o dio votos nulos o en blanco.

Cataluña, por tanto, votando por gran mayoría la Constitución Española del 78, se autodeterminó, reafirmando su unión secular al Reino de España. Y aquellas votaciones fueron perfectamente libres, no como las de Rumanía con Ceaucescu o las de Cuba con Castro. Otros hubo que en el mismo Referéndum prefirieron la abstención (como el PNV) o que votaron en contra (ERC, BNPG y otros).

Desde entonces hasta hoy la Generalitat ha estado gobernada por nacionalistas, que al paso de los años han ido imponiendo el catalanismo independentista en todos los campos a marchas forzadas y uniformemente aceleradas –educación, control de casi todos los medios de comunicación, política lingüística abusiva, preferencias pro nacionalistas en subvenciones, fundaciones, contratas, etc.–. De ese modo, apoyados por la eficaz colaboración de eclesiásticos nacionalistas, en treinta y cuatro años han logrado inculcar en una buena parte del pueblo catalán la convicción de que Cataluña está «ocupada y oprimida» por España (!). Y que por tanto, hay razones de sobra y causas justas para procurar su propia soberanía e independencia.

Podemos preguntarnos: ¿y cuándo se produjo esa ocupación de Cataluña? ¿Antes de la Constitución del 78? No se explica entonces que la aprobaran, y con tanta mayoría. ¿Después de la Constitución? Es muy increíble, manteniendo los nacionalistas el gobierno desde el 78 hasta hoy, y forzando su catalanización implacablemente y cada vez más. Simplemente, es la falsificación de la historia y del presente para justificar una independencia pretendida de modo gravemente injusto.

Esa mentira, aun siendo tan obviamente falsa, ha conseguido una profunda y extensa difusión incluso entre personas cultas y de honesta vida. Podemos comprobarlo en el siguiente ejemplo.

El Sr. Obispo de Solsona, Mons. Xavier Novell Gomá (1969-), en la Homilía de la Missa de la Mare de Déu del Claustro, festa major de Solsona, en una Catedral repleta de autoridades y diocesanos, dos días antes de la Díada que se venía anunciando independentista, predicó que la Virgen María, «nacida en un país ocupado y oprimido» (el Israel ocupado y oprimido por el Imperio de Roma) «sabe bien lo que significan estas banderas» independentistas («nascuda en un país ocupat i oprimit (…) sap bé el que signifiquen aquestes senyeres»). «¿Qué le debemos explicar nosotros sobre los deseos nobles y justos de independencia de un pueblo? Pasado mañana, en Barcelona, una gran manifestación reclamará la independencia de Cataluña: “Cataluña, próximo estado de Europa”»- Què li hem d’explicar nosaltres sobre desitjos nobles i justos d’independència d’un poble»).

Ésta es sólo una muestra de la colaboración profunda que el nacionalismo independentista, durante decenios, ha recibido en Cataluña de numerosos eclesiásticos, y las grandes ayudas que éstos han recibido en justa reciprocidad del nacionalismo gobernante. Germinans germinabit ha publicado sobre este asunto varios informes muy notables, como por ejemplo: (1), (2) y (3).

En la Guerra Civil del 36, tan terrible, como todas las guerras, especialmente cuando son civiles, cada parte recibió de la otra grandes golpes y agravios. Pero, gracias a Dios, en tres cuartos de siglo ya quedaron atrás esos males. Lo que entonces perdieron los vascos y catalanes, concretamente, en estos decenios lo han ido recuperando con creces, y actualmente tanto el País Vasco como Cataluña están entre las regiones más prósperas de España, y su autonomía política es mayor que la que nunca tuvieron en su historia. Sin embargo, la exigencia que ya he señalado de justificar la causa independentista alegando intolerables injusticias y ofensas, es decir, falsificando la historia y el presente, explica que el nacionalismo soberanista haya inculcado en una buena parte de la población, usando todos los poderes del Gobierno local, el convencimiento de que es «un país ocupat i oprimit». Como Roma ocupaba y oprimía a Israel, así España ocupa y oprime a Cataluña. La Virgen María es testigo.

Una vez instalado el Gobierno nacionalista en Cataluña, y lo mismo en Euskadi, son los españoles originarios de otras regiones o los mismos catalanes y vascos no nacionalistas los realmente «ocupados y oprimidos». O los exiliados.

Oremos, oremos, oremos. «Mantenéos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús» (Flp 2,2-5). Cristo es «verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4,42). No hay otro (Hch 4,12).

José María Iraburu, Larreta, Mathieu, López de Goicoechea, Echeverría, Latasa, etc.,

Post post. -Señalo varios artículos de InfoCatólica y uno de Religión en Libertad, recientemente publicados, sobre la unidad de España y el separatismo.

Tomás de la Torre (11.09.12), Lo que no se ha contado sobre la homilía del obispo Novell.

Enraizados (12.09.12), Según la doctrina de la Iglesia, ¿sería ética la independencia de Cataluña?

Tomás de la Torre (13.09.12), Texto de la homilía del obispo Novell.

José María Iraburu (18.09.12) La Iglesia y la unidad nacional, I -Italia.

Milenko Bernadic (19.09.12), Tots som catalans. Un viaje temerario hacia lo (des)conocido.

Bruno Moreno (25.09.12), La independencia de Cataluña y los católicos.

José María Iraburu (26.09.12) La Iglesia y la unidad nacional, y II -España.

Luis Fernando Pérez Bustamante (27.09.12), Per ofrener noves glòries a Espanya.

También me permito indicarles

José María Iraburu (21.04.12), El patriotismo y la crisis actual.
Índice del blog "Reforma o apostasía"

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