Aleteia- Inma Alvarez (30/5/2013): El caso de una mujer enferma embarazada de un feto anencéfalo en El Salvador es el enésimo caso llevado a la prensa mundial para justificar la introducción del aborto en los pocos países Latinoamericanos que aún blindan el derecho a la vida en sus constituciones. Una pobre mujer que seguramente morirá porque un Estado injusto no le va a permitir abortar a un feto sin cabeza, que va a morir de todas formas en cuanto nazca.
La mujer, a la que se le llama en los medios “Beatriz”, está enferma de lupus eritematoso discoide, según informa el diario español El País:
una enfermedad que en realidad no es mortal:
y que en principio tiene pronostico positivo, pues afecta sólo a la capa cutánea (a diferencia del lupus eritematoso sistémico, mucho más grave, aunque otros medios afirman que la enfermedad que padece Beatriz es esta segunda), y que suele tratarse con corticoides y, en ocasiones, con talinomida, un compuesto causante de numerosas malformaciones fetales. Al respecto, es muy interesante el artículo de Carlos Mayora Re:
El Constitucional de El Salvador ha dictaminado que “los derechos de la madre no pueden privilegiarse sobre los del nasciturus”. Inmediatamente la prensa internacional ha reaccionado en contra de la decisión. Por su parte, las asociaciones provida denuncian numerosas manipulaciones en torno a este caso:
Entre ellas, que a pesar de que se afirma que está en grave riesgo de muerte, existe poca claridad acerca de su estado real de salud. La polémica puede seguirse en este enlace:
Más allá del caso concreto, se plantea la cuestión del aborto de los fetos anencefálicos. Se trata de una malformación genética por trisomía del cromosoma 18, por la que el feto carece de cerebro y muere normalmente al poco de nacer, aunque se da el caso de bebés que superan este periodo, como el caso de Marcela de Jesús Galante Ferrerira:
¿Un bebé anencefálico es persona? ¿Tiene derecho a la vida? ¿O es una mola, una masa informe o tumor, como algunos afirman? Al respecto, el doctor José Jara, presidente de la Asociación de Bioética de Madrid, en declaraciones a Aleteia es claro: “se trata de una persona enferma, que padece una anomalía congénita severa. Pero en ningún momento se duda que se trata de una vida humana, de una persona humana”.
Más declaraciones sobre el tema realizó también la Pontificia Academia de la Vida:
El pasado 31 de julio del año pasado, la asociación española Ginecólogos por el Derecho a Vivir invita a firmar y a difundir entre médicos, psicólogos y personal sanitario un manifiesto en defensa del paciente prenatal y de la verdadera Medicina Fetal. Junto al manifiesto, los médicos publicaban una carta abierta en la que se hablaba específicamente de los bebés anencefálicos: “Sabemos que la enfermedad conlleva un gran sufrimiento, pero cuando hacemos un seguimiento, hemos podido comprobar por nuestra experiencia, que las familias que acompañan a sus hijos enfermos hasta su muerte natural tienen un menor sufrimiento a largo plazo y por tanto una vida más saludable. Por el contrario, la decisión de terminar el embarazo les causa mucho sufrimiento porque supone participar intencionadamente en la muerte de un hijo”:
La cuestión de fondo, explica el doctor Jara, es “si prevalece el amor a la vida aunque sea enferma y desvalida, frente a otras consideraciones. Está claro que la vivencia de la discapacidad depende de las personas: para algunas es un trauma insuperable, para otras es una ocasión para dar lo mejor de sí mismas amando al hijo discapacitado”.
Para el doctor José María Simón Castellví, presidente de la Federación Internacional de Médicos Católicos (FIAMC), “un bebé anencefálico es una persona humana igual en dignidad que nosotros. Sería gravemente injusto eliminarla por ser discapacitada. Estas personas tienen una falta de tejido nervioso que les acarreará la muerte espontáneamente. No es que no tengan cerebro, es que tienen muy poco tejido neural”.
“Las personas que tienen defectos incompatibles con la vida cumplen también una misión en este mundo caduco: ¡la de permitirnos volcar amor en ellos!”, añade, en declaraciones a Aleteia.
El caso de Marcela de Jesús, en Brasil, puede ayudar a pensar: