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miércoles, 16 de julio de 2014

Virgen del Carmen: Monte Carmelo, Escapulario y Purgatorio + San Juan de la Cruz (1428)





Nuestra Señora del Carmen

-1155: Después de la 2ª Cruzada, el francés Bartolomé Avogrado, inspirado por el profeta Elías, viajó al Monte Carmelo (Karmel en hebreo es viñedos de Dios). Allí inició una comunidad de ermitaños y se levantó una iglesia dedicada a la Madre de Dios. Tomaron el nombre: Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

-1235: Los Carmelitas fueron expulsados de Tierra Santa por los mahometanos o sarracenos del desierto. Al marcharse del Monte Carmelo, la Virgen se les apareció mientras cantaban la Salve Regina y les prometió ser para todos la Estrella del Mar, su guía y protectora. Llegaron salvos a Europa y difundiern la devoción a la Virgen del Carmen.

-1246: La Virgen se apareció el 16 de julio al cruzado inglés san Simón Stock, siendo Superior general de los Carmelitas. Le dió un Escapulario como signo especial de gracia para no sufrir el fuego eterno cuando se muere portándolo.

-1314: La Virgen se apareció al cardenal francés Jacques Dùese, en el cónclave que duraba dos años, para anunciarle que sería papa como Juan XXII e hizo una nueva promesa para los portadores del escapulario: si van al purgatorio trasladaré sus almas al cielo, el sábado siguiente a su muerte.

-Santa Teresa de Jesús (Ávila 1515-Alba de Tormes 1582) reformó la Orden Carmelitana.

-Santa Teresita, Teresa del Niño Jesús o Teresa de Lissieux (1873-1897). Religiosa Carmelita.

-1901: Nuestra Señora del Carmen es nombrada oficialmente por Real Orden Patrona de la Armada Española.


«Creemos que entre estas formas de piedad mariana 
deben contarse expresamente 
el Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmen. 
Esta última práctica, por su misma sencillez 
y adaptación a cualquier mentalidad, 
ha conseguido amplia difusión entre los fieles 
con inmenso fruto espiritual» 
(PABLO VI, Exhortación Marialis Cultus)

Sumario:
-El monte Carmelo
-¡Mar adentro!
-Sólo un puerto para los navegantes (incluídos los de la Red)
-El purgatorio
-El escapulario del Carmen
-Carolina terminó derecho y entra en las carmelitas

El monte Carmelo

Hay en Palestina, al sureste de Haifa, un monte calizo de más de quinientos metros de altura llamado Carmelo (voz derivada de kerem, viña fértil o bello jardín de árboles). Allí se contemplan abundantes manantiales que embellecen el lugar con rica y variada flora: laureles, mirtos, encinas, tamarindos, algarrobos, cedros, pinos, lentiscos...

La Sagrada Escritura celebra la belleza del Carmelo, pequeño paraíso donde el profeta Elías defendió la pureza en la fe de Israel, con aquel milagro del toro que, empapado, ardió en el altar...

Después, la fe cristiana germinó para el mundo una rica espiritualidad en la que no podía faltar un grande amor a la más bella flor de la creación, llamada por el pueblo cristiano Flor eterna, Flor de las flores, Flor de género humano, Flor de la inocencia, Flor de las vírgenes, y también Flor del Carmelo. Nosotros la invocamos como Nuestra Señora del Carmen, y celebramos su fiesta el 16 de julio.

Desde aquella cumbre se divisa amplio el mar. La Madre contempla a sus hijos navegantes; vela, y ellos lo saben. Quizá por eso la Virgen del Carmen es invocada como singular protectora de cuantos del mar viven. La mar compite con el cielo y la tierra en alabanzas a la Reina y Señora de todo lo creado, Emperatriz del Universo.

Si pudo decirse que «vivir no es necesario, navegar sí» (Plutarco, Vida de Pompeyo), vivir es navegar. Todos somos gente marinera. La Iglesia es una barca, la de Pedro, surcadora, por voluntad de Cristo Jesús, de los mares todos de nuestro planeta azul, con el fin de atraer y aposentar a bordo la entera humanidad; y arribar al puerto feliz de eterna Vida.

El mar inmenso es igual y distinto. En ocasiones el sol se apaga, cae la niebla o la noche, ruge la galerna. Entonces los hombres alzan su mirada y ven -cualquiera que sea la dirección de la brújula en la rosa de los vientos- una Estrella tal que cuanto más cerrada es la oscuridad, más densa la niebla o procelosas las aguas, más intensa y límpida brilla en lo alto. El ánimo se sosiega; cada uno en su puesto, cumple seguro su tarea con la esperanza cierta, sin temor alguno, con un cantar en el pecho, de verso veraz y aire festivo:

Al marinero en la mar
nunca le falta una pena:
ya se le rompe el timón,
ya se le rifa la vela

No es para desesperar: es el Amor de Dios que conduce al conocimiento propio, a la humildad, e invita a mirar al Cielo, a la Estrella del Mar que nos habla del puerto final que da sentido a nuestro bregar contra viento y marea; y nos recuerda que no hay huracán ni ola tan brava que pueda hacer naufragar su Corazón Dulcísimo. La barca sigue enhiesta, rumbosa, tan gozosa en la borrasca como en la bonanza, porque todo es obra o permisión de Dios, para que los del mar sean gente recia, vigorosa, de manera que un día puedan entrar en Dios, Santidad infinita.

No hay que preocuparse si hay tiempos de dificultad, si a veces parece que todo se hunde, o que el viento es más fuerte que nuestras fuerzas.

A la sombra de un navío
me puse a considerar
las fatiguitas que pasa
un marinero en la mar

A la luz de la Estrella, comprendemos que «fatiguitas» son todos nuestros agobios. Y si acaso, ante el riesgo de zozobra, se colase de rondón el miedo en el alma, sería también ése un momento glorioso, providencial: «En la oscuridad de la noche, cuando un niño pequeño tiene miedo, grita: ¡mamá!. -«Así tengo yo que clamar muchas veces con el corazón: ¡Madre!, ¡mamá!, no me dejes» (B. Josemaría Escrivá, Via Crucis, IV, 3). Sólo los niños y los que se hacen como niños entrarán en el Reino de los Cielos, Palabra de Dios.

¡Mar adentro!

Lo que nunca ha de suceder es añorar la aparente seguridad de la tierra firme. En el contratiempo, la nostalgia de lo sólido es falta de fe. Si alguna vez ha de tocarse un puerto que no sea el definitivo, debes fondear, pensando en que has de levar.

Siempre prontos a oir la voz del Maestro: ¡Boga mar adentro! (Lc 5, 4). Para la gente marinera, el descanso ha de ser breve: quien se afane en conservar su vida, la perderá; vivir no es necesario, navegar sí. Es preciso hacerse a la mar, afrontar la aventura, encarar a menudo el temporal. Quien mire la Estrella, tendrá siempre claridad en la mente, paz en el corazón, fe firme, esperanza segura, amor encendido. Alcanzará la santidad, requisito indispensable para arribar al Cielo.

¡Santidad! Quizá turbe esta palabra. Hay almas grandes, recias, que sin duda la alcanzarán. Pero yo..., en mi situación, con mis defectos patentes, con mis miserias ocultas, ¿cómo aspirar a tan grande maravilla? Si otra fuese mi coyuntura, si diverso fuese el mar o distinta la ola...

!Qué misterioso es el barco: podría estar navegando ahora mismo por otros mares! ¿Por qué aquí y no allá? ¿por qué en esta ola y no en otra, ¿por qué bajo la calma exasperante, o bajo truenos y relámpagos, y no en la bonanza gozosa?

La coyuntura no es fruto del azar o del acaso -"acaso", "azar", son palabras vanas-, ni de un ciego determinismo. El determinismo es siempre esclavo de la libertad. Tu situación es una encrucijada de libertades en la que señorea la Libertad de Dios, sapientísima, que amorosamente busca enlazarse con la tuya para conducirte a las honduras de la intimidad divina. ¡Deja el misterio oculto en la Sabiduría infinita! Está seguro de que no serías más feliz en otro mar, en otra ola, bajo otro cielo. Tu coyuntura es óptima. Si es preciso, rectifica el rumbo. Boga mar adentro. Métete por caminos de oración y sacrificio, de trabajo esforzado, de servicio oculto y silencioso a Dios, a quienes te rodean, a la sociedad.

La Estrella del Mar te sonríe. Tu horizonte está repleto de posibilidades magníficas. Escucha: «seguidme, y os haré pescadores de hombres (Mc 1, 17). Se hará una gran bonanza en el mar cuando menos lo esperes. Olvídate de ti mismo y del tiempo; asume tu responsabilidad específica en la Barca de Pedro. ¡Despierta!, mira que es grandísima la mar y hay que salvar no sólo tu alma, sino la de muchos que aún no se hallan en la barca y nadan en aguas amargas. Hay mucho que bregar. «La vocación cristiana es esencialmente vocación al apostolado» (ConcilioVaticanoII, AA, 2): es cosa recia, faena de pescadores de hombres...

Sólo hay un puerto para los navegantes 
(incluídos los de la Red)

Sólo hay un puerto: el Cielo eterno. Es también el de los navegantes por la Red electrónica. Si allí no arribáramos, el fracaso sería absoluto e irreversible. Y allá sólo puede entrar lo santo, porque Dios es tres veces Santo, y es natural que diga: «Sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo» (Lev 19,2). Por fortuna no hay más remedio: navegar hacia la Santidad, con mayúscula. Nos guía la Estrella inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, Madre buena que nos limpia cuando acudimos a su regazo -¡mamá!-, nos lleva de la mano al sacramento del Perdón y nos pone guapísimos para presentarnos dignamente ante el trono de Dios.

El purgatorio

Pero a veces -¡ay!- nos resistimos, nos falta amor, no somos mortificados, no hacemos penitencia suficiente, y podemos morir en amistad con Dios pero con manchas, con deudas que saldar. Entonces, la Misericordia sin límite lleva el alma al Purgatorio. Son -los de allá- mares de fuego; no como los angustiosos del Infierno, donde no hay esperanza alguna: en el Purgatorio no hay odio, sino conocimiento amoroso de Dios, esperanza certísima de poseerle un día. Hay mucha luz, mucho amor en el Purgatorio; por eso son tan dolorosas las ofensas cometidas que restan por saldar. En cierto modo, son mayores aquellos dolores que los más grandes de la tierra; sin embargo, quienes allá se encuentran, no los cambiarían por los mayores placeres nuestros. Saben que su dolor les purifica, cauteriza sus heridas, les enciende en amor y les aproxima a la visión de Dios. Así gozan, aunque sea navegando, nadando en mares de fuego. Así debemos gozar nosotros en la tierra con nuestras siempre pequeñas fatigas: el dolor, la enfermedad, el sacrificio que conlleva la fidelidad al deber de cada instante. «Si sabes que esos dolores -físicos o morales- son purificación y merecimiento, bendícelos» (Camino 219).

El escapulario del Carmen

Así no hay miedo a la vida ni a la muerte. El dolor que contienen es un tesoro inestimable. Y para llevarlo con alegre elegancia nos revestimos al gusto de Nuestra Madre, con el escapulario del Carmen. Así nos hallamos seguros en el lance supremo: quien muera «con este escapulario no sentirá pena de fuego eternamente, y muriendo con esto será salvo». Son palabras de la Virgen Santísima. «No se trata de asuntos de poca monta, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen. Se trata, en otras palabras, del más importante de los negocios y del modo de llevarlo a cabo con seguridad». Es la garantía del triunfo absoluto, no por medio de algún mágico amuleto, sino de una prenda que se porta día y noche como «símbolo elocuente de la oración que invoca el auxilio divino y de la consagración al Corazón santísimo de la Virgen Inmaculada» (PIO XII, Carta, con ocasión del centenario del escapulario del Carmen, AAS 42, 1950, pp. 390-391).

Además, ese símbolo acomodado a nuestro modo humano de ser, espiritual y sensible a un tiempo, encierra otra seguridad maravillosa: «Yo soy la Madre de la Misericordia -dice Nuestra Señora del Carmen-, y descenderé al Purgatorio el primer sábado después de la muerte (de quien haya llevado dignamente el escapulario), y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la vida eterna» (JUAN XXII, Bula Sacratissimo uti culmine, 3-II-1932).

¿Quién despreciará, por menuda, cosa que encierra tan firmes y relevantes promesas de la Madre de Dios? ¿Quién dudará de la omnipotencia suplicante de Nuestra Señora del Carmen? ¿Quién sonreirá displicente ante la humildad mariana?

«Creemos que entre estas formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmen. Esta última práctica, por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual» (PABLO VI, Exhortación Ap. Marialis Cultus).

«Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. -Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices-. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!» (B. Josemaría Escrivá, Camino, 600).

Así pues, la vida es singladura divina; y la muerte, ¡Vida! Y en todo lugar y momento -salvo en el abismo del Infierno- acompaña la Estrella del mar en las bonanzas y en las tempestades; en los fríos y en los calores, en la vida y en la muerte. Y es muy singular lo que acontece cuando el sol luce con claridad meridiana: la Estrella no se va, no se desvanece, mantiene pleno su encanto, el arrebol de su rostro, el brillo de su mirada, la luz de su sonrisa. Con Ella en la mente, en el corazón, en la mirada, podemos salvarnos no sólo del fuego eterno del Infierno, sino también del Purgatorio, y alcanzar el triunfo definitivo en el instante mismo de lo que llamamos «muerte» pero que es el tránsito a la Vida.

«Mas no piensen los que visten el escapulario que podrán conseguir la salvación eterna abandonándose a la pereza y desidia espiritual, ya que el Apóstol nos advierte ‘trabajad por vuestra salvación con respeto y sinceridad’» (Pío XII, l.c.). Respeto, sinceridad, coherencia vital, unidad de vida, autenticidad... ¡qué estupendas virtudes!. De todas es maestra y espejo la Flor del Carmelo, nuestra esperanza.

Vivir no es necesario, navegar sí. Sólo Dios es necesario, pero si vivimos, es necesario navegar hacia la Vida eterna, plenitud de sabiduría y amor. ¡A los remos remadores! ¡Esta es la nave de amores! (Gil Vicente).

Vocación al Carmelo




ReL-Luisfer Martínez (16/7/2014) publica en www.respublica.es una entrevista a una compañera de curso, Carolina Martínez; ambos han terminado recientemente la carrera de Derecho, pero ella ya sabe lo que va a hacer: entrar en un convento de carmelitas siguiendo la máxima de Santa Teresa. Esta es una entrevista que sintetiza los interrogantes que despierta hoy una vocación a la clausura entre los adultos jóvenes. Republicamos algunas de las preguntas (la entrevista íntegra está en Respublica.es).

Carolina es navarra, de las que usan el ‘ico’ al final de casi todas las palabras, de las que vibran con lo foral, con cada tramo de la ciudadela y con cada adoquín de la Plaza del Castillo. 

Carolina iba a comenzar su tesis doctoral el próximo mes de septiembre, pero le surgió otro evento en agosto. El evento tiene que ver con un monasterio de clausura en el que va a pasar su vida. [...]

- ¿Hay contacto real con Dios?
- Sí. Hombre, no le voy a ver, ¿sabes? Pero rezando sí hay contacto real con Dios. Aunque eso no solo en el convento, pienso que todo cristiano tiene que tener ese contacto. Si no, tendría una forma muy… solitaria de rezar.

-¿Qué buscas en el convento? ¿Ser feliz o hacer feliz a alguien?
-No entro ahí para buscar mi propia felicidad, eso ya te lo digo, y no creo que nadie lo haga (lo que no quita que tengo la certeza de que voy a ser feliz ahí). Pero tampoco voy para hacer feliz a alguna persona en concreto. A ver, es difícil de explicar, mi entrada y la felicidad de otros no es una relación directa causa-efecto. Yo no busco expresamente que alguien sea feliz; de hecho, probablemente yo nunca vea los “resultados” que busco entrando al convento. Pero sé que desde ahí voy a ayudar a los demás, y eso es lo que quiero.

- ¿En qué consiste esa felicidad?
- No tanto el hecho de que yo entre ahora en un convento, sino más bien el hecho de que existan personas que deciden dejarlo todo para ayudar a gente que no conocen de nada, da un ejemplo a los demás, y quizá una o dos personas (y con eso es suficiente) se paren a pensar un poco, y conozcan cosas que igual nadie les ha enseñado.

[...]

- ¿Qué vas a hacer cuando te aburras?
- Pues ver la tele no, eso seguro –se ríe-. Por lo que me dicen las hermanas carmelitas, no voy a tener tiempo para aburrirme, pero ya te contaré cuando esté allí.

- ¿Cuánto tiempo has pensado hasta tomar una decisión tan importante para tu vida?
- Varios meses. Tampoco fue algo que se me ocurriera de golpe eh, fue más progresivo, no sé, poco a poco. Pero así más en serio me lo planteé a principios de este año.

[...]

- ¿Qué dicen tus amigos?
- Pues la verdad es que se alegran, así me pierden de vista… –se ríe mientras niega con la cabeza-. Pero sí se alegran, alguna casi llora y todo -y alguno-. Bastantes flipan porque no es lo primero que te esperas de una chica de 21 años, ¿no? Y además tampoco soy la típica chica que está mucho en casa, y la imagen -errónea- que se tiene de las monjas es de mujeres serias y/o aburridas; pero somos normales. Todos tienen también mucha curiosidad, porque es un mundo muy desconocido entre los jóvenes.

- ¿A quién se lo contaste primero y por qué?
- Aparte de a un sacerdote y a una amiga, a mi madre. Primero porque es mi madre y quería que lo supiese la primera; segundo porque me iba a ir dos días a visitar un convento (no el de carmelitas) y estaba en plenos exámenes y era muy raro que desapareciese de casa dos días, y tercero porque me da buenos consejos.

- ¿Es para siempre? ¿Y si te equivocas pero es demasiado tarde para rectificar?
- Ser monja es para siempre, para siempre. Lo he repetido intencionadamente, para que quede claro. Si te equivocas cuando ya es demasiado tarde para rectificar, como dices, pues ya nada, qué quieres que te diga, como todo en la vida. Pero no se entra a un convento directamente como monja, igual que no te casas con el primero que conoces, ¿no? Yo no voy con la idea de “jo, y a una mala, ¿me puedo ir?”, no tendría sentido entrar así, y si hay alguna chica que esté en mi situación pero con esa idea, puede quedarse en su casa que hará mejor. 

»Pero también por algo hay un tiempo de discernimiento, y una debe ser prudente al tomar una decisión así. Darse cuenta de que uno se ha equivocado cuando ya es demasiado tarde no es lo normal, otra cosa es que alguien cambie de opinión, o algo así, porque esto no es entrar al convento y ya está todo hecho, es una respuesta a Dios que tienes que dar cada día, y somos libres, y podemos decir que no cuando ya llevamos varios años dentro. En eso también hay que tener cuidado, la vocación no es algo momentáneo, es para toda la vida, y hay que vivirla día a día.

- ¿Separarte del mundo no es egoísta, como dejar de lado al resto de gente?
- No. A mí también se me pasó eso por la cabeza cuando me estaba planteando ser monja, porque todo el mundo tiene sus problemas, y era consciente de que al irme, físicamente, no iba a estar tan pendiente de asuntos que me preocupan. Pero no, no me voy a desentender de la gente, todo lo contrario, quiero muchísimo a mi familia y a mis amigos, y el hecho de que me vaya a otro sitio no implica dejarles de lado. Soy afortunada al poder decir que casi todos saben que voy a estar con ellos más que hasta ahora, aunque sea desde un convento, y creo que también es un punto de unión para ellos, porque al fin y al cabo, es algo que no es lo más normal, tener una amiga o hermana monja.

[...]

- ¿Entre el Cielo y la tierra con qué te quedas?
– Se ríe antes de contestar la pregunta- Con el Cielo, sin pensarlo. Un poeta, Alphonse de Lamartine, dijo: “el tiempo es tu navío, no tu morada“, y leyendo “Historia de un alma“, Santa Teresita recordaba la cita un poco distinta, y decía “la vida es tu navío, no tu morada“, que a mí me gusta más; vamos, que aquí estamos de paso.

- ¿Es tan grande Dios como para entregar una vida entera?
- Mira, si cada persona que existe en el mundo le entregase su vida entera, aún me parecería poco. Lo mínimo que yo puedo hacer, lo mínimo, ¿eh?, es entregarle mi vida entera. Pero esto lo digo para todos, la única forma de darle tu vida no es entrando en un convento o haciéndote cura, puedes casarte o vivir con 20 gatos y entregarle tu vida a Dios.

- Qué es lo que más te preocupa ahora mismo, por lo que más vas a rezar.
- Por las conversiones, para que todo el mundo conozca a Dios.

- ¿Qué es lo que más te atrae de la orden?
- Qué difícil… Creo que la entrega que supone, el olvidarse de todo menos de Dios: “Solo Dios basta…” Conlleva una fortaleza que me llamó mucho la atención a la hora de decidirme no por ser monja en general, sino carmelita descalza.

[...]

- ¿Qué estás haciendo durante los días inmediatamente anteriores a la entrada? 
- Rezar, sacar tiempo para estar con mis amigas y con mi familia, y hacer limpieza de cosas de mi cuarto, nada del otro mundo, no voy a hacer puenting ni cosas por el estilo.

[...]

- Cuando le conté tu historia a una amiga me contestó asustada con la pregunta ‘¿y no puede ni pintarse las uñas?’ Seguro que hasta una monja tiene algo de presumida, ¿no?
- Lo de las uñas ni me había parado a pensarlo en concreto -se ríe-. Sí que hay cosas que me he preguntado en ese aspecto, pero mira, es tan secundario comparado con el cambio de vida que supone entrar en un convento de clausura que me preocupa bastante poco. No, para mí no es importante en absoluto dejar de pintarme las uñas, maquillarme, ir de tiendas o salir de fiesta.


**********
San Juan de la Cruz


Trata de cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión. Compuesta por el Padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita Descalzo.

ARGUMENTO: Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de la perfección, que aquí llamamos unión del alma con Dios. Y porque tengo de ir fundando sobre ellas lo que dijere, las he querido poner aquí juntas, para que se entienda y vea junta toda la sustancia de lo que se ha de escribir; aunque, al tiempo de la declaración, convendrá poner cada canción de por sí y, ni más ni menos, los versos de cada una, según lo pidiere la materia y declaración. Dice, pues, así:


************
San Juan de la Cruz
Doctor de la Iglesia y Poeta Místico Excelso


"La Noche Oscura"

Canciones del alma que se goza de haber llegado al
alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
por el camino de la negación espiritual

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de santa Teresa de Avila, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Vida de San Juan de la Cruz

Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

Vida de Pobreza

Gonzalo de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de clase "inferior", fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542.

Asistió a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales.

A los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos.

San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Conoce a Santa Teresa

Santa Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o "modernizarla" sino mas bien para restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad.

Poco después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector.

Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos e1 espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.

La prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en "La Noche Oscura del Alma". A esto siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia con que la había soportado el siervo de Dios.

En cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de "Roberto el diablo".

Glorias para Dios

En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su lado , San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: "Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre." Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes.

Entre tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo.
Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.

Sufrimiento y unión con Dios

La celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa en la "Sexta Morada": insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: "No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo".

Los primeros poemas de San Juan, que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo:

¿En dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido? 
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.


El prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar:
-"Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.
-"Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la misa", replicó Juan.
-"No lo haréis mientras yo sea superior", repuso Maldonado.

En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo:

"Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba."
Algunos días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: "Por ahí saldrás y yo te ayudaré." En efecto, a los nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.

Gran guía y director espiritual

El santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada. Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología mística en la Iglesia.

La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el fin del hombre en la tierra es alcanzar "Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor"; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. "No hay trabajo mejor ni mas necesario que el amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el amor." El único instrumento del que Dios se sirve es el amor." "Así como el Padre y e1 Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".

El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Las verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener quidado en discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?.

Dios no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega.

Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.

Con su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales.

Su amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de Dios. Juan dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.

Pruebas y más pruebas

Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la orden.

El P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.

San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores.

La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas.

El P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación y la oración en las montañas, "porque tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los hombres."

Pero no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia.

En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.

La fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.

Santo y Doctor de la Iglesia

Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591. En su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar.

La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se viese su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.

Fue canonizado en 1726

Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la "Subida al Monte Carmelo", la "Noche Oscura del Alma", la "Llama Viva de Amor" y el "Cántico Espiritual", con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció laIglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas.

La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor."

San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue "libre, como libre es el espíritu de Dios". Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado".

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