¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
España en Marcha
El día que caiga el Gobierno, resonará un grito tan grande como jamás se haya oído hasta entonces en el mundo
«He encontrado la puerta que nos sacará de la cárcel, que nos conducirá hacia la libertad: escribo esto para mostrar esa puerta». (Peter Hoeg)
España en marcha, en una incontenible marea de cacerolas desembocando en calles rojigualdas; riadas humanas que salieron de los apriscos hediondos, de los establos infectos, de los muladares putrefactos de la dictadura para transmutarse de corderos en búfalos, de hamsters dando vueltas a patéticas norias en águilas voladoras, imperiales, españolas. ¡Viva la Patria y la Matria que nos parió!, ¡Honor a la raza indómita, a las ínclitas razas ubérrimas, a la sangre de Hispania fecunda, a los espíritus fraternos y las luminosas almas! ¡Salve!
Honor a ti, Núñez de Balboa, ejemplar imperial de nuestra raza, el primer europeo que divisó el Océano Pacífico, que quedó para siempre en la calle de Madrid donde comenzó la aventura de la libertad, la calle donde unos cientos de madrileños divisaron por primera vez el tsunami de cacerolas que está estremeciendo España, al grito de la libertad.
Somos ahora mismo la vanguardia del mundo contra el NOM, contra el Himalaya de mentiras del coronavirus, contra el Himalaya de dictaduras que arrasan la dignidad humana en tantos países del mundo, protagonistas como estamos siendo de otro 2 de mayo glorioso, que tumbará este Gobierno impresentable, ante el cual no es posible encontrar el calificativo que merece.
Porque los Gobiernos pueden tumbarse cruzando Rubicones o Puentes Milvios, tomando Bastillas, asaltando Palacios de Invierno… con motines de Esquilache o de Aranjuez, con asonadas militares, con pucherazos, con golpes de Estado, con mociones de censura, incluso con virus, mas también está la historia de cómo cayeron las murallas de Jericó, ante el fragor de la trompetería de los hebreos acaudillados por Josué, acto revolucionario que, mediante la rough music, inició la conquista de la Tierra Prometida, la de los ríos de leche y miel.
España en marcha, España Prometida, sustituyendo la trompetería de Jericó por las caceroladas, a cuyo estrépito caerán las murallas de la Moncloa ―por cierto, ¿qué hay del Borbonísimo, escondido en su covacha como un molusco en su concha?―. Cacerolas como armas cargadas de futuro, sencillo instrumento inserto desde hace tiempo en la panoplia de instrumentos revolucionarios, donde figuran los sans-culottes, las matracas, los claveles, los paraguas, los charivaris… Cacerolada porque ya no es imposible ejecutar cencerradas, porque los cencerros son para los borregos, para el ganado, no para los españoles en marcha.
España marcha al son de las caceroladas, como otros tienes charivari, skimmingtin ride, riding the stang, katzenmusik o scampanate, rimbombantes nombres, pero que no encajan con la casticidad de los doses de mayo, ni con el «¡A ésta es!» Con el que se alzan los pasos procesionales en mi tierra sevillana.
Porque es hora de que tomemos conciencia de que nadie nos salvará en esta hora decisiva de nuestra Patria y del mundo, sometido al despiadado ataque del Nuevo Orden Mundial: todavía no es la hora de los ángeles, ni de las legiones celestiales comandadas por San Miguel; las fuerzas de seguridad defenderán a la dictadura porque «solamente obedecíamos órdenes», la excusa perfecta para la implantación de los totalitarismos; el Borbonísimo es una patética sombra letiziana, un convidado de piedra, un fantasma preso en la realidad virtual del borbonismo y las logias; la Iglesia está tan pachamameada que ya está organizando la religión única mundial en los sótanos vatikanos; ¿los jueces?: ¡ay, que me da la risa!; y… ¡ah, del castillo!: ¿queda algún mesías por ahí que no sea correveidile de la mafia bilderbergiana?
Así que estamos nosotros, empuñando la bandera en una mano, y la cacerola en la otra, resucitando los genes que nos hicieron invencibles, haciendo honor a nuestra historia de gallardía y heroísmo.
Porque nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos… como dijo un poeta ―era rojo, pero es que casi todos los vates lo son―.
Y Lorca, que fue quien escribió esta hermosísima frase: «En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida»: España, España… (después de Dios)
España en marcha, grabando en nuestra gloriosa bandera el escudo de la libertad, las imperiales palabras del Plus Utra, porque ¿qué se divisa al otro lado de las cacerolas y las banderas? ¿Qué océano es el que se contempla desde el Himalaya de cacerolas y banderas?: la libertad, españoles, la libertad.
Porque es hora de que tomemos conciencia que no volverá a haber elecciones, a menos que la marea de cacerolas de Jericó les amedrente, pues es sabido que el socialcomunismo jamás suelta el poder cuando lo toma; que, en el caso de que haya elecciones, volverán a hacer otro pucherazo, ya que el objetivo histórico y ancestral de la izquierda es tomar el poder para siempre, finiquitando a la oposición… Por eso, no debemos cesar en las caceroladas de Jericó, con las que estamos dando al mundo un ejemplo de cómo tumbar el NOM.
España en marcha, no solamente contra el Gobierno más ominoso que vieron los siglos, sino contra la gobernanza mundial que nos quieren imponer en forma de dictadura orwelliana. Ahí estamos, otra vez en la vanguardia, la reserva de Occidente, del mundo, gritando: «¡Vade retro, Satanás!».
De La Balsa de la Medusa, el cuadro de Gericault donde unos náufragos confinados en una balsa se devoran a sí mismos, hemos pasado al cuadro La libertad guiando al pueblo, de Eugene Delacroix, en el cual el pueblo español ha cambiado los balidos por rugidos, los cencerros por cacerolas, la cárcel por los bulevares, la esclavitud por la dignidad, las mortajas por banderas, guiados por la libertad, por la justicia, por la verdad, porque somos seres humanos y, además, españoles.
Porque la chusma luciferina del NOM que ha dado un golpe de Estado mundial contra las libertades y los derechos nos intenta humillar, pretende mancillar nuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios, quiere chulearnos, se está burlando de nosotros, tratándonos como esclavos, como peleles, como eunucos cobardes, como coderos para el matadero, ejecutando un siniestro simulacro para ver cuánto aguantamos, cuánto soportamos, hasta dónde nos pueden humillar, para después soltarnos otros virus, intensificar su despotismo, aumentar sus dictaduras y así implantar el satánico NOM.
España en marcha contra la dictadura, que practica impunemente la prohibición de actos litúrgicos y la entrada de las fuerzas de seguridad en los templos, en actos de pura blasfemia; que desarrolla controles abusivos en las carreteras para evitar desplazamientos de recreo; que envía sus drones a las zonas costeras para evitar que haya paseantes en la arena o bañistas en el mar; que te vigila en los supermercados para ver si los matrimonios van a la distancia reglamentaria; que te asigna lugares señalados en el suelo en las farmacias, obligándote a colocarte donde te dicen; que te conminan a pasear por donde ellos te ordenan, a dar los pasos reglamentarios, a las horas reglamentarias; que censuran implacablemente todas las informaciones y opiniones contrarias a la «verdad oficial»; que impiden las manifestaciones contra los gobiernos, aunque sea con las malsanas mascarillas, y conservando la distancia de seguridad; que impiden reunirse con otras personas si se sobrepasa el número permitido; que cierran los parlamentos para que no haya críticas y para poder legislar por decretazos; que cierran los negocios y las empresas, llevando a los países a la bancarrota absoluta; que enloquecen a las poblaciones mediante confinamientos carceleros totalmente injustificados; que no nos permite tomar el sol en las playas, ni bañarnos… que incluso permite reprimir a los disidentes con la excusa de confinar en «Arcas de Noé» a los supuestos contagiados… ¿hasta cuándo vamos a consentir esto?
Basta ya de cadenas, basta ya de bozales, de mordazas, de cencerros, de burlas, porque, como decía Rousseau, «El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas». Y, además, hemos nacido españoles.
Y recordemos, grabemos en nuestra frente estas palabras, también de Rousseau: «Pueblos libres, recordad esta máxima: podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde».
No tenemos que suplicar la libertad, nadie nos la puede dar como regalo o favor: si eres un hombre, la tomas.
En 1962, Luis Buñuel estrenó su película «El ángel exterminador», una brutal parábola sobre la necedad, la estupidez, la cobardía, las miserias de una sociedad podrida, que es una perfecta metáfora para ilustrar el horror de la dictadura que vivimos, la dictadura del miedo, de la vacuidad, de la náusea, de la miseria humana.
Según se explica en Wikipedia, «Un grupo de burgueses de la Ciudad de México es invitado a una cena en la mansión de los Nóbile, después de asistir a la ópera. Mientras, los sirvientes y los cocineros sienten muchos deseos de abandonar la casa, y se marchan. Al terminar la cena, los invitados se dan cuenta de que no pueden salir de la habitación por una razón misteriosa totalmente desconocida, aunque aparentemente no hay nada que lo impida. A medida que van pasando los días, el alimento y la bebida empiezan a escasear, los anfitriones y los invitados enferman, la basura se acumula y duermen donde pueden. A partir de ese momento, la etiqueta, las buenas costumbres y la cordialidad y la cordialidad poco a poco se acaban perdiendo y los burgueses se comportan como auténticos salvajes».
Buñuel quiso hacer una película en la que poner de relieve la podredumbre oculta de la clase burguesa, aunque lo que explora la cinta es la degradación del comportamiento humano ante situaciones límite.
La película encaja en la dictadura actual causada por la estulticia cobarde de la gente, que da verdadero pasmo, pues la gente se queda encerrada en la mansión sin ningún motivo, sin que ninguna razón lo justifique, solamente porque alguien fue a salir de un salón y no se atrevió, actitud que se contagia al resto.
El caso es que se quedan atrapados, sin que haya ningún peligro exterior, presa del miedo, de la histeria, del pánico a nada en concreto, sin que nadie se atreva aponer un pie fuera de la habitación donde se encuentran: ¿no les parece increíble cómo se parece esta situación al estado de alarma dictatorial que estamos padeciendo?
Y, junto al inexistente problema, Buñuel encuentra la solución, ya que la encerrada en la mansión solamente puede abandonarla tras haber curiosamente conseguido estar todos y cada uno en la misma exacta postura en que comenzó la trágica encerrona. Es decir, que para salir de la dictadura lo que tenemos que hacer es volver a ser como antes, hacer las mismas cosas, recuperar la vida de libertad que nos dejamos arrebatar hasta el comienzo del confinamiento: claro como el agua.
En la escena final, la gente vuelve a quedarse encerrada en la iglesia a donde van a ofrecer un Tedeum por la liberación de su confinamiento, pero… vuelta a empezar, porque nadie se atreve a salir de la iglesia.
«En el plano final, vemos zigzaguear en su auxilio a todo un rebaño ovino, mientras que la policía reprime a balazos unas manifestaciones de protesta que casualmente están sucediendo en el exterior, y la banda sonora emite campanadas, balazos y esquilas sobre la impresión de la palabra “fin”».
Es lo que tiene ser corderos, que suelen ser carne de cencerro, de encerronas en apriscos, blancos perfectos para enemigos, visibles o invisibles. O sea: carne de dictaduras. Moraleja: ¿qué es lo que nos detiene para lanzar hasta las esferas a España en marcha? ¿Cuál es el enemigo? ¿Dónde está?
Y pasando a otra película, al comienzo de la famosísima «Ben-Hur» Judá le dice al tribuno Mesala, que acababa de ponderar el poder imperial de Roma, conminando a su amigo judío a unirse a él: «Roma es una afrenta a Dios. Roma esclaviza hoy a mi raza, a mi país, a la Tierra toda, pero no para siempre. Y ahora te digo que el día que caiga Roma resonará un grito tan grande de libertad como jamás se haya oído hasta entonces en el mundo».
Roma es hoy el Nuevo Orden Mundial
y el Gobierno de los Nosferatu
Y el grito que se oirá será
¡LI-BER-TAD! ¡LI-BER-TAD! ¡LI-BER-TAD!
¡ES-PA-ÑA! ¡ES-PA-ÑA! ¡ES-PA-ÑA!