Holocausto en Troya, Libertad en Ítaca
Por Laureano Benítez Grande-Caballero
21-11-21
En toda guerra hay quintas columnas, enemigos infiltrados, espías en la sombra, códigos cifrados, agentes dobles y, especialmente, «caballos de Troya», baluartes de la traición, trampantojos que vomitan enemigos en el silencio de la noche, con el agravante de que esos caballos se presentan como regalos tras una victoria, como preseas conquistadas tras una contienda exitosa: a su socaire, se organiza una zambra, se cae en la ebriedad del triunfo, y, cuando los presuntos vencedores se quieren dar cuenta, soldados y civiles han sido presa de una cruel degollina, de una espantosa vakunación…
y ahí los tenemos finalmente, grafenados, colmados de proteínas espiga, patentados genéticamente, lobotomizados, acabados.
Cualquier parecido de esta historia troyana con las vakunas no es casualidad, ni mucho menos, porque bajo la apariencia de poción mágica, de bálsamo milagroso curalotodo, de receta crecepelo y matavirus, la pócima satánica es una manzana podrida, una fruta envenenada… un caballo, sí, pero con jinete del Apocalipsis incluido, que blande su guadaña para cercenar cabezas, sus alforjas para robar almas.
Kaballo de Troya, bajo cuyas negras pezuñas no crecen las libertades, desde cuyos belfos se vomitan fuegos de dragón rojo, en cuyas entrañas se gesta un mosntruoso «alien» que devorará a tirios y troyanos.
Las ciudades duermen, el borreguerío tintinea con sus esquilas hacia apriscos aparentemente tranquilos, los vakunaditos apuran sus birras en las terrazas, orgullosos de ser tan responsables, tan buenos ciudadanos, tan solidarios… sí, creen que están a salvo, que han derrotado al cruel cojonavirus, que van a recuperar su vieja normalidad, que los pájaros cantarán para siempre en las enramadas, que sus equipos seguirán metiendo goles… Es la fiesta de la victoria, la apoteosis de la sanidad, celebrada con guirnaldas y gallardetes, con fanfarrias y timbales, con trompeterío y petardos.
Pero, ¡ay!, se quisieron cubrir de gloria, y se han cubierto de ridículo: mientras los vakunados muestran sus lomos embanderillados con multipinchazos, atiborrados de dosis, continúa el horror de la satanocracia, el terror de las santanochekas, el espanto de los santanogulags, el circo de los bozales y las distancias, las carcajadas de los luciferinos que llenan sus sacas mientras se ríen a mandíbula batiente de sus esclavos pussycats.
Pero, ¡ay!, cuando las ciudades se confíen, cuando los corderillos duerman, del vientre de las jeringuillas de Troya saldrá la ponzoña satánica, el chip nauseabundo, el maléfico ARNm, el horrible grafeno, el espanto de los billones de proteínas spike, y, donde había músicas y días de vino y rosas, será el llanto y el crujir de dientes.
La regla de tres es muy sencilla: tenemos a unos gerifaltes eugenistas desesosos de reducir la población en más de 7.000 millones de personas; una forma magnífica de hacerlo es metiendo algo ponzoñoso en el cuerpo de los borregos, algo que se les dice que va a preservar su vida de un mortal peligro; y tienen la tecnología y los podres fácticos para hacerlo: blanco y en jeringuilla.
Así que vamos al mundo de los troyanos, de las nanopartículas moviéndose sangre arriba, llevando su mortal grafeno al cerebro y al corazón de los inokulados que dormitan; ahí tenemos también a un ejército de proteínas spike asaltando órganos como quien toma castillos; voilá contemplamos el satánico ARNm que convertirá a un ser humano en una oveja matarileada, un cerebro en una carcasa putrefacta, un ser sin alma en un cascarón vacío.
Por si fuera poco con los kaballos troyanos, en esta guerra también nos están atacando con las torres de Troya, esos mecanos cargados de 5G, cuyas antenas semejan dientes en una mandíbula desportillada, guerreros acorazados vigilando desde las albarranas, vigías del orden controlando a los borregos desde horribles matacanes… Sí, torres troyanas, torres de asedio desde donde salen de continuo feroces ondas electromagnéticas invisibles que vuelan, y buscan, y capturan, y controlan, y enferman, con sigilosidad y alevosía.
Aviones de Troya, que defecan sus bárbaros chemtrails mientras la ciudad alegre y confiada terracea como si nada, ignorante del aluvión de basura metálica que esparce sobre sus cabezas la ponzoña donde el aluminio se marida con los nanobots…
Sí: ahí tenéis a Troya, lista para el degüello, la escabechina, el pogrom y la cheka; carne de tanatorio, aquelarre de zombies, de ovejuelas pateadas, de esclavos machacados.
Y al otro lado del horizonte, allá donde nace el arcoiris, se vislumbra Ítaca, la patria de los ulises, de los odiseos, de los despiertos que cogen todos sus pertrechos y se lanzan a la mar océana, huyendo del holocausto troyano.
Vamos, despiertos, no temáis los embates del dios de los vientos… a tsunamis no temeréis, venceréis con la espada de la verdad a las Circes que convierten a los hombres en borregos, con vuestro arrojo derrotaréis a las Gorgonas de serpientes en el cabello, y cerraréis vuestros oídos a las sirenas que os ofrecen mentiras y vakunas para haceros encallar en los arrecifes de la muerte.
Como davides triunfaréis también sobre el cíclope Polifemo, con la honda de la verdad, destrozando en su frente el ojo illuminati.
Ítaca, tierra de vida, paraíso de los hijos de Dios, parnaso de los despiertos…
Ítaca, Ítaca… donde nuestra Penélope nos dará la guirnalda del triunfo, la corona de laurel de los vencedores… Ítaca, Ítaca, la tierra de la libertad… Hacia allá vamos, porque ésa es nuestra Patria, ése es nuestro destino.
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*Extraído de su libro: “Crónicas desde el Armageddón: una conspiración contra la Humanidad”