El Santuario no se rinde: 18 Julio 1936-1 Mayo 1937.
85º aniversario (III/III).
Por Toribio
7/5/2022
El mes de Enero de 1937 comenzó bajo los efectos de una importante reorganización de las fuerzas frentepopulistas en Andalucía, una vez detenida ya la ofensiva de Queipo y puesta en marcha con celeridad la militarización de las milicias, lo que llevó a crear el Ejército de Andalucía a cuyo frente se situó al Gral. Martínez Monje, cuyo cuartel general se ubicó en Jaén, teniendo como jefe de Estado Mayor al Tte. Col. Pérez Gazzolo; asimismo, se cesó a Hernández Saravia como jefe del sector de Córdoba y se nombró en su vez al Tte. Col. Joaquín Pérez Salas. El 5 de Enero, Martínez Monje comunicaba al Gral. Martínez Cabrera, jefe del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra con sede en Valencia: “Estudio y pido autorización para hacerla, en momento oportuno, una operación para acabar con el asunto del Santa María de la Cabeza…”; así pues, el nuevo equipo llegaba con la firme intención de terminar con la defensa de Cortés y de los suyos.
Mientras tanto, los defensores sufrieron una nueva caída de moral agobiados por el hambre, las inclemencias de un tiempo que se mostraba francamente adverso, arreciando el frío y la lluvia, y, sobre todo, la certeza de que la ofensiva de Queipo, en la que tantas esperanzas había puesto, había fracasado, deteniéndose, además, en lugar tan cercano como Porcuna; la única noticia favorable era que al estar tal pueblo a tan sólo 37 kilómetros de distancia en línea recta, situando un heliógrafo en la Torre Nueva del Castillo de dicha localidad iba a ser posible, de contar con otro en el Santuario –y debido a la altura de ambos lugares–, establecer un sistema de comunicación más directo y estable que el de las palomas único posible hasta entonces.
El 6 de Enero, Cortés envió un mensaje agobiante en el que manifestaba que temía “…quedarse absolutamente sin nada… (pues) hasta a las madroñeras, con las recientes heladas, se les ha caído el fruto…”; una leve mejoría en el tiempo permitió que al día siguiente se les pudiera lanzar un nuevo suministro, si bien el pan enviado sólo duró hasta el día 8. El día 12, otro avión dejaba caer más víveres. El día 13, por la noche, ingresaron en el campamento dos Cabos y seis guardias de Asalto hartos de lo que llevaban visto en zona frentepopsulita y deseosos de unir su suerte a la de los defensores; por ello, Martínez Monje ordenó el traslado a Pozoblanco de todos los que de tal cuerpo cercaban al Santuario, alejándoles del lugar por miedo a que pudieran seguir el ejemplo de sus compañeros.
La lluvia y las penalidades comenzaron a hacer mella incluso en los combatientes, muchos de los cuales prefirieron permanecer en los parapetos, aun no correspondiéndoles, por no contemplar el lastimoso espectáculo que ofrecía el interior del Santuario. Cortés no cesaba de recorrer los puestos y de hablar con unos y otros para levantar su moral. El día 15, notificó a Queipo “…Yo le suplico vea la forma de que este pequeño islote de la España nueva quede unido pronto a esas tierras que gloriosamente van conquistando la fuerzas a sus órdenes… Sólo a costa de una firme decisión es posible mantener la autoridad que logré desde el primer momento y contener la pasiones que surgen a cada paso por los más fútiles motivos entre la población sitiada, y que tienen su origen en la neurastenia que ha engendrado la larga permanencia lejos de la vida normal…”; el día 18, escribía “…mi pluma no acierta a describir la desesperada situación que atravesamos… (rogando) no dejar morir de hambre a mujeres y niños que… exhaustos por la falta de alimentos, no quitan su vista del cielo…”. Como respuesta a estos requerimientos los días 18, 19 y 20, la aviación les dejó caer suministros, repitiéndose el 26, 28 y 29 de este mismo mes de Enero.
El día 22, ingresó al Santuario un Cabo de Aviación que aportaba informaciones sobre la inmediata ofensiva que los sitiadores iban a lanzar sobre el campamento. El citado ataque sería conducido por el Cte. de Carabineros José Casted Sena, que dispondría de las que pasaban a denominarse “Fuerzas de la Virgen de la Cabeza”, constituidas por dos centenares de milicianos y 250 guardias de Asalto escogidos, que se emplearían exclusivamente contra Lugar Nuevo cuya guarnición se sabía muy reducida, aprovechando además que debido a las copiosas lluvias de los últimos días el Jándula había subido de nivel por lo que Lugar Nuevo había quedado prácticamente incomunicado del Santuario; se tenía previsto, además, abrir la compuerta del cercano embalse del Encinarejo, lo que favorecería aún más el aislamiento del menor de los dos reductos defensivos.
Estado de ruina en que iba quedando el Santuario
Sin embargo, y como en veces anteriores, el ataque resultó un fracaso, pues iniciado en la madrugada del día 27, contando a partir de las primeras luces con el apoyo de la Artillería que llegó a disparar contra el palacete hasta 125 cañonazos, sólo algunos hombres lograron llegar hasta el horno de pan, situado a unos cincuenta metros del edificio, siendo rechazados “…con granadas de mano…”, teniendo que replegarse. Las bajas de los defensores fueron un muerto y cinco heridos; las de los atacantes pasaron del medio centenar. La fachada sudoeste del palacete casi se derrumbó por los efectos de la Artillería. El combate había durado prácticamente hasta el comienzo de la tarde. El día 28 se repitió el ataque, pero la intensa lluvia y el frío que reinó lo hicieron fracasar. El día 29 se reanudaron los asaltos bajo un diluvio de agua, fracasando de nuevo. El parte del Gral. Martínez Monje del 31 de Enero –que amaneció con un sol espléndido–, decía “…A las dos y media de la madrugada se inició movimiento de fuerzas en sector Virgen de la Cabeza, avanzando una Compañía hacia Lugar Nuevo y otra de granaderos hacia Cerro Madroño. Iniciando el ataque a las cinco llegaron los primero a ocupar posiciones a 50 metros del Lugar y los segundos hasta los parapetos enemigos, los cuales no consiguieron ocupar por el intenso fuego y abundancia granadas de mano que empleó el enemigo…”; los defensores tuvieron un muerto y los atacantes quince bajas entre muertos y heridos. Para dar una idea de la dificultades de defensa que el Tte. Ruano padecía en Lugar Nuevo hay que tener en cuenta que de los ya de por sí escasos hombres con que contaba, diecinueve guardias carecían de fusil. En este día Carlos de Haya dejaba caer sobre el Santuario un retrato de Franco dedicado de su puño y letra, y un mensaje de aliento de Millán Astray, los cuales agradecería Cortés en sendos mensajes.
El 3 de Febrero, fue Rodríguez Cueto el encargado de arrojar sobre el Santuario un heliógrafo convenientemente embalado; a pesar de la precauciones adoptadas, y debido a que el paracaídas no funcionó, el aparato terminó por estrellarse contra el suelo, si bien no sufrió daños que los habilidosos defensores no pudieran solventar, entrando en funcionamiento desde entonces siempre, claro está, que las condiciones climatológicas lo permitieron.
Una de las poca consecuencias favorables de estos hechos fue la adopción por parte de los nacionales de medidas para regularizar el suministro aéreo al campamento a fin de reforzar su capacidad de resistencia y moral, concediendo a Calor de Haya un Savoia Sm-81 para tal uso prácticamente en exclusividad, logrando un periodo en el que casi todos los días arrojó suministros –alimentos y municiones– sobre los defensores, llegando alguno de ellos a realizar hasta cuatro vuelos consecutivos, llevando a Cortés a escribir el 13 de Febrero “…En cuanto a víveres, nuestra situación ha cambiado notablemente desde el día en que comenzó el suministro diario del aparato que tenemos designado, desapareciendo el pavoroso problema del hambre y el gran número de intoxicaciones existentes…”.
Modelo de heliógrafo utilizado para comunicarse
con las tropas nacionales
El día 10, mediante el heliógrafo que funcionaba sin problemas, Cortés felicitó a Queipo por la conquista de Málaga, triunfo que levantó en lo sitiados grandes esperanzas de que su calvario pueda estar pronto a concluir. El día 15, la aviación nacional bombardeó Andújar y otras posiciones enemigas del entorno. El día 21, Cortés escribía “…el reparto de ropas ha producido un gran bien en la mujeres, sobre todo, ya que el hacinamiento y la falta de jabón las tenía en deplorabilísimo estado por no disponer nada más que de unos andrajos sucios y malolientes…”; incluso los suministros regulares habían propiciado la creación de un pequeño almacén de reserva. El mes de Febrero, por lo demás, fue también muy benigno en cuanto a la climatología se refiere, lo que ayudó mucho a levantar los ánimos de los defensores. Después de los ataques contra Lugar Nuevo de comienzos de mes, los sitiadores optaron de nuevo por hostigar los reductos a base de fuego de Artillería, algunos bombardeos –y algunos ametrallamientos a ras de suelo de una escuadrilla de cazas que había sido desplazada a Andújar recientemente– y fuego de fusilería a distancia, lo que acentuó la labor de demolición que sufrían los edificios, ya ruinosos ostensiblemente, causando además bajas siempre dolorosas, irrecuperables por muerte –sus entierros rebosaban emoción al tiempo que sencillez, especialmente cuando la víctima era algún niño– o heridas graves, siempre lógicamente preocupantes.
En estas circunstancias comenzó el mes de Marzo, el cual iba a estar protagonizado de nuevo por un tiempo infernal. La primera quincena se caracterizó por abundantes lluvias y fuertes vientos que castigaron por igual a los defensores y a los dos edificios en los que se refugiaban, arrancando de ellos parte de sus techumbres casi derruidas; en tales condiciones el heliógrafo a penas sirvió, sepultando con la losa de la incomunicación a los defensores. Con todo, lo peor fue que debido al constante temporal las misiones de avituallamiento aéreo a penas se pudieron realizar. El 6 de Marzo se consiguió, en un claro, arrojar sobre el campamento algunas mantas y ropa de abrigo, anunciando que ese mismo día comenzaba una nueva ofensiva en Andalucía de la que se esperaban resultados positivos en relación con la liberación del Santuario. Considerando que estaba pronto el fin del asedio, subió la moral de los defensores, crecieron sus esperanzas y Cortés pidió en un mensaje elementos –pintura, brochas y demás– para poder arreglar el cementerio “…quiero, antes de que llegue la hora de dejar el Cerro, adecentar en lo posible la estancia de nuestros muertos, sin perjuicio de que en su día se haga algo eternamente duradero que permita la memoria de los que, llenos de gloria, sucumbieron…”. Pero la ofensiva no avanzó, el temporal arreció y surgió de nuevo con fuerza el espectro del hambre “Es mi peor enemigo este hambre de mujeres y niños; la temo más que a los rojos. Con víveres que tuviéramos, ya podían venir cuantos milicianos quisieran a reforzar a estas hordas…” (Cortés), que vino esta vez acompañado de las enfermedades derivadas de la practica intemperie en la que se vivía, agudizándose el brote de tuberculosis que nunca les había abandonado, surgiendo alguno incluso de escorbuto por la falta de vitaminas durante meses. La crecida del Jándula dejó incomunicado a Lugar Nuevo del Santuario, lo que observado por los sitiadores provocó que en la noche del día 10 lanzasen un fuerte ataque que duró hasta las seis de la madrugada en que se extinguió constituyendo un nuevo fracaso; y el consiguiente éxito para el Tte. Ruano y su pequeña guarnición.
Milicianos frentepopulista utilizando uno de los altavoces artesanales de madera construidos para intentar amedrentar a los defensores del Santuario
Se consiguió realizar nuevos aprovisionamientos los días 15, 16, 19, 20 y 22 –día este último en el que volaron un Junker que arrojó 760 kilos de víveres y el Savoia de Haya que hizo otra vez cuatro servicios–; fue posible lo dicho una vez que Carlos de Haya regresara tras haber sido requerido en otros frentes donde la guerra arreciaba, bien que las condiciones habían cambiado, pues la Andalucía frentepopulista se reforzaba cada día más, tanto en tierra como en el aire, habiendo aumentado considerablemente la caza con base en la cercana Andújar, lo que obligaba a que los vuelos de avituallamiento se tuvieran que hacer preferentemente de noche, con el aumento del riesgo y la disminución de su eficacia. Aviones de caza que, por otro lado, realizaban frecuentes misiones de ametrallamiento de los dos reductos, agravando las condiciones de vida de los defensores, lo que de todas formas no arredró a los sitiados “…A pesar de la constante amenaza de la aviación roja de Andújar y haber mayor movimiento enemigo en sus alrededores, reina alto espíritu en el campamento…”.
A continuación, Cortés hizo la primera mención a una nueva arma que contra ellos emplearían desde ahora con profusión sus enemigos “…sin que la fuerza escuche las intimidaciones que les hacen los rojos con altavoces…”, ni el hecho de que “…anuncien la llegada de una columna internacional con tanques para el asalto definitivo, si no se rebelan contra mí y siguen al Comandante que tengo detenido…”. Y es que los sitiadores colocaron en torno al Santuario y Lugar Nuevo una serie de grandes altavoces con los que bombardearán día y noche a los sitiados con toda clase de invectivas para que o bien se rindieran, y cesara su calvario, o mataran a sus mandos. El día 25, por la noche, se realizó un nuevo suministro, así como, de pasada, el bombardeo de las posiciones enemigas, comunicando Cortés “…para satisfacción aviador, bomba caída caseta Peones Camineros, sector Norte, produjo efecto sobre personal, siendo preciso demolición de la misma y casa de Ortiz, sector Suroeste”.
El 30 de Marzo, decía Cortés “…desde hace tres meses no oímos la radio por falta de gasolina… De uniformes estamos muy mal… estudien conveniencia de sustituirlos por monos, que se lavan mejor y cuestan menos, para decir número, remitiendo mientras tanto veinte con cargo a mí, indicándome precios para descontarlos al personal. Alumbrado no tenemos hace mucho tiempo. Disponemos de algunos quinqués de petróleo, aunque no torcidas ni combustible. Estudien forma de resolverlo, remitiendo urgentísimo cerillas o piedras mechero…”; lo que se logró paliar en parte enviando en siguientes vuelos varios centenares de mecheros y mil piedras, así como algunas linternas eléctricas, cien monos, lámparas de acetileno y un bidón de carburo.
Antonio Cordón
Pero si la tónica en el lado de los defensores durante el mes de Marzo, como se ha visto, era muy parecida a la de meses anteriores, en el lado de sus enemigos las cosas cambiaban sustancialmente al tomar el mando del Ejército de Andalucía el Col. Gaspar Morales, permaneciendo al frente del sector de Córdoba el Tte. Col. Pérez Salas, que ahora, sin embargo, tenía nuevo jefe de Estado Mayor en la persona del Tte. Col. Antonio Cordón –comunista furibundo que tomó la liquidación de la defensa del Santuario como algo personal–, procediéndose a reorganizar y reforzar las fuerzas a su cargo creándose dos Divisiones, la 19 y la 20, quedando el Santuario dentro de la zona de acción de esta última, la cual tenía por jefe al Tte. Col. Carlos García Vallejo, su cuartel general en Andújar y estaba formada por tres Brigadas denominadas LII, LXXV y LXXXIX; además, a este Ejército de Andalucía se le dotó de tres Brigadas más de reserva, de las cuales la denominada XVI tendría mucho que ver con la caída del Santuario.
Gral. Martínez Cabrera
El 18 de Marzo, el Gral. Martínez Cabrera dijo expresamente al Col. Gaspar Morales “…mira si puedes acabar con los tanques el asunto de Santa María de la Cabeza…”, a lo que el Coronel le contestó que “…ya había pensado en ello…”; así, nuevamente, tras casi un mes y medio de relativo olvido –en los cuales se habían sucedido las batallas del Jarama y Guadalajara–, el mando frentepopulista, que ahora se veía más fuerte, vuelvía a depositar su mirada e intenciones en tan molesta y duradera defensa “El Ministro encarga con particular interés que se liquide el asunto de Santa María de la Cabeza, utilizando los nuevos medios de que tenéis…” (Gral. Martínez Cabrera al Tte. Col. Pérez Gazzolo, jefe del Estado Mayor del Ejército de Andalucía, el 24 de Marzo); “Se dispone que vuelen el mayor número de aparatos sobre el Santuario de Santa María de la Cabeza y Lugar Nuevo, arrojando las proclamas…” (Orden del Gral. Martínez Cabrera al Tte. Col. Pérez Gazzolo, jefe del Estado Mayor del Ejército de Andalucía, el 31 de Marzo), pues en la primera parte de las acciones que se están planeando ya se trataba de una intensísima labor de propaganda y acción psicológica con la intención de minar la moral de los defensores “…para que su resistencia, llegado el caso, sea la menor posible…” (Gral. Martínez Cabrera al Tte. Col. Pérez Gazzolo, jefe del Estado Mayor del Ejército de Andalucía, el 31 de Marzo) “…menudearon las visitas a Andújar de escritores, periodistas y fotógrafos. Entre los primeros recuerdo bien la visita del famoso escritor soviético Ila Ehrenburg…” (Antonio Cordón), pero es que además pasarían ante el Santuario, dirigiendo muchas veces sus proclamas, personajes tan conocidos como el poeta Miguel Hernández o extranjeros como Richard Mowrer, corresponsal del diario norteamericano Chicago Daily News. Y ello cuando de nuevo las fuerzas de Queipo habían sido detenidas en Pozoblanco y no tenían recursos para intentar nuevas acciones “…Queipo quería establecer una cabeza de puente en Andújar y salvar desde ella el Santuario, pero faltaba la masa de maniobra necesaria para llevar a cabo dicha operación…” (Morales, Gral. Queipo de Llano). Los aprovisionamientos realizados durante el mes de Marzo lo fueron los días 20, 22, 23, 25, 28, 30 y 31.
El poeta Miguel Hernández arengando a los sitiadores
Cuando comenzaba el mes de Abril, octavo ya del largo asedio, el ambiente general en el campamento era sin embargo de gran esperanza, pues a pesar de conocerse el refuerzo de sus enemigos, aún se creía posible que las fuerzas de Queipo pudieran liberarles a no tardar mucho, así como que “…con el buen tiempo y la comida que no nos falta ahora… Estos hombres, que tiene un corazón que no les cabe en el pecho, se han fortalecido espiritualmente a lo largo de los meses, pasando hambre y fatigas…” (Cortés, 2 de Abril); sentimientos y sensaciones que, de todas formas, se verían en gran medida truncados cuando Cortés conociera que el 30 de Marzo habían desertado de Lugar Nuevo cuatro guardias y un paisano –bien que aunque con la intención de llegar a las líneas nacionales más cercanas situadas en Villar del Río, en ningún caso de pasarse al enemigo, lo que de todas formas no consiguieron–, algo que no había ocurrido desde el inicio del asedio, obligando el hecho a Cortés –que lo consideró gravísimo– a trasladarse a Lugar Nuevo, el 3 de Abril.
Cortés fue recibido con vítores y grandes muestras de simpatía por aquel núcleo de defensores, logrando el citado capitán con sus arengas levantar la moral, aprovechando para impartir algunas órdenes con las que mejorar las defensas. Al día siguiente comunicaba a Queipo el hecho y le urgía a apresurar la liberación “…puede haber contribuido al malestar existente las constantes predicaciones de los rojos, que no sólo actúan desde sus trincheras valiéndose de altavoces, sino también desde el aire, lanzando proclamas, que, aunque la mayoría no las escucha… no por eso dejan de producir sus efectos sobre los espíritus débiles y en el de estas pobres mujeres y niños… en la noche de ayer vocearon desde la avanzadas dando sus nombres (los desertores) y, empleándolos (los rojos) como reclamo, invitan a los demás a seguir su ejemplo… se encuentran esta noche en nuestros alrededores repitiendo la lección que les han hecho aprender…Para tranquilidad V.E. me permito repetir por último: No soy pesimista, tengo fe en la fuerza. Me consta que, por difícil que sea nuestra situación, todos sabrán resistir cuando las circunstancias los exijan…”
.Ruinas del Santuario
Las mencionadas deserciones constituyeron, sin duda, un hecho de gran relevancia en esos momentos. Por una parte, para los defensores era la evidencia del cansancio, desesperación y falta de confianza en que alguna vez fueran a ser liberados, pero no tanta como para rendirse, por eso hay que resaltar de nuevo que los desertores –que sin duda lo eran–, lo que pretendieron no fue ni entregarse ni pasarse al enemigo, sino intentar llegar a las líneas propias, de ello da fe incluso el Tte. Col. Antonio Cordón “…teniendo en cuenta la eventualidad de que pudieran unirse (otra vez) al destacamento del Cerro, di orden a Cartón de que estableciese puestos que cortasen la posibilidad de comunicación entre ambas posiciones (es decir, entre el Santuario y Lugar Nuevo)…”; y es que los desertores fueron duramente interrogados y forzados con violencia a dirigirse a sus antiguos compañeros por los altavoces, como ha relatado el propio Cortés. Desde el punto de vista de los sitiadores el hecho suponía una primera prueba de que algo podía cambiar a su favor, máxime cuando se dieron cuenta de que el día 4 se realizó en Lugar Nuevo una prolongada reunión de unas seis horas en la que participaron la mayoría de su defensores, que les hizo sospechar que algo grave pasaba. Y de hecho así era pues al día siguiente, por considerarse tal vez en parte desautorizado, el Tte. Ruano pedía a Cortés su relevo del mando, lo que éste rechazó, mandándole catorce hombres de confianza para reforzar tanto el reducto como su autoridad. No obstante, del interrogatorio de los desertores los sitiadores obtuvieron precisas y actualizadas informaciones sobre la penosa situación que se vivía en Lugar Nuevo, llevándoles a la creencia de que tal reducto estaba maduro para ser ocupado, decidiendo llevar a cabo contra él un ataque inmediato que comenzó a la una de la tarde del 7 de Abril, hora en que abría fuego toda la Artillería disponible, complementada con un intenso bombardeo aéreo.
Al amanecer del siguiente día, los sitiadores lograron tomar los cerros de las Piedras y de los Madroños, entre el Santuario y Lugar Nuevo, quedando ambos entre sí incomunicados. Durante toda esa mañana se intensificó la acción artillera y de aviación, que se complementó con fuego de morteros y de algún que otro carro de combate “…destruyendo parapetos y causando daños importantes en los inmuebles…”, hasta que sobre la una de la tarde comenzó un durísimo ataque de la infantería que, de todas formas, fue rechazado por la “…serenidad y elevado espíritu de la fuerza…” (Tte. Ruano); si bien los defensores de Lugar Nuevo sufrieron seis bajas: dos muertos, un herido grave que perdió un ojo y tres heridos leves, quedando los hombres útiles reducidos a cuarenta.
Pero a pesar del éxito, todos eran conscientes de que la situación empeoraba. El día 10, Ruano notificaba a Cortés “…cuando jugaba a diez metros del edificio esta posición dieciséis horas día de ayer, fue tiroteado por los rojos y herido en la cabeza por bala de fusil el niño Francisco Bueno González, de once años de edad, siendo su estado gravísimo. Desde avanzada enemiga… elemento rojos instalaron nuevamente, como la víspera ataque anterior, un aparato altavoz, dirigiéndoles la palabra a fuerzas alojadas este destacamento, dándoles un plazo de cuarenta y ocho horas para que se rindan, amenazando con destruir edificio con artillería y aviación…”. Ante tal eventualidad, dado lo exiguo de los combatientes útiles disponibles y las graves carencias de todo, la moral de los defensores de Lugar Nuevo decayó ostensiblemente y el Tte. Ruano se vio en la necesidad de abandonar el reducto y replegarse al Santuario. La empresa no resultaba nada fácil, pues sus riesgos eran mayúsculos. La distancia a salvar de unos tres kilómetros. Para ello, y tras cruzar el puente sobre el Jándula, debían atravesar una vaguada de fuerte pendiente –en aquellos momentos inundada–, cubierta de maleza, piedras y fango, dominada toda ella por varias alturas ocupadas por el enemigo, teniendo que llevar consigo cerca de dos centenares de personas entre mujeres, niños y ancianos, más los heridos, algunos de los cuales no podían valerse por sí mismos.
Maqueta del estado en que quedó el Santuario
El día 12 amaneció con una espesísima niebla, azotando la zona todo el día una intensa lluvia, lo que hizo que los sitiadores desalojaran la mayor parte de sus posiciones de primera línea dejando sólo algunos puestos considerados como indispensables, hecho que fue observado por los de Lugar Nuevo que, al anochecer, procedieron a abandonar el que durante ocho meses y medio había sido su hogar, inutilizando antes de salir todo aquello factible de ser aprovechado por el enemigo. Sobre la odisea, fatigas y percances sufridos por los evadidos puede el lector hacerse una idea a la vista de las circunstancias dramáticas en que se realizó y que ya conoce; baste decir que los primeros en llegar al Santuario lo hicieron a las 5,30 h. de la madrugada del día 13, si bien algunos rezagados que se habían perdido en la oscuridad no lograrían llegar hasta las diez de la mañana, a excepción, precisamente, de la esposa del propio Tte. Ruano que, al verse sorprendida por la luz del día, y totalmente desorientada, habiendo quedado aislada de todos los demás, optó por esconderse y esperar a la caída de la tarde para acogerse al Santuario. Con ella, todos los defensores de Lugar Nuevo lograron llegar sanos y salvos a su destino. Cortés, que felicitó efusivamente al Teniente por la perfecta ejecución de maniobra tan difícil, dio cuenta de lo sucedido “…A las cinco horas treinta minutos de hoy (madrugada del día 13), cuando me disponía a dar sepultura a uno de los heridos del día 8, me sorprendió la llegada a este campamento de un grupo de fuerzas de Lugar Nuevo… organizados por grupos, sin que por fortuna se diera cuenta el enemigo de la salida por el mal tiempo reinante… A las siete y media llega a nuestros parapetos el oficial (el Tte. Ruano)… quedan algunos rezagados que por falta de energías no han podido seguir a los demás por la áspera pendiente que han tenido que escalar, sin luna y entre una gran espesura de monte alto, dispongo que dos oficiales (en realidad sólo el Brigada Jiménez Claver) de aquí, apoyados por el servicio de seguridad, se destaquen con grupos de fuerza y vayan en busca de los que faltan… la ligera niebla que hay les viene protegiendo en esta marcha de locura a la que se han arriesgado… Estas pobres mujeres, decaídas y sin ropas, ya que la mayoría ha quedado entre el monte perdida, llegaron extenuadas y sin ánimo para nada; pero, amontonadas, van quedando en los corredores y escaleras de este sagrado recinto, donde con toda solicitud las atienden las de aquí con los escasos medios de que disponen… Como nuestras reservas son escasísimas por llevar cinco días sin ser suministrados… la presencia de los demás agrava la situación considerablemente…”; Cortés confesaría al P. Ortiz ese día “…uno de mis conflictos será el de las recompensas, porque no sé cómo premiar a todos, ya que todos lo merecen…”. Curiosamente, los sitiadores no se percataron del abandono de Lugar Nuevo hasta el día 14 en que, tras seguir castigándolo con el habitual fuego de cañón y aviación, ante la falta de respuesta y la ausencia de movimiento alguno en él, se decidieron a ocuparlo.
Martínez Cartón (con gorra, a la izquierda del «Comandante Carlos» que mira por los prismáticos, instructor italiano del 5ª Regimiento comunista) y otros mandos frentepopulistas observando el Santuario; el tercero por la derecha (detrás del «Cte. Carlos» sin gorra) es el poeta comunista Miguel Hernández
La nueva situación quedaba, por todo lo anterior, básicamente de la siguiente forma: para Cortés, la llegada de los de Lugar Nuevo suponía un ligero aumento en cuanto a los hombres disponibles para la defensa del Santuario, a cambio de un fuerte agravamiento de las necesidades para alimentar a los recién llegados; para los sitiadores, la posibilidad de concentrar sus esfuerzos en un único reducto, lo que para Cortés significaba que ahora toda su acción caería sobre él. El Col. Morales notificó al Gral. Martínez Cabrera “…el cerco se ha estrechado considerablemente (lo que era verdad toda vez que el día siguiente, 15 de Abril, el mismo Morales dirá que) …hoy queda cerrado el cerco a 400 metros del Santuario… Aviación enemiga, que ya tenía dificultades a causa de nuestra caza, ahora se dificulta más aún su misión de aprovisionamiento, por quedar más reducida la zona en la que poder arrojar los paquetes…”. La consecuencia inmediata fue que arreció, de momento, la acción propagandística, leyéndose el mismo día 14 por los altavoces, un decreto del Gobierno frentepopulista por el que se prometía que sólo el jefe –en este caso el Cap. Cortés– y sus lugartenientes del Santuario serían juzgados en consejo de guerra, mientras que el resto del personal quedaría en libertad si la posición se rendía de inmediato. Dos periodistas extranjeros, el norteamericano Richard Mowrer y la británica Jean Ross, intentaron convencer a los defensores de la inutilidad de su resistencia; por último, se llevó ante los altavoces a varios presos –entre ellos algún sacerdote– desde la cárcel de Jaén que apremiaron a la rendición, a los que Cortés contestó siempre con un lacónico “No me rendiré jamás”. Mientras todo lo anterior sucedía, los sitiadores planeaban ya su gran ofensiva.
Antonio Cordón
Las fuerzas que en estos momentos cercaban el Santuario habían quedado, por propia decisión, bajo mando del Tte. Col. Antonio Cordón –ejerciendo la dirección de los asaltos Martínez Cartón–, consistiendo en “…la Brigada XVI, mandada por Pedro Martínez Cartón, como fuerza principal, y una parte de la Brigada XXXII, para realizar el ataque demostrativo…” (Antonio Cordón), más tres baterías de Artillería –doce piezas–, treinta morteros, numerosas ametralladoras y una docena de carros de combate; en total unos 4.000 hombres, a los que había que sumar los milicianos que venían actuando contra el Santuario cuya cifra es difícil de calcular, pues además variaba según los días como ya se dijo.
Pero junto a la acción psicológica, arreció la directa. El 15 de Abril comenzó sobre el Santuario y sus defensas un continuo e insistente fuego de Artillería que asoló todo lo que alcanzó, produciendo nueve heridos. El día 16, el fuego siguió insistente causando cuatro muertos y dieciocho heridos; entre estos últimos el Cap. Rodríguez Ramírez y el propio Cortés que sufrió algunas magulladuras como consecuencia del derrumbamiento de un muro. Los mensajes de Cortés fueron dramáticos “…la fuerzas responde bien, pero es urgentísimo venga Aviación, para que personal se va asistido de ayuda eficaz, por oírla lamentarse en dicho sentido…”; “…esto se pone muy feo. El enemigo sigue apretando…”; “…la fuerzas continúan en sus puestos, teniendo a raya al enemigo…”. Sobre la cinco y veinte de la tarde de ese mismo 16 de Abril, y como respuesta a sus angustiosos mensajes, sobrevolaban el campamento seis bombarderos nacionales escoltados por catorce cazas, que primero dejaron caer sobre las posiciones enemigas unas octavillas con un mensaje de Queipo en el que decía “El Santuario ha sido cruelmente atacado. En él existen muchas mujeres y niños que sufren los horrores de ese atentado criminal. Ya advertí que se os bombardearía intensamente y se hará cuantas veces se repitan esos taques.”, para a continuación bombardear Andújar sobre la que cayeron un centenar de bombas destruyendo setenta casas y causando cuarenta y seis víctimas entre muertos y heridos. Como represalia los frentepopulistas asesinaron a cierto número de presos, entre ellos a un hermano de Cortés.
Carro soviético T-26 utilizados contra el Santuario
El día 17, la intensidad del fuego de los sitiadores no decreció. Los mensajes que desde primeras horas envió Cortés fueron angustiosos “…la situación es gravísima, si no viene en nuestro auxilio con urgencia…”; “…Nos llevan causadas quince bajas más. El personal femenino no cabe de pie dentro del Santuario. Esto es una locura…”; “…La moral de los hombres sigue siendo buena, no así la de las mujeres a las que mantengo con promesas de auxilio inmediato…”; “…las ametralladoras e infantería aproximan sus posiciones, haciendo derroche de munición…”, y es que tras todo el día de batir con el fuego de todo tipo de armas el reducto, Cordón ordena sobre las nueve de la noche el asalto del mismo “…haciendo intensísimo fuego mortero, ametralladora y fusilería sobre líneas defensa sectores Norte y Sur, avance que los nuestros repelieron briosamente, haciéndoles retroceder a sus posiciones…” (Cortés). En realidad el asalto se repitió varias veces, teniendo los defensores que emplearse a fondo, distinguiéndose el Tte. Rueda. Las bajas de los defensores fueron treinta y siete; las de sus enemigos superaron el medio centenar.
Las «puntillas» rojas indican los lugares donde los sitiadores emplazaron armas automáticas (ametralladoras o fusiles-ametralladores). La flecha roja indica la dirección de ataque de los carros frentepopulistas
Durante esta primera quincena de Abril, los vuelos de avituallamiento se realizaron los días 1, 5, 6, 7, 8, 14, 15 y 17, bien que al empeorar la situación el riesgo aumentó considerablemente. Todas estas misiones se hicieron de noche, recibiendo los aparatos numerosos impactos de bala, resultando herido algún que otro tripulante “…lo reducido del perímetro dentro del cual se movían los defensores, unidos a la acción de los fuegos antiaéreos (los frentepopulistas no disponían de ametralladoras antiaéreas, pero al verse obligados los pilotos a descender considerablemente y estar la zona de lanzamiento muy determinada, cualquier arma era buena para intentar su derribo) y la caza roja, impedían la precisión de los lanzamientos, y los sitiados no recogían ni los víveres, ni el armamento que les hubiera podido proporcionar una mayor potencia de fuego, quedando lo uno y lo otro en poder del enemigo. Los sitiados seguían sólo con sus fusiles…” (Luque). El día 18, por la noche, se logró meter en el recinto defensivo un mortero, cayendo otro en poder de los sitiadores, bien que inutilizado al llegar de él sólo algunas piezas y en mal estado por el impacto contra el suelo.
T-26 frentepopulista en acción contra el Santuario
El día 18 fue de una extraña calma, llegando Cortés a notificar “…Satisfecho, pues, en lo más íntimo de mi alma por el éxito de la jornada (del día anterior)…, no por esto veo en el resultado la confirmación del triunfo en esta situación, pero sí un nuevo compás de espera de unos días, que nos ofrece la sagrada Imagen que nos guarda, para que,… pueda sacarse de entre estos escombros a tantos seres inocentes como hay…”. Pero Cortés se equivocaba, y el día 19, a las dos de la madrugada, volvió a arreciar el fuego de la Artillería enemiga de forma que a las siete, con las primeras luces del día, ya había causado entre los defensores dieciséis bajas. A su amparo, los sitiadores adelantaron sus posiciones ocupando los restos de las casas de las cofradías de Marmolejo, Lopera y Arjona, en el sector Norte. Tras ello, seis carros de combate avanzaron desde la casa de Peones Camineros en dirección al Santuario. Pero en ese momento aparecieron varios aviones nacionales que lograron inutilizar uno de los carros y averiar a otro quedando los dos en el campo hasta que los sitiadores consiguieron remolcarlos durante la noche de vuelta a sus posiciones. El ataque de la infantería enemiga al amparo de los carros había sido muy fuerte, teniendo nuevamente los defensores que empleares a fondo para rechazarlo, destacándose en esta ocasión el Alférez Hormigos que al frente de un grupo de guardias llevó a cabo un rápido contraataque en el que se hizo profuso empleo de las granadas de mano; los mensajes de Cortés decían “…La situación es desesperadísima; llevan causadas hoy más número de bajas que en día anteriores. Cunde la desmoralización de la fuerza. Esto es la catástrofe, sin que se cumplan las promesas de auxilio hechas. Urge venga aviación esta tarde, o de lo contrario llegará el final. ¡Viva España!”. Al día siguiente, 20 de Abril, se repitió el ataque, pero esta vez bastó de nuevo la oportuna y eficaz actuación de la aviación nacional para que fracasase al poco de haberse iniciado, lo que llevó a Cortés a notificar “…con tres actuaciones diarias de la aviación en la forma realizado hoy resolveríamos la situación…”. Pero con todo, la opinión en esos mismos momentos entre los sitiadores era muy distinta “…Soy cada vez más optimista… Los del Santuario de la cabeza están completamente cercados y a poca distancia, y pudiera ocurrir que no resistieran…, a pesar de que la aviación enemiga hace esfuerzo extraordinarios y multiplica su actuación…” (Tte. Col. Antonio Cordón).
Es en estos instante cuando surge una inesperada noticia que va a capitalizar el asedio durante los siguientes cinco días. A la vista de la evolución del mismo, el Generalísimo, consciente de que la resistencia no podía llegar a buen fin, entre otras cosas porque Queipo no tenía fuerzas para proceder a la liberación del Santuario, y la capacidad de aguante de los defensores estaba llegando a su fin, había iniciado el día 18 gestiones con la Cruz Roja Internacional para ver la posibilidad de que, al menos, se lograra salvar a los civiles, pues Franco temía que, como venía ocurriendo hasta ese instante, los frentepopulistas no distinguieran, caso de lograr ocuparlo, entre combatientes y no combatientes. Efectivamente, ese mismo 20 de Abril, Cortés remitió un mensaje que dirigió a Franco en el que le decía que Queipo le ponía al corriente de “…las gestiones que realiza V.E. con Cruz Roja Internacional y… ruega las suspenda… por exigirlo la dignidad nacional…”. Queipo, no obstante, le notificó que “…si se presentan parlamentarios con bandera blanca, recíbalos con toda clase de precauciones…”, a lo que Cortés replicaría el día 21 “…los parlamentarios que pudieran presentarse nos merecen hoy menos garantías que el día que comenzó el asedio… (considerando además que esta clase de tratos) se oponen al prestigio de la Patria (cuya) dignidad nacional así lo exige, y yo no puedo cargar con la hecatombe que sobrevendría, por el solo hecho de comunicar a la fuerza tal desenlace, después de ocho meses de duro asedio… (por lo que) se seguirá resistiendo como hasta aquí mientras disponga de un solo hombre…”.
Gral. Queipo de Llano
Queipo creyó entonces, a la vista de la actitud adoptada por Cortés, que el capitán no ha entendido bien, que las gestiones afectaban sólo a las mujeres, niños y ancianos, no al personal combatiente, comunicándole el día 22 que, por ello, “…no encierra el menor desdoro… (aceptarlas pues) es indispensable salvar a las mujeres y niños… (garantizando la Cruz Roja sus vidas siendo necesario que los defensores) no hostilicen a los delegados… tras de lo cual puede continuar la resistencia si bien la inferioridad de medios de los defensores y la falta de interés militar del puesto permita a su jefe, a la vista de la situación, adoptar la medida más eficaz, autorizándole para prolongar la defensa hasta el último extremo o evacuarla, acogiéndose a la Sierra durante la noche y retirándose sobre nuestras líneas, vendiendo cara la vida… (volviendo a insistir en que la situación general de los frentes y las exigencias de otras operaciones impiden prestarle al Santuario el socorro que precisa)…”.
Pero Cortés no se dio por vencido, ni en parte por aludido, y contestó “…si nos merecemos algo, ruego a V.E., venga aviación con toda urgencia dos o tres veces al día… (así) se resolvería situación presente y podríamos esperar unos días más la llegada columna liberación…”. Queipo insistió a Cortés que el delegado de la Cruz Roja se presentaría como “Doctor Martín” y que les hablaría través de los altavoces, concretando que tal persona “…tenía la seguridad de salvar a mujeres y niños… (ya que) han sido tomadas todas las disposiciones para que puedan salir…”, operación que se debía desarrollar durante dos días en los cuales ambas aviaciones se abstendrían de volar sobre el Santuario. El día 23 se comunicó a Cortés que sería ese mismo día, Viernes, cuando el “Doctor Martín” se presentaría ante el Santuario siendo “…la Cruz Roja Internacional (quien) responde de las vidas de las mujeres y de los niños y los traerá a zona blanca del Generalísimo Franco…”; al tiempo, se hizo llegar un mensaje del propio Franco en el que, dirigido al “…Jefe Posición Santuario Virgen María de la Cabeza… (ponderaba su altísimo espíritu y le felicitaba, así como a) sus gloriosas tropas… (considerando, de todas formas) que hay que salvar preciosas vidas evitando los sufrimientos de los seres débiles e inocentes… (reiterando que la evacuación implicaba sólo a ellos, mientras que los combatientes podrían luego decidir si seguir la resistencia o intentar romper el cerco)…”.
A la vista de la situación, Cortés reunió a los defensores, combatientes y no combatientes, a excepción de aquellos que cubrían los puestos más indispensables, poniendo en su conocimiento las noticias que poseía. Pero aún con la esperanza de poder salvar a mujeres y niños, los defensores no recibieron estas novedades con gran alegría, sino “…con un gran desaliento, por tener la firme decisión de correr todos juntos la misma suerte…» (Cortés), decidiéndose que sería Cortés quien hablara con el delegado de la Cruz Roja del que aceptaría la evacuación sólo si aceptaba las siguientes condiciones en las que todos los defensores estuvieron de acuerdo:
“Primera: La evacuación sería de heridos y enfermos graves, ancianos, mujeres y niños.
Segunda: La evacuación sería por grupos de cuarenta personas como máximo, que han de marchar en vehículos directamente a nuestra zona.
Tercera: No se permitirá que durante el viaje se tomen los nombres a cuantos compongan la expedición.
Cuarta: No saldrá de aquí ningún otro grupo mientras por heliógrafo no me comuniquen desde Porcuna los nombres de los que componían la anterior expedición y su llegada sin novedad.
Quinta: En el envío de expediciones se empezará por los enfermos y heridos graves, siguiendo por las viudas y huérfanos en el asedio, y así sucesivamente, en orden al desamparo en que se encuentran”.
Sobre las 18,00 h. de este 23 de Abril, se vio ondear una bandera de la Cruz Roja en las avanzadillas frentepopulistas. Sobre las 21,00 h., por los altavoces, se informó a los sitiados que había llegado el “Doctor Martín”, acompañado de otro de nombre “Doctor Vizcaya”, manifestando su intención a evacuar a mujeres y niños, pero sin puntualizar que serían llevados a zona nacional, afirmando que no se acercaban hasta el Santuario porque las “…autoridades militares del Ejército Popular se lo impedían…”, por lo que sugerían la necesidad de que los defensores nombrasen una comisión para tratar el asunto “…habló por altavoz con enemigo una delegación de Cruz Roja Internacional; no dio resultado alguno, pues los sitiados invitaron a entrar en el Santuario a dicha delegación, lo cual no fue consentido, y el enemigo no envió parlamentarios…” (Col. Gaspar Morales); “…fuimos a las avanzadillas y, después de hacer que un corneta tocase atención, dije que había dado la orden de cesar el fuego (es muy importante tener en cuenta que durante estos días que ahora se relatan el hostigamiento enemigo no se interrumpió, como reconoce el propio Antonio Cordón) porque quería hacer una comunicación al Cap. Cortés. Acudió éste al parapeto y le anuncié la presencia de la Cruz Roja. Seguidamente cedía a éstos el micrófono. Ellos expusieron al jefe de los sitiados el objeto de su misión y le rogaron que enviase a sus representantes para hablar del asunto de la evacuación de las mujeres y niños. Cortés respondió que ese era asunto que quería tratar personalmente, por lo cual invitaba a los comisionados a subir al Santuario. Al contestar ellos que el mando republicano no lo autorizaba. Cortés dijo que en ese caso quedaba rota toda posibilidad de negociación…” (Antonio Cordón); “…como la hora no era la más apropiada, ni la gestión podía llevarla a cabo nadie más que quien suscribe, les contesté personalmente manifestándoles que quedaban invitados para visitarme el 24 a las diez de la mañana…” (Cortés).
Pero al día siguiente, 24 de Abril, nadie se presentó a las diez, y sobre las once los sitiadores desencadenaron sobre el campamento un verdadero aluvión de fuego de toda clase de armas. Cortés comunicó a Queipo lo que ocurría, informándole que las bajas alcanzaban ya al 65 por ciento de los hombres útiles, que el racionamiento agotaba a todos, que tenía cinco heridos afectados de gangrena y que su situación era, por todo, desesperada, rogando “…en nombre de los 1.200 seres indefensos que aquí tengo, la mayoría huérfanos, por servir a la causa nacional, el envío de una columna de socorro que acabe con la gran tragedia que vivimos… (pues la presión es tan grande que el personal) no podrá soportarla muchos días… (pues) nadie con más interés que el que suscribe en despejar esta cuestión de la evacuación de mujeres y niños, que me atormenta grandemente, no viendo la solución; pero he de estudiar el medio de encontrar alguna garantía, pues de otra forma bien están aquí…”.
Ante el diluvio de fuego que cayó sobre el Santuario todo el día 24, Cortés envió, al día siguiente, 25 de Abril, por la tarde, a dos emisarios –el Sargento Francisco Campoy y el guardia escribiente Pedro Gallego– a las posiciones enemigas, toda vez que los sitiadores seguían sin permitir a los delegados de la Cruz Roja acceder al Santuario. Por el cruce de telegrama y mensajes de todos los implicados, es fácil conocer los motivos por los que las conversaciones quedaron rotas:
El vehículo de la Cruz Roja durante el intento
de negociación
“Urgentísimo. En estos momentos, seis tarde, sitiados de la Virgen enviaron parlamentarios a la Cruz Roja, dando normas para evacuar mujeres, niños y ancianos. Contestaron lo que yo dicté en busca de una total rendición, pero en caso de no ser ésta aceptada, dígame si acepto evacuación mujeres, niños y ancianos solamente.” (Del Tte. Col. Antonio Cordón al Col. Gaspar Morales).
“Urgentísimo. El Ministro ha dispuesto se comunique a V.S. no admita evacuación alguna del Santuario de la Cabeza, que no vaya precedida de la rendición incondicional de todo el personal combatiente, garantizando en tal caso un completo respeto a las personas.” (Del Col. Gaspar Morales al Tte. Col. Antonio Cordón).
“La entrevista se realizó en nuestra avanzadilla. Los emisarios de Cortés traían un escrito en el que se exponían la condiciones que el Capitán se permití imponer; entre ellas, además de ampliar la evacuación a los heridos, enfermos, ancianos, figuraba la de que la evacuación se realizase por grupos de treinta o cuarenta personas, sobre Porcuna, en tal forma que el segundo grupo no saliese del Santuario hasta que el heliógrafo hubiera comunicado desde dicha localidad que el primero había llegado sano y salvo, y así sucesivamente con los otros grupos hasta que hubiera terminado la evacuación. Naturalmente los propios delegados de la Cruz Roja respondieron a Cortés que lo que proponía era inadmisible; que ellos sólo estaban autorizados a garantizar que toda la población no combatiente del Santuario salieses del recinto y quedase libre bajo la protección de las autoridades republicanas, y que fueran respetadas la vidas de los combatientes si se rendían. Las negociaciones fueron rotas por Corté.” (Tte. Col. Antonio Cordón).
“…desviándose de la misión humanitaria que invocaban traer, haciéndome proposiciones de rendición, al propio tiempo que denegando a mujeres y niños marchar a nuestra zona… (Cortés rompe las negociaciones tras consultar con las mujeres que) están dispuestas al morir al lado de los bravos que las defendían, sufriendo toda clase de privaciones y calamidades…” (Cortés).
El día 26, los sitiadores reanudaron aún con mayor furia el fuego sobre el Santuario y se dispusieron a atacarlo, aun no contando con aviación; la Artillería llevó a cabo tal acción que “…no existe un solo rincón en el Santuario fuera (del alcance) de la misma… Las escenas que aquí se han desarrollado no son para describir: heridos de día anteriores, muertos en los rincones en los que se hallaban; familiares casi desaparecidos; unos por la acción de la metralla; los más sepultados entre los escombros; los que se han sacado con vida, sin poder curarse, por haber destruido la metralla la parte destinada al botiquín… (las mujeres y niños) van a pasar la noche en las escasas cuevas que hay entre las piedras… (pero todos) rehúyen la idea de la rendición… (por lo que Cortés sugiere que se) gestione un canje de prisioneros… esto, más que una odisea es una locura.” (Cortés). Las bajas de este día fueron terribles, pues además de numerosos heridos, murieron siete niños, una veintena de mujeres y diecinueve hombres. Se registró la deserción de un guardia que abandonó el Santuario de madrugada.
El día 27 se redoblaron los ataques de los sitiadores, sólo que ahora apoyados por carros de combate “…a las catorce horas veo avanzar hacia este campamento diez tanques blindados, que son el último recurso a que podían acudir nuestros enemigos… (solicitando urgente socorro) no lo pido por mí, ya que al fin y al cabo mi vida vale poco; pero siquiera por los mil doscientos seres inocentes que me lo suplican, sin perder la esperanza de su liberación…” (Cortés). Los carros, no obstante acercarse a la primeras líneas de defensa del campamento, llegados a un punto dieron la vuelta pues existía entre ellos la creencia de que los defensores habían sembrado algún tipo de minas contracarro; lo que no era ni mucho menos cierto. Al atardecer el Cap. Carlos de Haya lograba realizar un nuevo suministro arrojando 1.000 kilos de víveres, así como 200 granadas de mano y gasolina. Un nuevo asalto por la noche fue también rechazado con éxito. Este día se fugaron dos guardias de Asalto de los que permanecían detenidos desde el 14 de Septiembre –cuando el incidente de los camiones que evacuaron a algunos– y desertó un guardia con su hijo pequeño.
El día 28, el cañoneo siguió inmisericorde. Queipo informó a Cortés que, de acuerdo a lo por él sugerido, el Cuartel General del Generalísimo encauzaba sus gestiones con la Cruz Roja para conseguir la evacuación a zona nacional de mujeres, niños y ancianos, a cambio de entregar prisioneros. Pero entre tanto el fuego de los sitiadores no decrecía, ahora reforzado por un buen número de morteros pesados recién llegados, lo que no impidó que inverosímilmente los asaltos de la infantería fueran una y otra vez rechazados “…La tarde del 28 es algo que yo no puedo describir. Seguimos firmes en nuestros puestos, porque nuestra fe nos da fuerzas para ello. ¿Viva España!” (Cortés); “…el enemigo puso una vez más de relieve la falta de decisión para subir al cerro, habiendo detenido su marcha los carros de asalto en las primeras defensas establecidas… (elevando así la moral de los defensores) que pudieron comprobar la poca eficacia que tienen…” (Cortés). La gravedad de la situación es indescriptible, y las miserias y penalidades también. El Santuario era ya sólo un montón de escombros. Se carecía de alimentos. Las defensas se tenían que ir replegando. La artillería y los morteros enemigos deshicieron todo con su certero fuego; no había un palmo de terreno donde se estuviera seguro. Cortés, en un gesto que sin duda le honra, decidió entonces dejar en libertad a los doce prisioneros que le quedaban, de los cuales la mitad decidieron quedarse e incorporarse a la defensa –entre ellos el hijo del Cte. Nofuentes, Manuel, que era cadete– gesto que causó una gran emoción entre los defensores, especialmente en Cortés. En este día desertó un guardia con su mujer y sus tres hijos.
Los días 29 y 30 –ambos muy lluviosos–, a parte del constante fuego de artillería y morteros, no se registró asalto alguno, entre otras cosas porque los sitiadores estaban reorganizándose tras haber recibido nuevos refuerzos con los que prepararon lo que consideraron debía ser el ataque final “… un ataque frontal realizado por la casi totalidad de las fuerzas y medios con que podíamos contar, y un ataque auxiliar demostrativo, para fijar alguna fuerza a los sitiados…” (Tte. Col. Antonio Cordón). De acuerdo con dicha idea, el grueso de sus fuerzas debían atacar en fuerza los sectores II y IV, realizándose un ataque demostrativo sobre los sectores I, III y V. Los carros de combate iban a jugar un papel muy especial en el aplastamiento de los defensores, pues, perdido el miedo a las supuestas minas –entre otras cosas al conocerse de su inexistencia por los interrogatorios de los últimos desertores–, avanzarían desde la carretera, accediendo a la explanada del Santuario, atacando de revés los sectores II y IV para provocar su caída.
Por parte de Cortés, cuando tal ataque iba a comenzar, sus fuerzas estaban ya reducidas a lo que sigue:
Sección I: al mando del Sgto. Francisco Campoy.
Sección II: al mando del Brigada Vicente Zamora.
Sección III: al mando del Alférez José Carbonell.
Sección IV: al mando del Brigada Jiménez Claver.
Sección V: al mando del Tte. Juan Porto de Carabineros.
El Tte. Ruano mandaba el conjunto de las Secciones III y IV; el Tte. Rueda el de las Secciones I y II. La posición más sensible, por su situación en la carretera, era la llamada Casa de Torredonjimeno. El total de defensores era de 153 hombres de los cuales más de la mitad estaban heridos. El armamento disponible eran solamente fusiles, pistolas y granadas de mano.
A las diez de la noche del 30 de Abril, desertó un guardia que sería el último. A las doce de esa misma noche los sitiadores, por los altavoces, conminaban una vez más a la rendición del Santuario so pena de arrasarlo. Al no presentarse nadie, como se había exigido, se encendieron una serie de proyectores de luz que se habían emplazado iluminando el campamento.
Frentepopulistas al asalto del Santuario
El 1 de Mayo –día en el que luciría un espléndido sol–, sobre las cuatro de la madrugada comenzó una intensa preparación a cargo de la artillería y de los morteros. Sobre las seis de la mañana iniciaron su avance los carros de combate, pero titubearon varias veces, retrocediendo y volviendo a avanzar en varis ocasiones, hasta que la infantería dudó en el ataque decidiéndose por mantener la presión sólo mediante la Artillería, los morteros, los cañones de los carros y las ametralladoras, sometiendo a las escuálidas defensas del campamento a un fuego infernal recayendo su parte más intensa sobre la IV Sección “…los guardias civiles tiraban desde detrás de las piedras y se desplazaban de un lado a otro, sin poderse fijar en ninguna parte, porque cualquier protección que localizaban era destruida…” (Rodríguez de Cueto); Cortés resultó herido levemente dos veces. Sobre la media mañana el castigo infringido a la IV Sección la dejaron prácticamente arrasada –de los tres Cabos con que contaba uno había muerto, otro había sido evacuado gravemente herido y sólo uno seguía en pie– “…aquellos tres puestos que hasta la quincena final había constituido un pequeño reducto fortificado, con techumbre cubierta, incluso en el puesto neurálgico del campamento, ya no suponían atrincheramiento continuo alguno, sino una línea quebrada de hoyos más o menos profundos levantados en la tierra por centenares de granadas… de cuyos agujeros surgían a intervalos como fantasmas los guardias civiles…” (Urrutia).
El santuario sometido al fuego y asalto frentepopulista.
Abajo a la derecha un carro intentando llegar a él
El combate era de tal violencia que Cortés presintió la proximidad del final, enviando el que será su último mensajes “Insostenible. Rápido auxilio de Aviación. Lo que traslado para su superior conocimiento. ¡Viva España!”.
Sobre la una de la tarde, con las defensas deshechas y ya en muy precaria situación, los sitiadores vieron llegado su momento y presionaron aún más lanzando ataque tras ataque con los que poco a poco lograron avanzar sus posiciones amparados en gran medida por los carros. El combate era ya un duro enfrentamiento de unos contra otros en el que menudeaban los golpes y contragolpes, la granada de mano, el tiro a bocajarro y la lucha cuerpo a cuerpo por un trozo de embudo o por un palmo de tierra, dándose por parte de los defensores actos de heroísmo inverosímiles “…el Brigada de la Guardia Civil, Gila, padre de un Cabo del mismo Cuerpo, muerto gloriosamente y que tanto valor derrochó en el Santuario, no disponiendo más que de dos guardias, recogió unos cuantos muchachos de doce a catorce años, armados algunos con rifles y otros con bombas de mano, y se lanzó al asalto, logrando hacerles huir (a los rojos) por la vertiente abajo, en tanto que anunciaba a voces la llegada de fantásticos refuerzos…” (Rodríguez de Cueto); «…di un tirón del fusil para sacarlo de la cueva y salí cuesta abajo en dirección a la cueva. Durante la carrera vi perfectamente que los milicianos me arrojaban dos granadas de mano, que debieron quedar detrás y explosionar sin alcanzarme. Llegué donde estaba mi mujer y mi hijo. Mi hermana Luisa ya no estaba allí. Cogí a mi mujer, que llevaba al niño, y corriendo comenzamos a subir la cuesta que lleva al Santuario. Entonces nos enfiló una ametralladora que no cesaba de dispararnos. Las balas se oían claramente y no cesaban de impactar a nuestro alrededor. Con la agitación del momento, casi sin poder respirar por el agotamiento de la carrera y en aquella situación, creyendo que en cualquier momento íbamos a caer muertos, arrojé el fusil. Cogí al niño con un brazo y a mi mujer con el otro; dejamos de correr y ya tranquilamente, encomendándonos a Dios, continuamos subiendo a la explanada del Santuario. Las balas continuaban tratando de herirnos sin conseguirlo. Siempre lo he considerado un milagro…» (Francisco Uceda Padilla, guardia segundo).
Fernández Tobarra y García Gallego, dos de los guardias que murieron en este último día de combate
Sobre las dos de la tarde quedaba ocupada la zona de la IV Sección, y herido y hecho prisionero su jefe, el Brigada Jiménez Claver. Tal hecho, cuando eran sobre las dos y media de la tarde, puso en situación insostenible a los defensores de la II Sección, la mayoría ya heridos, por lo que tras breve reunión entre los Tte,s Rueda y Ruano se decidió el repliegue hacia la casa de Madrid y la de Andújar; algunos hombres quedaron rezagados batiéndose en solitario hasta agotar las municiones, caso, entre otros, del Alférez Carbonell. Cuatro carros quedaron, no obstante, inutilizados sobre el terreno por la acción de las granadas de mano que contra ellos se habían lanzado profusamente por parte de los defensores.
Poco después, una granada de Artillería hirió al Cap. Cortés, justo cuando al amparo de los carros que aún sobrevivían la infantería enemiga subía ya por la falda del cerro del Santuario. La noticia de la herida de Cortés corrió entre los defensores a gran velocidad “…a la 15 horas 15 minutos ha ondeado bandera blanca en el Santuario y varios guardias han bajado con ese distintivo a parlamentar con el jefe de operaciones…” (Parte del Tte. Col. García Vallejo al Col. Morales); uno de los guardias de Asalto de los que estuvo prisionero –y una vez puesto en libertad se había unido a la defensa del Santuario–, creyó que caído Cortés la resistencia daba a su fin, y por ello, en realidad sin mala intención, decidió sacar la citada bandera blanca. Pero en realidad, el asalto continuaba, si bien ya los defensores en franco retroceso y con pocos ánimos, por lo que los frentepopulistas iban ocupando el terreno y penetrando entre los escombros del Santuario, cuando venían a ser sobre las tres y media de la tarde. El último parte frentepopulsita es bien significativo “La ocupación del Santuario no se ha hecho sin sensibles bajas. Ha sido necesario asaltar las posiciones ocupadas por el enemigo. Pasando del centenar el número de bajas (rojas), entre ellas tres capitanes muertos y nueve oficiales heridos. El enemigo tuvo 26 muertos y treinta y tantos heridos, entre ellos, gravísimamente, el jefe de la posición, Capitán Cortés, por casco de granada de Artillería.” (Col. Morales al Gral. Martínez Cabrera).
Algunos de los defensores al terminar el asedio
El colofón lo pondría, inesperadamente, la aviación nacional “Al atardecer despegaron de Tablada dos Junkers, al mando conjunto del Cap. Haya. Dos horas después aterrizaban en su base sin haber aprovisionado ni bombardeado por sospechar algo anormal”. El día 2 volvería a sobrevolar el campamento otro aparato que llegó a ver salir de él una ambulancia, comunicando “Parece que el enemigo ocupó el Santuario…”. Llegaba así a la zona nacional la noticia de la extinción de la defensa que había durado 228 días a contar desde la ruptura de hostilidades.
Algunos de los defensores al terminar el asedio
A excepción de algunos, muy pocos, que lograron en la confusión del momento evadirse, bien que días después serían capturados –se tiene referencias de tres: un guardia de Asalto y un paisano, capturados en Cardeña el 2 de Mayo, y un guardia civil que sería hecho prisionero el día 7 en Montoro–, los supervivientes, combatientes y civiles, fueron concentrados en la explanada del Santuario, donde tuvieron que soportar una larga espera, así como un discurso propagandístico de Martínez Cartón y la labor de varios fotógrafos. Después fueron trasladados hasta la carretera donde ocuparon varios camiones y ambulancias allí dispuestas “…a todos se les respetó, porque las severas órdenes que se habían dado para ello, con mira a la propaganda política ante el mundo, que tenía puesta la mirada en la suerte que correrían aquellos héroes y mártires, fueron cumplidas, bajo la celosa vigilancia de los jefes y de los comisarios políticos…” (Luque); “…si bien es cierto que algunos de sus subordinados remataron a tiros de pistola a varios heridos de entre los defensores, no lo es menos que tales actos reprobables escaparon, como no podía ser menos en el barullo del asalto, a las órdenes cursadas con anticipación por el mando, ya que, en general, los supervivientes del Santuario fueron tratados con mucha mayor consideración de la que ellos mismos esperaban…” (Urrutia). Del Santuario fueron llevados a distintos establecimientos de Andújar un total de 1.181 personas, y de allí:
Algunos de los defensores al terminar el asedio
“…a la cinco horas (de la tarde del día siguiente 2 de Mayo) salió para Valencia tren conduciendo 142 prisioneros, y a las nueve saldrá para Viso del Marqués otro conduciendo 567 mujeres y niños…” (Parte del jefe de la 20 División roja).
“…A las 3,19 h. salió tren Sanidad conduciendo 102 prisioneros heridos y enfermos… (para Valencia)…” (Parte del jefe de la 20 División roja del día 3 de Mayo).
Quedaban en Andújar de momento, algunos muy mal heridos, 370 más.
Es decir, que a Valencia marcharon 244 prisioneros, entre ellos los únicos 52 combatientes que se sabe habían logrado escapar ilesos del asedio, todos los cuales serían allí repartidos entre los campos de concentración existentes en las localidades de Tarancón, Totana, Bétera y Puig, donde arrastrarían los rigores de los trabajos forzados, muriendo al menos cinco de ellos en cautividad. Las 567 mujeres y niños que llegaron a Viso del Marqués serían bien tratados por los habitantes de dicha localidad.
El recuento final de las bajas del asedio del Santuario y Lugar Nuevo es el que sigue: de los combatientes, 85 habían muerto en combate, 133 resultaron heridos y 52 lograron salir ilesos; de los no combatientes, 65 murieron por distintas causas y 93 resultaron heridos, quedando 707 ilesos, de estos últimos 5 sacerdotes y 22 niños que nacieron durante su duración.
Últimas fotografías del Cap. Cortés
El Cap. Cortés fue llevado en grave estado por una ambulancia a una casa sita en el kilómetro 17 de la carretera que del Santuario va a Andújar, siendo operado a vida o muerte en la noche del 1 al 2 de Mayo por el cirujano Maximiliano Santos Laguna; pero todo fue inútil y falleció el día 2. Su cuerpo fue enterrado, junto con el de muchos de los defensores, en una fosa común en el cementerio municipal de Andújar, de donde sería exhumado en 1939, pasando a depositársele en la capilla del Santísimo Cristo de Limpias, también en Andújar, para ser definitivamente enterrado en la cripta del Santuario el 16 de Abril de 1945 «…los restos aparecieron en una fosa común del cementerio de Andújar con otros cadáveres y en último término, conservando en la guerrera sus estrellas de capitán, y en la parte interior de la prensa, cosidos, un escapulario con la Virgen del Carmen y un emblema del Sagrado Corazón de Jesús. El cadáver se entregó en Andújar a la que fue esposa del bravo héroe, doña Dominga Camacho, celebrándose solemnísimas exequias, para ser después enterrado en la ermita del Santuario, al pie del Cristo de la Agonía…” (Arrarás). Por su gesta le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando individual –y el honor de que su nombre figurara siempre a la cabeza en la escalilla de los capitanes de la Guardia Civil–; a los defensores, incluidos los civiles, la misma condecoración pero colectiva.