Estamos en guerra: necesitamos políticos honrados y valientes para derrotar a las élites globalistas en su encarnizada lucha contra la humanidad
13.1,23
De izquierda a derecha, Gates, Bezos, Soros y Zuckerberg.
Magdalena del Amo*.- Estamos en guerra, y no precisamente la de Ucrania. Las élites han iniciado la más espantosa guerra contra la humanidad, y apenas tenemos armas para defendernos. Los políticos deberían ser nuestros capitanes en el frente de batalla, pero lejos de eso, se agazapan en sus escaños y muchos ni siquiera están al corriente de las últimas escaramuzas y sus próximas emboscadas. Por esto, en los presentes tiempos de distopía tenemos que ser mucho más exigentes con los políticos. No podemos ser tan condescendientes y flexibles como antes de la “era covid”, con todo lo que “esconde” este concepto: una enfermedad para algunos, causada por un virus fantasma, y la instauración de una nueva humanidad para otros. Todo ha cambiado. El entramado covidiano –no podemos decir postcovidiano, porque la farsa continúa— es como una gran telaraña que aprisiona nuestros cuerpos y nuestras mentes.
También es cierto que, de alguna manera, el escenario pandémico fue el resorte que descorrió el velo que nos impedía ver la realidad de un sistema que se ha ido conformando a lo largo del tiempo, más en concreto, desde la creación de la ONU, con un sprint en las últimas décadas. Éramos prisioneros, pero no lo sabíamos. La amplitud del patio de nuestra cárcel nos impedía ver la muralla. Ahora lo somos, pero estamos conscientes de ello; al menos, un sector amplio de la sociedad que crece por días. Hay que hablar de un antes y un después.
El director ejecutivo del Foro Económico Mundial de Davos, German Klaus Schwab, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, interviniendo a través de videoconferencia
En los últimos tres años, gracias a la pandemia, una serie de conceptos, organizaciones, corporaciones, organismos y foros han salido a la luz y, al menos, en los medios alternativos, incluidas las redes sociales, se han incorporado al discurso crítico. Nadie se atrevía a hablar de la ONU como de una organización corrupta, como tampoco de sus organismos internacionales, léase la OMS, al dictado de la industria farmacéutica, o la UNICEF, proabortista y fomentadora del poliamor y la pederastia. No se hablaba tan asiduamente del Foro de Davos y de los múltiples flecos y estrategias de las élites globalistas. Nadie hablaba de Bill Gates, de George Soros o de Rockefeller, salvo como magnates filántropos que aman a la humanidad. Se está produciendo el despertar de una parte de la sociedad que, hasta ahora, había permanecido fiel al sistema, creyendo en los políticos, en las instituciones –incluidas las sanitarias— y en la ciencia. ¿Pero están los políticos a la altura de las necesidades? Me atrevo a decir que no. Sus intervenciones indican que ellos siguen en su juego, del escaño al foco, y del foco al escaño, eludiendo lo esencial. Están obsoletos, caducados, sin ideas y propuestas para afrontar el disparate diario que estamos viviendo, y lo que vendrá si no conseguimos la masa crítica necesaria para frenarlo. A los políticos les falta espíritu de lucha contra el auténtico enemigo: unos porque no se enteran, otros porque no se atreven, y la mayoría, porque están en su levitación continua sirviendo a la descarada entropía.
Klaus Schwab.
¿Cuántos políticos conocen la intención de los globalistas del Nuevo Orden Mundial, de someter a la humanidad y robarle sus derechos, su libertad, su esencia, su libre albedrío e incluso la conexión con su alma? ¿Cuántos de ellos conocen su pretensión de convertir a la humanidad en simple rebaño esclavo, zombificado y transhumano? ¿Cuántos políticos han investigado sobre la gran mentira del cambio climático, que las élites están propiciando para su conveniencia? ¿Cuántos políticos han reflexionado sobre el pasado Evento-201, y su relación con la realidad actual? ¿Cuántos están al corriente del nuevo simulacro, con el punto de mira puesto en los niños, al que han denominado “contagio catastrófico”? ¿Cuántos políticos han indagado sobre el personaje Klaus Schwab y su obra maestra “El gran reinicio” y lo que ello significa? ¿Cuántos políticos conocen las investigaciones de los defensores del transhumanismo y lo que están programando al respecto, como José Luis Cordeiro, Rafael Yuste o Elon Musk? ¿Cuántos se han preocupado por conocer lo que es la neuromodulación? ¿Cuántos saben que la interface en nuestros cerebros es ya un hecho? ¿Cuántos han leído sobre Neuralink y sus pretensiones? ¿Cuántos conocen los proyectos del MIT destinados al control humano? ¿Cuántos políticos han investigado sobre la vida y “obra” de los grandes magnates que se presentan como benefactores de la humanidad? ¿Seguimos con las preguntas? Pues seguimos.
¿Cuántos políticos han leído la letra pequeña de la Agenda 2030 y cuántos de ellos –aparte del rey Felipe VI— lucen el pin de colores en la solapa? ¿Cuántos políticos han seguido las investigaciones de científicos alternativos sobre la realidad de la pandemia, más allá de las tesis oficiales impuestas? ¿Cuántos políticos han cuestionado a la OMS y a sus dirigentes? ¿Cuántos políticos saben que algunas naciones están practicando bioterrorismo? ¿Cuántos políticos se han preocupado de conocer la investigación del doctor Pablo Campra Madrid y otros veinte estudios sobre el contenido de óxido de grafeno reducido en las vacunas y otros componentes extraños relacionados con la nanotecnología? ¿Cuántos políticos se han preocupado en comprobar los códigos MAC address de los vacunados, que se registran en el bluetooth del teléfono? ¿Cuántos políticos han examinado los estudios de científicos independientes –no adscritos al sistema y sin conflicto de intereses— sobre la irradiación de las antenas de telefonía, en especial la red 5G? (Eludir esto es más grave de lo que parece, porque están evitando que el ciudadano se proteja contra los peligrosísimos campos electromagnéticos.
¿Cuántos políticos saben que la industria farmacéutica y la agroquímica mueven más dinero que el narcotráfico y todo lo proveniente del mundo del hampa, incluido el tráfico de pers
onas?
En relación a este último punto, lo más bochornoso es que muchos de estos dividendos los destinan no solo a financiar campañas electorales, sino a comprar voluntades de políticos y funcionarios importantes, entre ellos, los involucrados en el sector de la salud y la seguridad alimentaria. Los lobbies de los laboratorios farmacéuticos y agroquímicos –son los mismos—tienen sus oficinas en las inmediaciones del Parlamento Europeo y el cabildeo es continuo. Así se entienden muchas de las leyes y normativas que atentan contra la sociedad. ¿Tienen los políticos de este presente convulso conocimiento de esto? Si no lo tienen, su despiste es descomunal y, por tanto, no están preparados para enfrentarse a los problemas reales de la sociedad actual y resolverlos. Hablamos de cuestiones mollares, no de sus politiquerías diarias de distracción y sus pactos de conveniencia. Y si lo saben y callan, deberíamos sentarlos en el banquillo y hacerles pagar por estos crímenes. Sí, he dicho crímenes. Estamos hablando de algo que mata.
En relación con esto, no hace mucho, una cadena de televisión española emitió un programa sobre la peligrosidad de algunos agroquímicos y aditivos alimentarios, incidiendo sobre determinados pesticidas, como el glifosato, altamente cancerígeno. También salieron a la luz los negocios sucios de los grupos de presión de estas industrias que, como acabamos de apuntar, tienen sus oficinas al lado de los Parlamentos y centros de toma de decisiones. Es un secreto a voces la estrecha relación entre políticos y lobistas.
Lo del glifosato es muy grave. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (que depende de la OMS) estudió el efecto del glifosato en la salud y emitió un informe, del que resaltamos lo siguiente: “Hay pruebas convincentes de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin). También causa daños en el ADN y en los cromosomas de las células humanas”. A pesar de ello, en 2017, la Comisión Europea concedió una moratoria de cinco años al uso del glifosato. España votó a favor. (Tres años después, con Ursula von der Leyen a la cabeza, el organismo daría luz verde a la experimentación con humanos, a través de las vacunas con óxido de grafeno y demás componentes, de cuyos efectos adversos nadie se hace responsable. ¿Tiene esto algo que ver con la salud? ¿En qué manos estamos? En la misma fecha, también se legalizó el rociado de nanopartículas de metales a la atmósfera. No sucedía algo así desde la creación del Código de Núremberg que prohíbe la experimentación con humanos. ¿Qué dicen nuestros políticos sobre esto? Nada. No han dicho nada.
Necesitamos políticos a la altura de los tiempos; políticos que vengan a servir, y no a servirse. Urgen políticos capaces, valientes y honrados. No hace falta que sean guapos ni jóvenes ni simpáticos ni piquitos de oro que nos emboben con su oratoria. Tenemos que dejar de ser frívolos e ir a lo esencial.
En próximas elecciones, deberán importarnos menos las promesas sobre infraestructuras y proyectos megalómanos de lucimiento, y deberemos tener más en cuenta que nos garanticen nuestras libertades individuales, incluido el derecho a educar a nuestros hijos y a decidir sobre algo tan importante como qué terapia elegir o si queremos vacunarnos o no. No es ninguna broma lo de la vacuna, dado que nos estamos prestando a que nos inoculen sustancias que solo conocen sus fabricantes, o incluso microchips y microsensores, sobre lo que no tienen obligación de informar, aparte de tener garantizada la inmunidad sobre sus efectos adversos.
En estos momentos especiales necesitamos políticos especiales, no solo que sepan de economía, que rebajen impuestos y que defiendan a España y su bandera, sino políticos que conozcan los entresijos de la estrategia de los globalizadores. Necesitamos políticos que dejen de mirarse el ombligo y que, por poner un ejemplo, miren a nuestros cielos y nos expliquen qué son las rayas y cuadrículas que forman los misteriosos aviones, que nos digan qué aspergen a la atmósfera que provoca que los cultivos se sequen, que las abejas se mueran y que los campesinos recojan “madejas” extrañas de no se sabe qué, aparte de las concentraciones anormales de aluminio encontradas en sus terrenos. ¡Y que todos andemos con extraños y sospechosos catarros!, que esa es otra.
Necesitamos políticos que estudien el corpus de la información elaborada por científicos libres –no pagados por las multinacionales—sobre lo que supondrá la implantación de la Red 5G para la vida y la salud del planeta, incluida la resonancia Schumann. Urgen políticos formados en la geoingeniería que está causando la modificación del clima, más allá del engaño de diseño que nos venden los globalistas. Necesitamos políticos que tomen como asesores a científicos éticos y no a amigos oportunistas para que les bailen el agua y les regalen el oído. En definitiva, necesitamos políticos prémium.
Sé que son deseos lanzados al infinito pidiendo desesperadamente un imposible, un milagro que nos ayude a resolver esto. Aunque quizá deberíamos ponernos las pilas de la conciencia e intentar resolverlo solos, sin políticos. Pero en serio. Dije al principio del artículo que no teníamos armas para defendernos, pero no es así. Tenemos proyectiles y bombas muy potentes. Somos seres potencialmente poderosos y quienes dirigen este juego macabro lo saben; por eso nos entretienen con mil distracciones; por eso nos tienen inmersos en el miedo y la incertidumbre; por eso nos tienen en alerta continua para bajar nuestra vibración y, por consiguiente, nuestras defensas. Quieren evitar que desarrollemos el espíritu crítico y la conciencia para hacernos conscientes. Y, sobre todo, que practiquemos la generosidad y el amor incondicional. He aquí la gran solución. Si somos capaces de equilibrar y compatibilizar nuestras dos naturalezas, humana y divina, somos, además de poderosos, invencibles.
*Psicóloga, periodista y escritora