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sábado, 21 de enero de 2023

La masónica Agenda 2030 del NOM y la Iglesia Católica. Por P. Carlos María Covían

La Agenda 2030 y la Iglesia Católica
 19/01/2023 

Tras el Concilio Vaticano II, la nueva política del Vaticano y en concreto del Papa Pablo VI, se caracterizó por el “diálogo” hacia los regímenes comunistas; de “apertura”, no de condena. Por primera vez se rompe la tradición de la Iglesia que condenó con firmeza, y de forma reiterada, la ideología comunista. Tal actitud hizo exclamar a un perplejo sacerdote húngaro lo siguiente, no sin mucha razón: ¿Qué habría pensado el cristiano arrojado a los leones en la arena del Circo Máximo, si al levantar la vista hacia el trono imperial hubiese visto a Pedro en amigable conversación con Nerón? 
[1] Volveremos sobre esta pregunta al final.

Queremos hacer unas consideraciones pertinentes y necesarias, para el fin que persigue el artículo, sobre la Masonería. Para esta siniestra organización la verdadera tolerancia consiste en adorar a “Dios” según los principios y convicciones de cada cual; y el verdadero ecumenismo en considerar a todas las religiones y creencias partes de la gran familia masónica. Estos son pilares fundamentales para el fin de la fraternidad universal que persigue, y el medio es el globalismo, el “nuevo orden mundial”, bajo una suprema autoridad.


Para el fin masónico es necesario controlar dos ámbitos: el político y el religioso. La creación de la Organización de las Naciones Unidas, tras la segunda guerra mundial, supuso la posibilidad de poder alcanzar el nuevo orden masónico mundial. Pero tal fin sería absolutamente imposible sin la directa colaboración de la Iglesia, y tal colaboración implicaba un cambio radical en su Magisterio. El Concilio fue la solución.

La existencia de Estados y Estadistas católicos, las condenas de la Iglesia a las ideologías anticristianas, las relaciones Iglesia-Estado, la moral católica tradicional, la Iglesia católica como único medio de salvación, la libertad de conciencia como libertad para vivir según los mandamientos de la Ley de Dios, las leyes de los Estados concordes con la ley natural y la ley divina, etc., todo esto, y más, no era sino un muro insalvable para el fin masónico de la fraternidad universal. Era necesario atraer a la Iglesia a las tesis liberales de la masonería, mientras ella se situaba en segundo plano. Con el Concilio Vaticano II fue posible derribar el “muro” hasta entonces infranqueable del Magisterio tradicional.

El Concilio supone la ruptura de la Iglesia con su tradición sobre las relaciones Iglesia-Estado, uniéndose ferverosamente a las tesis liberales de las nuevas democracias anticristianas; ya no renueva las condenas de los papas anteriores, optando por el “diálogo” y “apertura”; la libertad de conciencia ya no será la libertad para vivir según la Ley de Dios, sino la libertad para vivir según las convicciones de cada cual; la moral católica quedará arrinconada y casi olvidada para la mayoría; la Iglesia ya no condenará por el aborto a la madre que mata su hijo, ni al médico que lo practica, ni al político que lo promulga; en importantes universidades eclesiásticas se hará apología del aborto y hospitales de congregaciones religiosas se practicará; la Iglesia ya no se presenta como el único medio de salvación, sino que fuera de ella es posible salvarse…


Todos los cambios, más bien rupturas, de la Iglesia han allanado el camino a la secta masónica para alcanzar sus objetivos de unidad política y religiosa mundial. La Iglesia católica se ha convertido un aliado de confianza para el Nuevo Orden Mundial. Ha sido necesario esperar el tiempo oportuno. Este tiempo ha llegado. El “camino” posconciliar ha dado sus frutos: la Iglesia abraza con entusiasmo la Agenda 2030.

La pregunta del anónimo sacerdote húngaro toma una nueva dimensión realista en el momento actual. No se trata de una hipótesis, sino una muy probable realidad. Estamos más cerca de ver juntos al sucesor de Pedro y al nuevo “Nerón” del NOM, en harmoniosa y feliz conversación en el nuevo “Circo Máximo”, contemplando gozosos lo que ocurre en la arena. Ya no hay los cristianos para ser martirizados, sino actores del Nuevo Orden Mundial que van a escenificar el cumplimiento de la Agenda 2030, y lo harán: pisoteando la cruz de Cristo, proclamando la nueva religión universal del hombre y entronizando al mismísimo satanás.
 
[1] La diplomacia pontificia. Michael F. Feldkamp. BAC: Madrid. 2004. Pág. 103.

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