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domingo, 18 de julio de 2021

***ESPAÑA: Don Rodrigo Ximenez de Rada, artífice y cronista de las Navas de Tolosa

Don Rodrigo Ximenez de Rada: 
artífice y cronista de las Navas de Tolosa
Por Pedro Sáez Martínez de Ubago
14 JUL 2021

El 16 de julio día de la Virgen del Carmen, de 1212, hace ahora 809 años, tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa. A decir de fuentes como la I Crónica General de Alfonso X, el Sabio, “fueron los moros tan quebrantados que nunca después cabeza alzaron en España”. Tras la batalla, que señala el fin del poderío almohade en la Península, se inicia en al-Andalus un nuevo proceso disgregador cuyo resultado sería la reaparición de los reyes de Taifas independientes, entre los que cabe destacar Murcia, Sevilla y Granada.

Cuatro reyes participaron en este choque entre el islam y la cristiandad. De un lado el califa Al-Nasir Li-Din Allah [el que hace triunfar la fe de Dios] y del otro Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra. Y faltó Alfonso IX de León, quien, pese a acudir a la cita convocada en Toledo por el rey castellano, no participó en la batalla a causa de las muchas diferencias que a lo largo de su reinado (1188-1230) le enfrentaron con su primo Alfonso VIII . Junto a ellos se encuadraron caballeros de órdenes militares, numerosos señores laicos y eclesiásticos, tanto de la Península como los que, provenientes de allende los Pirineos, Ximénez de Rada denomina “ultramontanos”.

Tal alianza se debió al empeño del Papa Inocencio III, quien, tras el fracaso de la 3ª cruzada y la victoria de Saladino, vio el apremio de aunar voluntades ante una acción decisiva frente al Islam andalusí. Y es en este contexto donde el navarro Rodrigo Ximénez de Rada, en su triple faceta de Arzobispo de Toledo y Primado de España, Canciller de Castilla y Legado pontificio, cobraría un protagonismo decisivo en la preparación de la contienda, en su participación en ella y en el testimonio de la misma que ha dejado a la posteridad.

Ocupando la Cátedra de San Pedro Inocencio III, quien conocía a la perfección toda la jurisprudencia romana y canónica, se basó en estas doctrinas para tomar todas sus decisiones y así intervenir e influenciar en cada una de las naciones que le rodeaban, principalmente a los germanos, Francia e Inglaterra. También, sus acciones fueron importantes en el resto de Europa y más precisamente, en España al declarar como Cruzada contra los moros, la campaña promovida por Alfonso VIII de Castilla, contra Al-Nasir, tras cruzar éste el estrecho en mayo de 1211. Y, para su predicación, el Romano Pontífice designó al arzobispo toletense.

Así, Ximénez de Rada, como Canciller de Castilla, medió en 1206 entre Alfonso VIII, el leonés Alfonso IX, el navarro Sancho VII y Felipe Augusto de Francia, al tiempo que fue uno de los principales adalides del papa Inocencio III en el proyecto de unidad de los reyes cristianos peninsulares con la idea de combatir a los almohades. Para ello, recogió personalmente la bula de cruzada (1211) y la predicó en Alemania, Italia y Francia, ganando el apoyo de numerosos caballeros y notables de toda la geografía recorrida. Asimismo su relación con la iglesia quedó plasmada en la intervención en los concilios de Letrán (IV, 1215) y Lyon (I, 1245).

Si esto se puede afirmar de Rodrigo Ximénez de Rada en lo concerniente al impulso y preparación del hecho de armas que tuvo lugar en Las Navas de Tolosa -en árabe, Al-Iqab- el 16 de julio de 1212 -18 de safar de 609, para el calendario islámico- no fue menor la participación de sus mesnadas como señor feudal.

No olvidemos que los arzobispos de Toledo, cancilleres mayores de Castilla desde 1206, alcanzarían notable influencia política y social, pues sus posesiones y rentas eran extraordinarias. Téngase en cuenta que La diócesis toledana, a partir de 1088 y en el marco de la Reconquista, fue ampliando su territorio, llegando a extenderse por la región de Alcaraz hasta las fronteras del reino moro de Murcia, y por el sur hasta las diócesis de Baeza y Córdoba e, incluso, en la de Jaén, al conquistar Quesada y establecerse el Adelantamiento de Cazorla. Y, lógicamente, a la par que su territorialidad crecían también el número de vasallos, las rentas y la influencia sobre las diversas órdenes militares que fueron ocupando su parte meridional, y cuya presencia está documentada en la batalla.

Con ello, el cabildo catedralicio, que comienza su existencia a principios del siglo XII, y los diversos cargos capitulares van apareciendo reflejados en los documentos. La diócesis, con sus numerosos arciprestazgos, se parcela para su gobierno en arcedianatos: Toledo, Talavera, Madrid, Alcalá, Guadalajara, Calatrava, Capilla Y Alcaraz. Las grandes Ordenes monásticas y mendicantes de varones y de mujeres establecen sus casas en Toledo.

Por la crónica del Arzobispo, conocemos la forma en que se desplegaron las tropas cristianas, que “celebrados [por éste] los misterios de la Pasión del Señor, hecha confesión, recibidos los sacramentos, y tomadas las armas, salieron a la batalla campal; y desplegadas las líneas tal como se había convencido con antelación, entre los príncipes castellanos”, en cuya retaguardia se encuadraban “el noble rey Alfonso y junto a él, el arzobispo Rodrigo de Toledo y los otros obispos mencionados”.

Igualmente, gracias a este testimonio, sabemos que, en un momento crítico de la batalla, “Los agarenos, aguantando casi sin moverse del lugar, comenzaron a rechazar a los primeros de los nuestros que subían por lugares bastante desventajosos para el combate, y en estos choques algunos de nuestros combatientes, agotados por la dificultad de la subida, se demoraron un rato. Entonces, algunos de las columnas centrales de Castilla y Aragón llegaron en un solo grupo hasta la vanguardia, y se produjo allí un gran desconcierto y el desenlace no se veía claro... El noble Alfonso, al darse cuenta de ello y al observar que algunos, con villana cobardía, no atendían a la conveniencia, dijo delante de todos al arzobispo de Toledo: "Arzobispo, muramos aquí yo y vos"... Y en todo esto doy fe ante Dios, el noble rey no alteró su rostro ni su expresión habitual, ni su compostura, sino que más bien, tan bravo y resuelto como un león impertérrito, estaba decidido a morir o vencer. Y no siendo capaz de soportar por más tiempo el peligro de las primeras líneas, apresurado el paso las enseñas de los estandartes llegaron jubilosamente hasta el palenque de los agarenos por disposición del Señor. La cruz del Señor, que solía tremolar delante del arzobispo de Toledo, pasó milagrosamente entre las filas de los agarenos llevada por el canónigo de Toledo Domingo Pascasio, y allí, tal como quiso el Señor, permaneció hasta el final de la batalla sin que su portador, solo, sufriera daño alguno... Mientras tanto, fueron muertos muchos miles de agarenos ante la presión simultánea de los aragoneses, los castellanos y los navarros por sus frentes respectivos”.

Junto a esta Crónica, testimonio de tan crucial hecho de armas, redactada por el arzobispo Rodrigo, que estuvo entre los protagonistas de su gestación y desarrollo y nos ha legado un testimonio “de visu”; son otras muy distintas y numerosas las obras que se atribuyen a este erudito eclesiástico, hijo de Senén (o Ximeno) Pérez de Rada y de Eva de Finojosa (hermana de San Martín de Finojosa), ambos de linajes ilustres, nacido no se sabe a ciencia cierta si en el hoy despoblado de Rada o en la villa de Puente La Reina. Por citar algunas, destacaremos Rerum in Hispania gestarum Chronicon (‘Historia de los Hechos de España’), también llamada De Rebus Hispaniae, Historia Gothica, o Crónica del Toledano. Se trata de un amplio trabajo realizado por petición de Fernando III; escrito en latín, comprende nueve libros (subdivididos en capítulos) que abarcan la historia española desde Jafet (uno de los hijos de Noé) hasta su propia época, deteniéndose en 1243.

Otras obras suyas, en realidad complementarias de la anterior, fueron: Historia Romanorum [Historia de los romanos], centrándose en la relación de Roma con España; Ostrogothorum Historia [Historia de los ostrogodos], que distingue con claridad ostrogodos de visigodos; Hunnorum, Vandalorum, Suevorum, Alanorum et Silingorum Historia [Historia de los hunos, vándalos, suevos, alanos y silingos], ocupándose de cada pueblo hasta su desaparición, pero también de sus ataques e incursiones por España; y la Historia Arabum [Historia de los árabes], desde Mahoma, pasando por la invasión de España, hasta la primera mitad del S. XIII. Por último, más relacionada con la historia de la Iglesia que con la de España, no se puede omitir su Breviarium Historiae Catholicae [Breviario de Historia Católica] o Expositio Catholica, una historia sagrada inspirada en la de Pedro Comestor.

A la luz de lo anterior, todos como españoles, y algunos, también como navarros, reflexionemos, reconozcamos la transcendencia de este personaje y, hoy , con nuestra Patria envuelta en otro proceso de descristianización y dividida de nuevo en taifas, y necesitada de otro caudillo aglutinador de sus moradores y espíritus como don Rodrigo Ximénez de Rada.

De una vida como la de, quien, en gran medida y con esta victoria, pasó a ser uno de los grandes artífices de la cristiandad en la Península, Rodrigo Ximénez de Rada (Navarra 1170? – Vienne 1247) es buen resumen el epitafio que se lee en su hoy cenotafio y antaño sepulcro, sito en la soriana abadía cisterciense de Santa María de Huerta, a cuyo desarrollo el arzobispo ayudó en vida: "Mater Navarra, nutrix Castella, Toletum Sedes, Parisium studium, mors Rhodanus, Horta Mausoleum, coelum requies, nomen Rodericus" [‘Nacimiento en Navarra, educación en Castilla, sede toledana, estudios parisinos, muerte en el Ródano, sepultura en Huerta, descanso en el cielo, de nombre Rodrigo’].

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