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domingo, 2 de enero de 2022

La apostasía de la Iglesia según Catalina Emmerick. Por Javier Navascues

La apostasía de la Iglesia según Catalina Emmerick
 2/1/2022 

Las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick dan muchísima luz para comprender en profundidad todo lo que está sucediendo actualmente en la Iglesia. Son escritos muy densos y extensos por lo que vamos a extraer algunos de los puntos más significativos y esenciales de entre todos ellos. D. Ignacio Vaz-Romero, perfecto conocedor de los escritos de la Beata, responde algunos de los interrogantes sobre los temas candentes de la actualidad de la Iglesia

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Catalina Emmerick

Háblenos de la validez de los escritos y profecías de la Beata Emmerick.

Es indudable que a la Beata se le concedió la gracia de ver e intuir realidades invisibles. No sólo veía los frutos de la oración subir al Cielo sino que Nuestro Señor le dejó ver cuánto había de pasar en los siglos sucesivos sobre el futuro de su Iglesia. La idea no era atemorizar con tales visiones sino más bien advertir a una humanidad que ya entonces había tomado el rumbo equivocado, dando la espalda a Dios. No es de extrañar que el lector, viendo estas visiones proféticas, enmudezca al comprender que todo cuanto allí se menciona es ya una realidad presente. Nunca estas profecías habían cobrado un valor tan actual.

¿Hasta qué punto describen lo que está pasando en la Iglesia?

Las visiones de Emmerick conciernen al mundo entero: el devenir de numerosas naciones, guerras, pestes, epidemias. Y el futuro de la Iglesia no es una excepción. La beata ve con claridad que, en los últimos tiempos, la batalla final entre el Bien y el mal tendrá como objetivo la misma Iglesia de Jesucristo.

Lo asombroso es que el trabajo del enemigo de las almas no se centrará en minar la Iglesia externamente como en épocas anteriores con persecuciones religiosas (que también) sino que su trabajo se centrará primordialmente en infestarla desde los propios cimientos (es decir, los mismos seminarios) para acabar constituyendo lo que la beata llama una “falsa iglesia”; la “iglesia de la oscuridad”. El trabajo de los destructores será tan eficaz que lo harán todo en silencio, en aparente inocencia, “para el bien de todos”, poco a poco, sin que el pueblo fiel pueda tan siquiera concebir el estado de las cosas de forma que muchos cristianos serán engañados y llevados al error por esta nueva y falsa iglesia que no será otra que la del anticristo. Como muy bien dice la beata, «su peligro está en su inocencia aparente».

Y por desgracia, al leer la descripción de esa falsa iglesia, no podemos dejar de percibir en ella un sinfín de similitudes con la actual Iglesia que hoy gobierna en Roma. Al árbol se le juzga por sus frutos. ¿Y cuáles han sido los frutos de la Iglesia de los últimos 50 años? ¿Pueden ser esos los frutos de una “renovación espiritual” o más bien los frutos de una revolución en toda regla contra la religión revelada por Dios? ¿Estamos ya ante esa “falsa iglesia”? Es muy posible. Para contestarnos con aun más convicción, estaría bien recordar lo que dijo la beata en cuanto a la temporalidad de los hechos; es decir, cuándo iba a ocurrir todo lo que ella estaba viendo. «En medio del infierno había un abismo espantoso; Lucifer fue precipitado allí cargado de cadenas […]. Su destino era regulado por una ley que Dios mismo había dictado; vi que, cincuenta o sesenta años, si no me equivoco antes del año 2000, Lucifer debía salir durante algún tiempo del abismo».“Cincuenta o sesenta años antes del año 2000”… Este periodo corresponde claramente a la década de los años 60, justamente el periodo en el cual el Concilio Vaticano II estaba en marcha para la ruina del edificio de la Iglesia y de la Fe.

Concretamente, ¿qué dicen sus profecías del acercamiento a los protestantes de la jerarquía?

En efecto, hace unos meses hemos visto como Bergoglio iba a Suecia no a convertir a los herejes protestantes — o al menos a corregir sus errores — sino más bien a alabar los “dones de la Reforma” del mayor heresiarca que haya conocido la historia de la Iglesia, Lutero.


Tal como leemos en sus visiones, el protestantismo ganará terreno y será objeto de una “rehabilitación” por parte de Roma. «Vi todo lo que respecta al protestantismo tomar cada vez más poder, y la religión caer en decadencia completa». Y desde la misma Roma se promoverá una falsa unidad con los herejes; es decir, retomando las palabras de la visionaria, una unidad “en algo diferente que el Señor”. Creo que en este punto sobran los comentarios sobre el rumbo ecuménico que ha tomado la que podemos llamar “Iglesia Conciliar”, fruto de las novedades promovidas a lo largo del Concilio Vaticano II.

Es muy probablemente a Bergoglio y sus prelados a quien Catalina ve en esta visión. También ve a todos aquellos teólogos y obispos que promovieron definiciones erróneas tales como las que encontramos en la Gaudium et Spes y en la Ut unum sint que, alterando el sentido de las palabras de Nuestro Señor, promueve una forma de ecumenismo que la Iglesia ya había condenado en numerosas ocasiones como en la Encíclica Mortalium Animos de Su Santidad el Papa Pío XI. Pero leamos por nosotros mismos lo que dice la beata: «Había en Roma, incluso entre los prelados, muchas personas de sentimientos poco católicos que trabajaban para el éxito de este asunto (la fusión de las iglesias)». Y más adelante vuelve a insistir: «¡… y este plan tenía, en Roma misma, a sus promotores entre los prelados!» (AA.III.179).

¿Qué dice acerca del falso ecumenismo, como antídoto del proselitismo?

La Iglesia siempre ha tenido una forma de proceder en cuanto a sus relaciones con las demás religiones. Siguiendo el mandado bíblico de Nuestro Señor, los grandes santos han dado sus vidas por la evangelización de todos los pueblos y naciones para así garantizar su salvación. Es enseñanza perenne de la Iglesia que todo aquel no bautizado y todo aquel que esté fuera de la Santa Madre Iglesia no podrá ser salvado en el último día. De ahí por tanto la urgencia de convertir a todos los pueblos.

Sin embargo, el Concilio Vaticano II, de nuevo, asienta las bases de una revolución sin procedentes al reconocer que todas las religiones tienen parte de verdad y el Espíritu Santo también actúa a través de ellas, lo cual no tiene sentido alguno. De ahí que otra de las características de la Iglesia Conciliar que hoy tenemos delante sea justamente la práctica de este falso ecumenismo que busca, no ya convertir, sino más bien abrazar a todas las religiones elevando el estandarte de la “fraternidad universal entre los pueblos”. Esto no sólo contradice el mandato que Nuestro Señor nos dejó sino que constituye una falta absoluta de caridad al no buscar ya la salvación de las almas y un pecado de orgullo e ingratitud hacia Dios al considerar que todos pueden salvarse por y en su “religión”.

No nos extrañemos pues si, al leer los textos de Ana Catalina Emmerick, vemos reflejados y condenados tales propósitos. Veamos lo que dice: «ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante; todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer allí los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de todo tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los profanos donde no habría más que un pastor y un rebaño». Del mismo modo continúa ella explicando cuál debería ser el papel del Papa en esa nueva religión mundial masónica donde todos tienen cabida — menos, claro está, aquellos que se opongan a tal proyecto —. La figura del Papa es clave en todo este proceso. Y como dirá ella más adelante, los masones conseguirán nombrar un Papa a su conveniencia, algo así como un títere grotesco, que ponga en marcha sus designios («¡Quieren imponer otro (Papa) que deja todo en manos de los enemigos!»).

Pero como todo títere, éste deberá carecer de toda autoridad. Por tanto, a esta falsa iglesia le hace falta un líder que, en este caso, será un falso Papa que no cumpla ya con el cometido que Cristo mismo encomendó a San Pedro de guardar y transmitir intacto el depósito de la Revelación y la Tradición. ¿Pero cómo ve ella estas cosas? Sigue así: «vi también en Alemania a eclesiásticos mundanos y protestantes iluminados manifestar deseos y formar un plan para la fusión de las confesiones religiosas y para la supresión de la autoridad papal» (AA.III.179) y todavía hay más: «tenía que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera asalariado. Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas: pero en el lugar del altar, no había más que desolación y abominación» (AA.III.188). La claridad con la que se expresa es aplastante.


¿Qué dice acerca de la Misa nueva y de la profanación de la Eucaristía?

Como todo católico sabe, la Santa Misa es el centro del Catolicismo y sin ella el género humano perece al dejar de recibir las enormes gracias que se obtienen por medio de ella. No hace falta que recordemos la blasfema frase de Lutero acerca de la Misa católica; es decir, de la renovación incruenta sobre el Altar del Sacrificio de Cristo en la Cruz. Debido a la grandeza de este misterio de Fe, la celebración de la Misa exige la máxima solemnidad, tanto a nivel del ritual empleado como de la actitud de los fieles y del sacerdote.

Aquí de nuevo, la beata ve como estaba por venir una crisis espiritual tan grande que se perdería el mismo respeto a la hora de celebrar los Santos Misterios. No se trata sólo de los cambios en la arquitectura de las iglesias y la sustitución de los Altares por mesas. La beata va más allá y no se queda sólo en el plano de lo meramente arquitectónico o exterior sino que ve como los sacerdotes ya no creen, ya no tienen Fe y por tanto celebran indignamente el Santo Sacrificio de la Misa. En sus visiones ve como «los sacerdotes dejaban que se hiciera cualquier cosa y decían la misa con mucha irreverencia» y «pocos (había) que tuvieran todavía piedad y juzgasen sanamente las cosas».

No sólo eso, sino que llega a describir muy gráficamente lo que en verdad están haciendo sobre lo que debiera ser el altar: «vi muy a menudo a Jesús mismo cruelmente inmolado sobre el altar por la celebración indigna y criminal de los santos misterios. Vi ante los sacerdotes sacrílegos la santa Hostia reposar sobre un altar como un Niño Jesús vivo que ellos cortaban en trozos con la patena y que martirizaban horriblemente. Su misa, aunque realizando realmente el santo sacrificio, me parecía como un horrible asesinato (CC.89)».

Sin duda, una vez más, la beata está contemplado la alteración del Ritual Católico que dio paso a la confección de una misa al uso protestante en la cual, como ya hemos visto, el Cuerpo de Cristo es constantemente profanado, desde por el propio sacerdote por su impiedad e ingratitud hasta por los asistentes al recibir la Santa Comunión de otros laicos, de pie y en las manos en claro signo de negación de la Presencia Real de Cristo en la Santa Hostia. “Que esto no es la obra de Dios queda ante todo demostrado — sin tener en cuenta las implicaciones dogmáticas — por un hecho muy simple: tiene una fealdad espantosa. Es el culto de la ambigüedad y del equívoco y no es raro que también sea el culto de la indecencia”, así se expresaba, por ejemplo Monseñor Domenico Celada en relación a la nueva misa.

¿Qué dice acerca de la importancia de la lengua sagrada, de la necesidad de usar el latín?

Otra de las cosas que destaca en los escritos de la beata es su insistente esfuerzo por manifestar la necesidad del uso del latín en las oraciones. Ella misma llega a afirmar que no puede rezar con las oraciones que le han sido dadas en alemán pues con ellas no siente ningún tipo de atadura a lo divino. En cambio, como dice aquí, al rezar en latín siente esa unión y por su cabeza pasan todo tipo de imágenes, que sin duda le son inspiradas por el Espíritu, en especial durante el rezo de las Letanías a la Santísima Virgen María.

Asimismo, es obvio que el latín hace que todos los católicos se unan bajo una misma lengua para rezarle al único y verdadero Dios resaltando así la unidad y universalidad de la Iglesia Católica. También, que la Misa sea celebrada en latín ayuda a este sentimiento de universalidad — de catolicidad —, pues allá donde quiera que estemos podremos asistir a la Santa Misa y seguirla con un mismo misal en todo el mundo. ¿Podemos decir lo mismo ahora? ¿Dónde ha quedado la universidad de esta Iglesia Conciliar que tenemos ante nuestros ojos cada día más descentralizada?


También habla de la gravísima mancillación del celibato de los sacerdotes y escándalos del clero

La lucha por la abolición del celibato sacerdotal no es de ahora sino que ya tiene sus primeros detractores en la (pseudo)Reforma protestante del siglo XVI. Como toda revolución y rebelión hacia Dios, eso que ahora algunos osan llamar “dones de la Reforma” — que no son más que los errores que el diablo inspiró a hombres tan orgullosos como Lutero o Calvino — se extendieron por toda Europa plantando el germen de la rebelión en muchos países.

Así pues, en el siglo XIX, en vida de Ana Catalina Emmerick, el “debate” sobre el celibato volvía a estar en boga entre los más influyentes teólogos y eclesiásticos alemanes. Del mismo modo, no son pocos hoy en día los intentos por abolir la grandeza del celibato católico. Así como pasaba con la unión de los protestantes, por increíble que pueda sonar, también esta empresa de destrucción tiene hoy en Roma a muchos de sus principales promotores. Asimismo, los escándalos del clero no cesan de repetirse. ¿Cómo es posible sino que en un clero fiel pueda haberse llegado a dar tantos y tantos casos de pederastia? La respuesta parece sencilla. No es el clero católico ante el que estamos, sino ante quien ha usurpado las funciones del clero. La infiltración programada en la Iglesia de comunistas, masones y homosexuales es un hecho irrefutable. Recordemos de nuevo aquí la advertencia de Nuestra Señora en La Salette: “los sacerdotes de mi Hijo van por muy mal camino”…

Para concluir citemos alusiones a las uniones gays, la falsa misericordia y la tolerancia con el pecado…

Si bien la beata no habla explícitamente y de forma directa sobre la promulgación de leyes tan inicuas como la de las uniones homosexuales, sí pone el foco sobre la tolerancia del pecado por parte del clero y la extrema laxitud que tendría en los tiempos por venir sobre la moral y las costumbres.

No es la primera vez que Nuestra Señora, ya sea directamente o a través de sus escogidos, se muestra contundente con los sacerdotes que no cumplen su deber de guiar por sendas seguras al rebaño que les ha sido confiado. Pueden sonarnos en este punto las graves advertencias reveladas en La Salette, Garabandal, la Fraudais… Es un hecho también, que el clero de nuestros días ha abandonado aquella actitud de corregir y condenar aquello que anda mal tan necesaria para la Salus animarum (recordemos la famosa y funesta frase de Roncalli: “en nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad”). Y veamos ahora lo que la propia beata dice en varias ocasiones: «Vi las carencias y la decadencia del sacerdocio, así como sus causas. Vi los castigos que se preparan» (AA.II.334); «¡Los servidores de la Iglesia son tan laxos! Ya no hacen uso de la fuerza que poseen en el sacerdocio» (AA.II.245); «Vi acrecentarse la tibieza del clero local, vi hacerse una gran oscuridad».; «No queda apenas más que un pequeño número de sacerdotes que no estén seducidos».

Salta a la vista que, en nuestros días, a aquel que está en el error no se le saca ya del error (pongamos el caso de las uniones de mismo sexo y la actitud de Bergoglio al respecto) y al que dice las cosas claras se le tacha de “rígido”, “cara de vinagre” o no sé cuantas barbaridades más. Ahora se prefiere el “acompañamiento”, la “misericordia” y una falsa fraternidad que no lleva más que a la adulteración de la Verdad. Esto es muy grave, pues es tolerar el pecado. De siempre existe una máxima en el Catolicismo que es “amar al pecador y aborrecer el pecado”. Pero ahora parece que tampoco es así, pues se consiente con todo tipo de abominaciones y vemos al que debiera ser el “Santo Padre” abrazar las causas más perniciosas del mundo. Como contemplamos hoy en día, “vive y deja vivir” es la nueva máxima. Esto mismo lo encontramos expresado por la beata ya entonces: «Hay que vivir y dejar vivir. En nuestra época no hay que estar aparte ni ser un misántropo: hay que alegrarse con los que se alegran (AA.II.488)».


El clero de hoy además, no sólo no corrige ya al que va por mal camino socavando todo celo apostólico sino que además niega que las cosas vayan mal. Aun cuando la barca de Pedro parece naufragar, ellos afirman que nunca antes hemos estado en un momento mejor y orgullosamente osan llamarlo “la primavera de la Iglesia”. Como muy bien dice la beata, ante sus ojos todo anda bien. «No soportan que se diga: “esto va mal”. Todo está bien a sus ojos con tal de que puedan glorificarse con el mundo!» No admiten que la situación es dramática y que los tiempos presentes son en todo apocalípticos. “Todo está bien”. Pero el Señor vendrá como un ladrón en la noche, ¿y acaso encontrará Fe sobre la tierra? ¿Cuántos pastores prefieren hoy la comodidad que les otorga su posición a la firme denuncia del error en detrimento de toda prebenda? ¿Cuántos pastores callan y con su silencio se hacen cómplice de esta demolición de la Iglesia? Ana Catalina Emmerick no duda en constatar «las caricias hechas al espíritu de la época por parte de los servidores de la Iglesia»; caricias que sólo pueden llevar al mundo a un estado de apostasía generalizado, pues como dice la beata, «no hay casi ya más cristianos en el antiguo significado de la palabra». «Mi esposo celeste me mostró también en cuadros innumerables la deplorable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos». La Fe se ha perdido, o lo que es peor, ha sido adulterada y transformada dando paso a otra religión. Como dice también San Pío X, ¡cuántos navegantes han naufragado por haber querido conciliarse con el mundo!

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