Los Políticos Católicos y la Ley
Por Roni Aledo
31/12/2021
¿Qué se debe pensar de los «católicos» que ponen las leyes de los Parlamentos y los dictados de los tribunales de sus países por encima de la Doctrina de la Iglesia y la Ley de Dios?
Soy católico pero obedezco primero la Ley de mi país por encima de la doctrina de la Iglesia. Esta es la clásica respuesta por decirlo así «legal». Es la respuesta del que dice o cree que la ley temporal humana y mundana esta por encima de la Ley Divina, de la Ley Moral Natural y de los Decretos Doctrinales Infalibles y eternos de la Iglesia.
Sí soy católico, PERO por encima esta lo que diga el parlamento de mi país y lo que digan los tribunales de mi país. Por encima de la Verdad Eterna decretada por la Iglesia está lo que tal o cual juez dicta o lo que tal o cual Congreso o Parlamento vota.
Esto es sólo una falacia. Un error nacido de la ignorancia de lo que es verdaderamente importante y crítico para la Humanidad según lo dicta el Todo Poderoso y su Iglesia.
Primero un comentario histórico breve: el llamado régimen democrático liberal es un invento masónico que explotó en el siglo XVIII, se mantuvo limitado durante todo el siglo XIX, pero finalmente se coronó como la norma con las revoluciones masónicas izquierdistas de principios del siglo XX en Méjico, Francia, Portugal y finalmente con la destrucción del Tradicionalismo Cristiano por parte de los vencedores de la Primera Guerra Mundial.
La masonería mundial buscaba destruir el antiguo régimen divino de Europa, mayoritariamente monarquías fundamentadas en la Ley Divina según el Cristianismo milenario del continente. Por eso se inspiraron remotamente (movida brillante) en el sistema político de la antigua Grecia y mutilaron el nombre y símbolo de la «Democracia» según los antiguos griegos (algo similar hizo Mussolini inspirándose en el Imperio Romano de la antigüedad). En realidad la maniobra masónica sólo buscaba implantar el régimen ateo, anti cristiano, anti Dios, anti monárquico, en el continente. O sea, buscaba implantar el régimen «neutro», secularista, laico, de facto ateo, y enterrar la Ley Moral Natural sacándola de la esfera publica y limitándola a la esfera privada.
Ese era el plan de la masonería y los enemigos de la Iglesia y la cristiandad entonces y sigue siendo el mismo plan y objetivo hoy día. Ahora bien, la Democracia Liberal Moderna no tiene siempre y en todo momento que ser una maldición o el mal mayor. En casos concretos o limitados puede ser un mal menor o incluso un bien mayor si es que se compara con algo radicalmente peor que ataque sin restricciones y sin limites los derechos de la Iglesia de Dios. Así, si un país musulmán de corte Teocrático fundamentalista pasa a ser una democracia liberal, eso se entiende como un paso en la dirección correcta y un paso positivo. Lo mismo si una dictadura comunista pasa a ser una Democracia Liberal. Casos como el de Polonia o Lituania ejemplifican esto. Si se compara la barbarie de los anarquistas en Barcelona durante la guerra civil y la democracia liberal agnóstica atea de hoy día, también se ve un cambio positivo. Lo mismo si cae la narco dictadura terrorista de Maduro o el genocida régimen cubano comunista para ser reemplazados por la Democracia Liberal agnóstica neutra.
Por otra parte, la Iglesia, viendo la tragedia del triunfo universal del sistema democrático masónico después de la Primera Guerra Mundial, decidió adaptarse ante la triste situación, y si bien sigue defendiendo los Principios y la Doctrina eterna respecto al poder político y el estado confesional católico (Catecismo 2105) también a nivel práctico y táctico, empezó a motivar la participación política dentro del sistema democrático usando las reglas de éste (estrategia del sacerdote Luigi Sturzo aprobada por la Santa Sede). De ahí nació la llamada Democracia Cristiana y movimiento conservador europeo, que no era otra cosa que la repuesta a la versión original de la Democracia Liberal ideada por la masonería para destruir el orden Cristiano. Gracias a esa respuesta surgieron durante décadas movimientos de resistencia a la secularización y leyes aberrantes impuestas por las Democracias masónicas. Constituciones como la de Costa Rica que reconocía la confesionalidad católica del Estado, la de Malta o incluso la actual Constitución de Hungría basada en la Ley Moral Natural bajo Orban, son ejemplo de esta respuesta de la Democracia Cristiana. Esta versión de la Democracia contraria a la masónica cierra la puerta a la Caja de Pandora de leyes aberrantes contrarias a la Ley de Dios.
Muchos católicos confunden lo táctico y caso concreto de lo doctrinal y eterno. Cuando el Catecismo 2105 o el Arzobispo Primado de España en 1977 hablan del error y anatema de cambiar de un régimen católico fundamentado en la Ley Moral Natural a un régimen «neutro» agnóstico, en la practica ateo, hablan de doctrina y verdad eterna. De la Luz infalible de la Iglesia. Pero cuando los obispos cuatro décadas después defienden la Constitución masónica agnóstica contra los independentistas catalanes que quieren romper el país en dos, o contra los comunistas que buscan abolir la monarquía, lo hacen desde el punto de vista táctico, en respuesta concreta y especifica a un mal singular mucho mayor. Manzanas y naranjas, dos cosas completamente diferentes.
Y volviendo al caso específico de los políticos católicos que ponen la legislación de sus países por encima de la Ley de Dios, es lo que vemos en la ignorancia de la doctrina de la Iglesia por un supuesto «católico» que pone la ley temporal de su país por encima de la Ley de Dios. Tal como el vegano que todos los días come ternera…
El que la Ley de Dios, la doctrina de la Iglesia, la Ley Moral Natural va por encima de cualquier parlamento o dictado de tribunal local no se cuestiona por un católico que conoce y sigue su Fe. De ahí el error grotesco de Lasso y todos los que piensan como el.
Sobre el laicismo del estado anti Cristiano o «neutro» también llamado Democrático Liberal, San Juan Pablo II escribió:
«En 1905, la ley de separación de la Iglesia y el Estado, que denunciaba el Concordato de 1801, fue un acontecimiento doloroso y traumático para la Iglesia en Francia. Esa ley regulaba el modo de vivir en Francia el principio de laicidad y, en ese marco, sólo mantenía la libertad de culto, relegando al mismo tiempo el hecho religioso a la esfera privada, sin reconocer a la vida religiosa y a la institución eclesial un lugar en el seno de la sociedad.»
También el gran Papa Benedicto XVI nos recuerda (SACRAMENTUM CARITATIS, 2007):
«… el culto agradable a Dios NUNCA es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, EXIGE el testimonio PÚBLICO de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o POLÍTICA que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores FUNDAMENTALES, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas.
Estos valores NO SON NEGOCIABLES. Así pues, los POLÍTICOS y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, DEBEN sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar LEYES inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado.»
Y de como la Democracia Liberal de corte masónico no puede seguirse de manera ciega o legalista, tal cual Cato de la Republica Romana, y de como ésta no puede nunca jamás legalizar lo que va contra la Ley de Dios, el mismo San Juan Pablo II nos dice de manera magistral y rotunda en Evangelium Vitae (1995):
¨Es el resultado nefasto de un relativismo que predomina incontrovertible: el «derecho» deja de ser tal porque no está ya fundamentado sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a la voluntad del más fuerte.
De este modo la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental. El Estado deja de ser la «casa común» donde todos pueden vivir según los principios de igualdad fundamental, y se transforma en Estado tirano, que presume de poder disponer de la vida de los más débiles e indefensos, desde el niño aún no nacido hasta el anciano, en nombre de una utilidad pública que no es otra cosa, en realidad, que el interés de algunos…
Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás. Pero ésta es la muerte de la verdadera libertad: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo» (Jn. 8, 34).
Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como «crímenes nefandos».
…El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión. También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que «quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae», es decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido…
…Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia.
…En realidad, la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente, es un «ordenamiento» y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter «moral» no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve. …el valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna y promueve…
….En la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles «mayorías» de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto «ley natural» inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil.
…En continuidad con toda la tradición de la Iglesia se encuentra también la doctrina sobre la necesaria conformidad de la ley civil con la ley moral, tal y como se recoge, una vez más, en la citada encíclica de Juan XXIII: « La autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios. Por lo tanto, si las leyes o preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y, consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar en conciencia…; más aún, en tal caso, la autoridad dejaría de ser tal y degeneraría en abuso».
…Por tanto, las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica.
…Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia.
En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, «ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto».
..Los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por la legislación civil, se oponen a la Ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente en el mal. … Esta cooperación nunca puede justificarse invocando el respeto de la libertad de los demás, ni apoyarse en el hecho de que la ley civil la prevea y exija.
…El rechazo a participar en la ejecución de una injusticia no sólo es un deber moral, sino también un derecho humano fundamental.
… El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente «eclesial», que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana…
…. Esta tarea corresponde en particular a los responsables de la vida pública. Llamados a servir al hombre y al bien común, tienen el deber de tomar decisiones valientes en favor de la vida, especialmente en el campo de las disposiciones legislativas… Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres. Repito una vez más que una norma que viola el derecho natural a la vida de un inocente es injusta y, como tal, no puede tener valor de ley. Por eso renuevo con fuerza mi llamada a todos los políticos para que no promulguen leyes que, ignorando la dignidad de la persona, minen las raíces de la misma convivencia ciudadana.
…Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamientos, se acaba fácilmente por negar o comprometer también la dignidad de la persona humana y el carácter inviolable de su vida.»
Escuchar la voz de la Iglesia de Cristo por encima de lo que diga el parlamento del propio país o el dictamen de tal o cual juez progresista, ateo o liberal, es infinitamente mas recomendable. Los supuestos políticos «católicos» que no hacen tal cosa faltan a la Verdad, la Ley de Dios y ponen sus propias almas en peligro de condenación eterna.