-Nuestra compañía necesita nuevas formas de hacer las cosas, tenemos que mejorar procedimientos. Pero mira, ahí tienes a mi padre, con casi noventa años al pie del cañón. No falta un día y todo lo controla. No hay manera.
Pasa en las mejores familias. También es cosa de los borbones españoles: para llegar al Trono hay que matar al padre. Políticamente al menos. Bueno, sobretodo.
Felipe quiere su Transición. Y como mandan los cánones de la tradición familiar, bien aprendida, los borbones saben que su Corona solo se puede mantener con aceptación de los enemigos de la Monarquía. Así lo quiso Juan Carlos y así tiene que ser ahora. Felipe ha sido educado para ejercer el poder y ya quiere administrarlo. Porque de no hacerlo cuanto antes su reinado corre peligro. Lo sabe su madre, la Reina. Y su padre también, pero ni quiere, ni puede irse.
Que un empresario de grandes medios, catalán y amigo del Rey, que la biógrafa oficial de la reina y que un medio recién sometido tras el cese de su extraño pero espabilado director se presenten a la operación Urbano, conocida ya como la operación abdicación, otra vez, sólo tiene una explicación: hay que quitar al Rey para poner al Príncipe y que el sistema continúe.
La oportunidad es perfecta para un nueva Transición. Por eso Felipe ha ido en poco tiempo más de seis veces a Cataluña. Duran y Lleida confirma que Rajoy mantiene reuniones secretas con Artur Mas. Margallo lanza inexplicables tonterías que solo pueden entenderse desde un pacto previo.
Lo de Cataluña lo vamos a arreglar en forma de apaño, como siempre hemos hecho en éste régimen, piensan los oligarcas del mundo financiero, los jueces comprados, los políticos obedientes al aparato del partido y los asesores de la Casa Real. Felipe será el artífice. Y piensan ellos, también, que una mansa sociedad alimentada de telebasura volverá a tragar. La Transición es Cuéntame y todos volverán a cantar Libertad sin ira.
Es el pacto preconstitucional -este sí, no como la bandera- del consenso en el que el reparto del poder del franquismo se realiza de forma equilibrada: es el gran acuerdo del Juancarlismo con la izquierda y el separatismo que una derecha extrañísima, como antaño, volverá a legitimar con sus silencios y sus renuncias. Quizá sólo una nueva minoría creativa, una nueva derecha rebelde y libre que no acepte el consenso que acabará con España con tal de sobrevivir, pueda asumir pronto el reto intelectual, político y democrático de evitar un nuevo apaño y lograr una verdadera democracia. Porque Felipe quiere su Transición y ya han comenzado a moverse los hilos.
Publicado por Blas Piñar Pinedo
Comentario de Clandestino: No creo que fuera una derecha 'extrañísima'. Es que Franco gobernó contra la izquierda y contra la derecha. Franco gobernó solo para España y para los españoles. Fue menos odiado por la derecha porque ésta no perdió la guerra ni fué objeto de control, como sí lo fué la izquierda, pero el franquismo no fué un chollo para la derecha. Entre el cerco a la banca, sus políticas sociales y el INI, la derecha capitalista apenas tenía cuatro agujeros por donde respirar. Eso explica que en Los Pactos de la Moncloa hubiera cuórum entre personajes ieológica y socialmente, tan dispares desde Calvo sotelo hasta Carrillo pasando por Ajuriaguerra, R.Tamames o M. Fraga.