El transhumanismo parte de una cosmovisión cientificista,
materialista y atea del ser humano
InfoCatólica 3-5-2018
Javier Navascués ha entrevistado para InfoCatólica a Albert Cortina, experto en transhumanismo, ideología emergente que acompaña a la globalización tecnológica y a la actual Revolución digital o Revolución de la inteligencia.
Albert Cortina es abogado y urbanista. Promueve un humanismo avanzado para una sociedad en que las biotecnologías emergentes estén al servicio de las personas y no al revés. Cree que conectar el cerebro con el corazón es un magnífico camino a recorrer. Se dedica a capacitar a las personas en la responsabilidad tecnológica, ambiental y social mediante los principios de una ética universal aplicada a los desafíos del futuro. Le gusta gestionar de forma integral ideas, valores y proyectos. Como director del Estudio DTUM se dedica desde hace más de 25 años a la ordenación de la ciudad y del territorio, a la preservación de los espacios naturales y a la intervención y gestión del paisaje. Aboga por una conversión espiritual del corazón. Actualmente focaliza su atención en la preservación de la condición humana.
Coautor y coordinador, junto con el científico Miquel-Àngel Serra, de la trilogía:
- ¿Humanos o posthumanosSingularidad tecnológica y mejoramiento humano (Fragmenta Editorial, 2015)
- Humanidad ∞. Desafíos éticos de las tecnologías emergentes (EIUNSA, 2016)
- Singulares. Ética de las tecnologías emergentes en personas con diversidad funcional (EIUNSA, 2016)
Autor de Humanismo avanzado para una sociedad biotecnológica (Ediciones Teconté, 2017)
¿Qué es el trans-humanismo?
Según la Wold Transhumanist Association podemos entender el trasnhumanismo como una manera de pensar en el futuro basado en la premisa de que la especie humana en su forma actual no representa el final de nuestro desarrollo sino más bien una etapa relativamente preliminar.
El filósofo Nick Bostrom de la Universidad de Oxford ha definido formalmente el transhumanismo como un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar biotecnológicamente las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y aplicar al hombre las tecnologías emergentes (nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información, ciencia cognitiva, inteligencia artificial, robótica, realidad virtual, transferencia mental, criónica...), a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal.
¿Es por tanto únicamente una corriente de pensamiento científico?
Desde mi punto de vista, es algo más. El transhumanismo es la ideología emergente que acompaña a la globalización tecnológica y a la actual Revolución digital o Revolución de la inteligencia. Esta ideología se ve a sí misma como un nuevo movimiento de liberación para el siglo XXI. La liberación del hombre de su condición humana natural y sobrenatural.
El transhumanismo tiene su fundamento en una cosmovisión cientificista, materialista, reduccionista y atea del ser humano. No obstante, curiosamente está confluyendo con las nuevas corrientes gnósticas y New Age, conformando de este modo una especie de tecno-religión con pretensiones hegemónicas en el Nuevo Orden Mundial que tiene el claro objetivo de sustituir la cosmovisión cristiana sobre la persona y la creación por otra cosmovisión universal posthumana.
Así pues, no es de extrañar que el transhumanismo haya sido descrito por Francis Fukuyama como «la idea más peligrosa del mundo».
¿Cuál es el origen de este movimiento filosófico y científico?
Impulsos trascendentalistas parecidos al transhumanismo se han expresado al menos desde los orígenes de la humanidad en la misma búsqueda de la inmortalidad y de los intentos pseudocientíficos de alcanzar la fuente de la juventud, lograr el elixir de la vida y otros esfuerzos parecidos que pretendían vencer el envejecimiento y la muerte.
Si recuerda, el «seréis como dioses» (Gen 3,5) fue el argumento decisivo que utilizó el demonio para que el primer hombre cayera en la tentación. El error humano fue no saber descubrir que la creación no era sólo un acto de poder y dominio inigualables, sino ante todo un acto de amor gratuito.
Muchos siglos después de este relato bíblico, el ser humano no ha cambiado mucho y seguimos tropezando en la misma piedra. Queremos ser como dioses, pero dioses poderosos, controladores de las leyes naturales y de la moral a merced de nuestra arbitrariedad y extravagancia. Queremos tener en nuestras manos la decisión sobre la vida y sobre la muerte.
Seguramente el transhumanismo no sea una lucha por la supervivencia, sino más bien una lucha por el poder.
¿Qué ha querido decir antes con «impulsos trascendentalistas»?
Si, el trascendentalismo fue un movimiento filosófico, político y literario estadounidense que floreció aproximadamente entre 1836 y 1860. Comenzó como un movimiento de reforma dentro de la Iglesia Unitaria y se basó en un monismo que sostenía la unidad del mundo y de Dios, así como la inmanencia del mundo. El unitarismo como corriente teológica de un sector del cristianismo protestante, cree en un Dios unipersonal pero sostiene que Jesús no es el mismo Dios, sino un hombre creado por éste.
¿Un Jesús simplemente humano?
Resulta interesante ver la oposición radical que existe entre la visión transhumanista y la figura de Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre, que pasó su vida amando y enseñándonos a «vivir como dioses». «Dios es Amor» (1 Jn 4,8) Aquí comenzó una verdadera revolución; la mejor revolución que ha conocido la historia de la humanidad. Si queréis ser como Dios – nos dice Jesús- , si queréis ser auténticamente felices, debéis amar.
Decía el Papa Benedicto XVI, en la misa de inicio de su pontificado. «No es el poder lo que redime sino el amor. Éste es el distintivo de Dios» (Benedicto XVI, 20 de abril de 2005).
Ya sabemos pues lo que nos hará felices, ya tenemos el camino trazado por Jesús, la actitud auténticamente humana: amar.
¿Algunos antecedentes históricos más del transhumanismo?
Si, posiblemente la filosofía de Nietzsche con su exaltación del «superhombre» o la filosofía social de la Eugenésia que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de los seres humanos. El eugenismo del siglo XIX pretendía el aumento de personas más fuertes, más sanas, más inteligentes…
Por otro lado, algunos autores consideran que el origen remoto del transhumanismo, al menos en la formulación de este término y en su inspiración general, puede situarse en un texto de 1957 del biólogo Julian Huxley.
¿El hermano del escritor británico Aldous Huxley autor de la novela distópica «Un mundo feliz» escrita en el año 1932?
Si, efectivamente. Sir Julian Huxley, fue el primer director general de la UNESCO, colaboró en la Sociedad Humanista de Nueva York (First Humanist Society of New York) y en lapresidencia del congreso fundacional de la Unión Internacional Humanista y Ética en 1952 (Internacional Humanist and Ethical Union). A su vez, fue uno de los grandes pioneros en la defensa medioambiental a través del World Wildlife Found. (WWF), y ayudó asimismo a fundar la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). No obstante, también mantuvo durante un tiempo una posición favorable a la eugenesia, entendida como manera de mejorar a los seres humanos. Así, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1957 en una obra titulada «New Bottles for New Wine» y horrorizado por el aborrecible uso de la eugenesia que se había hecho, Huxley propuso el término «transhumanismo» para referirse a la perspectiva según la cual el ser humano debe mejorarse a sí mismo, a través de la ciencia y la tecnología, ya sea desde el punto de vista genético o desde el punto de vista ambiental y social.
¿Y cómo ha ido evolucionando hasta nuestros días esa idea inicial del transhumanismo?
Tal y como escribe James Hughes, ex presidente de la World Transhumanist Association, el transhumanismo es un producto de la «cultura blanca, masculina, opulenta del Internet estadounidense; y su perspectiva política general siempre ha sido una versión militante del liberalismo típico de esa cultura». Dicha cultura, cuyo núcleo principal podemos situar en Silicon Valley (California, EEUU), desarrolló un híbrido entre la doctrina neoliberal del libre mercado y la teoría de las redes e Internet.